campesinos debieron de pensar que era un castigo de Dios por sus pecados.

La iglesia fue reconstruida en 1517. Tardaron tres anos, y ya ve los resultados. Los muros exteriores del monasterio son una restauracion de solo treinta anos de antiguedad.

Habiamos llegado al borde de la iglesia y palmeo la mamposteria, como si acariciara el lomo de su caballo favorito. De pronto, un hombre aparecio por la esquina de la iglesia y se dirigio hacia nosotros, un anciano encorvado de barba blanca con habito negro y sombrero de largas alas que caian sobre sus hombros. Caminaba con la ayuda de un baston y se cenia el habito con una estrecha cuerda, de la que colgaba un llavero. De una cadena que rodeaba su cuello pendia una cruz antigua muy hermosa, del tipo que habia visto en las cupulas de

las iglesias.

Me quede tan sorprendido por su aparicion que casi me cai. Soy incapaz de describir el efecto que obro en mi, solo puedo decir que fue como si Georgescu hubiera conjurado un fantasma. No obstante, el arqueologo avanzo sonriente hacia el monje y se inclino sobre su mano sarmentosa, en la que brillaba un anillo de oro que Georgescu beso con respeto. Daba la impresion de que el anciano tambien le apreciaba, porque apoyo los dedos sobre la cabeza del hombre un momento y le dirigio una palida sonrisa, de tan pocos dientes como la de Georgescu. Capte mi nombre en las presentaciones y me incline hacia el monje con la mayor gracia posible, aunque no logre decidirme a besar el anillo.

– El es el abaad -me explico Georgescu-. Es el ultimo de este lugar; y con el solo viven tres monjes ahora. Ha estado aqui desde que era joven y conoce la isla mucho mejor que cualquiera. Le da la bienvenida y su bendicion. Si quiere hacerle alguna pregunta, dice, intentara contestarla.

Me incline para dar las gracias y el anciano siguio andando con parsimonia. Pocos minutos despues le vi sentarse en el borde del muro derrumbado que habia detras de nosotros, como un cuervo que descansara bajo el sol del atardecer.

– ?Viven aqui todo el ano? -pregunte a Georgescu. -Oh, si. Estan aqui los inviernos mas dificiles -asintio mi guia-. Les oira cantar la misa si no se marcha demasiado proonto. -Le asegure que no me perderia semejante experiencia-. Bien, vamos a la iglesia.

Nos encaminamos a las puertas principales de madera, grandes y talladas, y entramos en un mundo que yo desconocia, muy diferente del de nuestras capillas anglicanas.

Hacia frio dentro, y antes de que pudiera ver algo en la impenetrable oscuridad del interior, percibi el olor de una especia ahumada en el aire y senti una corriente humeda elevarse de las piedras, como si respiraran. Cuando mis ojos se adaptaron a la penumbra, solo distingui tenues destellos de laton y llamas de velas. La luz del dia apenas se filtraba por las gruesas vidrieras de colores oscuros. No habia bancos ni sillas, aparte de algunos asientos altos de madera distribuidos a lo largo de una pared. Cerca de la entrada habia un lampadario, cuyas velas goteaban profusamente y proyectaban un olor a cera quemada. Algunas estaban encajadas en una corona de laton situada en la parte superior y otras en un recipiente con arena que rodeaba la base.

– Los monjes las encienden cada dia, y de vez en cuando tambien lo hacen algunos visitantes -explico Georgescu-. Las que estan alrededur de la parte de arriba son para los vivos y las que hay alrededur de la base son por las almas de los muertos. Arden hasta que se apagan soolas.

Al llegar al centro de la iglesia senalo hacia arriba y vi una cara difuminada que flotaba sobre nosotros, en el extremo de la cupula.

– ?Esta familiarizado con nuestras iglesias bizantinas? -pregunto Georgescu-. Cristo siempre esta en el centro, mirando hacia abajo. Este candelabru -una gran corona colgaba del centro del pecho de Cristo, ocupando el espacio principal de la iglesia, pero sus velas se habian quemado- tambien es muy tipico.

