asi participaras en nuestros dialogos filosoficos…
Crantor contemplaba la copa de vino con expresion divertida, como si encontrara en ella algo sumamente gracioso o ridiculo.
– Te lo agradezco, Diagoras -replico-, pero me lo pensare. Lo cierto es que vuestras teorias no me seducen.
Y, como si hubiera gastado una broma estupenda, se rio por lo bajo.
Diagoras, un poco confuso, pregunto con amabilidad:
– ?Y que teorias te seducen?
– Vivir.
– ?Vivir?
Crantor asintio sin dejar de mirar hacia la copa. Diagoras dijo:
– Vivir no es ninguna teoria. Para vivir, solo necesitas estar vivo.
– No: hay que aprender a vivir.
Diagoras, que habia deseado marcharse un momento antes, se sentia ahora profesionalmente interesado en el dialogo. Adelanto la cabeza y acaricio su bien recortada barba ateniense con la punta de sus delgados dedos.
– Es muy curioso eso que dices, Crantor. Explicame, por favor, pues me temo que lo ignoro: ?como se aprende, segun tu opinion, a vivir?
– No puedo explicartelo.
– Pero, de hecho, parece que tu lo has aprendido.
Crantor asintio. Diagoras dijo:
– ?Y de que forma se puede aprender algo que despues no es posible explicar?
De repente, Crantor mostro su inmensa dentadura blanca emboscada en el laberinto del pelo.
– Atenienses… -gruno en un tono tan bajo que Diagoras, al pronto, no entendio bien lo que decia. Pero conforme hablaba fue elevando poco a poco la voz, como si, hallandose lejos, se aproximara a su interlocutor en violenta embestida-: No importa cuanto tiempo te ausentes, siguen siendo los mismos de siempre… Los atenienses… ?Oh, vuestra pasion por los juegos de palabras, los sofismas, los textos, los dialogos! ?Vuestra forma de aprender con el trasero apoyado en el banco, escuchando, leyendo, descifrando palabras, inventando argumentos y contraargumentos en un dialogo infinito! Los atenienses… un pueblo de hombres que piensan y escuchan musica… y otro pueblo, mucho mas numeroso pero gobernado por el primero, de gentes que gozan y sufren sin saber siquiera leer ni escribir… -se levanto de un salto y se dirigio a uno de los ventanucos de la pared, por donde se filtraba el confuso clamor de las diversiones leneas-. Escuchalo, Diagoras… El verdadero pueblo ateniense. Su historia nunca quedara grabada en las estelas funerarias ni se conservara escrita en los papiros donde vuestros filosofos redactan sus maravillosas obras… Es un pueblo que ni siquiera habla: muge, brama como un toro enloquecido… -se aparto de la ventana. Diagoras advertia en sus movimientos cierta cualidad salvaje, casi feroz-. Un pueblo de hombres que comen, beben, fornican y se divierten, creyendose poseidos por el extasis de los dioses… ?Escuchalos!… Estan ahi fuera.
– Hay diferentes clases de hombres, al igual que hay diferentes clases de vinos, Crantor -observo Diagoras-: Ese pueblo que mencionas no sabe razonar bien. Los hombres que saben razonar pertenecen a una categoria mas elevada, y, forzosamente, deben dirigir a…
El grito fue salvaje, inesperado. Cerbero, ladrando con violencia, acentuo las estentoreas exclamaciones de su amo.
– ?Razonar!… ?De que os sirve razonar?… ?Razonasteis la guerra contra Esparta?… ?Razonasteis la ambicion de vuestro imperio?… ?Pericles, Alcibiades, Cleon, los hombres que os condujeron a la matanza!… ?Ellos eran razonables?… Y ahora, en la derrota, ?que os queda?… ?Razonar la gloria del pasado!
– ?Hablas como si no fueras ateniense! -protesto Diagoras.
– ?Marchate de Atenas, y tu tambien dejaras de serlo! ?Solo se puede ser ateniense dentro de las murallas de esta absurda ciudad!… Lo primero que descubres cuando sales de aqui es que no hay una sola verdad: todos los hombres poseen la suya propia. Y mas alla, abres los ojos… y solo distingues la negrura del caos.
Hubo una pausa. Incluso los furiosos ladridos de Cerbero cesaron. Diagoras se volvio hacia Heracles como si este hubiese dado muestras de querer intervenir, pero el Descifrador parecia sumido en sus propios pensamientos, por lo que Diagoras supuso que consideraba la conversacion exclusivamente «filosofica» y, por tanto, le cedia todas las replicas. Entonces se aclaro la garganta y dijo:
– Se lo que quieres decir, Crantor, pero te equivocas. Esa negrura a la que te refieres, y en la que solo ves el caos, es unicamente tu ignorancia. Crees que no hay verdades absolutas e inmutables, pero puedo asegurarte que si las hay, aunque sea dificil percibirlas. Dices que cada hombre posee su propia verdad. Te respondo que cada hombre posee su propia
– El Traductor -dijo Crantor, interrumpiendolo.
– ?Que?
El enorme rostro de Crantor, iluminado desde abajo por las lamparas, parecia una misteriosa mascara.
– Es una creencia muy extendida en algunos lugares lejos de Grecia -dijo-. Segun ella, todo lo que hacemos y decimos son palabras escritas en otro idioma en un inmenso papiro. Y hay Alguien que esta leyendo ahora mismo ese papiro y descifra nuestras acciones y pensamientos, descubriendo claves ocultas en el texto de nuestra vida. A ese Alguien lo llaman el Interprete o el Traductor… Quienes creen en El piensan que nuestra vida posee un sentido final que nosotros mismos desconocemos, pero que el Traductor puede ir descubriendo conforme nos
Heracles, que habia permanecido en silencio hasta entonces, dijo:
– ?Y de que les sirve creer en ese estupido Traductor si al final se van a morir igual de ignorantes?
– Bueno, hay quienes piensan que es posible
– Y quienes asi opinan, ?que le dicen a ese… Traductor? -pregunto Diagoras, a quien aquella creencia le parecia no menos ridicula que a Heracles.
– Depende -dijo Crantor-. Algunos lo alaban o le piden cosas como, por ejemplo, que les diga lo que va a sucederles en capitulos futuros… Otros lo desafian, pues saben, o creen saber, que el Traductor, en realidad, no existe…
– ?Y como lo desafian? -pregunto Diagoras.
– Le gritan -dijo Crantor.
Y de repente levanto la mirada hacia el oscuro techo de la habitacion. Parecia buscar algo.
Te buscaba a ti. [29]
– ?Escucha, Traductor! -grito con su voz poderosa-. ?Tu, que tan seguro te sientes de existir! ?Dime quien soy!… ?Interpreta mi lenguaje y defineme!… ?Te desafio a comprenderme!… ?Tu, que crees que solo somos palabras escritas hace mucho tiempo!… ?Tu, que piensas que nuestra historia oculta una clave final!… ?Razoname, Traductor!… ?Dime quien soy… si es que, al leerme, eres capaz tambien de
Ponsica entro con una cratera repleta y sirvio mas vino. Aprovechando la pausa, Crantor dijo:
– Voy a dar un paseo. El aire de la noche me hara bien…
El perro blanco y deforme siguio sus pasos. Un momento despues, Heracles comento:
– No le hagas demasiado caso, buen Diagoras. Siempre fue muy impulsivo y muy extrano, y el tiempo y las experiencias han acentuado esas peculiaridades de su caracter. Nunca tuvo paciencia para sentarse y hablar durante largo rato; le confundian los razonamientos complejos… No parecia ateniense, pero tampoco espartano,