– Oh, no tengo ningun problema con el, salvo que es un buitre. Un vampiro, en realidad.

– Callo enseguida y me miro, con ojos desorbitados-. No queria decir…

– Pues claro que no -dije-. Me fije en sus caninos.

– Tu tambien eres insufrible -dijo, y se solto de mi brazo. La mire con pesar.

– No me importa que me cojas del brazo -dije con desenvoltura-, pero ?es una buena idea que lo hagas delante de toda tu universidad?

Me miro un momento, y fui incapaz de descifrar la oscuridad de sus ojos.

– No te preocupes. No habia nadie de Antropologia presente. -Pero conoces a muchos historiadores, y la gente habla -insisti. Oh, aqui no. -Lanzo una carcajada seca-. Aqui todos somos camaradas. Ni habladurias ni conflictos, solo dialectica entre camaradas. Ya lo veras manana. Todo es como una pequena utopia.

– Helen -gemi-, ?quieres hacer el favor de hablar en serio al menos por una vez? Solo estoy preocupado por tu reputacion…, tu reputacion politica. Al fin y al cabo, algun dia volveras aqui y te encontraras con toda esta gente.

– ?De veras?

Cogio mi brazo de nuevo y seguimos andando. Yo no intente soltarme. Poco habria podido valorar mas en aquel instante que el roce de su manga negra contra mi codo.

– De todos modos, valio la pena. He conseguido que los dientes de Geza rechinaran. Los colmillos, quiero decir.

– Bien, gracias -masculle, pero no dije nada mas porque habia perdido la confianza en mi cordura. Si su intencion habia sido dar celos a alguien, conmigo le habia salido bien. De pronto, la imagine en los fuertes brazos de Geza. ?Habian sido amantes antes de que Helen abandonara Budapest? Debieron formar una pareja impresionante, pense: los dos eran guapos, altos y elegantes, de pelo oscuro y hombros anchos. De repente, me senti insignificante y anglosajon, nada comparable a los jinetes de la estepa. Sin embargo, la cara de Helen prohibia mas preguntas, y tuve que contentarme con el peso silencioso de su brazo.

Con excesiva prontitud atravesamos las puertas doradas del hotel y entramos en el silencioso vestibulo. Al instante, una figura solitaria se levanto de entre las butacas tapizadas en negro y palmeras plantadas en macetas y espero con calma a que nos acercaramos. Helen emitio un gritito y corrio hacia ella con las manos extendidas. -? Eva!

39

Desde que la conoci -solo la vi tres veces, y la segunda y tercera fueron breves-, he pensado muchas veces en Eva, la tia de Helen. Hay personas que permanecen grabadas en la memoria con mucha mas definicion tras un breve encuentro que otras a las que ves cada dia durante un periodo largo. Tia Eva era una de esas personas, y mi memoria e imaginacion han conspirado para conservarla en vividos colores durante veinte anos. Con frecuencia la he utilizado para recrear a personajes de libros o de figuras historicas. Por ejemplo, se materializo de manera automatica cuando me tope con madame Merle, la agradable conspiradora de Retrato de una dama, de Henry James.

De hecho, tia Eva ha personificado a tantas mujeres formidables, agradables y sutiles en mis reflexiones que es un poco dificil para mi retrotraerme a la verdadera tal como la conoci una noche de verano de 1954 en Budapest. Si recuerdo que Helen se precipito en sus brazos con afecto desmesurado, mientras que tia Eva permanecio inmovil, serena y digna, y abrazo y beso sonoramente a su sobrina en cada mejilla. Cuando Helen se volvio, ruborizada, para presentarnos, vi lagrimas brillar en los ojos de ambas mujeres.

– Eva, este es mi colega norteamericano, de quien ya te he hablado. Paul, te presento a mi tia, Eva Orban.

Le estreche la mano y procure no mirarla fijamente. La senora Orban era una mujer alta y de aspecto distinguido, de unos cincuenta y cinco anos. Lo que me hipnotizo de ella fue su asombroso parecido con Helen. Podrian haber sido hermanas, una mayor y otra mucho mas

joven, o bien gemelas, una de las cuales habia envejecido por obra de amargas

experiencias, mientras que la otra se habia mantenido joven y fresca como por arte de magia. Tia Eva solo era un apice mas baja que Helen y poseia el porte elegante y energico de su sobrina. Cabia la posibilidad de que su rostro hubiera sido mas adorable que el de su sobrina, y todavia era muy hermosa, con la misma nariz larga y recta, los pomulos pronunciados y los melancolicos ojos oscuros. El color de su pelo me intrigo hasta que comprendi que no era el natural. Era de un peculiar rojo purpura, con un poco de blanco en las raices. Durante nuestra estancia en Budapest vi ese color de pelo en muchas mujeres, pero aquella primera vision me sorprendio. Llevaba pequenos pendientes de oro en las orejas y un traje negro igual al de Helen, con una blusa roja debajo.

