– O estudiar otras posibilidades -anadio Nick.

– ?Has investigado esta direccion de Berlin?

Wes asintio.

– Ya no existe. La demolieron el ano pasado para hacer sitio a un rascacielos.

– Entonces estamos sin pistas -dijo Nick.

– Tengo una ultima fuente -comento Nick-. Un viejo amigo que trabajo para la CIA. Se retiro el ano pasado porque estaba harto de la profesion. Puede que sepa algo de Simon Dance y de Magus.

– Eso espero.

Wes se puso en pie.

– No puedo quedarme mucho. La furgoneta sigue esperando delante de mi casa. Llamadme manana a mediodia y quiza tenga algo.

– ?El mismo procedimiento?

– Si. Dame quince minutos despues de que llames. No siempre puedo ir a una cabina al instante -miro a Sarah-. Espero que todo esto se arregle pronto. Debes estar cansada de huir.

La joven asintio.

Miro a los dos hombres y penso que no era la falta de sueno ni las comidas irregulares lo que la agotaban, sino la ansiedad de no saber en quien confiar.

– Estas muy callada -dijo Nick-. ?Te ocurre algo?

Volvian andando hacia la pension. Nick habia entrado en una calle iluminada, pero ella anhelaba la oscuridad, un lugar lejos del trafico y las luces de neon.

– No lo se -suspiro. Se detuvo y lo miro a los ojos. Los de el eran impenetrables, oscuros, los ojos de un desconocido-. ?De verdad puedo confiar en ti?

– Vamos, Sarah. ?Que pregunta tan ridicula!

– ?Si nos hubieramos conocido de otro modo!

El hombre le acaricio el rostro con suavidad.

– Eso no podemos cambiarlo. Pero tienes que confiar en mi.

– Confiaba en Geoffrey -susurro ella.

– Pero yo soy Nick.

– ?Y quien es Nick? A veces me lo pregunto.

El hombre la tomo en sus brazos.

– Es normal. Pero con el tiempo dejaras de preguntartelo. Aprenderas a confiar en mi.

Sarah se dejo abrazar, pensando que quiza ese fuera uno de los ultimos recuerdos que tendria de Nick.

Cuando llegaron a la habitacion, en algun lugar del edificio sonaba una balada alemana interpretada por una mujer de voz triste.

Nick apago la luz. La musica estaba henchida de pena; era una cancion de partidas, del adios de una mujer. Sarah llevaria siempre aquella cancion en el corazon.

Nick se acerco a ella. La musica aumento de volumen y ella se enterro en sus brazos.

Sentia que se esforzaba por entender y deseaba contarselo todo. Lo amaba. De eso estaba segura.

La musica dejo de sonar. Solo se oia la respiracion de los dos.

– Hazme el amor -susurro ella-. Por favor. Ahora. Hazme el amor.

Los dedos de el bajaron por su rostro y se detuvieron en la mejilla.

– Sarah, no comprendo… Se que te pasa algo.

– No me preguntes nada. Hagamos el amor. Hazme olvidar. Quiero olvidar.

Nick lanzo un gemido y le tomo el rostro entre las manos.

Un instante despues disfrutaba del sabor de su boca. Sintio la mano de el bajo la blusa y la boca de el se cerro sobre su pecho. Apenas si se dio cuenta de que le bajaba la falda, estaba mucho mas pendiente de lo que le hacia con la boca.

Se dejo caer en la cama y el se echo encima de ella, dejandola sin aliento.

– Te he deseado desde el primer dia -susurro Nick-. No he pensado en otra cosa.

Tiro de su camisa y uno de los botones salto por los aires y aterrizo en el vientre desnudo de ella. El hombre lo aparto y beso con reverencia el lugar donde habia caido. Despues se incorporo y termino de desnudarse.

La luz de las farolas que entraba por la ventana iluminaba sus hombros desnudos. Sarah solo veia la linea de su rostro; el no era mas que una sombra, que adquirio fuego y sustancia cuando sus cuerpos se encontraron. Sus bocas se besaron con pasion; Nick invadia su boca, devorandola; y ella le daba la bienvenida con toda su alma.

La penetracion fue lenta, vacilante, como si temiera hacerle dano. Pero no tardo en olvidar todo freno hasta que ya no era Nick O'Hara, sino una criatura salvaje, indomable. Pero hasta el momento final hubo una ternura entre ellos que iba mas alla del deseo.

Hasta que no cayo exhausto a su lado, no volvio a pensar en el silencio de ella. Sabia que lo habia deseado; su respuesta habia superado todas sus fantasias. Pero algo le ocurria. Le toco la mejilla y la noto humeda. Algo habia cambiado.

Le preguntaria mas tarde. Cuando hubieran dado rienda suelta a su pasion, le obligaria a contarle por que lloraba. Todavia no. No estaba preparada. Y el la deseaba de nuevo. No podia esperar mas.

Cuando la penetro por segunda vez, olvido todas aquellas cuestiones. Lo olvido todo menos la suavidad y el calor de ella. Al dia siguiente se acordaria de lo que tenia que preguntarle.

Al dia siguiente.

– Buenos dias, senor Corrigan. ?Podemos charlar un rato con usted?

Por el tono de voz, Wes supo enseguida que no se trataba de una visita de cortesia. Miro a los dos hombres que acababan de entrar en su despacho. Uno era bajo y robusto; el otro alto y delgado. Ninguno sonreia.

Wes se aclaro la garganta.

– Hola, senores. ?Que desean?

El hombre alto se sento y lo miro a los ojos.

– ?Donde esta Nick O'Hara?

Wes sintio que se le congelaba la voz. Tardo unos segundos en recuperar la compostura, pero para entonces era demasiado tarde. Se habia traicionado. Aparto un monton de papeles y dijo:

– Ah… ?No esta en Washington?

El hombre bajito resoplo.

– No juegue con nosotros, Corrigan.

– ?Quien esta jugando? ?Y quienes son ustedes?

– Me llamo Van Dam -dijo el mas alto-. Y el es el senor Potter.

Wes se puso en pie y trato de parecer indignado.

– Miren, es sabado. Tengo cosas que hacer. ?Pueden pedir una cita para un dia entre semana como todo el mundo?

– Sientese, Corrigan.

– Queremos a O'Hara -dijo Potter.

– No puedo ayudarlos.

– ?Donde esta?

– En Washington. Yo mismo lo llame hace dos semanas para un tema consular.

Van Dam suspiro.

– No prolonguemos mas tiempo estas tonterias. Sabemos que esta en Berlin y que ayer estuvo usted buscando algo en los ordenadores para el. Es evidente que estan en contacto.

– Eso es pura especu…

– Vamos, senor Corrigan; todos sabemos por que busco usted ayer lo archivos de Geoffrey Fontaine y de Simon Dance. Y nosotros queremos al senor O'Hara.

– ?Por que lo quieren?

– Nos preocupa su seguridad -repuso Van Dam-. Y la de la mujer que viaja con el.

– Si, claro.

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