– Haces bien en no tener miedo. Ya eres casi un efebo.

– Si, ya lo soy -admitio el nino con orgullo.

Se cruzaron con el hombre erizado de gusanos que venia en direccion contraria. El hombre no los miro al pasar, porque sus cuencas se hallaban desahuciadas. Siguio caminando en silencio, llevando consigo la fetidez de mil dias de cementerio. [127] Cuando llegaron al cenaculo, el nino dijo:

– Bueno, aguarda aqui. Avisare al ama.

– Te lo agradezco.

Se separaron con un gesto de divertida complicidad, y Heracles penso de repente que, con el mismo gesto, se estaba despidiendo para siempre, no solo del nino sino de aquella lobrega casa y de todos sus habitantes, aun de sus propios recuerdos. Era como si el mundo hubiese muerto y el fuera el unico que lo supiera. Sin embargo, por alguna extrana razon, nada le entristecia mas que abandonar al nino: ni siquiera sus recuerdos, tenues o duraderos, valiosos o rutiles, le parecian mas importantes que aquella hermosa e inteligente criatura, aquel diminuto hombrecito del que -vayase a saber por que misterioso azar o graciosa y perpetua coincidencia- seguia sin conocer el nombre.

La presencia de Etis se hizo notar, como siempre, por su voz.

– Demasiadas visitas en poco tiempo, Heracles Pontor, para tratarse de simple cortesia.

Heracles, que no la habia visto llegar, se inclino ante ella a modo de saludo, y repuso:

– No es cortesia. Te prometi que regresaria para contarte lo que averiguara sobre lo ocurrido con tu hijo.

Tras una brevisima pausa, Etis hizo un gesto hacia las esclavas, que abandonaron el cenaculo en silencio, y, con la misma dignidad con que acostumbraba a expresarlo todo, le indico a Heracles uno de los divanes y se reclino en el otro. Estaba… ?Elegante? ?Hermosa? Heracles no supo adjetivarla. Le parecio que gran parte de aquella madura belleza consistia en el suave toque de albayalde en las mejillas, la tintura de los ojos, el destello de los broches y brazaletes y la armonia del oscuro peplo. Pero, desprovistos de ayuda, su semblante adusto y sus formas sinuosas seguirian conservando todo su poder… o quizas obtendrian uno nuevo.

– ?Ni siquiera te han ofrecido mis esclavos un manto seco? -dijo ella-. Hare que los azoten.

– No importa. Queria verte cuanto antes.

– Gran interes tienes en contarme lo que sabes.

– Asi es.

Desvio la vista de la oscura mirada de Etis. La oyo decir:

– Habla, pues.

Contemplando sus propias manos regordetas entrelazadas sobre el divan, Heracles dijo:

– La ultima vez que estuve aqui, mencione que Tramaco tenia un problema. No me equivocaba: lo tenia. Naturalmente, a su edad cualquier cosa puede convertirse en un problema. Las almas de los jovenes son de arcilla, y nosotros las moldeamos a nuestro antojo. Pero nunca se hallan a salvo de contradicciones, de dudas… Necesitan una educacion vigorosa…

– Tramaco la tuvo.

– No me cabe la menor duda, pero era demasiado joven.

– Era un hombre.

– No, Etis: hubiera podido llegar a serlo, pero la Parca no le concedio tal oportunidad. Aun era un nino cuando murio.

Hubo un silencio. Heracles se atuso lentamente la plateada barba. Despues dijo:

– Y quizas ese fue su problema: que nadie le dejo llegar a ser hombre.

– Comprendo -Etis lanzo un breve suspiro-. Habias de ese escultor… Menecmo. Se todo lo que sucedio entre ellos, aunque, por fortuna, no me obligaron a asistir al juicio. Bien. Tramaco pudo elegir, y lo eligio a el. Es una cuestion de responsabilidad, ?no?

– Puede ser -admitio Heracles.

– Ademas, estoy segura de que nunca tuvo miedo.

