Liska piso el acelerador a fondo. Los neumaticos chirriaron sobre el hormigon. El hombre profirio un grito furioso y se aferro con sus manos maltratadas a los soportes del reposacabezas del acompanante. Liska levanto la Sig y le apunto a la cara.

– ?Fuera de mi coche! ?Soy policia!

El hombre abrio la boca de par en par y lanzo otro grito, que broto acompanado de una bocanada de aliento fetido. Liska le acerco el arma a la boca.

– ?Fuera, cabron!

Con una mano giro el volante a la izquierda y piso el freno para hacer patinar el Saturn. La parte posterior choco contra un monovolumen. El borracho se solto y salio despedido. Liska puso el freno de mano, bajo del coche y lo rodeo con la Sig en alto. El borracho yacia hecho un ovillo cerca de la puerta trasera de un Cadillac muy sucio de los setenta, inmovil como la muerte, con los ojos cerrados. Joder, lo que le faltaba, haberse cargado a un tio. El empleado del parking subio corriendo la rampa desde el nivel inferior; era un tipo gordo embutido en un uniforme barato y una parka demasiado pequena que dejaba al descubierto una panza enorme.

– ?Madre mia, senora! -jadeo sin resuello.

Hacia cinco grados bajo cero, pero sudaba como un cerdo, y el cabello castano se le pegaba lacio a la voluminosa cabeza. Al ver el arma abrio los ojos como platos y levanto los brazos.

– Soy policia -anuncio Liska-. Este hombre queda detenido. ?Hay algun guardia de seguridad de servicio?

– Esto… ahora tiene descanso.

– Ya, o sea que esta en el puticlub de la esquina.

El empleado abrio y cerro la boca como un pez. Liska examino al borracho en busca de algun indicio de que seguia vivo. Respiraba con regularidad, y su pulso era firme. No vio rastro de sangre, de modo que saco las esposas del abrigo y le esposo una muneca.

– ?Lleva movil? -pregunto al empleado.

– Si, senora.

– Llame a la policia y pida una ambulancia.

El hombre parecia a punto de salir despavorido.

– Si, senora, creia que usted era policia.

– Llame.

En aquel momento, el borracho entreabrio un ojo inyectado en sangre e intento enfocarlo en ella.

– Venga, tia -declaro-. Dame cinco dolares.

Liska lo fulmino con la mirada.

– Tienes derecho a permanecer en silencio. Ejercelo.

Cerro la otra esposa en torno a la manilla de la portezuela trasera del Cadillac, volvio al Saturn y saco una linterna enorme de la guantera. Aquel trasto pesaba kilo y medio y tambien hacia las veces de porra. El empleado seguia inmovil y con las manos en alto cuando bajo del coche.

– ?Por que no ha llamado?

– No queria hacer ningun movimiento brusco.

– Joder.

Encendio la linterna con la mano izquierda, saco la Sig del bolsillo y empezo a subir la rampa.

– ?Adonde va? -pregunto el empleado.

– A buscar al hombre del saco. Llame a la policia de una puta vez.

Eran casi las diez cuando Liska llego a su casa, exhausta y asqueada, sobre todo al ver que el coche de Speed le impedia entrar en el garaje. No importaba que de todos modos no pudiera aparcar en el garaje a causa de la mierda acumulada en el. Era cuestion de principios. Permanecio sentada en el Saturn, congelandose, pues la calefaccion no podia competir con el frio que entraba por la ventanilla rota. No habia hallado rastro del fantasma en el aparcamiento. Unos agentes uniformados se habian hecho cargo del borracho, Edward Gedes, y seguido a la ambulancia hasta el hospital del condado de Hennepin, donde matarian el tiempo tomando cafe y ligando con las enfermeras de urgencias mientras esperaban a que Edward fuera examinado. No habia mucho de que acusarle a menos que pudieran demostrar que el habia roto la ventanilla, y Liska no lo creia posible.

De hecho, el instinto le decia que no solo no se podria demostrar, sino que no habia sido el. Cabia la posibilidad de que Gedes hubiera destrozado la ventanilla y luego la hubiera esperado para abalanzarse sobre ella, pero no lo creia.

