Turgut saco una hoja de papel de su carpeta. -La carta anterior a la que se refiere esta no viene en el libro, lastima. Bien sabe Dios que tal vez no exista ya, de lo contrario mi amigo Selim la habria encontrado hace mucho tiempo.
Carraspeo y leyo en voz alta.
– «Al muy honorable Rumeli Kadiasker…» -Hizo una pausa-. Era el juez militar supremo de los Balcanes, ya sabes. -Yo no lo sabia, pero Turgut asintio y continuo-. «Honorable, he llevado a cabo las investigaciones que ordenasteis. Algunos monjes han colaborado con entusiasmo por la suma convenida, y yo en persona he examinado la tumba.
Lo que me informaron al principio es cierto. No pueden ofrecerme mas explicaciones, solo reiteraciones de su terror. Recomiendo una nueva investigacion de este asunto en Estambul.
He dejado dos guardias en Snagov para vigilar cualquier actividad sospechosa. Por curioso que parezca, aqui no se han producido casos de esta epidemia. Vuestro en nombre de Ala.»
– ?Y la firma? -pregunte. Mi corazon estaba martilleando en el pecho. Incluso despues de mi noche de insomnio, estaba muy despierto.
– No hay firma. Selim piensa que tal vez la rasgaron del original, ya fuera por accidente o para proteger la identidad del hombre que escribio la carta.
– O tal vez ya iba sin firmar, para guardar el secreto -sugeri-. ?No hay mas cartas en el libro que se refieran a ese asunto?
– Ninguna. Ni cartas anteriores, ni posteriores. Es un fragmento, pero ese tal Rumeli Kadiasker era muy importante, de modo que el asunto debia ser grave. Hemos mirado a fondo en los demas libros y papeles de mi amigo y no hemos encontrado nada relacionado con ello. Me dijo que nunca habia visto la palabra Snagov en ninguna cronica de la historia de Estambul que pueda recordar. Leyo esas cartas hace anos. Fue al hablarle del supuesto lugar donde los seguidores de Dracula le enterraron cuando cayo en la cuenta, mientras examinabamos los papeles. Tal vez si la ha visto en otro sitio y no se acuerda.
– Dios mio -dije, pero no por pensar en las tenues probabilidades de que el senor Aksoy hubiera visto la palabra en otro sitio, sino en la naturaleza tentadora de esa relacion entre Estambul y la lejana Rumania.
– Si -Turgut sonreia con tanta jovialidad como si estuvieramos hablando del menu del desayuno-. Los inspectores publicos de los Balcanes estaban muy preocupados por algo que estaba sucediendo en Estambul, tan preocupados que enviaron a alguien a la tumba de Dracula en Snagov.
– Pero, maldita sea, ?que descubrieron? -Di un punetazo sobre el brazo de la butaca-. ?Sobre que les habian informado los sacerdotes? ?Por que estaban aterrorizados?
– Eso es exactamente lo que me tiene perplejo -me tranquilizo Turgut-. Si Vlad Dracula estaba descansando en paz alli, ?por que estaban preocupados por el a cientos de kilometros de distancia, en Estambul? Y si la tumba de Vlad se halla en Snagov desde el primer momento, ?por que los mapas no coinciden con esa region?
Me impresiono la precision de esas preguntas.
– Hay otra cosa -dije-. ?Crees que existe la posibilidad de que Dracula fuera enterrado en Estambul? ?Explicaria eso la preocupacion de Mehmet por el despues de su muerte y la presencia del vampirismo en esta ciudad a partir de esa epoca?
Turgut enlazo las manos y apoyo la barbilla sobre un grueso dedo.
– Una pregunta importante. Necesitaremos ayuda para desentranarla, y tal vez mi amigo Selim sea la persona adecuada.
Nos miramos en silencio un instante en el oscuro vestibulo de la pension, mientras el aroma del cafe nos impregnaba, nuevos amigos unidos por una vieja causa. Despues, Turgut se animo.
– Es evidente que hemos de seguir investigando. Selim dice que nos acompanara al archivo en cuanto estemos preparados. Conoce informes del Estambul del siglo quince que yo no he examinado en profundidad, porque se alejan de mi interes por el tema de Dracula. Los miraremos juntos. Sin duda el senor Erozan, si le llamo, se alegrara de prestarnos esos materiales antes de que la biblioteca abra al publico. Vive cerca del archivo y lo abrira para nosotros antes de que Selim tenga que ir a trabajar. Pero ?donde esta la senorita Rossi? ?Ha salido ya de su habitacion?
