Aun seguiamos en el apartamento cuando la senora Bora regreso a mediodia del parvulario.
Entro muy animada, cargada con una bolsa en cada mano enguantada. Llevaba un vestido amarillo y un sombrero con una flor, de manera que parecia un narciso en miniatura. Su sonrisa era dulce y radiante, incluso cuando nos vio en la sala de estar alrededor de un hombre postrado. Por lo visto, nada de lo que hacia su marido la sorprendia, pense. Tal vez era una de las claves del triunfo de su relacion.
Turgut le explico la situacion en turco, y la expresion risuena de la mujer cambio a otra de evidente escepticismo, hasta desembocar en una de horror incipiente, cuando el le enseno la herida en la garganta de su huesped. La senora Bora nos dirigio a Helen y a mi una mirada de silenciosa consternacion, como si eso representara para ella la oleada inicial de una certeza malefica. Despues tomo la mano del bibliotecario, que no solo estaba blanca, sino tambien fria, tal como yo habia comprobado un momento antes. La sostuvo unos instantes, se seco los ojos y se fue a la cocina, donde oimos el lejano fragor de ollas y sartenes. Pasara lo que pasara, el enfermo disfrutaria de una buena comida. Turgut nos insto a quedarnos, y Helen, ante mi sorpresa, fue a ayudar a la senora Bora.
Cuando nos aseguramos de que el senor Erozan descansaba a gusto, Turgut me condujo a su imponente estudio. Comprobe con alivio que las cortinas estaban corridas sobre el retrato. Estuvimos unos minutos comentando la situacion.
– ?Crees que es seguro para ti y tu mujer alojar a ese hombre en vuestra casa? -no pude por menos que preguntarle.
– Me ocupare de tomar todas las precauciones posibles. Si mejora dentro de uno o dos dias, buscare un lugar donde pueda hospedarse, con alguien que le vigile. -Turgut habia acercado una silla para mi, y se habia acomodado detras de su escritorio. Era casi como estar con Rossi en su despacho de la universidad, pense, salvo que el despacho de Rossi era muy alegre, con sus esplendidas plantas y cafe humeante, y este era excentricamente tetrico-. No espero mas ataques en casa, pero si se produce uno, nuestro amigo norteamericano se encontrara con una formidable defensa.
Cuando contemple su cuerpo fornido detras del escritorio, no me costo creerle.
– Lo siento -dije-. Parece que te hemos traido un monton de problemas, profesor, hasta tu propia puerta.
Le resumi nuestros encuentros con el malvado bibliotecario y confese que le habia visto delante de Santa Sofia la noche anterior.
– Extraordinario -dijo Turgut. Un sombrio interes brillaba en sus ojos y tamborileo con los dedos sobre el escritorio.
– Yo tambien he de hacerte una pregunta -admiti-. Antes has dicho en el archivo que habias visto una cara parecida en otra ocasion. ?Cuando y como fue?
– Ah. -Mi erudito amigo enlazo las manos sobre el escritorio-. Si, te lo voy a contar.
Han pasado muchos anos, pero lo recuerdo como si fuera ayer. De hecho, ocurrio unos dias despues de recibir la carta del profesor Rossi en la que me explicaba que no sabia nada del archivo de aqui. Habia estado en la coleccion por la tarde, despues de mis clases. (Entonces la coleccion estaba en los antiguos edificios de la biblioteca, antes de que la trasladaran a su actual emplazamiento.) Recuerdo que yo estaba enfrascado en una investigacion para un articulo sobre una obra perdida de Shakespeare, El rey de Tashkani, que algunos creen ambientada en una version ficticia de Estambul. ?Has oido hablar de ella?
Negue con la cabeza.
– Se la cita en las obras de varios historiadores ingleses. Gracias a ellos sabemos que, en la obra original, un fantasma maligno llamado Dracole se aparece al monarca de una hermosa ciudad antigua que el, el monarca, ha tomado por la fuerza. El fantasma dice que en otra epoca fue enemigo del rey, pero que ahora viene a felicitarle por su sed de sangre. Despues anima al monarca a beber la sangre de los habitantes de la ciudad, quienes son ahora los subditos del monarca. Es un pasaje escalofriante. Algunos dicen que no es de Shakespeare, pero yo -dio una palmada decidida sobre el borde del escritorio-, yo creo que el lenguaje, si la cita esta hecha con precision, solo puede ser de el, y que la ciudad es Estambul, rebautizada con el nombre pseudoturco de «Tashkani». -Se inclino hacia delante-. Tambien creo que el tirano al que se aparece el fantasma no es otro que el sultan Mehmet II, conquistador de Constantinopla.
El vello de mi nuca se erizo.
– ?Cual crees que puede ser el significado de todo esto? Me refiero en lo concerniente a Dracula.
