ventanilla, pero solo vi bosque. Esto unicamente fue una introduccion, sin embargo. No se muy bien que esperaba. Supongo que estaba tan dominado por mi curiosidad de historiador que no esperaba nada en particular. La primera vision del lago me expulso de mi obsesion. Era un lugar de un encanto excepcional, amigo lino, bucolico y sobrenatural. Imagina, si quieres, una extension de agua larga y centelleante, la cual vislumbras desde la carretera entre densas arboledas. Diseminadas por el bosque se ven hermosas villas (a veces solo se vislumbra una elegante chimenea, un muro que se curva), muchas de las cuales parecen datar de principios del siglo pasado o antes.
Cuando llegas a un claro del bosque (aparcamos cerca de un pequeno restaurante, con tres barcas amarradas detras), miras hacia la isla donde se halla el monasterio, y alli, por fin, contemplar un panorama que sin duda ha cambiado poco a lo largo de los siglos. La isla se encuentra a escasa distancia en harca de la orilla y es boscosa como las riberas del lago.
Sobre los arboles se alzan las esplendidas cupulas bizantinas de la iglesia del monasterio, y desde donde estamos se ove el tanido de las campanas, golpeadas (como averigue mas tarde) por el mazo de madera de un monje. Me dio un vuelco el corazon al oir ese sonido de campanas que flotaba sobre el agua. Se me antojo, con toda exactitud, uno de esos mensajes del pasado que piden a gritos ser interpretados, aunque no estes seguro de que dicen. Mi conductor y yo, de pie bajo la luz del atardecer que se reflejaba en el agua, habriamos podido ser espias del ejercito turco, inspeccionando ese bastion de una fe ajena, en lugar de dos hombres modernos bastante cubiertos de polvo apoyados contra un automovil.
Habria podido seguir mirando y escuchando mucho mas tiempo sin impacientarme, pero la determinacion de localizar al arqueologo antes del anochecer me espoleo hacia el restaurante. Utilice el lenguaje de los signos y mi mejor latin para conseguir una barca que nos llevara a la isla. Si, si, habia un hombre de Bucarest excavando con una pala alli, consiguio comunicarme el propietario, y veinte minutos despues desembarcabamos en la orilla de la isla. El monasterio era todavia mas encantador de cerca, y algo inabordable, con sus muros antiguos y altas cupulas, todas coronadas con cruces muy trabajadas de siete puntas. El barquero subio los escalones delante de nosotros, y yo ya iba a entrar por las grandes puertas de madera cuando el individuo nos indico la parte posterior.
Mientras rodeabamos aquellos bellos muros antiguos, me di cuenta de que por primera vez estaba pisando los talones a Dracula. Hasta entonces habia estado siguiendo su pista a traves de un laberinto de documentos, pero ahora me hallaba en una tierra que sus pies (?con que irian calzados?, ?botas de piel con una cruel espuela sujeta a ellas?) tal vez habian hollado. Si hubiera sido de los que se persignan, lo habria hecho en aquel momento.
Siendo como soy, experimente el repentino impulso de dar una palmada en el hombro cubierto de tosca lana del barquero y pedirle que nos devolviera a tierra de nuevo. Pero no lo hice, como puedes imaginar, y espero que no me arrepentire al final de haber contenido mi mano.
Detras de la iglesia, en medio de unas extensas ruinas, encontramos en efecto a un hombre con una pala. Era de aspecto robusto y edad madura, con pelo negro rizado, los faldones de la camisa blanca fuera de los pantalones y las mangas subidas hasta los codos. Dos muchachos trabajaban a su lado, removian la tierra con las manos cautelosamente, y de vez en cuando el hombre dejaba la pala y hacia lo mismo. Estaban concentrados en un area muy pequena, como si hubieran encontrado algo de interes en ella, y solo cuando nuestro barquero les saludo a gritos levantaron la vista.
El hombre de la camisa blanca se adelanto y nos examino de arriba abajo con sus penetrantes ojos oscuros. El barquero improviso entonces las presentaciones con la colaboracion del taxista. Extendi la mano y probe una de las pocas frases que sabia en rumano antes de volver al ingles.
– Ma numesc Bartholomew Rossi. Nu va suparati…
Habia aprendido esta deliciosa frase, con la cual interrumpes a un desconocido para solicitarle informacion, gracias al conserje de mi hotel de Bucarest. Significa literalmente «No te enfades». ?Te imaginas una frase cotidiana mas cargada de historia? «No saques tu punal, amigo. Solo estoy perdido en este bosque y necesito que alguien me oriente para salir.» No se si fue la utilizacion de la frase o probablemente mi acento atroz, pero el arqueologo estallo en carcajadas mientras estrechaba mi mano.
