– Vaya, muchas gracias.
– Estoy cansada, Speed. ?Te importaria marcharte?
Speed dio una larga chupada al cigarrillo, exhalo el humo y contemplo la calle mientras un sedan oscuro anodino pasaba de largo a escasa velocidad. Liska lo miro por el rabillo del ojo y se arrebujo en su abrigo.
– ?Llamaras al taller manana para que te arreglen la ventanilla? -quiso saber Speed, senalando el coche con el cigarrillo.
– No veo el momento de coger el telefono.
– Porque lo de la bolsa de basura queda cutrisimo.
– Gracias por preocuparte tanto por mi seguridad.
– Eres la madre de mis hijos.
– Lo cual no habla precisamente a favor de mi buen juicio.
– Eh, no me diras que te arrepientes de haberlos tenido -espeto Speed al tiempo que arrojaba la colilla a la nieve y la miraba de hito en hito.
– No me arrepiento de haber tenido a los chicos -repuso Liska, sosteniendo su mirada-. No me arrepiento en absoluto.
– Pero te arrepientes de lo nuestro.
– ?Por que me haces esto? -suspiro Liska, exhausta-. Me parece que es un poco tarde para lamentos y negociaciones, Speed. Nuestro matrimonio lleva mucho tiempo muerto.
Speed saco las llaves del bolsillo y selecciono la que necesitaba.
– Lamentarse es una perdida de tiempo. Vive el momento; nunca se sabe cual sera el ultimo.
– Y despues de tan alegres palabras… -se burlo Liska, volviendose hacia la casa.
Speed la asio del brazo al pasar. Estaba contemplando la posibilidad de besarla, Liska lo veia en su mirada y lo percibia en la tension de su cuerpo. Sin embargo, ella no queria y suponia que su ex se daba cuenta de ello.
– Cuidate, Nikki -dijo por fin en voz baja-. Eres demasiado valiente.
– Soy lo que necesito ser -replico ella. Speed esbozo una sonrisa triste y la solto.
– Lastima que yo nunca fuera lo que necesitabas.
– Yo no diria que nunca -puntualizo Liska, si bien mantuvo la mirada clavada en el suelo.
No lo siguio con la mirada mientras se alejaba, pero si cuando subio al coche y dio marcha atras para salir de la entrada. Permanecio inmovil delante de su casa hasta que los faros posteriores no fueron mas que un vago recuerdo. Y entonces estuvo de nuevo sola, se dijo mientras miraba la ventanilla remendada. O al menos eso esperaba.
Entro en la casa por la puerta trasera, cerro con llave y encendio la luz. Cuando se retiro al dormitorio, sola, un sedan oscuro paso por delante de su casa… por segunda vez.
Capitulo 12
La casa de Andy Fallon era una mancha oscura en el barrio; la unica iluminacion procedia de las luces del porche del vecino reflejadas en la cinta policial amarilla que sellaba la puerta principal.
Kovac despego la cinta y abrio con la llave. Siempre se le antojaba una intrusion entrar en una casa que habia pasado por la criba de los tecnicos forenses. Al menos una docena de desconocidos habia examinado, pisoteado y escudrinado toda la vivienda sin el consentimiento de su propietario. Habian tocado efectos personales, violado la santidad de la intimidad. Habian emitido juicios y hecho comentarios, y todo ello permanecia suspendido en el aire como un olor acre. Sin embargo, Kovac siempre intentaba regresar al lugar de los hechos si tenia ocasion, a fin de recorrer las estancias y hacerse una idea acerca de la personalidad de la victima antes de convertirse en fiambre.
Empezo por el salon, junto al arbol de Navidad, un abeto decorado con pequenas bombillas transparentes y una guirnalda de cuentas rojas. Era un arbol hermoso que despedia una fragancia a pino artificial. Kovac se arrodillo, inspecciono las etiquetas de los escasos regalos envueltos y tomo nota de los nombres. Casi todos ellos eran de Andy Fallon para Kirk, Aaron y Jessica… Cotejaria los nombres con las entradas en la agenda de Fallon para intentar determinar un circulo de amistades, y repetiria la operacion con las felicitaciones navidenas que llenaban una cesta sobre la mesilla de cafe.
