– Algun dia seran de nuestra hija -declaro el-. Pense que seria algo apropiado.
Hope devolvio el collar al interior de la cajita. Toda su alegria habia desaparecido de repente. Al mirar a su esposo se dijo que Philip ya adoraba a la criatura, que ya habia caido bajo el poder de «la oscuridad» sin siquiera saberlo.
– Ha causado sensacion en la maternidad -continuo Philip-. Creo que todas las enfermeras del hospital han pasado por aqui para verla. Dicen que es la nina mas bonita que han visto nunca. Lo que no saben es que yo soy el hombre mas afortunado del mundo.
En aquel momento, el bebe empezo a llorar. Hope no reacciono. Sabia de sobra lo que tenia que hacer, pero la perspectiva de dar el pecho a su hija la repugnaba.
Poco a poco, los gritos de la nina se hicieron mas intensos. Philip fruncio el ceno, obviamente confuso ante la situacion.
– Hope, carino, tiene hambre. Tendras que alimentarla.
Hope nego con la cabeza mientras el rostro del bebe enrojecia al llorar. En su locura, penso que habia algo en sus rasgos que pertenecia a sus peores pesadillas. Penso que la oscuridad era muy fuerte en aquella criatura.
Philip apreto los dedos sobre su mano.
– Hope, carino, debes darle el pecho -insistio.
Al ver que su esposa no reaccionaba, tomo al bebe en brazos; pero la nina no dejaba de llorar. Entonces intento darselo, pero Hope se nego. Miro a su alrededor, desesperada por escapar de aquella situacion. Estaba obsesionada con la supuesta maldicion de las Pierron y convencida de haber cometido un error al quedar embarazada.
Se sentia atrapada, e impotente. Como habia sucedido durante su infancia en la mansion de su madre.
– No puedo -dijo, al borde de la histeria-. No lo hare.
– Carino…
En aquel instante entro una enfermera.
– ?Que sucede?
– No quiere alimentar al bebe -contesto Philip-. Ni siquiera quiere tomarlo en sus brazos. Y no se que hacer.
– Senora Saint Germaine, su hija tiene hambre -dijo la enfermera, con firmeza-. Debe alimentarla. Dejara de llorar en cuanto…
– ?No! -exclamo, presa del panico-. No lo hare. Por favor, Philip, no me hagas esto. No puedo hacerlo. No puedo.
Su marido la miro como si se hubiera vuelto loca.
– Hope, ?que ocurre? Carino, es nuestra hija. Te necesita.
– No lo comprendes. No entiendes nada -dijo entre sollozos-. Marchate, por favor. Dejame sola.
Capitulo 2
Philip August Saint Germaine III llevaba una existencia idilica y despreocupada, hasta el punto de que lo envidiaban por ello. Pertenecia a una familia rica y bien avenida. Era un hombre poderoso, atletico y bastante atractivo, que siempre habia destacado en los estudios durante su juventud, no solo por su inteligencia sino tambien por su encanto.
En realidad, no habia tenido que trabajar para conseguir nada. Ni titulos, ni mujeres, ni dinero. Todo le habia llegado siempre en bandeja de plata y con una sonrisa; y entre todas las cosas destacaba el hotel Saint Charles, la joya mas preciada de la fortuna familiar. Sin embargo, aceptaba su suerte con total naturalidad y poseia la etica suficiente como para no olvidar a los que tenian mucho menos que el. De hecho hacia generosas donaciones a diversas organizaciones de solidaridad, aunque en parte se debia a que tal acto evitaba que se sintiera culpable.
Con una arrogancia mas que justificada, habia pensado que nada desagradable podia tocarlo, que nada podia hacerlo infeliz. Hasta, exactamente, treinta y seis horas antes.
Pero ahora, mientras contemplaba a una enfermera que estaba alimentando a su preciosa hija, su arrogancia habia desaparecido. Tenia la impresion de que su idilica vida se derrumbaba a su alrededor.
Las ultimas horas habian sido una pesadilla de la que no podia a despertar. La mujer que amaba, generalmente tan tranquila y adorable, se habia convertido en un monstruo, en una persona que lo asustaba.
