Philip se sentia mucho mas tranquilo al saber que Hope recibiria el mejor cuidado posible.

– Tienes una hija preciosa, Philip. De hecho no creo haber visto un bebe tan lindo en toda mi vida.

– Y sin embargo, Hope ni siquiera quiere mirarla. No la ha tocado, y se niega a ponerle un nombre.

– Se que estas viviendo una situacion dificil, pero…

– ?Dificil? -pregunto con ironia-. No creo que lo comprendas. No podrias entenderlo. No estabas a mi lado esta manana, cuando Hope me insulto repetidas veces, cuando dijo que me odiaba solo porque queria dar un nombre a nuestra hija. Me miro de tal modo que senti miedo. No pense nunca que mi propia esposa pudiera mirarme de aquella manera.

El medico puso una mano sobre su hombro para animarlo.

– Lo creas o no, lo entiendo. He contemplado comportamientos similares en el pasado, y pasara. Todo saldra bien.

– ?Estas seguro? ?Que ocurrira si no se le pasa? No podria soportar perderla. Ella es todo para mi.

Philip se aclaro la garganta como si al hacerlo pudiera librarse de aquel nudo. Se sentia estupido y expuesto.

– Amo a mi esposa, Harland. A veces pienso que la amo demasiado.

– Mira, Philip, lo que sucede con Hope no es tan extrano como puedas imaginar. Un sorprendente numero de mujeres se deprime despues de un parto. A veces la depresion es tan terrible que abandonan a sus familias o hacen algo aun peor.

Philip lo miro y arqueo las cejas.

– ?Peor?

– Mas de una ha llegado a matar a su hijo, Philip. Por horrible que pueda parecer.

– No es posible que estes insinuando que Hope podria matar a nuestra hija…

– Por supuesto que no -nego con rapidez-, pero creo que deberia permanecer en el hospital unos cuantos dias. Tenemos que asegurarnos, por si acaso.

Philip se sintio peor que nunca. Harland LeBlanc, el mejor medico en su campo, estaba preocupado. Mas preocupado de lo que pretendia aparentar.

Respiro profundamente y se dijo que Harland no conocia a su esposa tanto como el. Intento convencerse de que todo se solucionaria cuando Hope regresara a la normalidad, cuando volviera a sentirse rodeada por las personas que queria y por sus cosas.

– ?De verdad lo crees necesario, Harland? Creo que necesita volver a casa. Nuestra hija, al menos, lo necesita. En cuanto estemos alli, Hope se acostumbrara. Seguro.

– ?Y que ocurriria si no fuera asi? La depresion posparto se debe a los naturales desequilibrios hormonales en el cuerpo de las mujeres. Hasta cierto punto, Hope no puede controlar su actitud. No intenta actuar de forma irracional -nego con la cabeza-. ?Que pasara si le doy el alta y no se acostumbra, si ocurre algo terrible? No quiero arriesgarme, Philip. ?Y tu?

– No, claro que no -acepto.

– Muy bien. Tu esposa te necesita mas que nunca. Dijiste que la amabas, y ahora ha llegado el momento de demostrarlo.

Philip intento tranquilizarse un poco. Hope lo necesitaba. Su hija lo necesitaba. Debia ser fuerte.

– ?Que puedo hacer? Dimelo y lo hare.

– Apoyala. Intenta comprenderla, y se carinoso. Se que es duro, pero debes comprender que sufre de una especie de locura transitoria, que no es capaz de controlar. Esta asustada. Posiblemente, mas que tu. Necesita tiempo. Necesita de toda tu paciencia y de todo tu amor.

Philip miro de nuevo a su hija, que se habia dormido. Con el corazon roto, penso en lo mucho que necesitaba a su madre.

– ?Y si mi amor y mi apoyo no son suficientes? Entonces, ?que pasara, Harland?

El medico tardo unos segundos en contestar.

– Tendran que serlo, Philip -suspiro-. Ahora mismo, no tienes mas opciones.

Capitulo 3

Hope desperto sobresaltada. Cubierta de sudor, y respirando con dificultad, miro a su alrededor como si esperara encontrarse en la habitacion de la mansion donde habia crecido. Pero en lugar de eso solo vio los muebles funcionales y sencillos de su propio dormitorio.

