de una fila lejana de alamos. Todo estaba tan sereno como en un cuadro, y solo faltaban cabras o vacas.
– En primer lugar -dijo Barley (y le odie por su tono didactico)-, no sabemos quien iba en ese tren. Tal vez no era el malo en persona. Tiene sus acolitos, segun las cartas de tu padre, ?verdad?
– Peor aun -conteste-. Si era uno de sus esbirros, tal vez este ya en Saint Matthieu.
– O… -empezo Barley, pero callo. Sabia lo que habia estado a punto de decir-. O quizas este aqui, con nosotros.
– Indicamos con toda precision donde nos bajabamos -dije para sacarle del apuro.
– ?Quien se muestra desagradable ahora? -Barley se detuvo detras de mi y me paso un brazo sobre los hombros con bastante torpeza, y me di cuenta de que, al menos, habia hablado como si creyera en la historia de mi padre. Las lagrimas que se habian esforzado por no brotar se liberaron y resbalaron sobre mis mejillas-. Venga, venga -dijo. Cuando apoye la cabeza sobre su hombro, note la camisa caliente debido al sudor y el sol. Al cabo de un momento, me separe y nos dirigimos a nuestra cena silenciosa en el jardin de la granja.
Helen no dijo nada mas durante nuestro viaje de vuelta a la pension, de modo que me contente con mirar a los transeuntes por si distinguia alguna senal de hostilidad, y miraba a nuestro alrededor y hacia atras de vez en cuando para ver si nos seguian. Cuando llegamos a nuestras habitaciones, mi mente se habia concentrado de nuevo en la frustrante falta de informacion sobre como buscar a Rossi. ?Como iba a ayudarnos una lista de libros, algunos de los cuales, por lo visto, ni siquiera existian ya?
– Ven a mi habitacion -dijo Helen sin mas ceremonias en cuanto llegamos a la pension-. Hemos de hablar en privado.
Su falta de gazmoneria me habria divertido en otro momento, pero ahora su cara era tan decidida que solo pude preguntarme que tenia en mente. De todos modos, nade habria podido ser menos seductor que su expresion. La cama de su habitacion estaba hecha y sus pocas pertenencias ocultas a la vista. Se sento en el antepecho de la ventana y me senalo una silla.
– Escucha -dijo, al tiempo que se quitaba los guantes y el sombrero-, he estado
pensando en algo. Tengo la impresion de que hemos topado con una verdadera barrera que nos impide acceder a Rossi.
Asenti con semblante sombrio.
– Le he estado dando vueltas a eso desde hace media hora. Sin embargo, es posible que los amigos de Turgut le proporcionen alguna informacion.
Ella nego con la cabeza.
– Es una busqueda inane.
– Inutil -corregi.
– Una busqueda inutil -se corrigio ella-. Creo que hemos dejado de lado una fuente de informacion muy importante.
La mire fijamente.
– ?Cual?
– Mi madre -anuncio-. Tenias razon cuando me preguntaste por ella, cuando aun estabamos en Estados Unidos. He estado pensando en ella todo el dia. Conocio al profesor Rossi mucho antes que tu, y yo nunca le pregunte por el, despues de que me dijera que era mi padre. No se por que, salvo porque era un tema muy doloroso para ella. Tambien… -
Suspiro-. Mi madre es una persona muy simple. No creia que pudiera aumentar mis conocimientos sobre el trabajo de Rossi. Nunca la presione demasiado, ni siquiera el ano pasado, cuando me dijo que Rossi creia en la existencia de Dracula. Se lo supersticiosa que es. Pero ahora me pregunto si sabe algo que pudiera ayudarnos a encontrarle.
Sus primeras palabras me habian despertado esperanzas. -Pero ?como podemos hablar con ella? ?No dijiste que no tenia telefono?
– No tiene.
– Entonces…
Helen apreto los guantes y dio una leve palmada sobre su rodilla. -Tendremos que ir a verla en persona. Vive en una pequena ciudad a las afueras de Budapest.
