permiso. Le dije que mi amiga Maria habia perdido una cabra y le habia ayudado a buscarla. Fui a la cama con el corazon apesadumbrado. A veces me sentia esperanzada y despues triste de nuevo.

»A la manana siguiente oi decir que Bartholomeo se habia ido del pueblo en el carro de un granjero, en direccion a Targoviste. El dia fue muy largo y triste para mi, y al atardecer fui al lugar del bosque donde nos encontrabamos para estar sola. Verlo me hizo llorar de nuevo. Me sente en nuestras rocas y por fin me tendi donde nos habiamos tendido cada noche. Apoye la cara contra la tierra y solloce. Despues senti que mi mano rozaba algo entre los helechos, y ante mi sorpresa encontre un paquete de cartas ensobradas. No sabia leer lo que ponian, a que direccion y a quien iban dirigidas, pero en la tapa de los sobres estaba impreso su hermoso nombre, como en un libro. Abri algunos y bese su letra, aunque me di cuenta de que no estaban dirigidas a mi. Me pregunte por un momento si estarian escritas a otra mujer, pero aparte enseguida esta idea de mi mente. Comprendi que las cartas debian haberse caido de su mochila cuando la habia abierto para ensenarme que conservaba el cuchillo y la moneda que yo le habia regalado.

»Pense en intentar enviarlas por correo a Oxford, a la isla de Inglaterra, pero no se me ocurrio una forma de hacerlo sin que nadie se enterara. Tampoco sabia cuanto habia que pagar para enviar algo. Costaria dinero mandar un paquete a una isla tan lejana, y yo nunca habia tenido dinero, aparte de la pequena moneda que habia regalado a Bartholomeo.

Decidi guardar las cartas para darselas cuando volviera a buscarme.

»Transcurrieron cuatro semanas con muchisima lentitud. Hice muescas en un arbol cercano a nuestro lugar secreto, con el fin de llevar la cuenta. Trabajaba en el campo, ayudaba a mi madre, hilaba y tejia las prendas del siguiente invierno, iba a la iglesia y siempre estaba atenta a escuchar noticias de Bartholomeo. Al principio los viejos hablaban un poco de el y meneaban la cabeza cuando comentaban su interes por los vampiros. 'Nada bueno puede salir de eso', dijo uno, y el resto asintio. Oirlo me produjo una terrible mezcla de felicidad y dolor. Me alegro oir a alguien hablar de el, puesto que yo no podia decir ni una palabra a nadie, pero tambien me estremecio pensar que podia atraer la atencion de los pricolici.

»No paraba de preguntarme que pasaria cuando volviera. ?Se plantaria ante la puerta de mi padre, llamaria y le pediria mi mano en matrimonio? Imaginaba la sorpresa que se llevaria mi familia. Se congregarian todos en la puerta y mirarian estupefactos, mientras Bartholomeo repartia regalos y les daba un beso de despedida. Despues me conduciria a una carreta que estaria esperando, tal vez incluso a un automovil. Saldriamos del pueblo y cruzariamos tierras que no podia ni imaginar, mas alla de las montanas, mas alla de la gran ciudad donde vivia mi hermana Eva. Confiaba en que nos detendriamos para visitarla, porque era la hermana a la que siempre habia querido mas. Bartholomeo tambien la querria, porque era fuerte y valiente, una viajera como el.

Pase cuatro semanas asi, y al final de la cuarta estaba cansada y era incapaz de comer o dormir mucho. Cuando casi habia grabado cuatro semanas de muescas en mi arbol, empece a espiar alguna senal de su regreso. Siempre que un carro entraba en el pueblo, el sonido de sus ruedas estremecia mi corazon. Iba a buscar agua tres veces al dia, miraba y escuchaba por si habia noticias. Me dije que, muy probablemente, no volveria al cabo de cuatro semanas exactas, y que debia esperar una semana mas. Pasada la quinta semana, me senti enferma, convencida de que el principe de los pricolici le habia matado. En una ocasion,

hasta pense que mi amado regresaria convertido en vampiro. Corri a la iglesia en pleno dia y rece delante del icono de la bendita Virgen para alejar esta horrible idea.

»Durante la sexta y septima semanas empece a abandonar la esperanza. En la octava supe, debido a muchas senales que habia oido entre las mujeres casadas, que iba a tener un hijo.

Despues llore en silencio en la cama de mi hermana por la noche y senti que el mundo entero, incluso Dios y la Santa Madre, se habian olvidado de mi. No sabia que habia sido de Bartholomeo, pero creia que le debia haber pasado algo terrible, porque sabia que me amaba de verdad. Recogi en secreto hierbas y raices que, decian, impedian que un nino viniera al mundo, pero fue inutil. Mi hijo crecia con fuerza en mi vientre, mas fuerte que yo, y empece a amar esa energia a pesar de todo. Cuando apoyaba mi mano sobre el estomago sin que nadie me viera, sentia el amor de Bartholomeo y creia que no habia podido olvidarme.

»Transcurridos tres meses de su partida, supe que debia abandonar el pueblo antes de que avergonzara a mi familia y desatara la ira de mi padre contra mi. Pense en tratar de localizar a la vieja que me habia dado la moneda. Tal vez me acogeria y me dejaria cocinar y limpiar para ella. Habia venido de uno de los pueblos que dominaban el Arges, cerca del castillo del pricolic, pero no sabia de cual, ni si aun estaba viva. Acechaban osos y lobos en las montanas, y muchos malos espiritus, y no me atrevia a vagar por el bosque sola.

