Javier Marias

Travesia Del Horizonte

Para Carmen Garcia Mallo

LIBRO PRIMERO

Aun no se si sus intenciones eran, como el manifestaba con demasiada reiteracion, puramente romanticas, o si bien todo aquel artificio respondia a un postrer esfuerzo por restablecer su menguada reputacion de intrepido aventurero; o bien, incluso -y aunque no creo que asi fuera-, si se debia a las vulgares ofertas de alguna institucion cientifica. Bien es verdad que los que nos vimos envueltos en ello nos dejamos convencer con excesiva facilidad por su entusiasmo, y hasta me atreveria a decir, aunque me cueste confesarlo a la vista de los resultados, que cuando surgieron los primeros inconvenientes, todavia en tierra, y se hablo de abandonar lo que aun no era mas que un proyecto, fuimos nosotros, y no los oportunistas hombres de ciencia que amparados por las autoridades ya se nos habian agregado, quienes mas empeno pusimos en superarlos y mas insistimos en que, a pesar de las adversidades y aun en las peores condiciones, debiamos zarpar.

Tal vez no sea muy honesto y lo mas probable es que trate de consolarme mediante erroneas suposiciones, pero pienso que en otras circunstancias, en Paris, por ejemplo, las cosas se habrian desarrollado de muy distinta manera. Si nuestro primer encuentro hubiera tenido lugar en los Italianos, una manana primaveral, o en la opera, durante el transcurso de un sabroso entreacto en el palco de Mme D' Almeida, en vez de haberse producido de forma abrupta en medio de la inmensidad de nauseabundas aguas que dia tras dia nos cercaban, es muy posible que ahora mis quejas, al menos, estuvieran revestidas de cierta elegancia y privadas de tanto rencor.

En Alejandria el clima es inconstante desde diciembre hasta marzo, pero predominan los dias frios y soleados y de vez en cuando hay fuertes precipitaciones de lluvia y granizo acompanadas de vientos tormentosos. Agosto es el mes mas calido, y aunque en esta epoca del ano la brisa del mar modera las temperaturas, la humedad es notable y sumamente perjudicial para la salud. La ciudad, Al Iskandariyah para sus habitantes, se encuentra sobre una faja de terreno que separa al Mediterraneo del lago Mareotis y sobre un promontorio en forma de T que da pie a la existencia de puertos al este y al oeste. La vertical de la T era, antiguamente, una mole que llegaba hasta la isla de Faros, en cuya parte oriental Ptolomeo II mando construir su faro por el elevado precio de 800 talentos. Tal vez la zona mas bella de la urbe sea la del puerto; o quiza no, en tal caso lo seria la Grand Square (antes Place des Consuls), con la iglesia anglicana de St Mark al norte, edificada sobre un terreno regalado por Mohammed Ali el Grande a la comunidad britanica en 1839, la zona mas europea de la ciudad.

La sensacion de hacer el ridiculo, de perder una oportunidad largo tiempo ansiada, de comportarse de manera innoble, de desbaratar unos planes para siempre, de no estar a la altura de las circunstancias, de carecer de tacto y de mesura, de resultar impertinente y poco sutil, de perder las simpatias de otra persona, y, en resumen, de ser un patan, es quiza la mas dolorosa y humillante que un caballero puede experimentar.

Sin embargo, una reconsideracion de los hechos, unas horas mas tarde, tranquila y despejada mi mente gracias a la brisa nocturna, logro aliviar mis pesares y devolverme la serenidad: para aquellas personas que, como yo, tienden a ser dociles y faciles de contentar, no es problema hallar argumentos que, una vez desechado un proyecto o perdida una ilusion, nos convenzan de su banalidad e incluso consigan que nos regocijemos y nos sintamos liberados ante dicha privacion. A la manana siguiente todo -o casi todo- habia sido olvidado.