Se sintio aliviada. Estaba en Nueva Orleans, y la casa de River Road se encontraba muy lejos, a toda una vida de distancia.

Aun no se habia recuperado de la pesadilla nocturna. Habia sonado que se encontraba de nuevo en la mansion, espiando a una pareja que hacia el amor. Se suponia que la mujer era su hermana, pero cuando se dio la vuelta y contemplo su rostro observo que era ella misma.

Intento olvidar aquellas imagenes. Noche tras noche la atormentaban, y estaba convencida de que lo hacian porque la «oscuridad» la perseguia, porque de hecho ya habia ganado.

Se llevo las manos a la cara y se dijo que no podia permitir que venciera. Habia trabajado demasiado por todo lo que habia conseguido, y no tenia intencion de sucumbir entonces. No sabia a quien acudir, en quien podia confiar. Philip empezaba a perder la paciencia con ella, y tanto su familia como los amigos adoptaban una actitud distante y desconfiada en su presencia. Notaba la desaprobacion en sus rostros, y no dejaba de preguntarse cuanto tiempo pasaria antes de que alguien averiguara la verdad sobre su pasado. Antes de que su nueva vida se derrumbara.

Debia aceptar a su hija y comportarse como una madre decente. Lo sabia muy bien. Pero cada vez que la tomaba en brazos sentia asco. Era incapaz de mostrar un afecto que no sentia.

Se levanto de la cama y camino hacia la puerta, descalza. Echo un vistazo al pasillo y vio que no habia nadie, ni siquiera una enfermera. Solo oyo el gemido de una mujer, al fondo.

Al parecer, la senora Vincent habia perdido a su hijo. Philip se lo habia contado, y suponia que lo habia hecho para que fuera consciente de la suerte que tenia al haber dado a luz a un bebe con buena salud. Por desgracia, Hope lamento que la criatura que habia muerto no fuera la suya.

Sin embargo, sabia muy bien que las Pierron gozaban de extraordinaria salud.

Desesperada, penso que no tenia escapatoria. Tenia que salir del hospital para respirar aire fresco. Necesitaba huir de la insufrible compasion de los miembros del hospital. Debia de encontrar a alguien que la comprendiera y que la ayudara.

Obsesionada con su extrano concepto religioso del bien y del mal, decidio ir a una iglesia. Penso que un sacerdote la ayudaria y la comprenderia. Podria confesarse, en la seguridad de que el secreto de confesion impediria que nadie supiera la verdad.

Camino hacia el armario y se vistio tan rapidamente como pudo. Estaba segura de que un sacerdote sabria que hacer en aquel caso, pero la posibilidad de que no fuera asi la asusto.

Respiro profundamente e intento tranquilizarse un poco. Si cedia ahora, la «oscuridad» la devoraria.

Descolgo el auricular del telefono y pidio un taxi con tanta calma como pudo. Acto seguido tomo el bolso y camino de puntillas hacia la puerta. Salio de la habitacion y llego al ascensor sin encontrarse con nadie. Sabia que las enfermeras, o el propio Philip, habrian impedido que se marchara de alli. No la comprendian.

Tal y como esperaba, el ascensor estaba vacio. Cuando llego al piso inferior vio que el guardia de seguridad estaba coqueteando con la recepcionista, pero no se fijaron en ella.

De inmediato se encontro en la calle. La noche de Nueva Orleans resultaba tan humeda como siempre, pero respiro profundamente sintiendose agradecida por aquel soplo de libertad.

La luna se reflejaba sobre la acera mojada, y de los arboles aun goteaba agua de la reciente lluvia.

Al cabo de unos segundos, llego el taxi. Hope entro en el vehiculo y dijo:

– A la catedral de San Luis.

La catedral de Jackson Square era una de las pocas iglesias en las que sabia que encontraria un sacerdote dispuesto a confesarla a altas horas de la noche.

El interior del taxi olia a tabaco. El conductor no dijo nada, de manera que Hope se limito a mirar por la

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