– Pero ?que me dice de las prendas regias y el anillo?

Georgescu meneo la cabeza.

– Ese individuo debia ser tambien miembro de la Orden, un noble de alta alcurnia, y tal vez iba vestido con las mejores galas de Dracula para la ocasion. Tal vez incluso le invitaron a morir para poder dejar un cadaver en la tumba… quien sabe cuando con exactitud.

– ?Volvieron a enterrar el esqueleto?

Tenia que preguntarlo. La piedra estaba muy cerca de nuestros pies.

– Oh, no. Lo enviamos al Museo de Historia de Bucarest, pero no podra ir a verlo. Lo guardaron en el almacen y desaparecio hace dos anos, con todos sus bonitos ropajes. Fue una pena.

Georgescu no parecia muy apenado, como si el esqueleto hubiera sido apetecible pero carente de importancia, al menos comparado con la verdadera presa.

– No entiendo -dije-. Con tantas pruebas, ?por que cree que no era Vlad Dracula?

– Muy sencillo -replico con jovialidad Georgescu, y dio una palmada en la alfombra-.

Este tipo conservaba la cabeza. La de Dracula fue cortada y llevada a Estambul por los turcos como un trofeo. Todas las fuentes se muestran de acuerdo en eso. Asi que ahora

estoy excavando en la antigua prision para ver si encuentro otra tumba. Creo que el cuerpo fue trasladado desde el lugar en que fue enterrado, delante del altar, para disuadir a los ladrones de tumbas, o tal vez para protegerlo de las invasiones turcas. Ese demonio tiene que estar en algun lugar de la isla.

Yo estaba paralizado por todas las preguntas que deseaba formular a Georgescu, pero el se levanto y estiro.

– ?No le apetece ir a cenar al restaurante? Tengo tanta hambre que podria comerme una oveja entera, pero antes podemos escuchar el inicio del servicio, si quiere. ? Donde se va a alojar?

Confese que aun no tenia ni idea, y que tambien necesitaba proporcionar alojamiento a mi chofer -Me gustaria hablar de muchas cosas con usted -anadi.

– Y a mi con usted -concedio el-. Podemos hacerlo durante la cena.

Necesitaba hablar con mi chofer, de modo que volvimos a la prision en ruinas. Resulto que el arqueologo tenia amarrada una pequena barca bajo la iglesia y podia devolvernos a la

orilla. Me dijo que hablaria con el propietario del restaurante para que nos encontrara habitaciones en la poblacion. Georgescu guardo sus utiles y despidio a los ayudantes, y luego volvimos a la iglesia justo a tiempo de ver al abad y sus tres monjes, todos vestidos de negro, entrar en la iglesia por las puertas del santuario. Dos monjes eran ya de edad avanzada, pero uno todavia conservaba la barba castana y caminaba muy tieso. Dieron la vuelta con lentitud hasta situarse ante el altar, precedidos por el abad, que llevaba una cruz y una esfera en las manos. Sus hombros inclinados sostenian un manto purpura y oro en el que se reflejaban las llamas de las velas.

Se inclinaron ante el altar, y los monjes se tendieron un momento sobre el suelo de piedra, justo sobre la tumba vacia, observe. Por un instante experimente la espantosa sensacion de que no se estaban postrando ante el altar, sino ante la tumba del Empalador.

De pronto se oyo un sonido misterioso. Parecia nacer de la propia iglesia, surgir de las paredes y la cupula como niebla. Estaban cantando. El abad atraveso las pequenas puertas que habia detras del altar. Reprimi la tentacion de estirar el cuello para ver el interior, y el hombre salio con un gran libro de tapa esmaltada, al tiempo que lo bendecia en el aire. Lo dejo sobre el altar. Uno de los monjes le entrego un incensario que colgaba de una larga cadena. Lo hizo oscilar sobre el libro y lo espolvoreo con un humo aromatico. La musica sacra disonante se elevaba a nuestro alrededor, con su zumbido monotono y cumbres oscilantes. Se me puso la piel de gallina, porque en aquel momento me di cuenta de que estaba mas cerca del corazon de Bizancio que cuando habia estado en Estambul. La antiquisima musica y el rito que la acompanaba debian de haber cambiado muy poco desde que se celebraban para el emperador en Constantinopla.

– El servicio es muy laargo -me susurro Georgescu-. No les importara que nos vayamos.

