Sus propios sentimientos resultaban mucho mas dificiles de asumir. Se sentia furiosa, traicionada, sola, confusa, impotente, como si la hubieran cortado en pedazos. En el corto espacio de veinticuatro horas su vida habia cambiado por completo. Su madre, y la vida que habia llevado, habian sido una terrible e inmensa mentira.
Ni siquiera sabia quien era ella misma.
De manera que habia regresado a la casa de River Road para encontrarse con sus raices y recomponer de algun modo su existencia.
Despues de varias semanas creia haberlo logrado.
Glory dejo la pequena pala sobre la tierra humeda y oscura. El sol de junio calentaba su espalda, y su cuerpo estaba empapado de sudor. Le encantaba todo aquello. Le gustaba el calor, la humedad, incluso el sudor.
En poco tiempo tendria que regresar a la ciudad, al despacho con aire acondicionado del hotel. Sonrio e introdujo la planta en el agujero que habia hecho, antes de cubrirlo. Habia hablado varias veces con Jonathan Michaels desde su primer encuentro, y los abogados se estaban encargando de solucionar los detalles del acuerdo.
Habia tomado la decision mas acertada. Ademas, necesitaba bastante dinero para restaurar la mansion de las Pierron. Tenia que rehabilitar el lugar para hacer tres suites lujosas para invitados y una mas que utilizaria como lugar de residencia. Por otra parte, no tendria mas remedio que contratar a un ama de llaves, un encargado, varios guias turisticos y otras tantas personas para la limpieza.
Sabia que no ganaria dinero con ello, pero no le importaba. Lo hacia por amor. La mansion de las Pierron formaba parte de la historia de Luisiana, y de su propia historia. Y no queria que se olvidara como tantas otras.
Sonrio, se limpio las manos y admiro su trabajo. Habia pasado toda una semana arreglando el jardin. Y ahora estaba decorado con un triple macizo de preciosas begonias rojas.
Le habia parecido un color muy adecuado para homenajear a las tres mujeres que habian vivido y trabajado en aquella casa. Mujeres de vidas fascinantes, que habian vivido grandes suenos y terribles decepciones.
Glory las comprendia. Todas habian sido buenas personas, muy lejos en todos los aspectos de las figuras diabolicas de la mente de su madre. Habian estado perdidas y atrapadas en un mundo que no les habia dejado otra opcion, en un mundo que las utilizaba para arrojarlas despues a una vida sin amor ni respeto.
Se levanto una ligera brisa, procedente del Misisipi. Glory levanto la cabeza para oler la fragancia. Al comprender a sus antepasadas habia llegado a comprenderse a si misma. Ella tambien habia estado atrapada. Por la falta de amor de su madre, por su incapacidad para aceptarse, por la necesidad de cambiar y de amoldarse a la persona que su madre deseaba que fuera.
Movio la cabeza en gesto negativo al recordar. Hope siempre la habia mirado como si tuviera algo malo, como si estuviera dominada por algun tipo de horrendo demonio.
Pero el unico mal se encontraba en la mente de su madre.
Glory rio. Por fin era libre. Libre para amarse, libre para siempre. No volveria a intentar ser lo que no era. No volveria a dejar de creer en si misma. No volveria a preguntarse quien era Glory Saint Germaine.
Ahora lo sabia.
En aquel instante oyo que se aproximaba un coche por el vado. Se dio la vuelta y uso una mano a modo de visera para defenderse del sol.
Era Santos.
Su corazon empezo a latir mas deprisa, pero no se movio. Prefirio dejar que la encontrara. Lo habia echado mucho de menos. Habia deseado verlo con todo su corazon, pero tenia que enfrentarse a sus propios fantasmas.
Habia descubierto que no aceptaria ninguna relacion con Santos sin contar con su compromiso profundo. Pero mientras lo observaba tuvo que admitir que una oferta por su parte resultaria muy tentadora.
Santos se detuvo ante ella y la miro sin sonreir.
– Hola, Glory.
– Hola, Santos. Me preguntaba cuando vendrias, si venias.
– Y yo me preguntaba si desearias que lo hiciera.
– Lo deseaba, y lo deseo. Me alegra que estes aqui.
Glory puso una mano sobre su pecho. Podia sentir los fuertes y seguros latidos de su corazon.
– ?Te encuentras bien? He estado preocupado por ti -declaro, tomando su mano.
Glory sonrio.
– Estoy bien. Muy bien.
– Te he echado de menos.
Glory sintio una profunda alegria.
– Y yo tambien a ti.
Santos se inclino para besarla, pero apenas rozo sus labios.
– Te he traido algo.
– ?De verdad? -pregunto, encantada.
Santos saco una cajita blanca del bolsillo de la chaqueta. Al menos habia sido blanca en algun momento. Ahora estaba desgastada y aranada, como si hubiera pasado toda una vida en el puno de alguna persona.
Tomo la mano de Glory, la abrio y la deposito sobre su palma.
– Es para ti.
Glory la miro con un nudo en la garganta. Habia algo en los ojos de Santos que no habia contemplado con anterioridad, algo profundo, calido y fuerte. Mientras abria la cajita, casi de forma solemne, sus manos empezaron a temblar. En el interior descubrio unos pendientes envueltos en un panuelo. Levanto uno y lo miro contra el sol. Estaba hecho de cristal coloreado y brillaba bajo la luz con toda la gama del arco iris.
– Eran de mi madre -dijo con suavidad-. Es lo unico que tengo de ella. Le gustaban mucho.
Santos los tomo y se los puso. Glory empezo a llorar.
– A mi tambien -declaro, mirandolo-. Los guardare siempre.
Glory lo tomo de la mano y lo llevo a la casa, al piso superior. Una vez alli hicieron el amor en una cama iluminada por la luz del sol. Y esta vez fue amor verdadero, por primera vez desde su adolescencia. Fue como regresar a un tiempo en que eran demasiado jovenes para saber que tenian el paraiso en sus manos.
Ahora ya no eran tan jovenes. Y lo sabian.