LIBRO SEGUNDO

Al ser mencionada cierta persona que, segun uno de los asistentes, habia muerto en bancarrota a causa de su desmedido amor por la pintura despues de haber gozado durante muchos anos de una posicion de privilegio, un caballero, cuyo nombre no habia podido captar dos horas antes, cuando me habia sido presentado, comento con pesadumbre el reciente fin en parecidas circunstancias de un buen amigo suyo que habia dedicado su vida y su fortuna a tratar de averiguar los motivos que habian impulsado a Victor Arledge, en su primera madurez, a abandonar la literatura y refugiarse en la mansion de un lejano pariente escoces, donde habia fallecido tres anos mas tarde, a la edad de treinta y ocho. Interrogado por una de las senoras, que, de acuerdo con la informacion que se me dio con posterioridad, habia realizado una tesis sobre la figura del famoso autor y desconocia la existencia -y por tanto las investigaciones- del amigo del senor Holden Branshaw -o Hordern Bragshawe- este manifesto que, sin embargo su amigo aunque no habia llegado a establecer en su totalidad las causas que nos habian hecho perder prematuramente a tan firme valor literario habia descubierto datos suficientes para trabar una historia tan ambigua y atractiva acerca de personaje en cuestion que durante el ultimo ano de su vida se habia dedicado a verterla en forma de novela, obra que, con el titulo de La travesia del horizonte, se encontraba ahora en su poder y que, en su opinion, representaria una vez publicada la triste consagracion de su amigo como uno de los mejores novelistas de los ultimos tiempos, y que por ello, si bien, como antes habia senalado, este habia perdido su vida y su dinero, se podria decir, desde un punto de vista no demasiado exigente, que no habia perdido su tiempo.

Las categoricas afirmaciones del senor Branshaw no suscitaron ninguna reaccion entre los presentes y, puesto que la noche avanzaba y la reunion habia ido languideciendo desde hacia media hora, los invitados se levantaron con una unanimidad que demostraba que constituian un verdadero grupo, se despidieron de mi no sin antes haberme dado las gracias por tan agradable velada, y partieron. Cuando regrese al salon tuve ocasion de comprobar que, sin embargo, ni el senor Branshaw ni la dama que habia realizado su tesis sobre Victor Arledge se habian movido de sus asientos y que charlaban con reservada amistosidad. Me servi una copa de oporto y, haciendo el menor ruido posible para no interrumpirles, me sente en un sillon. La damita, menuda y de edad indefinida, tanto como lo eran el color de su sencillo vestido y las causas de su presencia en mi salon, seguia interrogando, si bien con cortesia tambien con cierta avidez mal disimulada, al senor Branshaw acerca de la novela de su amigo. Despues de un velado forcejeo en el que la senora llevaba la peor parte -las respuestas de Branshaw eran mas que laconicas y era evidente que tenia prisa- ella se decidio a pedirle que le prestara la novela durante unos dias, ya que su publicacion, al depender todavia del permiso que habrian de otorgar los parientes de Arledge para la revelacion de secretos de la vida del autor, no era definitiva. Ante mi relativo asombro -tal vez fueron las prisas mencionadas y el visible afan de Branshaw por zafarse de momento de las preguntas de la damita lo que le impulso a hacer aquella proposicion- concertaron una cita para el dia siguiente por la manana con la perspectiva de una lectura en voz alta que evitaria al senor Holden Branshaw tener que desprenderse, aunque solo fuera por unos dias, del original de la obra. No se Si por deferencia o por temor a encontrarse totalmente a solas con la senora, Branshaw me rogo que, si el asunto me interesaba o despertaba mi curiosidad, no dejara de acudir a su casa al dia siguiente, a lo que yo, sin duda por deferencia conteste que no faltaria y que le agradecia mucho su gentileza. Holden Branshaw y la damita, ella con el rostro encendido de satisfaccion, se despidieron y partieron por diferentes caminos.

Cuando me desperte a la manana siguiente, mas tarde de lo que acostumbro, sin acordarme para nada del senor Branshaw, algo aletargado tal vez por la ultima copa de oporto, una sirvienta estaba poco menos que aporreando mi puerta y me anunciaba con insistencia que la senorita Bunnage me aguardaba en el salon desde

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