Esta frase acelero mis pensamientos, de modo que no supe a que problema dirigir mi atencion en primer lugar. La mencion del amigo bibliotecario de Turgut me recordo de pronto a mi bibliotecario enemigo, a quien casi habia olvidado a causa de mi entusiasmo por la carta. Ahora me enfrentaba a la peculiar tarea de poner a prueba la credulidad de Turgut cuando le informara de la visita del muerto, aunque era probable que su creencia en vampiros historicos se extendiera a los contemporaneos. No obstante, su pregunta acerca de Helen me recordo que la habia dejado sola durante un lapso de tiempo imperdonable.
Habia querido proporcionarle privacidad cuando despertara, y esperaba que me siguiera hasta la planta baja en cuanto le fuera posible. ?Por que no habia aparecido todavia? Turgut continuaba hablando. -Selim, que, como ya te he dicho, nunca duerme, ha ido a tomar su cafe matutino, porque no queria presentarse en el hotel demasiado pronto… ?Ah, ahi esta!
Sono el timbre de la pension y entro un hombre delgado, que cerro la puerta a su espalda. Supongo que yo esperaba una presencia augusta, un hombre de edad avanzada y trajeado, pero Selim Aksoy era joven y delgado, vestido con unos pantalones oscuros holgados y bastante raidos y una camisa blanca. Avanzo hacia nosotros con una expresion intensa y ansiosa en su cara, que no llegaba a ser una sonrisa. No reconoci los ojos verdes y la nariz larga y delgada hasta que estreche su mano huesuda. Habia visto su cara, y de cerca. Tarde otro segundo en identificarle, hasta recordar la mano delgada que me habia pasado un volumen de Shakespeare. Era el librero de la tienda del bazar.
– ?Pero si ya nos conocemos! -exclame, y el dijo algo similar en el mismo momento, en lo que se me antojo una amalgama de turco e ingles. Turgut nos miro, muy perplejo, y cuando le explique mi reaccion se puso a reir, y luego meneo la cabeza como asombrado.
– Coincidencias -se limito a decir.
– ?Estais preparados para irnos?
El senor Aksoy rechazo con un ademan la oferta de Turgut de sentarnos en el salon.
– Aun no -conteste-. Si no les importa, ire a ver como esta la senorita Rossi y le preguntare cuando podra reunirse con nosotros.
Turgut asintio con excesiva candidez, y estuve a punto de arrollar a Helen en la escalera. Se agarro a la barandilla para conservar el equilibrio.
– ?Caramba! -exclamo-. ?Que demonios estas haciendo?
Se estaba masajeando el codo, mientras yo intentaba olvidar el contacto de su vestido negro y su firme hombro contra mi brazo.
– Ir a buscarte -conteste-. Lo siento. ?Te he hecho dano? Estaba un poco preocupado por haberte dejado sola durante tanto rato.
– Estoy bien -dijo mas calmada-. Se me han ocurrido algunas ideas. ?Has visto al profesor Bora?
– Ya ha llegado -le informe-. Ha venido con un amigo.
Helen tambien reconocio al joven librero, y hablaron de forma bastante vacilante, mientras Turgut llamaba por telefono al senor Erozan y gritaba en el auricular.
– Ha habido una tormenta -explico cuando regreso-. Las comunicaciones van mal cuando llueve en esta parte de la ciudad. Mi amigo puede reunirse con nosotros en el archivo enseguida. Parecia enfermo, tal vez resfriado, pero ha dicho que iria enseguida. ?Le apetece cafe, madame? Le comprare unos bollos de sesamo por el camino.
Beso la mano de Helen, para mi disgusto, y todos salimos deprisa.
Confiaba en retener a Turgut mientras andabamos para poder contarle en privado la aparicion del siniestro bibliotecario de mi universidad. Pensaba que no podia explicarle lo ocurrido delante de un desconocido, sobre todo uno al que Turgut habia descrito como poco simpatizante con las cacerias de vampiros. No obstante, Turgut se enfrasco en una profunda conversacion con Helen antes de haber recorrido una sola manzana, y yo padeci la doble desdicha de ver que ella le dedicaba su avara sonrisa y de saber que no podia transmitir a nuestro amigo una informacion fundamental. El senor Aksoy caminaba a mi lado y me miraba de vez en cuando, pero casi siempre parecia tan absorto en sus pensamientos que no tuve ganas de interrumpirle con observaciones sobre la belleza de las calles a aquella hora de la manana.
Encontramos abierta la puerta exterior de la biblioteca (Turgut dijo sonriente que, como siempre, su amigo