Se llevo una mano a la cabeza. Le dolia bastante, por la ansiedad y por la falta de sueno. No solo lo habia insultado con expresiones que ni siquiera imaginaba que conociera, sino que al intentar hablar con ella, para que pusieran un nombre a la nina, dijo que lo odiaba.
Con todo, lo peor habia sido el brillo de sus ojos mientras hablaba. Un brillo de evidente locura que lo asusto. En cuanto la miro supo que la vida que habia conocido desapareceria para siempre.
Se metio las manos en los bolsillos y observo a su hija mientras tomaba el biberon. Ya era la viva imagen de su madre. No podia comprender que Hope la mirara con horror, que se negara incluso a tocarla. Al parecer, veia en ella algo monstruoso y terrible.
Por desgracia no comprendia en absoluto la actitud de su esposa, y no podia hacer nada para ayudarla. Todo habia ocurrido de manera imprevista, sin ningun sentido aparente. Hope parecia estar muy ilusionada con el nacimiento de su primer hijo. No habia sufrido durante el embarazo, y ni siquiera se habia sentido revuelta por las mananas. Hasta habian hablado mas de una vez sobre lo que haria su hijo, sobre lo que seria. Al margen de su absoluta conviccion de que se trataria de un nino, su actitud habia parecido, en todo momento, normal.
Philip se estremecio. No sabia que iba a hacer si la perdia, si la mujer que tanto habia amado desaparecia para siempre. La queria con locura. Siempre la habia querido.
La enfermera dejo de alimentar al bebe y lo dejo en una cuna. Philip observo la escena a traves del cristal de la maternidad, pero por alguna razon recordo a Hope, la noche en que la conocio. El se encontraba en Menfis por asuntos de negocios, y los habian presentado unos amigos. Cuando la vio por primera vez estaba riendo, con su largo y sedoso cabello cayendo hacia un lado. De inmediato sintio el deseo de tocar su pelo, de sentir su textura en los labios. Se habia excitado con algo tan simple como verla hablar.
En cuanto se encontraron sus miradas, Philip supo que Hope sabia lo que estaba pensando, y que se alegraba por ello. En aquel instante, se enamoro. Fue todo un flechazo.
Durante los dias siguientes fueron inseparables. Le conto todo lo que habia que contar sobre su vida, y ella compartio su existencia con el. La tragica historia de la muerte de sus padres, mientras viajaban por Italia, lo habia estremecido tanto como el hecho de que se quedara sola a los diecisiete anos.
Habia algo en ella que hacia que se sintiera el hombre mas importante del mundo. Deseo protegerla contra todos los inconvenientes de la vida, dejar que entrara a su idilico mundo.
De haber sido un hombre mas atrevido, habria confesado su amor de inmediato. Pero espero durante seis largas y terribles semanas.
Tanto su familia como los amigos insistieron en que se habia vuelto loco hasta que la conocieron. Entonces, tambien ellos cayeron ante su encanto. Hasta sus padres, siempre tan criticos, alabaron su buen gusto al elegirla.
En cualquier caso, a Philip no le importaba demasiado la opinion de sus padres. Estaba dispuesto a enfrentarse a cualquiera, y a cualquier cosa, por estar con ella.
En cuanto a la noche de bodas, no podria olvidarla nunca. Hope le habia hecho todo tipo de cosas, tan hermosas como inimaginables, pero con tal dulzura e inocencia que tuvo la impresion de estar acostandose con una mujer virgen. Incluso despues de lo sucedido con su hija, se excitaba con solo recordarlo.
A veces pensaba que su vida era un continuo viaje entre noche y noche, siempre esperando a hacer el amor de nuevo. Cuando no podian hacerlo, experimentaba una verdadera tortura. Ninguna mujer habia conseguido que sintiera algo parecido.
– Ah, estas aqui.
El medico de Hope se acerco a el. Harland LeBlanc habia sido el medico de todos los ninos de la familia, y a pesar de sus sesenta anos parecia mucho mas joven. Lo consideraban el mejor obstetra de Nueva Orleans, y