Cuando el profesor Sandor dejo de tronar, un hombrecillo calvo pronuncio una conferencia que, al parecer, versaba sobre la Liga Hanseatica. Le siguio una mujer de pelo cano vestida de azul, cuyo tema concernia a la historia de Budapest, aunque no entendi ni una palabra.

El ultimo orador antes de la comida era un joven estudioso de la Universidad de Londres (parecia de mi edad), y para mi gran alivio hablo en ingles, mientras un estudiante de filologia hungara leia una traduccion de su conferencia al aleman. Era extrano, pense, oir todo esto en aleman, tan solo una decada despues de que los alemanes hubieran destruido casi por completo Budapest, pero me recorde que habia sido la lingua franca del imperio austrohungaro. El profesor Sandor presento al ingles como Hugh James, profesor de historia de la Europa oriental.

El profesor James era un hombre corpulento vestido con traje de tweed marron y corbata color aceituna. Con dicho atuendo parecia tan inenarrable, tan caracteristicamente ingles, que tuve que reprimir una carcajada. Sus ojos centellearon y nos dedico una agradable sonrisa.

– Nunca habia esperado encontrarme en Budapest -dijo, y miro alrededor de el-, pero es muy gratificante estar aqui, en esta gran ciudad de la Europa Central, una puerta entre Oriente y Occidente. Deberia pedirles unos minutos de su tiempo para reflexionar sobre la cuestion de que herencia dejo el imperio otomano en Europa Central cuando se retiro, despues de su fallido asedio a Viena, en 1685.

Hizo una pausa y sonrio al estudiante de filologia, quien nos leyo la primera frase en aleman. Procedieron de esta manera, alternando idiomas, pero el profesor James debia improvisar mas que otra cosa, porque mientras hablaba, el estudiante le dirigia de vez en cuando miradas de perplejidad.

– Todos hemos oido hablar, sin duda, de la historia de la invencion del cruasan, el tributo de un pastelero parisino a la victoria de Viena sobre los otomanos. El cruasan representaba, por supuesto, la media luna de las banderas otomanas, un simbolo que Occidente devora con el cafe hasta hoy mismo. -Miro en torno a el, radiante, y entonces parecio caer en la cuenta, al igual que yo, de que la mayoria de aquellos ansiosos estudiosos hungaros nunca habian estado en Paris o Viena-. Si, bien, el legado otomano puede sintetizarse en una sola palabra, creo: estetica.

Continuo describiendo la arquitectura de media docena de ciudades de la Europa Central y del Este, juegos y modas, especias y disenos de interiores. Yo escuchaba con una fascinacion que solo era en parte el alivio de poder comprender por completo sus palabras.

Muchas cosas que habia visto en Estambul acudieron a mi mente cuando Hugh James hablo de los banos turcos de Budapest, asi como de los edificios protootomanos y austrohungaros de Sarajevo. Cuando describio el palacio de Topkapi, me descubri asintiendo con entusiasmo, hasta que comprendi que debia ser mas discreto.

Aplausos tumultuosos siguieron a la conferencia, y despues el profesor Sandor nos invito a dirigirnos al comedor para almorzar. En la confusion que se produjo cuando los estudiosos atacaron la comida, consegui localizar al profesor James justo cuando se sentaba a una mesa.

– ?Puedo acompanarle?

Se puso en pie de un brinco, sonriente.

– Desde luego, desde luego. Mucho gusto. -Me presente y nos estrechamos las manos.

Cuando me sente frente a el nos miramos con cordial curiosidad-. Asi que usted es el orador estrella, ?eh? Tengo muchas ganas de escucharle.

De cerca, parecia unos diez anos mayor que yo, y tenia unos ojos extraordinarios de color castano claro, acuosos y un poco saltones, como los de un basset. Yo ya habia reconocido su acento como del norte de Inglaterra.

– Gracias -dije, mientras procuraba no encogerme de manera muy visible-. Yo he disfrutado cada minuto de su disertacion. Ha cubierto un espectro muy notable. Me pregunto si conoce a mi, hum, al director de mi tesis, Bartholomew Rossi. Tambien es ingles.

– ?Claro que si! -Hugh James desdoblo su servilleta con entusiasmo-. El profesor Rossi es uno de mis escritores favoritos. He leido casi todos sus libros. ?Trabaja con el? Que suerte.