De cerca, era un sujeto corpulento y bronceado, con una fina red de arrugas alrededor de los ojos y la boca. Su sonrisa habia perdido dos dientes de arriba y la mayoria de los que aun quedaban proyectaban destellos dorados. Su mano era de una fuerza prodigiosa, seca y aspera como la de un labriego.
– Bartholomew Rossi -dijo con voz profunda, sin dejar de reir-. Ma numesc Velior Georgescu. Es un placeer conocerlee. ?En que puedo ayudarlee?
Por un momento, me senti transportado a nuestra excursion a pie del ano anterior. Podria haber sido uno de aquellos habitantes de las tierras altas curtidos por la intemperie a los que siempre estabamos pidiendo que nos orientaran, solo que con pelo oscuro en lugar de claro.
– ?Habla ingles? -pregunte como un idiota.
– Un poquiito -dijo el senor Georgescu-. Ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que tuve la oportunidad de practicarlo, pero ya volvera a mi lengua.
Hablaba de manera fluida y culta, arrastrando un poco la erre.
– Perdon -me apresure a decir-. Tengo entendido que tiene un interes especial por Vlad III y me gustaria mucho hablar con usted. Soy historiador de la Universidad de Oxford.
Asintio.
– Me alegra saber de su interes. ?Ha venido desde tan lejos solo para ver su tumba?
– Bien, habia confiado…
– Ah, confiado, confiado -dijo el senor Georgescu, y me dio una palmada en el hombro que no dejo de ser cordial-. Pues tendre que aplacar un poco sus esperanzas, muchacho.
– El corazon me dio un vuelco. ?Era posible que tambien ese hombre creyera que Vlad no estaba enterrado aqui? Decidi esperar y escuchar con atencion antes de hacer mas preguntas. Me estaba estudiando con aire inquisitivo, y sonrio de nuevo-. Venga, vamos a dar una paseito.
Dio a sus ayudantes rapidas instrucciones, que al parecer eran una invitacion a dejar de trabajar, porque sacudieron sus manos y se dejaron caer bajo un arbol. Apoyo su pala contra un muro medio excavado y me llamo por senas. Por mi parte, informe al barquero y
al taxista de que se habian hecho cargo de mi y di unas monedas al barquero. Se toco el sombrero y desaparecio, mientras que el taxista se sento contra las ruinas y saco una petaca del bolsillo.
– Muy bien. Primero daremos la vuelta al exterior. -El senor Georgescu agito una ancha mano ante el-. ?Conoce la historia de esta isla? ?Un poco? Aqui habia una iglesia en el siglo catorce, y el monasterio fue construido un poquito despues; tambien en ese siglo. La primera iglesia era de madera y la segunda de piedra, pero la iglesia de piedra se hundio en el lago en 1453. Notable, ?no le parece? Dracula llego al poder en Valaquia por segunda vez en 1456, y tenia sus propias ideas. Creo que le gusto este monasterio porque una isla es facil de proteger. Siempre estaba buscando sitios que pudiera fortificar contra los turcos.
Este es bueno, ?no le parece?
Le di la razon y procure no mirarle. Su ingles era tan fascinante que me costaba
concentrarme en lo que decia, pero su ultimo comentario habia obrado efecto. Bastaba una sola mirada alrededor para imaginar a unos pocos monjes defendiendo esa fortaleza de los invasores. Velior Georgescu tambien miro en torno a el con aire de aprobacion.
– Por tanto, Vlad convirtio el monasterio existentee en una fortaleza. Construyo murallas fortificadas a su alrededor y una prision y una camara de tortuuras. Tambien un tunel para escapar y un puente hasta la orilla. Era un chico listo, Vlad. Hace mucho tiempo que el puente no existe, por supuesto, y yo estoy excavando el resto. Donde estamos trabajando ahora estaba la prision. Ya hemos encontrado varios esqueletos.
Me dedico una amplia sonrisa y sus dientes centellearon al sol.
– ?Asi que esta es la iglesia de Vlad?
Senale el encantador edificio cercano, con sus elevadas cupulas y los arboles oscuros que acariciaban sus muros.
– No, temo que no -dijo Georgescu-. Los turcos quemaron en parte el monasterio en 1462, cuando Radu, el hermano de Vlad, un titere otomano, ocupaba el troono de Valaquia.
Y justo despues de enterrar a Vlad aqui, una terrible tormenta sepulto la iglesia en el lago.
– ?Estaba Vlad enterrado aqui?, me moria de ganas de preguntar, pero mantuve la boca cerrada-. Los