En el coche no faltaba nada, aunque tampoco es que guardara en el nada de valor. Desde luego, nadie habia roto la ventanilla para robar el muneco de Jesse Ventura de R. J. No habian registrado la guantera ni tocado el equipo de musica, cosa que incluso la habria tranquilizado, ya que el movil del robo habria conferido sentido al vidrio roto. Lo unico que habian tocado era la pila de correo comercial; una persona dispuesta a colarse en su coche estaba ahora en posesion de su direccion.

El fantasma entre las sombras.

?Por que su coche de entre todos los del aparcamiento?

Recogio sus cosas y se dirigio a la casa. Nadie reparo en su llegada. En el salon se libraba una batalla campal. En un rincon habian levantado una tienda improvisada con una manta. Las sillas del comedor aparecian boca abajo para hacer un fuerte en las inmediaciones del arbol de Navidad. Con los rostros pintarrajeados, los chicos corrian de un lado a otro en pijama, blandiendo sables luminosos de plastico y armando suficiente ruido para despertar a los muertos. Su ex marido estaba agazapado detras del sillon reclinable, con una bata sobre la ropa, un panuelo negro atado a la cabeza y una espada fosforescente de samurai en la mano.

– Bienvenida a casa, mama -canturreo mientras dejaba el bolso sobre la mesa del comedor-. ?Has tenido un buen dia? La verdad es que no -se respondio a si misma-, pero gracias por tu interes. Estoy encantada de estar en casa, donde reina la paz y el orden, y me siento arropada por el amor de todos.

Kyle fue el primero en reaccionar. Se detuvo en seco, y la sonrisa se borro de su rostro mientras miraba alternativamente a sus padres. Contaba dos anos mas que R. J., por lo que recordaba la hostilidad reinante al final de su matrimonio, y era muy sensible a la tension suspendida entre ellos.

– Hola, mama -saludo, mirando el juguete que tenia en la mano antes de dejarlo en el suelo, como si le diera verguenza que lo hubieran sorprendido en plena diversion.

Poseia la apostura de su padre, pero en sus facciones se advertia una seriedad de la que carecia Speed.

– Hola, grandullon -dijo Liska.

Se acerco a el, le alboroto el cabello y lo beso en la frente. Kyle clavo la mirada en el suelo.

R. J. chillo como un cerdo y echo a correr en circulos sin dejar de blandir el sable, negandose obstinado a tomar nota de la presencia de su madre. Una conocida oleada de furia la inundo al mirar a su ex.

– Hola, Speed, cuanto me alegro de verte. Otra vez. Te comportas casi como un padre o algo parecido. ?Donde esta Heather?

– La he enviado a casa -repuso Speed al incorporarse-. ?Por que pagar a la canguro si no hace falta? Hoy tenia un poco de tiempo y he venido.

– Que considerado al preocuparte por mi situacion economica -se mofo Liska, deseosa de anadir «sobre todo teniendo en cuenta que nunca te has molestado en contribuir a la causa», aunque contuvo la lengua por el bien de los chicos-. Es hora de irse a la cama, chicos -anadio, jugando de nuevo a ser la mala y detestando a Speed por obligarla a ello-. Id a lavaros la cara y cepillaros los dientes, por favor.

Kyle se dispuso a salir del salon. R, J. se la quedo mirando con los ojos muy abiertos y de repente profirio un espeluznante grito de guerra mientras daba un salto y agitaba los brazos como un autentico ninja.

Kyle se acerco a el y lo asio del brazo.

– Basta, tonto -espeto con voz severa.

Liska no lo reprendio.

– Ya se que estas acostumbrado a hacer lo que te sale de las narices -dijo a Speed en cuanto sus hijos se fueron-, pero los chicos van a la escuela y para ello necesitan ciertas horas de sueno.

– Por una vez que se acuesten tarde no pasa nada, Nikki.

– No.

Pero ?por que precisamente aquella noche?, quiso preguntarle, aunque callo por temor a romper a llorar si lo hacia. Estaba demasiado agotada para aguantar a Speed, y de la hamburguesa de Kovac ya hacia horas. Se restrego el rostro con las manos y se alejo de el en direccion a la cocina, donde empezo a rebuscar en una de las

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