Bartholomeo, Oxford, y escribi yo misma las extranas palabras en el sobre. Mi cunado escribio la carta en aleman, y yo la firme de mi puno y letra. En la carta, decia a Bartholomeo que le habia esperado tres meses y que despues habia abandonado el pueblo porque sabia que iba a tener un hijo de el. Le conte mis viajes y le hable de la casa de mi hermana en Budapest. Le dije lo dulce, lo feliz que era Elena. Le dije que le queria y que tenia miedo de que algo horrible hubiera impedido su regreso. Le pregunte cuando le veria, y si iria a buscarnos a Budapest. Le dije que, con independencia de lo que hubiera sucedido, le querria hasta el fin de mis dias.
»Despues volvi a esperar, esta vez muchisimo tiempo, y cuando Elena empezaba a caminar, llego una carta de Bartholomeo. Venia de Estados Unidos, no de Inglaterra, y estaba escrita en aleman. Mi cunado me la tradujo con voz afectuosa, pero comprendi que era demasiado honrado para cambiar algo de lo que decia. En su carta, Bartholomeo decia que habia recibido una carta mia que habia ido a parar antes a su antigua casa de Oxford. Me decia con buenas palabras que nunca habia oido hablar de mi ni me habia visto, y que nunca habia estado en Rumania, de modo que mi hija no podia ser de el. Lamentaba mi triste historia y me deseaba lo mejor en el futuro. Era una carta breve y muy amable, pero no daba senales de reconocerme.
»Llore durante mucho tiempo. Era joven y no entendia que la gente pudiera cambiar, que sus opiniones y sentimientos pudieran cambiar. Despues de vivir unos anos en Hungria, empece a comprender que puedes ser una persona en tu pais y otra muy distinta cuando te encuentras en otro. Comprendi que algo similar le habia pasado a Bartholomeo. Al final, solo lamente que hubiera mentido, que hubiera dicho que no me conocia. Lo lamentaba porque, cuando habiamos estado juntos, habia intuido que era una persona honorable, una persona sincera, y no queria pensar mal de el.
»Eduque a Elena con la ayuda de mis parientes, y se convirtio en una chica hermosa e inteligente. Se que la explicacion reside en que lleva la sangre de Bartholomeo en sus venas. Le hable de su padre, porque nunca le menti. Tal vez no le conte gran cosa, pero era demasiado pequena para comprender que el amor ciega y confunde a la gente. Fue a la universidad y yo me senti muy orgullosa de ella. Luego me dijo que se habia enterado de que su padre era un gran erudito en Estados Unidos. Yo esperaba que algun dia le conoceria, pero ignoraba que daba clases en la universidad a la que fuiste -anadio la madre de Helen, y se volvio hacia su hija casi como reprochandole su decision, y de esta brusca manera termino su historia.
Helen murmuro algo que habria podido ser una disculpa o un amago defensivo, y meneo la cabeza. Parecia tan estupefacta como yo. Habia permanecido inmovil durante toda la historia, traduciendo casi sin respirar, y solo murmuro algo mas cuando su madre describio el dragon de su hombro. Helen me dijo mucho despues que su madre nunca se habia desnudado delante de ella, y que nunca la habia llevado a los banos publicos como hacia Eva.
Al principio nos quedamos todos callados, pero al cabo de un momento Helen se volvio hacia mi y senalo con gesto impotente el paquete de cartas que habia sobre la mesa.
Comprendi. Yo habia estado pensando lo mismo.
– ?Por que no envio tu madre algunas de estas cartas a Rossi -le pregunte- para demostrar que si habia estado en Rumania?
Helen miro a su madre (con una profunda vacilacion en sus ojos, pense) y despues le hizo la pregunta. La respuesta de la mujer, cuando me la tradujo, formo un nudo en mi garganta, un dolor que era en parte por ella y en parte por mi perfido mentor.
– Pense en hacerlo, pero por su carta comprendi que habia cambiado por completo de opinion. Decidi que daria igual enviarle alguna de estas cartas, solo serviria para provocar mas dolor, y ademas habria perdido recuerdos de el que deseaba conservar. -Extendio la mano como para tocar su letra y luego la retiro-. Solo lamente no enviarle lo que de verdad era suyo. Pero se habia quedado tanto de mi… Tal vez era justo que yo me quedara con eso.
Nos miro con los ojos un poco menos tranquilos. No lei en ellos desafio, sino la llama de una devocion muy antigua. Desvie la mirada.
Helen si que se mostro desafiante.
– Entonces, ?por que no me diste estas cartas hace mucho tiempo? -Formulo la pregunta en tono vehemente, y la tradujo a su madre enseguida. La mujer meneo la cabeza-. Dice que sabia que yo odiaba a mi padre -informo Helen con una dura expresion en el rostro- y estaba esperando a que alguien le quisiera.