Cuando nos estrechamos la mano, tia Eva escudrino mi cara con mucha seriedad, casi con severidad. Tal vez estaba buscando alguna debilidad de caracter de la que debiera advertir a su sobrina, pense, y luego me reprendi. ?Por que iba a considerarme un pretendiente en potencia? Vi una red de finas arrugas alrededor de sus ojos y en las comisuras de sus labios, la herencia de una sonrisa sempiterna. Aquella sonrisa emergio un momento, como si no pudiera reprimirla durante mucho tiempo. No me extrano que aquella mujer pudiera conseguir una conferencia de mas en un congreso y sellos en visados en tan poco tiempo, pense. La inteligencia que proyectaba solo tenia parangon con su sonrisa. Al igual que los de Helen, sus dientes eran blancos y rectos, algo que no era muy comun entre los hungaros, segun habia observado.

– Encantado de conocerla -dije-. Gracias por concederme el honor de asistir al congreso.

Tia Eva rio y apreto mi mano. Si habia pensado que era tranquila y reservada un momento antes, me habia enganado. Solto una parrafada en hungaro, y yo me pregunte si se suponia

que debia entender algo. Helen acudio en mi rescate al punto.

– Mi tia no habla ingles -explico-, aunque lo entiende mas de lo que quiere admitir. La gente mayor de aqui ha estudiado aleman y ruso, y a veces frances, pero el ingles lo estudia muy poca gente. Yo te traducire lo que diga. Chsss. -Apoyo una mano carinosa sobre el brazo de su tia, y anadio algo en hungaro-. Dice que te de la bienvenida y espera que no te metas en lios, pues puso en pie de guerra a toda la Subsecretaria de Visados para conseguirtelo. Espera que la invites a tu conferencia, que no entendera muy bien, pero es una cuestion de principios, y tambien has de satisfacer su curiosidad sobre tu universidad, como me conociste, si me porto como es debido en Estados Unidos y que clase de platos

cocina tu madre. Te hara otras preguntas mas adelante.

Las mire a las dos estupefacto. Ambas me sonrieron, aquellas dos magnificas mujeres, y vi la ironia de Helen en la cara de su tia, aunque a Helen no le habria ido mal fijarse en la frecuencia con que su tia sonreia. No era posible enganar a alguien tan inteligente como Eva Orban. Al fin y al cabo, me recorde, habia ascendido desde una aldea de Rumania a una posicion de poder en el Gobierno hungaro.

– Procurare satisfacer la curiosidad de tu tia -dije a Helen-. Haz el favor de explicarle que las especialidades de mi madre son la carne mechada y los macarrones a la italiana.

– Ah, carne mechada -dijo Helen. La explicacion que dio a su tia suscito una sonrisa de aprobacion-. Pide que transmitas sus saludos y felicitaciones a tu madre por su estupendo hijo. -Senti que me ruborizaba, irritado, pero prometi entregar el mensaje-. Ahora quiere llevarnos a un restaurante que te gustara mucho, sabores de la antigua Budapest.

Minutos despues, los tres estabamos sentados en el asiento trasero de lo que supuse era el coche particular de tia Eva (no era un vehiculo muy proletario, por cierto), y Helen me iba ensenando los monumentos interesantes, inducida por su tia. Deberia decir que tia Eva jamas pronuncio una palabra en ingles en el curso de nuestros tres encuentros, pero tuve la impresion de que era como una cuestion de principios (?un protocolo antioccidental quiza?). Cuando Helen y yo hablabamos, ella parecia entenderme, al menos en parte, antes de que Helen tradujera. Era como si estuviera efectuando una declaracion linguistica de que las cosas occidentales debian tratarse con cierto distanciamiento, incluso con un poco de asco, pero un individuo occidental podia ser una excelente persona, a la que se debia dispensar toda la hospitalidad hungara. Al final, me acostumbre a hablar con ella por mediacion de Helen, hasta el punto de que a veces tenia la impresion de estar a punto de entender aquellas oleadas de palabras esdrujulas.

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