Tome su dictado en una hoja de cuaderno y efectue un apresurado dibujo de la xilografia.
Helen estaba consultando su reloj. -He de volver al hotel -dijo.
– Yo tambien, o Hugh James se me escapara.
Recogimos nuestras pertenencias y devolvi el libro a su estante con todo el respeto debido a una reliquia.
Tal vez fue producto del estado agitado de mi mente, incitado por el poema y la ilustracion, o quizas estaba mas cansado de lo que pensaba a causa del viaje, de la prolongada velada en el restaurante con Eva y de pronunciar una conferencia ante una multitud de desconocidos.
El caso es que cuando entre en mi habitacion tarde mucho rato en asimilar lo que vi y mucho mas aun en llegar a la conclusion de que Helen tal vez estaba viendo lo mismo en su cuarto, dos pisos mas arriba. Despues temi de repente por su seguridad y subi la escalera sin detenerme a examinar nada. Habian registrado mi habitacion, cajon, armario y ropa de cama, y todas mis posesiones habian sido manoseadas, tiradas de cualquier manera, incluso rotas por manos que no solo eran apresuradas sino malintencionadas.
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– ?No puedes pedir ayuda a la policia? Me parece que esta ciudad esta llena de policias. -
Hugh James partio por la mitad un panecillo y le dio un buen mordisco-. Es terrible que te pase esto en un hotel extranjero.
– Hemos llamado a la policia -le tranquilice-. Al menos, eso creo, porque el
recepcionista del hotel lo hizo por nosotros. Dijo que no podria venir nadie hasta ultima hora de la noche o manana por la manana, y que no tocaramos nada. Nos ha dado nuevas habitaciones.
– ?Como? ?Quieres decir que la habitacion de la senorita Rossi tambien fue registrada? – Los grandes ojos de Hugh se hicieron todavia mas redondos-. ?Le ha pasado a algun huesped mas?
– Lo dudo -dije en tono sombrio.
Estabamos sentados en un restaurante al aire libre de Buda, no lejos de la colina del castillo, desde donde podiamos contemplar el Danubio y el Parlamento, en el lado de Pest. Aun habia mucha luz y el cielo nocturno proyectaba un resplandor azul y rosa sobre el agua.
Hugh habia elegido el sitio. Era uno de sus favoritos, dijo. Habitantes de Budapest de todas las edades paseaban por la calle delante de nosotros y muchos de ellos se detenian ante las balaustradas que daban al rio para contemplar la hermosa panoramica, como si nunca tuvieran bastante. Hugh habia pedido varios platos tipicos para que yo los probara, y acababamos de acomodarnos con el ubicuo pan de corteza dorada y una botella de Tokay, el famoso vino de la zona noreste de Hungria, me explico. Ya habiamos acabado con los preliminares, es decir, nuestras universidades, mi olvidada tesis (se rio cuando le conte hasta que punto andaba errado el profesor Sandor sobre mi obra), la investigacion efectuada por Hugh sobre la historia de los Balcanes y su proximo libro sobre ciudades otomanas en Europa.
– ?Robaron algo?
Hugh lleno mi copa.
– Nada -dije de mal humor-. No habia dejado dinero en la habitacion, claro esta, ni ninguna de mis posesiones valiosas, y los pasaportes estan en recepcion, o quizas en la comisaria de policia, no hay forma de saberlo.
– Entonces, ?que estaban buscando?
Hugh brindo conmigo y bebio.
– Es una larga, larga historia -suspire-. Pero encaja a la perfeccion con algunas cosas de las que hemos de hablar.
Asintio.
– De acuerdo. Vamos a ello.
– Si tu correspondes.
– Desde luego.
Bebi media copa para cobrar fuerzas y empece por el principio. No necesitaba vino para apaciguar mis dudas sobre contarle a Hugh James la historia de Rossi. Si no le decia nada, no averiguaria nada de lo que el conocia. Escucho en silencio, fascinado, excepto cuando hable de la decision de Rossi de llevar a cabo investigaciones en Estambul. Pego un bote.