»Por fin, decidi escribir a mi hermana Eva, algo que solo habia hecho una o dos veces antes. Cogi unas hojas de papel y un sobre de la casa del cura, donde a veces trabajaba en la cocina. En la carta le contaba mi situacion y rogaba que viniera a buscarme. La respuesta tardo cinco semanas en llegar. Gracias a Dios, el labriego que la trajo, junto con algunas provisiones, me la dio a mi en lugar de a mi padre, y yo la lei en secreto en el bosque. Mi cintura ya estaba adquiriendo una forma redondeada, de modo que me llamo la atencion cuando me sente en un tronco, pese a que todavia podia esconderla con mi delantal.

»Con la carta venia algo de dinero, dinero rumano, mas del que habia visto en toda mi vida, y una nota de Eva, breve y practica. Decia que debia irme a pie del pueblo hasta el siguiente, a unos cinco kilometros de distancia, y despues trasladarme en carreta o camion hasta Targoviste. Desde alli debia ir a Bucarest, y desde Bucarest podia viajar en tren hasta la frontera hungara. Su marido me esperaria en la oficina fronteriza de T el 20 de septiembre. Aun recuerdo la fecha. Decia que debia planificar mi viaje para llegar ese dia concreto. Junto con la carta encontre una invitacion sellada del Gobierno de Hungria, la cual me ayudaria a entrar en el pais. Me enviaba todo su amor, me decia que fuera cauta y me deseaba un feliz viaje. Cuando llegue al final de la carta, bese su firma y la bendije con todo mi corazon.

»Guarde mis escasas pertenencias en una bolsa, incluyendo mis zapatos buenos, que reservaba para el viaje en tren, las cartas que Bartholomew habia perdido y su anillo de plata. La manana que me fui de casa, abrace y bese a mi madre, que cada vez estaba mas vieja y enferma. Queria que, mas tarde, supiera que me habia despedido de ella de alguna manera. Creo que se quedo sorprendida, pero no me hizo ninguna pregunta. En lugar de ir a los campos, atravese el bosque, evitando la carretera. Me detuve a decir adios al lugar secreto donde me habia acostado con Bartholomeo. Las cuatro semanas de muescas en el arbol ya se estaban desvaneciendo. En aquel lugar puse su anillo en mi dedo y me ate un panuelo a la cabeza como una mujer casada. Note la llegada del invierno en las hojas amarillentas y el aire frio. Me quede unos momentos mas, y despues tome el sendero que conducia al siguiente pueblo.

»No recuerdo muy bien aquel viaje, solo que estaba muy cansada y a veces hambrienta.

Una noche dormi en la casa de una anciana, que me obsequio con una estupenda sopa y dijo que mi marido no deberia dejarme viajar sola. Otra noche tuve que dormir en un establo.

Por fin, una carreta me llevo a Targoviste, y despues otra me llevo a Bucarest. Cuando podia compraba pan, pero no sabia cuanto dinero necesitaria para el tren, de modo que era muy prudente. Bucarest era muy grande y bonita, pero me dio miedo porque habia mucha gente, toda bien vestida, y los hombres me miraban con descaro por la calle. El tren tambien era aterrador, un enorme monstruo negro. En cuanto estuve sentada dentro, al lado de la ventanilla, me senti mejor. Dejamos atras muchos paisajes maravillosos, montanas, rios y campos, muy diferentes de nuestros bosques transilvanos.

»En la estacion de la frontera descubri que era 19 de septiembre y dormi en un banco hasta que uno de los guardias me dejo entrar en su caseta y me dio un poco de cafe caliente.

Pregunto donde estaba mi marido, y yo dije que iba a Hungria para verle. A la manana siguiente, un hombre vestido de negro con sombrero vino en mi busca. La expresion de su rostro era bondadosa, me beso en ambas mejillas y me llamo 'hermana'. Quise a mi cunado desde aquel momento hasta el dia que murio, y aun le quiero. Era mas mi hermano que cualquiera de los mios. Se ocupo de todo, me invito a una comida caliente en el tren, que tomamos sentados a una mesa con mantel. Comimos y miramos por la ventana el paisaje.

»Eva nos estaba esperando en la estacion de Budapest. Vestia un traje y un bonito sombrero, y pense que parecia una reina. Me abrazo y beso muchas veces. Mi hija nacio en el mejor hospital de Budapest. Quise llamarla Eva, pero mi hermana dijo que preferia elegir el nombre ella, y la llamo Elena. Era una nina encantadora, de grandes ojos oscuros, y sonrio muy pronto, cuando solo tenia cinco dias. Todo el mundo dijo que nunca habia visto a un bebe sonreir tan pronto. Habia tenido la esperanza de que tuviera los ojos azules de Bartholomeo, pero habia salido a mi familia.

»No quise escribirle hasta que la nina naciera, porque deseaba hablarle de un bebe real, no de mi embarazo. Cuando Elena cumplio un mes, pedi a mi cunado que me ayudara a encontrar la direccion de la universidad de

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