Saco una vela del bolsillo, la encendio con una mecha del lampadario cercano a la entrada y la deposito en la arena.

En el restaurante de la orilla, un lugar pequeno y sucio, comimos con voracidad guisados y ensaladas servidos por una timida muchacha vestida de aldeana. Habia un pollo entero y una botella de vino tinto potente, que Georgescu servia con generosidad. Al parecer, mi chofer habia hecho amistades en la cocina, de modo que estabamos solos en la sala adornada con paneles, con sus vistas al lago y la isla.

En cuanto hubimos empezado a vencer el hambre, pregunte al arqueologo por su maravilloso dominio del ingles. Rio con la boca llena. -Se lo debo a mi madre y mi padre, que descansen en la paz de Dios. El era un arqueologo escoces, medievalista, y ella una gitana escocesa. Me crie en Fort William y trabaje con mi padre hasta que murio. Entonces algunos parientes de mi madre le pidieron que viajara con ellos a Rumania, de donde eran originarios. Ella habia nacido y crecido en un pueblo del oeste de Escocia, pero cuando mi padre murio, solo penso en marcharse. La familia de mi padre no la habia tratado bien. Me trajo aqui cuando yo tenia solo quince anos, y aqui vivo desde entonces. Adopte el apellido de su familia. Para integrarme un poco mejor La historia me dejo sin habla un momento, y sonrio.

– Se que es una historia rara. ?Cual es la suya?

Le resumi mi vida y estudios, y hable del libro misterioso que habia llegado a mis manos.

Escucho con el ceno fruncido, y cuando termine, cabeceo lentamente.

– Una historia extrana, de eso no cabe duda.

Saque el libro de mi bolsa y se lo di. Lo examino con detenimiento, y se detuvo a mirar durante largos minutos la xilografia del centro.

– Si -me dijo con aire pensativo-, se parece mucho a las imagenes relacionadas con la Orden. He visto un dragon similar en piezas de joyeria; ese pequeno anillo, por ejemplo.

Pero nunca habia visto un libro como este. ?No tiene idea de donde salio?

– Ninguna -admiti-. Espero que algun dia lo examine un especialista, quizas en Londres.

– Es una obra extraordinaria. -Georgescu me lo devolvio con delicadeza-. Y ahora que ha visto Snagov, ?adonde quiere ir? ?Volvera a Estambul?

– No. -Me estremeci, pero no quise explicarle por que-. He de volver a Grecia para colaborar en una excavacion, dentro de dos semanas, pero me apetece ir a echar un vistazo a Targoviste, puesto que era la principal capital de Vlad. ?Ha estado alli?

– Ah, si, por supuesto. -Georgescu dejo el plato limpio como una patena-. Un lugar interesante para un perseguidor de Dracula. Pero lo realmente interesante es su castillo.

– ?Su castillo? ?De veras hay un castillo? Quiero decir, ?todavia existe?

– Bien, son ruinas, pero bastante bonitas. Una fortaleza en ruinas. Se halla a unos cuantos kilometros de Targoviste, rio Arges arriba, y hay que subir a pie hasta la cumbre. Dracula escogia sitios que se pudieran defender con facilidad de los turcos, y ese es un amor de sitio. Vamos a hacer una cosa. -Estaba buscando en sus bolsillos, saco una pequena pipa y empezo a llenarla con tabaco aromatico. Le pase una vela-. Gracias, muchacho. Vamos a hacer una cosa: le acompanare. Puedo quedarme solo un par de dias, pero podria ayudarle a localizar la fortaleza. Es mucho mas facil con guia. Hace mucho tiempo que estuve alli, y me gustaria volver a verla.

Le di las gracias con toda sinceridad. La idea de internarme en el corazon de Rumania sin un interprete me ponia nervioso, lo admito. Acordamos partir por la manana, si mi chofer accedia a llevarnos a Targoviste. Georgescu conoce un pueblo cerca de Arges donde podremos hospedarnos por unos pocos chelines. No es el mas cercano a la fortaleza, pero del que esta mas proximo le echaron a patadas y no tiene ganas de volver. Nos despedimos con un afectuoso buenas noches, y ahora, amigo mio, debo apagar mi luz para dormir en vista de la siguiente aventura, de la que te mantendre informado.

Tuyo afectuosamente,

Bartholomew Rossi.

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