reunimos en el agora: las mujeres debemos callar y acatar, incluso, vuestros errores. Yo, ya lo sabes, no soy mas que cualquier otra mujer, no se leer ni escribir, no he visto otros cielos ni otras tierras, pero me gusta pensar… ?Y sabes lo que pienso? Que Atenas esta hecha de leyes rancias como la piedra de los antiguos templos. La Acropolis es fria como un cementerio. Las columnas del Partenon son barrotes de jaula: los pajaros no pueden volar en su interior. La paz… si, hay paz. Pero ?a que precio? ?Que hemos hecho con nuestras vidas, Heracles?… Antes era mejor. Al menos, todos pensabamos que las cosas eran mejores… Nuestros padres asi lo creian.

– Pero se equivocaban -dijo Heracles-. Antes no era mejor que ahora. Tampoco mucho peor. Simplemente habia una guerra.

Inmovil, Etis replico con rapidez, como si respondiera a una pregunta:

– Antes me amabas.

Heracles se sintio fuera de si mismo, observandose reclinado en el divan, muy quieto, con expresion indiferente, respirando con calma. Sin embargo, reconocia que en su cuerpo se producian algunos hechos: de repente, por ejemplo, sus manos estaban frias y sudorosas. Ella agrego:

– Y yo a ti.

?Por que cambiaba de tema?, pensaba el. ?Era incapaz de mantener un dialogo razonable, equilibrado, como el que elaboran dos hombres? ?Por que ahora, y de repente, aquellas cuestiones personales? Se removio inquieto en el divan.

– Perdona, oh Heracles, por favor. Considera mis palabras como el aliento de una mujer solitaria… Sin embargo, me pregunto: ?nunca pensaste que las cosas hubieran podido ser de otra manera? No, no es eso lo que quiero decir: se que nunca lo pensaste. Pero ?nunca lo sentiste?

?Y ahora, aquella absurda pregunta! Dedujo que habia perdido la costumbre de hablar con las mujeres. Incluso con su ultimo cliente, Diagoras, era posible entablar cierto nivel de conversacion logica, pese a la obvia oposicion de temperamentos. Pero ?con las mujeres? ?Que pretendia ella con aquella pregunta? ?Acaso las mujeres podian recordar todos y cada uno de los sentimientos que habian experimentado en el pasado? Y aun admitiendo que asi fuese: ?que importaba? Las sensaciones, los sentimientos, eran pajaros multicolores: iban y venian, fugaces como el sueno, y el lo sabia. Pero a ella, que evidentemente lo ignoraba, ?como iba a poder explicarselo?

– Etis -dijo, aclarandose la garganta-: Sentiamos unas cosas cuando eramos jovenes, y otras muy distintas ahora. ?Quien puede decir con certeza que habria ocurrido en uno u otro caso? Ya se que Hagesikora fue la mujer que mis padres me impusieron, y, pese a que no me dio hijos, fui feliz con ella y la llore cuando murio. En cuanto a Meragro, te eligio a ti…

– Y yo lo elegi a el cuando tu elegiste a Hagesikora, pues fue el hombre que mis padres me impusieron - repuso Etis, interrumpiendolo-. Y tambien fui feliz con el y lo llore cuando murio. Y ahora… aqui estamos ambos, moderadamente felices, sin atrevernos a hablar de todo lo que hemos perdido, de cada una de las oportunidades que desperdiciamos, cada desaire a nuestros instintos, cada insulto a nuestros deseos… razonando… inventando razones -hizo una pausa y parpadeo varias veces, como si despertara de un sueno-. Pero te repito que disculpes estas pequenas locuras. Se ha marchado el ultimo hombre de mi casa, y… ?que somos las mujeres sin los hombres? Tu eres el primero que nos visita despues de los agapes funerarios.

«Asi pues, hablaba de esto por el dolor que siente», penso Heracles, comprensivo. Decidio ser amable:

– ?Como esta Elea?

– Se soporta a si misma aun. Pero sufre cuando piensa en su terrible soledad.

– ?Y Daminos de Clazobion?