Como ella le quiere todavia, podria haber anadido yo, pues mi corazon estaba tan conmovido que parecia proporcionarme una percepcion anormal del amor sepultado durante anos en aquella pequena y desnuda casa.
No solo se trataba de mi afecto por Rossi. Tome la mano de Helen y la mano encallecida de su madre y las aprete. En aquel momento, el mundo en que yo habia crecido, con su reserva y silencios, sus modos y maneras, el mundo en el que habia estudiado, alcanzado metas y, en ocasiones, intentado amar, se me antojo tan lejano como la Via Lactea. No habria podido hablar aunque hubiera querido, pero si el nudo de mi garganta se hubiera disuelto, quizas habria encontrado alguna forma de explicar a esas dos mujeres, relacionadas de manera tan diferente, pero igualmente intensa, con Rossi, que yo sentia su presencia entre nosotros.
Al cabo de un momento, Helen se apresuro a liberar su mano, pero su madre me la apreto como antes y pregunto algo con su voz apacible.
– Quiere saber que puede hacer para ayudarte a encontrar a Rossi.
– Dile que ya me ha ayudado, y que leere estas cartas en cuanto nos vayamos, por si nos sirven de guia. Dile que nos pondremos en contacto con ella cuando le encontremos.
La madre de Helen inclino la cabeza con humildad al oir esto, y se levanto para echar un vistazo al guisado. Un maravilloso olor surgio del horno y hasta Helen sonrio, como si ese regreso a un hogar que no era el suyo tuviera sus compensaciones. La paz del momento me envalentono.
– Hazme el favor de preguntarle si sabe algo sobre vampiros que pudiera ayudarnos en nuestra busqueda.
Cuando Helen acabo de traducir, vi que habia destruido nuestra precaria calma. Su madre aparto la vista y se persigno, pero al cabo de un momento dio la impresion de que reunia fuerzas para hablar. Helen escucho con atencion y asintio.
– Dice que has de recordar que el vampiro puede cambiar de forma. Puede atacarte adoptando muchas apariencias.
Quise saber que significaba eso exactamente, pero la madre de Helen ya habia repartido el guiso en los platos con una mano temblorosa. El calor del horno y el olor de la carne y el pan impregnaban la pequena casa, y todos comimos con apetito, aunque en silencio. De vez en cuando la madre de Helen me daba mas pan, palmeaba mi brazo o me servia te recien hecho. La comida era sencilla pero deliciosa y abundante, y el sol entraba por las ventanas delanteras para adornar nuestros platos.
Cuando terminamos, Helen salio a fumar un cigarrillo y su madre me indico con un gesto que la siguiera fuera. En la parte posterior de la casa habia un cobertizo, alrededor del cual picoteaban algunas gallinas, y una conejera con dos conejos de largas orejas. La mujer cogio uno y nos dedicamos a rascarle la cabeza un rato, mientras el animalito parpadeaba y se removia un poco. Oi por la ventana que Helen estaba lavando los platos. Sentia el sol calentar mi cabeza, y mas alla de la casa los campos verdes murmuraban y oscilaban con optimismo inagotable.
Despues llego la hora de irnos, de volver al autobus, y yo guarde las cartas de Rossi en mi maletin. Cuando salimos, la madre de Helen se detuvo en la puerta. No parecia albergar la intencion de acompanarnos al autobus. Cogio mis manos entre las suyas y las apreto con firmeza mientras me miraba a los ojos.
– Dice que solo te desea felices viajes y que encuentres lo que anhelas -explico Helen.
Escudrine la oscuridad que albergaban los ojos de la mujer y le di las gracias de todo corazon. Abrazo a Helen, sujeto su cara entre las manos con tristeza y nos dejo marchar.
Me volvi al llegar al borde de la carretera. Seguia de pie en el umbral, con una mano apoyada en el marco, como si nuestra visita la hubiera debilitado. Deje mi maletin en el suelo y regrese hacia ella con tal rapidez que, por un momento, no me di cuenta de que me habia movido. Despues, al recordar a Rossi, la tome en mis brazos y bese su mejilla suave y arrugada. La mujer se aferro a mi, una cabeza mas baja que yo, y sepulto la cara en mi hombro. De pronto, se solto y desaparecio en el interior de la casa. Pense que queria estar a solas con sus sentimientos y di media vuelta, pero regreso al cabo de un segundo. Ante mi estupefaccion, aferro mi mano y la cerro sobre algo pequeno y duro.
Cuando abri los dedos, vi un anillo de plata con un diminuto escudo de armas. Comprendi al instante que era