Nos acercamos al altar. De pronto me senti como un invasor, pero no habia ningun monje a la vista y Georgescu avanzo con la seguridad de un propietario. En el altar colgaban telas bordadas, y delante habia alfombras y esteras de lana tejidas con motivos populares, que yo habria pensado turcas de no saber la verdad. La parte superior del altar estaba decorada con varios objetos muy adornados, entre ellos un crucifijo esmaltado y un icono de la Virgen y el Nino con marco de oro. Detras se alzaba una pared de santos de ojos tristes y angeles

todavia mas tristes, y en medio habia un par de puertas de oro colado, revestidas de cortinas de terciopelo purpura, que conducian a un lugar oculto y misterioso.

Distingui todo esto con dificultad, debido a la penumbra, pero la belleza sombria de la escena me conmovio. Me volvi hacia Georgescu.

– ?Vlad venia a rezar aqui? Me refiero a la iglesia antigua.

– Oh, desde luegu. -El arqueologo lanzo una risita-. Era un asesino devoto. Construyo muchas iglesias y otros monasterios, para asegurarse de que mucha gente rezaria por su salvacion. Este era uno de sus lugares favoritos, y era muy amigo de los monjes de aqui. No se que pensaban de sus fechorias, pero estaban muy contentos de su apoyo al monasterio.

Ademas, los protegia de los turcos. Pero los tesoros que ve aqui fueron traidos de otras iglesias. Los campesinos robaron todos los objetos de valor en el siglo pasado, cuando cerraron la iglesia. Mire aqui Esto es lo que queria ensenarle.

Se acuclillo y alzo las alfombras que habia delante del altar. Vi una larga piedra

rectangular, lisa y sin adornos, pero no cabia duda de que indicaba la existencia de una tumba. Mi corazon empezo a martillear en el pecho.

– ?La tumba de Vlad?

– Si, segun la leyenda. Algunos de mis colegas y yo excavamos aqui hace un par de anos y encontramos un agujero vacio. Contenia solo unos cuantos huesos de animales.

Contuve la respiracion.

– ?El no estaba dentro?

– De ninguna manera. -Los dientes de Georgescu destellaron como el laton y el oro que nos rodeaba-. La documentacion escrita dice que fue enterrado aqui, delante del altar, y que la nueva iglesia fue construida sobre los mismos cimientos de la vieja, para que no profanaran su tumba. Ya puede suponer la decepcion que tuvimos cuando no le encontramos.

?Decepcion?, pense. Yo consideraba la idea del agujero vacio mas aterradora que decepcionante.

– En cualquier caso, decidimos buscar un poco mas, y aqui -me guio hasta un punto cercano a la entrada y movio otra alfombra-, aqui encontramos una segunda piedra igual a la primera. -La mire. Era del mismo tamano y forma que la otra, y tampoco tenian adornos-. De modo que tambien excavamos esta -explico Georgescu al tiempo que le daba una palmada.

– ?Y encontraron…?

– Oh, un estupendo esqueletu -me informo con evidente satisfaccion-. En un ataud que aun conservaba parte del sudario. Algo asombrooso despues de cinco siglos. El sudario era de color purpura real con bordados en oro, y el esqueleto se hallaba en buen estado. Vestido con hermosas prendas de brocado purpura y mangas de color rojo oscuro. Lo mas maravilloso es que, cosido a una de las mangas, encontramos un pequeno anillo. El anillo es bastante sencillo, pero uno de mis colegas cree que forma parte de un adorno mas extenso que representaba el simbolo de la Orden del Dragon.

Confieso que en ese momento mi corazon habia desfallecido un poco.

– ?El simbolo?

– Si; un dragon de largas garras y cola ensortijada. Los que ingresaban en la Orden llevaban esta imagen sobre su persona en todo momento, por lo general en un broche o una hebilla para la capa. No cabe duda de que nuestro amigo Vlad era miembro de la Orden, probablemente a instancias de su padre, y de que ingreso al llegar a la mayoria de edad. -

Georgescu me sonrio-. Pero tengo la sensacion de que usted ya lo sabia, profesor.

Yo me debatia entre la pesadumbre y el alivio.

– Asi que esta era su tumba, y las leyendas mencionaban un lugar equivocado.

– Oh, yo no lo creo. -Volvio a colocar la alfombra sobre la piedra-. No todos mis colegas estan de acuerdo conmigo, pero creo que existen claras pruebas en contra.

No pude evitar mirarle con sorpresa.

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