– Es un negociante. No aceptara casarse con Elea hasta que yo muera. La ley se lo permite. Ahora, tras la muerte de su hermano, mi hija se ha convertido legalmente en epiclera, y debe contraer matrimonio para que nuestra fortuna no pase a manos del Estado. Daminos posee la prerrogativa de tomarla como esposa, pues es su tio por linea paterna, pero no me guarda demasiado aprecio, menos aun desde la muerte de Meragro, y esta esperando, como dicen que esperan las aves funebres el desmayo de los cuerpos, a que yo desaparezca. No me importa -se froto los brazos-. Al menos, tendre la seguridad de que esta casa formara parte de la herencia de Elea. Ademas, no tengo donde elegir: ya podras imaginarte que mi hija no cuenta con muchos pretendientes, pues nuestra familia cayo en deshonor…

Tras breve pausa, Heracles dijo:

– Etis, he aceptado un pequeno trabajo -ella lo miro. El hablo con rapidez, en un tono formal-. No puedo revelarte el nombre de mi cliente, pero te aseguro que es una persona honesta. En cuanto a la labor, se relaciona de alguna forma con Tramaco… Crei que debia aceptarlo… y decirtelo.

Etis apreto los labios.

– ?Has venido a verme, pues, como Descifrador de Enigmas?

– No. He venido a decirtelo. No te importunare mas si no lo deseas.

– ?Que clase de misterio puede relacionarse con mi hijo? Su vida no tenia secretos para mi…

Heracles respiro profundamente.

– No debes preocuparte: mi investigacion no esta centrada en Tramaco, aunque vuela a su alrededor. Me serviria de mucha ayuda que contestaras a algunas preguntas.

– Muy bien -dijo Etis, pero en un tono que parecia evidenciar que pensaba justo lo opuesto.

– ?Notabas a tu hijo preocupado en los ultimos meses?

La mujer fruncio el ceno, pensativa.

– No… Era el mismo de siempre. No me parecio especialmente preocupado.

– ?Pasabas mucho tiempo con el?

– No, porque, aunque yo lo deseaba, no queria agobiarlo. Se habia vuelto muy sensible en ese aspecto, como dicen que se vuelven los hijos varones en las casas gobernadas por mujeres. No soportaba que nos entrometieramos en su vida. Queria volar lejos -hizo una pausa-. Ansiaba cumplir la edad de la efebia, y asi poder marcharse de aqui. Y Hera sabe que yo no lo censuraba.

Heracles asintio cerrando brevemente los ojos, en un gesto que parecia indicar que estaba de acuerdo con todo lo que Etis dijera sin necesidad de que ella lo dijese. Despues comento:

– Se que se educaba en la Academia…

– Si. Quise que fuera asi, no solo por el sino tambien en recuerdo de su padre. Ya sabes que Platon y Meragro mantenian cierta amistad. Y Tramaco era un buen alumno, segun decian sus mentores…

– ?Que hacia en su tiempo libre?

Tras breve pausa, Etis dijo:

– Te responderia que no lo se, pero, como madre, creo saberlo: hiciera lo que hiciese, Heracles, no seria muy diferente de lo que hace cualquier muchacho de su edad. Ya era un hombre, aunque la ley no lo admitiese. Y era dueno de su vida, como cualquier otro hombre. A nosotras no nos dejaba meter las narices en sus asuntos. «Limitate a ser la mejor madre de Atenas», me decia… -sus palidos labios iniciaron una sonrisa-. Pero te repito que no

tenia secretos para mi: yo sabia que se estaba educando bien en la Academia. Su pequena intimidad no me importaba: lo dejaba volar libre.

– ?Era muy religioso?

Etis sonrio y se removio en el divan.

– Oh, si, los Sagrados Misterios. Acudir a Eleusis es lo unico que me queda. No sabes que fuerzas me da, pobre viuda como soy, tener algo distinto en lo que creer, Heracles… -el no modifico la expresion de su rostro mientras la miraba-. Pero no he contestado a tu pregunta… Si, era religioso… A su modo. Nos acompanaba a Eleusis, si eso es lo que significa ser religioso. Pero confiaba mas en sus fuerzas que en sus creencias.

– ?Conoces a Antiso y Eunio?

– Claro que si. Sus mejores amigos, companeros de la Academia y vastagos de buenas familias. En ocasiones, tambien acudian a Eleusis con nosotros. Tengo la mejor opinion sobre ellos: eran dignos amigos de mi hijo.

– Etis… ?era costumbre de Tramaco marcharse a cazar en solitario?

– A veces. Le gustaba demostrar que estaba preparado para la vida -sonrio-. Y, de hecho, lo estaba.

– Disculpa el desorden de mis preguntas, por favor, pero ya te dije que mi investigacion no se centraba en Tramaco… ?Conoces a Menecmo, el escultor poeta?

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