En cualquier caso, algunas comunicaciones no necesitaban interprete. Despues de otro glorioso paseo por la orilla del rio, cruzamos el Szechenyi Lanchid, el Puente de las Cadenas, tal como descubri despues, un milagro de la ingenieria del siglo XIX obra de uno de los grandes embellecedores de Budapest, el conde Istvan Szechenyi. Cuando entramos en el puente, toda la luz nocturna, reflejada en el Danubio, bano la escena, de manera que la exquisita mole del castillo y las iglesias de Buda, adonde nos dirigiamos, adquirieron relieves dorados y marrones. El Szechenyi Lanchid es un elegante puente colgante, custodiado en cada extremo por leones couchants; dos grandes arcos de triunfo sostienen los gruesos cables de los que pende el tramo central. Mi exclamacion espontanea de

admiracion provoco la sonrisa de tia Eva, y Helen, sentada entre nosotros, tambien sonrio con orgullo.

– Es una ciudad maravillosa -dije, y tia Eva me apreto el brazo como si fuera hijo suyo.

Helen me explico que su tia queria informarme sobre la reconstruccion del puente.

– Budapest sufrio graves danos durante la guerra -dijo-. Uno de los puentes aun no ha sido reparado por completo y muchos edificios fueron destruidos. Pero este puente fue reconstruido en 1949 para celebrar ?como se dice?, el centenario de su construccion, y estamos muy orgullosos de eso. Y yo en particular, porque mi tia colaboro en la organizacion de la reconstruccion.

Tia Eva sonrio y asintio, y despues parecio recordar que no debia entender nada de lo que deciamos.

Un momento despues nos internamos en un tunel que daba la impresion de correr bajo el castillo. Tia Eva nos dijo que habia elegido uno de sus restaurantes favoritos, un lugar «autenticamente hungaro» en la calle Jozsef Attila. Aun me asombraban los nombres de las calles de Budapest, algunos de ellos solo extranos o exoticos para mi, y otros, como este, evocadores de un pasado que yo habia vivido solo en los libros. La calle Jozsef Attila era tan majestuosa como casi todo el resto de la ciudad. Ya no era el sendero embarrado

flanqueado de campamentos barbaros, donde los guerreros hunos comian sobre sus sillas de montar. El restaurante era silencioso y elegante, y el jefe de comedor salio a recibir a tia Eva y la llamo por su nombre. Parecia acostumbrada a este tipo de atenciones. A los pocos minutos estabamos instalados en la mejor mesa de la sala, donde disfrutabamos de la vista de viejos arboles y edificios antiguos, transeuntes con atuendo veraniego y pequenos coches ruidosos que atravesaban la ciudad a toda velocidad. Me recline en el asiento con un suspiro de placer.

Tia Eva pidio por nosotros, como si lo hubiera decidido de antemano, y cuando llegaron los primeros platos, lo hicieron acompanados de un potente licor llamado palinka, que segun Helen era un destilado de albaricoques.

– Ahora tomaremos algo muy bueno con esto -me explico tia Eva por mediacion de Helen-. Lo llamamos hortobagyi palacsinta. Son una especie de crepes rellenas de carne de ternera, un plato tradicional de los pastores de las tierras bajas de Hungria. Te gustaran.

Me gustaron, y tambien todos los demas platos que siguieron: el guiso de carne con verduras, el pastel de patatas, salami y huevos duros, las ensaladas, las judias verdes con cordero, el maravilloso pan de un color marron dorado. No me habia dado cuenta hasta entonces del hambre que habia padecido durante nuestro largo dia de viaje. Tambien repare en que Helen y su tia comian sin ocultar el placer que sentian, algo que ninguna mujer norteamericana habria osado hacer en publico.

Seria un error dar la impresion de que solo comimos. Mientras todos esos platos

tradicionales eran engullidos, tia Eva hablaba y Helen traducia. Yo hice alguna pregunta, pero recuerdo que me pase casi todo el rato absorbiendo tanto la comida como la informacion. Daba la impresion de que tia Eva tenia grabado a fuego en su mente que yo era un historiador. Tal vez hasta sospechaba mi ignorancia sobre el tema de la historia de Hungria, y queria asegurarse de que no la avergonzaria en el congreso, o quiza se sentia impelida por el patriotismo del inmigrante bien integrado. Fueran cuales fueran sus motivos, hablaba de manera brillante, y yo casi podia leer la siguiente frase en su rostro expresivo y vivaz, antes de que Helen tradujera.

Por ejemplo, cuando terminamos de brindar por la amistad entre nuestros paises con el palinka, tia Eva sazono nuestras crepes de pastor con la descripcion de los origenes de Budapest (habia sido una guarnicion romana llamada Aquincum, y aun se encontraban ruinas de la epoca), y pinto un animado cuadro de Atila y los hunos, cuando la arrebataron a los romanos en el siglo V. De hecho, los otomanos fueron rezagados bondadosos, pense.