– Bien, amigo mio, es muy interesante para mi que la leyenda de Vlad Dracula penetrara incluso en la Inglaterra protestante hacia, digamos, 1590, tal era su poder. Ademas, si Tashkani era Estambul, eso demostraria la realidad de la presencia de Dracula en los tiempos de Mehmet. El sultan entro en la ciudad en 1453. Solo habian pasado cinco anos desde que el joven Dracula regresara a Valaquia de su encarcelamiento en Asia Menor y no existen pruebas fehacientes de que volviera en vida a nuestra region, aunque algunos estudiosos piensan que rindio tributo en persona al sultan. No creo que eso pueda demostrarse. Sostengo la teoria de que Vlad Dracula dejo un legado de vampirismo aqui, si no durante su vida, si despues de su muerte. Pero -suspiro- la frontera que separa la literatura de la historia es con frecuencia borrosa, y yo no soy historiador.
– Eres un excelente historiador -dije con humildad-. Estoy impresionado por la cantidad de pistas historicas que has seguido, y con tanto exito.
– Eres muy amable, joven amigo. Bien, un dia estaba trabajando en mi articulo sobre esta teoria (que nunca, ay, fue publicado, porque los editores de la revista a quienes lo presente dijeron que su contenido era demasiado condescendiente con las supersticiones), era ya bastante tarde, y despues de tres horas en el archivo fui al restaurante que hay enfrente para tomar un poco de borek. ?Has probado el borek?
– Aun no -admiti.
– Has de probarlo cuanto antes, es una de nuestras especialidades mas deliciosas. Bien, fui al restaurante. Ya estaba oscureciendo, porque era invierno. Me sente a una mesa y mientras esperaba saque la carta del profesor Rossi y la volvi a leer. Tal como ya he dicho, la tenia en mi posesion desde hacia muy pocos dias, y me habia dejado muy perplejo. El camarero trajo mi plato y me fije en su cara cuando lo dejo sobre la mesa. Miraba hacia abajo, y tuve la impresion de que se fijaba en la carta que yo estaba leyendo, con el nombre de Rossi en el encabezado. La miro atentamente una o dos veces y despues parecio borrar toda expresion de su cara, pero note que se ponia detras de mi para dejar otro plato en la mesa, y me parecio que leia la carta por encima de mi hombro.»No me pude explicar su comportamiento, pero como me inquieto, doble la carta y me dispuse a comer. Se fue sin hablar y le observe mientras se movia por el restaurante. Era un hombre corpulento de hombros anchos, de pelo negro peinado hacia atras y grandes ojos oscuros. Habria sido apuesto de no ser por su aspecto, ?como se dice?, algo siniestro. Dio la impresion de que no me hacia caso durante una hora, incluso despues de que termine de comer. Saque un libro para leer unos minutos, y entonces aparecio de repente junto a mi mesa y dejo una taza de te humeante delante de mi. Yo no habia pedido te, y me quede sorprendido. Pense que podia ser una invitacion de la casa o una equivocacion. 'Su te – dijo cuando lo deposito sobre la mesa-. Lo he pedido muy caliente.'
»Entonces me miro a los ojos y soy incapaz de explicar lo mucho que me aterrorizo su cara.
Era de tez palida, casi amarilla, como si estuviera, ?como decirlo?, podrido por dentro. Sus ojos eran oscuros y brillantes, casi como los de un animal, bajo unas grandes cejas. Su boca era como cera roja y tenia los dientes muy blancos y largos. Parecian extranamente sanos en una cara enfermiza. Sonrio cuando se inclino sobre el te y percibi su extrano olor, que me provoco nauseas y estuve a punto de desmayarme. Puedes reirte, amigo mio, pero recordaba un poco un olor que siempre he considerado agradable en otras circunstancias: el
olor a libros viejos. ?Sabes ese olor a pergamino, piel y… algo mas?
Lo sabia, y no tenia ganas de reirme.
– Se fue un segundo despues, y camino sin darse prisa hacia la cocina del restaurante, y yo me quede con la sensacion de que habia querido ensenarme algo… Su cara, quizas. Habia querido que le mirara con atencion, pero no habia nada concreto capaz de justificar mi terror. -Turgut parecia palido ahora, cuando se reclino en su butaca medieval-. Para calmar mis nervios, anadi un poco de azucar al te, cogi la cuchara y lo revolvi. Tenia toda la intencion de calmarme con la bebida caliente, pero entonces ocurrio algo muy, muy peculiar.
Enmudecio como si lamentara haber empezado a contar la historia. Yo conocia muy bien esa sensacion, y asenti para animarle.
– Continua, por favor.
– Parece raro decirlo ahora, pero es la verdad. El vapor se elevo de la taza… ?Sabes como remolinea el vapor