– Santo cielo -exclamo-. Yo tambien pensaba ir alli. Volver, quiero decir. He ido dos veces, pero nunca para buscar a Dracula. -Permiteme que te ahorre algunas molestias.
Esta vez fui yo quien le lleno la copa, y le hable de las aventuras de Rossi en Estambul y de su desaparicion, momento en que Hugh me miro con ojos desorbitados, aunque no dijo nada. Por fin describi mi encuentro con Helen, sin revelar su presunto parentesco con Rossi, todos nuestros viajes e investigaciones hasta la fecha, incluyendo nuestras entrevistas con Turgut.
– Como ves -conclui-, en este momento no me sorprende nada que hayan puesto patas
arriba nuestra habitacion del hotel.
– Claro. -Dio la impresion de que reflexionaba unos momentos. A esas alturas nos habiamos abierto paso entre una multitud de guisos y encurtidos, y dejo el tenedor sobre la mesa con aire triste, como si lamentara que se hubieran terminado-. Conocernos asi ha sido extraordinario, pero lamento mucho la desaparicion del profesor Rossi, muchisimo. Es muy extrano. Nunca hubiera dicho antes de escuchar tu historia que investigar el personaje de Dracula implicara algo excepcional, aunque desde el primer momento mi libro me produjo una extrana sensacion. A nadie le gusta dejarse guiar por sensaciones extranas, pero asi son las cosas.
– Bien, temia que no me creyeras.
– Ya son cuatro libros -musito-. El mio, el tuyo, el del profesor Rossi y el que pertenece a ese profesor de Estambul. Es muy extrano que existan cuatro iguales.
– ?Conoces a Turgut Bora? -pregunte-. Has dicho que habias estado en Estambul unas cuantas veces.
Nego con la cabeza.
– No, nunca habia oido ese nombre, pero es normal que no me lo haya encontrado en el Departamento de Historia ni en ninguna conferencia si se dedica a la literatura. Te agradecere que me ayudes a ponerme en contacto con el algun dia. No he visitado el archivo que describes, pero lei acerca de el en Inglaterra y pense en ir a verlo. No obstante, tal como has dicho, me has ahorrado molestias. Nunca se me habria ocurrido que esa cosa, el dragon del libro, podia ser un plano. Es una idea extraordinaria.
– Si, y tal vez una cuestion de vida o muerte para Rossi -dije-, pero ahora te toca a ti. ?Como encontraste tu libro?
Su rostro se puso serio.
– Tal como has explicado en tu caso, y en los otros dos, mas que encontrar mi libro lo recibi, aunque ignoro desde donde o de quien. Tal vez deberia ponerte en antecedentes. – Guardo silencio un momento e intui que le costaba abordar el tema-. Me licencie en Oxford hace nueve anos y despues fui a dar clases a la Universidad de Londres. Mi familia vive en Cumbria, en el Distrito de los Lagos, Pais de Gales, y no son ricos. Se esforzaron, y yo tambien, en que recibiera la mejor educacion. Siempre me senti un poco marginado, sobre todo en el colegio privado. Mi tio me ayudo a superarlo. Supongo que estudie con mas ganas que la mayoria con la intencion de destacar. La historia fue mi gran amor desde el principio.
Hugh se seco los labios con la servilleta y meneo la cabeza, como si rememorara locuras juveniles.
– Al final de mi segundo ano en la universidad supe que me iba a ir bastante bien, y esto me animo aun mas. Entonces estallo la guerra y tuve que dejarlo todo. Estaba a punto de terminar tercero en Oxford. Por cierto, alli fue donde oi hablar por primera vez de Rossi, aunque nunca llegue a conocerle. Ya debia haberse marchado a Estados Unidos cuando yo empece la universidad.
Se acaricio la barbilla con una mano grande y bastante agrietada.
– No habria podido amar mas mis estudios, pero tambien amaba a mi pais y me aliste enseguida en la Armada. Me enviaron a Italia, y un ano despues estaba en casa con heridas en los brazos y las piernas.
Se acaricio con cautela su camisa de algodon, justo por encima del puno, como si le sorprendiera sentir la sangre en sus venas.