El guiso de carne y verduras (un plato al que Helen llamaba gulyas, aunque me aseguro con una severa mirada que no era goulash, al que los hungaros llamaban de otra manera) dio paso a una larga descripcion de la invasion de la region por los magiares en el siglo IX.

Mientras comiamos el pastel de patatas y salami, que sin duda era mucho mejor que la carne mechada o los macarrones a la italiana, tia Eva describio la coronacion del rey Esteban I (san Istvan, para ellos) por el Papa en el ano 1000.

– Era un pagano vestido con pieles de animales -tradujo Helen-, pero fue el primer rey de Hungria y convirtio a los hungaros al cristianismo. En Budapest, veras su nombre por todas partes.

Justo cuando pensaba que no podia comer ni un bocado mas, aparecieron dos camareros con bandejas de pasteles y tartaletas que no habrian estado fuera de lugar en un salon del trono austrohungaro, todo aderezado con remolinos de chocolate o nata montada, ademas de tazas de cafe.

– Eszpresszo -explico tia Eva. No se como, encontramos sitio para todo eso-. El cafe tiene una historia tragica en Budapest -tradujo Helen-. Hace mucho tiempo, en 1541 para ser exactos, el invasor Soliman I invito a uno de nuestros generales, llamado Balint Torok, a tomar una cena deliciosa con el en su tienda, y al final del agape, mientras bebia cafe (fue el primer hungaro en probar cafe), Soliman le informo de que las mejores tropas turcas habian tomado el castillo de Buda mientras ellos cenaban. Ya podeis imaginar que amargo debio parecerle el cafe.

Esta vez su sonrisa fue mas triste que luminosa. Otra vez los otomanos, pense. Que listos eran, y crueles, una extrana mezcla de refinamiento estetico y tacticas barbaras. En 1541 ya hacia mas de un siglo que dominaban Estambul. Recordar esto me dio una idea de su formidable fuerza, el poder desde el cual habian extendido sus tentaculos por toda Europa, y solo se detuvieron a las puertas de Viena. La resistencia que les habia opuesto Vlad Dracula, como muchos de sus compatriotas cristianos, habia sido la lucha de un David contra un Goliat, con mucho menos exito que David. Por otra parte, el esfuerzo de los nobles en la Europa del Este y los Balcanes, no solo en Valaquia sino tambien en Hungria, Grecia y Bulgaria, por nombrar solo unos cuantos paises, habia acabado a la larga con la ocupacion otomana. Helen consiguio transmitir todo esto a mi cerebro, y me dejo, cuando lo reflexione, cierta perversa admiracion por Dracula. Debia saber que su desafio a las fuerzas turcas estaba condenado al fracaso a corto plazo, pero habia luchado casi toda su vida por liberar su territorio de invasores.

– Era la segunda vez que los turcos ocupaban esta region. -Helen bebio su cafe y lo dejo sobre la mesa con un suspiro de satisfaccion, como si le supiera mejor que cualquier cosa en el mundo-. Janos Hunyadi los vencio en Belgrado en 1456. Es uno de nuestros grandes heroes, junto con el rey Istvan y el rey Matias Corvino, quien construyo el nuevo castillo y la biblioteca de la que te he hablado. Cuando manana a mediodia oigas repicar todas las campanas de las iglesias, recuerda que es por la victoria de Hunyadi hace siglos. Aun doblan por el cada dia.

– Hunyadi -dije en tono pensativo-. Creo que lo mencionaste la otra noche. ?Dices que la victoria fue en 1456?

Nos miramos. Cada fecha que abarcaba la vida de Dracula se habia convertido en una especie de senal para nosotros.

– Se hallaba en Valaquia en aquel tiempo -dijo Helen en voz baja. Yo sabia que no se referia a Hunyadi, porque tambien habiamos acordado no pronunciar el nombre de Dracula en publico.

Tia Eva era demasiado lista para que nuestro silencio, o una simple barrera idiomatica, la enganara.

– ?Hunyadi? -pregunto, y anadio algo en hungaro.

– Mi tia quiere saber si te interesa en especial el periodo en que vivio Hunyadi -explico Helen.

Yo no sabia muy bien que decir, asi que conteste que me interesaba todo lo concerniente a la historia de Europa. Este comentario merecio una mirada sutil, casi un fruncimiento de ceno, por parte de tia Eva, y me apresure a distraerla.

– Haz el favor de preguntar a la senora Orban si yo tambien puedo hacerle alguna pregunta.

– Por supuesto.

La sonrisa de Helen dio la impresion de tomar en consideracion tanto mi peticion como mi motivo. Cuando

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