Habia perdido la pista de Helen, pero en aquel momento la vi en el bufet con Geza Jozsef a su lado. El hombre le estaba hablando con vehemencia al oido, y al cabo de unos instantes ella le permitio seguirla hasta una pequena mesa situada al otro lado del salon. La veia lo bastante bien como para distinguir la expresion avinagrada de su rostro, pero eso no me consolo. Geza estaba inclinado hacia ella, con los ojos clavados en su cara, en tanto Helen miraba la comida, y casi me senti enloquecer por el deseo de saber que le estaba diciendo el hombre.

– Creo -Hugh James aun seguia hablando de las obras de Rossi- que sus estudios sobre el teatro griego son maravillosos. Ese hombre puede escribir sobre cualquier cosa.

– Si -dije con aire ausente-. Esta trabajando en una obra titulada El fantasma en el anfora, sobre la utileria usada en las tragedias griegas.

Me calle, cuando comprendi que podia estar traicionando los secretos de Rossi. Sin embargo, aunque no me hubiera callado, la expresion del profesor James me habria enmudecido.

– ?Como? -dijo estupefacto. Dejo los cubiertos sobre la mesa-. ?Ha dicho El fantasma en el anfora?

– Si. -Hasta me habia olvidado de Helen y Geza-. ?Por que lo pregunta?

– ?Pero eso es asombroso! Creo que debo escribir al profesor Rossi ahora mismo. Hace poco he estado estudiando un documento interesantisimo de la Hungria del siglo quince.

Por eso he venido a Budapest. He estado investigando ese periodo de la historia de Hungria, y despues me sume al congreso gracias al amable permiso del profesor Sandor. En cualquier caso, este documento fue escrito por uno de los eruditos del rey Matias Corvino, y habla del fantasma en el anfora.

Recorde que Helen habia hablado del rey Matias Corvino la noche anterior. ?No habia sido el fundador de la gran biblioteca del castillo de Buda? Tia Eva tambien se habia referido a el.

– Expliquese, por favor -le anime.

– Bien, yo… Parece un poco tonto, pero durante varios anos he estado muy interesado en las leyendas populares de la Europa Central. Empezo un poco como una broma, hace muchos anos, pero estoy absolutamente fascinado por la leyenda del vampiro.

Le mire sin pestanear. Parecia tan normal como antes, con su rostro rubicundo y jovial y su chaqueta de tweed, pero yo pense que estaba sonando.

– Se que suena infantil, el conde Dracula y todo eso, pero se trata de un tema muy interesante cuando empiezas a indagar un poco. Dracula fue un personaje real, aunque no un vampiro, claro esta, y me interesa averiguar si su historia esta relacionada con las leyendas populares del vampiro. Hace algunos anos empece a buscar material escrito sobre el tema, para saber si era factible encontrar alguno, porque el vampiro existio sobre todo en la leyenda oral de los pueblos de la Europa Central y del Este.

Se reclino en la silla y tamborileo con los dedos sobre el borde de la mesa.

– Bien, ocurre que, trabajando en la biblioteca universitaria de aqui, encontre este documento que, al parecer, encargo Corvino. Queria que alguien reuniera todos los conocimientos sobre vampiros de tiempos preteritos. Fuera quien fuera el estudioso que recibio el encargo, era un erudito en lenguas clasicas, pues en lugar de patearse pueblos, como habria hecho cualquier buen antropologo, empezo a examinar textos griegos y latinos (Corvino tenia un monton) con el fin de encontrar referencias a los vampiros, y descubrio esta idea griega, que no he visto en ningun otro sitio, al menos hasta que usted la menciono hace un momento, del fantasma en el anfora. En la antigua Grecia, y en las tragedias griegas, el anfora contenia en ocasiones cenizas humanas y la gente ignorante de Grecia creia que, si el anfora no se enterraba como era debido, podia crear un vampiro, aunque aun no estoy muy seguro de como. Tal vez el profesor Rossi sepa algo de esto si esta escribiendo sobre el fantasma en el anfora. Una coincidencia notable, ?verdad? De hecho, todavia existen vampiros en la Grecia moderna, segun la tradicion. -Lo se -dije-. Los vrykolakas.

Esta vez fue Hugh James quien me miro fijamente. Sus protuberantes ojos color avellana se agigantaron.

– ?Como lo sabe? -susurro-. Quiero decir… Le ruego que me disculpe. Me sorprende encontrar a alguien mas que…

– ?Se interesa por los vampiros? -dije con sequedad-. Si, eso tambien me sorprendia a mi, pero ultimamente me estoy acostumbrando. ?Como llego a interesarse por los vampiros, profesor James?

– Hugh -dijo poco a poco-. Llamame Hugh, por favor. Yo… -Me miro fijamente un segundo, y por primera vez vi bajo su risuena fachada exterior una intensidad que brillaba como una llama-. Es muy extrano y no suelo hablar

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