Se dirigio al rincon que albergaba la television y el video para leer los titulos de las cintas. Milagro en la Calle 34, Holiday Inn, Que bello es vivir… una pelicula que empezaba con un hombre a punto de suicidarse, pero que tenia el tipico final almibarado de Hollywood. Ningun angel llamado Clarence habia rescatado a Andy Fallon de su destino. Kovac sabia por experiencia que nunca habia un angel a mano cuando mas lo necesitabas.
Cruzo el comedor de camino a la escalera. La estancia parecia estar en desuso, como sucedia con casi todos los comedores.
El bano principal situado al final de la escalera estaba repleto de los tipicos articulos que un hombre necesita a diario. No habia toallas en la cesta de la colada, aunque quiza se las habian llevado los tecnicos para analizarlas en busca de pelos y fluidos corporales que sirvieran para el examen de ADN. Si la muerte de Fallon hubiera sido un asesinato evidente o se hubiera determinado como tal, podria haber ordenado a los tecnicos que limpiaran los desagues de los lavabos para ver si encontraban pelos. A lo largo de su carrera, con semejantes pruebas nunca habian conseguido gran cosa, pero los fiscales siempre las acogian con satisfaccion. Sin embargo, aquel caso estaba oficialmente cerrado, de modo que nadie se dedicaria a pescar pelos de la banera de Andy Fallon.
En el botiquin encontro un frasco de Zoloft, un antidepresivo recetado por el doctor Seiros. Kovac anoto toda la informacion pertinente y volvio a dejar el frasco en el estante. Junto a el habia un frasco de analgesicos y otro de melatonina, pero ni rastro de Ambien.
El olor a muerte aun se percibia en el dormitorio pese al ambientador. Habian buscado huellas latentes, por lo que sobre las mesillas de noche y la comoda se apreciaba una finisima capa de polvo. Por lo demas, la habitacion estaba limpia como la de un hotel sin estrenar. La colcha azul aparecia completamente lisa sobre la cama de dosel. Kovac retiro una esquina y vio que las sabanas estaban impecables. A diferencia de su padre, Andy Fallon no tenia montones de ropa sucia en el suelo ni tarros de mermelada con restos de whisky desparramados por todas partes. Su armario estaba muy ordenado; doblaba la ropa interior y guardaba los calcetines emparejados en los cajones de la comoda.
Sobre la mesilla de noche se veia un libro de tapas duras sobre el viaje malogrado de un joven a los agrestes parajes de Alaska, probablemente lo bastante deprimente para justificar uno o dos Zolofts de mas. En el cajon habia un walkman, media docena de cintas de relajacion y meditacion y un par de caramelos para la tos de miel y limon. La mesilla del otro lado contenia una seleccion de velas chatas de color marfil en un cuenco metalico, cajas de cerillas de distintos restaurantes y bares, asi como un frasco de lubricante intimo.
Kovac cerro el cajon, paseo la mirada por el dormitorio y penso en Andy Fallon. El buen hijo. Concienzudo. Nunca daba problemas. Siempre deseoso de destacar. Sobre la comoda estaba la misma fotografia que Mike habia destrozado en un arranque de dolor. Andy el dia en que se graduo en la academia de policia. La copia de Andy estaba en un rincon, donde no pudiera caer por accidente. Un recuerdo que Andy Fallon habia conservado y refrescado cada dia de su vida pese a la tension reinante entre el y su padre.
Una oleada de tristeza recorrio a Kovac, despojandolo de toda energia. Tal vez esa era la razon por la que nunca habia intentado en serio ser nada mas que un policia. Habia visto demasiadas familias desgarradas como trapos viejos, destruidas por culpa de expectativas poco realistas o incumplidas. La gente nunca se conformaba; querer ser mas, querer ser mejor, querer lo inalcanzable formaba parte de la naturaleza humana.
Respiro hondo y cuando estaba a punto de salir de la habitacion se detuvo en seco, pues acababa de percibir un levisimo olor a tabaco frio. En un principio creyo que procedia de su propia ropa, pero enseguida descarto tal posibilidad. No, era un olor semioculto tras el ambientador con olor a pino, casi imperceptible, pero no del todo.
En la habitacion no habia ceniceros ni paquetes de cigarrillos medio vacios. No habia hallado en ninguna parte de la casa pruebas que senalaran a un fumador, y los tecnicos forenses tenian prohibido fumar mientras