– ?Que? -Ahora fui yo quien empezo a irritarse-. Ah, muy sencillo. Saltamos a un tren, tu con tu pasaporte hungaro y yo con mi pasaporte estadounidense, y nos dejamos caer a charlar sobre Dracula con tu madre.
Helen sonrio, una reaccion inesperada.
– No hay motivos para que te enfades, Paul -dijo-. En Hungria tenemos un proverbio: «Si algo es imposible, significa que puede hacerse».
No tuve otro remedio que reir.
– De acuerdo -dije-. ?Cual es el plan? He observado que siempre tienes uno.
– Pues si, lo tengo. -Aliso sus guantes-. De hecho, confio en que mi tia tenga un plan.
– ?Tu tia?
Helen miro por la ventana, hacia las viejas casas del otro lado de la calle. Casi habia anochecido y la luz del Mediterraneo, que me gustaba cada vez mas, estaba tinendo de oro todas las superficies de la ciudad.
– Mi tia ha trabajado en el Ministerio del Interior hungaro desde 1948 y es una persona bastante importante. Consegui la beca gracias a ella. En mi pais no logras nada sin un tio o una tia. Es la hermana mayor de mi madre, y fue quien la ayudo a huir de Rumania a Hungria, donde mi tia ya estaba viviendo, justo antes de que yo naciera. Ella y yo estamos muy unidas, y hara cualquier cosa que le pida. Al contrario que mi madre, tiene telefono, y creo que voy a llamarla.
– ?Quieres decir que podria conseguir que tu madre se pusiera al telefono para hablar con nosotros?
Helen gimio.
– Oh, Senor, ?crees que podriamos hablar con ellas por telefono de algo privado o
controvertido?
– Lo siento -dije.
– No. Iremos en persona. Mi tia lo arreglara. Asi podremos hablar con mi madre. Ademas -adopto un tono mas suave-, se alegraran de verme. No esta muy lejos de aqui, y hace dos anos que no las veo.
– Bien -dije-, estoy dispuesto a hacer casi cualquier cosa por Rossi, aunque me cuesta imaginarme entrando como si tal cosa en la Hungria comunista.
– Ah -dijo Helen-. Entonces aun te costara mas imaginarte entrando como si tal cosa, para utilizar tus palabras, en la Rumania comunista.
Esta vez guarde silencio un momento.
– Lo se -dije por fin-. Yo tambien lo he estado pensando. Si resulta que la tumba de Dracula no esta en Estambul, ?donde podria estar?
Nos callamos un rato, cada uno absorto en sus pensamientos, muy lejos el uno del otro, hasta que Helen se removio.
– Preguntare a la duena de la pension si nos deja llamar desde abajo -dijo-. Mi tia no tardara en llegar a casa del trabajo, y me gustaria hablar con ella cuanto antes.
– ?Puedo acompanarte? -pregunte-. Al fin y al cabo, esto tambien me concierne.
– Por supuesto.
Helen se puso los guantes y bajamos a acorralar a la casera en su salon. Nos costo diez minutos explicar nuestras intenciones, pero la exhibicion de unas cuantas liras turcas, junto con la promesa de pagar hasta el ultimo centimo la llamada telefonica, facilito las cosas.
Helen se sento en una silla y marco un laberinto de numeros. Por fin vi que su cara resplandecia.
– Esta sonando. -Me dirigio su hermosa y franca sonrisa-. A mi tia no le va a hacer ni un pelo de gracia -dijo. Entonces su cara cambio de nuevo, como si se pusiera en guardia-. ?Eva? -dijo-. ?Elena!
Escuche con atencion y deduje que debia estar hablando en hungaro. Sabia al menos que el rumano era una lengua romance, y pense que podria entender algunas palabras, pero lo que Helen decia sonaba como caballos al galope, una estampida que fui incapaz de detener con el oido ni un segundo. Me pregunte si alguna vez hablaba en rumano con su familia, o si tal vez esa faceta de sus vidas habia muerto mucho tiempo antes, debido a la presion de tener que adaptarse. Su tono subia y bajaba, interrumpido a veces por una sonrisa y a veces por un
