– Senora Fontaine, no tiene que llevar usted eso. Llamare al botones…
Pero Sarah entraba ya en el ascensor.
– 25 de Whitstable Lane -murmuro cuando se cerro la puerta-. 25 de Whitstable Lane…
?Seria alli donde encontraria a Geoffrey?
El mar golpeaba los acantilados blancos. Desde el sendero de tierra que seguia Sarah, podia ver las olas chocando contra las rocas inferiores. Su violencia la asustaba. El sol se habia abierto paso ya a traves de la niebla de la manana, y los jardines de las casas dispersas florecian a pesar de la sal del aire y la tiza del suelo.
Encontro la casa que buscaba al final de Whitstable Lane. Era pequena, escondida detras de una valla blanca. En el pequeno jardin frontal se mezclaban rosas con petunias y acacias. El sonido de unas tijeras de podar la llevo a un lado de la casita, donde un anciano podaba un seto.
– ?Hola? -llamo desde el otro lado de la valla.
El viejo la miro.
– Busco a Geoffrey Fontaine -dijo la joven.
– No esta en casa, senorita.
A Sarah empezaron a temblarle las manos.
– ?Donde puedo encontrarlo? -pregunto.
– No lo se.
– ?Sabe cuando volvera a casa?
El anciano se encogio de hombros.
– Ni el ni la senora me cuentan a mi sus idas y venidas.
– ?Senora? -repitio Sarah.
– Si. la senora Fontaine.
– ?Se refiere a su… esposa?
El viejo la miro como si fuera idiota.
– Claro que si. Claro que, con un poco de imaginacion, uno podria pensar que quiza fuera su madre, pero yo diria que es demasiado joven para eso -solto una carcajada.
Sarah apretaba la valla con tanta fuerza que las puntas del final se clavaban en sus manos. En sus oidos habia un rugido extrano, como si una ola la hubiera envuelto y tirara de ella hacia el suelo. Busco en su bolso y saco una foto de Geoffrey.
– ?Este es el senor Fontaine? -pregunto con voz ronza.
– Desde luego. Tengo buena vista para las caras.
Sarah temblaba tanto que apenas pudo volver a guardar la foto en el bolso. Se agarro a la valla, intentado asimilar lo que acababa de oir. Aquello la habia pillado por sorpresa, y el dolor era mas de lo que podia soportar.
Otra mujer. ?No le habia preguntado alguien por aquello? No lo recordaba. Oh, si, habia sido Nick O'Hara. Y ella se habia enfadado con el. Pero el tenia razon, y ella habia sido una estupida.
No supo cuanto tiempo estuvo alli, entre las rosas y petunias. Habia perdido la nocion del tiempo y el espacio. Estaba como atontada. Su mente rehusaba aceptar mas dolor. Si lo hacia, quiza se volveria loca.
Solo oyo al viejo cuando la llamo por tercera vez.
– ?Senorita? ?Senorita? ?Necesita ayuda?
Sarah lo miro aturdida.
– No, no, estoy bien.
– ?Seguro?
– Si. Por favor… necesito encontrar a los Fontaine.
– No se, senorita. La senora hizo las maletas y se marcho hace dos semanas.
– ?Adonde fue?
– No tiene por costumbre dejar otra direccion.
Sarah busco un papel en su bolso y anoto su nombre y el hotel.
– Si vuelve alguno de los dos, por favor, digales que me llamen inmediatamente. Por favor.
– Si, senorita -el viejo doblo el papel sin mirarlo y se lo metio al bolsillo.
Sarah volvio hacia la calle como una borracha. Al comienzo de Whitstable Lane vio una fila de buzones. Miro hacia atras y vio que el viejo seguia podando el seto. Miro en el interior del buzon numero 25 y encontro solo un catalogo de venta por correo de unos grandes almacenes de Londres. Iba dirigido a la senora Eve Fontaine.
Eve.
Geoffrey la habia llamado por aquel nombre mas de una vez.
Devolvio el catalogo al buzon y tomo llorando la direccion de la estacion de tren.
Seis horas despues, Sarah entraba en su habitacion del hotel cansada, vacia y hambrienta. Sonaba el telefono.
– ?Diga?
– ?Sarah Fontaine? -era una voz ronca de mujer.
– Si.
– Geoffrey tenia una marca de nacimiento en el hombro izquierdo. ?Con que forma?
– Pero…
– ?Que forma?
– Una… una media luna. ?Es usted Eve?
– En El Cordero y la Rosa. Dorset Street. A las nueve en punto.
– Espere… ?Eve?
Clic.
Sarah miro su reloj. Tenia media hora para llegar a Dorset Street.
Cinco
El taxi se detuvo enfrente de la puerta de El Cordero y la Rosa. El conductor tomo el dinero que le tendia Sarah, gruno algo ininteligible y se alejo. La joven se quedo sola en la calle oscura.
Del pub llegaba ruido de risas y choques de vasos. Las ventanas emitian un resplandor suave amarillento. Cruzo la calle adoquinada y empujo la puerta.
Dentro ardia un fuego en la chimenea. Dos hombres se inclinaban sobre jarras de cerveza en la barra brillante de caoba. La miraron un instante y volvieron enseguida a sus jarras. Sarah se detuvo a calentarse ante el fuego sin dejar de observar la habitacion con sus ojos. La camarera de detras de la barra la miro a los ojos y senalo con la cabeza la sala de atras.
Sarah asintio sin palabras y siguio la direccion indicada. Varios reservados de madera se alineaban a lo largo de la pared. Una pareja se miraba a los ojos en el primero. Un hombre mayor con chaqueta de ante tomaba un whisky en el segundo. Antes de llegar al tercero supo que Eve estaria sentada alli. Una columna de humo de cigarrillo subia de entre las sombras. La mujer la miro al verla acercarse. Sus ojos se encontraron y ambas se comprendieron en aquella mirada. A pesar de la luz tenue del interior del pub, cada una de ellas veia el dolor de la otra.
Sarah se sento en el banco enfrente de Eve. Esta dio una calada nerviosa a su cigarrillo y sacudio la ceniza sin dejar de observarla. Era esbelta y rubia, de ojos verdosos que parecian cansados. Movia continuamente las manos. Cada pocos segundos miraba hacia la puerta del pub, como si esperara ver entrar a alguien. El humo del cigarrillo se enroscaba entre ellas como una serpiente.
– No es usted como esperaba -dijo Eve. Sarah reconocio la voz ronca del telefono. El acento era levemente continental, pero no ingles-. Es mas guapa de lo que esperaba. Y mas joven de lo que el dijo. ?Cuantos anos tiene? ?Veintisiete? ?Veintiocho?