– ?Tu crees? -Heracles alzo las cejas-. No se. Quiza disimulaba su terror frente a ti, para que tu no sufrieras por su causa…

– ?Que quieres decir?

El no contesto. Siguio hablando sin mirar a Etis, como si divagara a solas.

– Aunque… ?quien sabe? Puede que su terror no te resultara tan desconocido. Cuando Meragro murio, tuviste que soportar mucha soledad, ?no es cierto? La onerosa carga de dos hijos sin educar, viviendo en una ciudad que os habia cerrado las puertas, en esta oscura casa… Porque tu casa es muy oscura, Etis. Los esclavos dicen que en ella habitan los espectros… Me pregunto cuantos espectros habeis visto tus hijos y tu durante todos estos anos… ?Cuanta soledad es necesaria? ?Cuanta oscuridad se precisa para que los seres se transformen?… En el pasado, todo era distinto…

Con inesperada suavidad, Etis lo interrumpio:

– Tu no recuerdas el pasado, Heracles.

– No de forma voluntaria, lo admito, pero te equivocas si crees que el pasado no ha significado nada para mi…

Bajo el tono de voz y prosiguio, con identica frialdad, como si razonara consigo mismo:

– El pasado tenia tus formas. Ahora lo se, y puedo decirtelo. El pasado me sonreia con tu rostro de adolescente. Durante mucho tiempo, mi pasado fue tu sonrisa… Tampoco de forma voluntaria, es cierto, pero las cosas son como son, y quiza haya llegado el momento de admitirlas, de reconocerlas…, quiero decir, de reconocermelas a mi mismo, aunque ni tu ni yo podamos hacer nada al respecto…

Hablaba en rapidos murmullos, con los ojos bajos, sin concederle una tregua al silencio.

– Pero ahora… ahora te contemplo y no logro saber que queda de ese pasado en tu semblante… Y no creas que me importa. Ya te lo he dicho: las cosas son como los dioses quieren, de nada sirve lamentarse. Ademas, yo soy un hombre poco dado a emocionarme, ya lo sabes… Pero de repente he descubierto que no estoy a salvo de las emociones, aunque sean breves e infrecuentes… Y eso es todo.

Hizo una pausa y trago saliva. Un levisimo fantasma de rubor tenia sus carnosas mejillas. «Se estara preguntando a que ha venido esta declaracion», penso. Entonces, elevando un poco mas la voz, continuo, en tono intrascendente:

– No obstante, me gustaria saber algo antes de marcharme… Es muy importante para mi, Etis. No se trata de nada relacionado con mi trabajo como Descifrador, te lo aseguro; es una cuestion puramente personal…

– ?Que es lo que quieres saber?

Heracles se llevo una mano a los labios como si de repente hubiese notado un fuerte dolor en la boca. Tras una pausa, aun sin mirar a Etis, dijo:

– Antes debo explicarte algo. Desde que comence a investigar la muerte de Tramaco, un sueno espantoso ha estado inquietando mis noches: veia una mano aferrando un corazon recien arrancado y un soldado a lo lejos diciendo algo que no podia escuchar. Nunca le he dado mucha importancia a los suenos, pues siempre me han parecido absurdos, irracionales, opuestos a las leyes de la logica, pero este en concreto me ha hecho pensar que… En fin, debo reconocer que la Verdad, a veces, escoge extranas formas de manifestarse. Porque este sueno me advertia de un pormenor que yo habia olvidado, una nimiedad que, sin duda, mi mente se habia negado a recordar durante todo este tiempo…

Se paso la lengua por los resecos labios y prosiguio:

– La noche en que trajeron el cadaver de Tramaco, el capitan de la guardia fronteriza aseguro que solo te habia dicho que tu hijo habia muerto, sin ofrecerte detalles… Esas eran las palabras que pronunciaba, una y otra vez, el soldado de mi sueno: «Solo le hemos dicho que su hijo ha muerto». Despues, cuando te visite para darte el pesame, dijiste algo parecido a: «Los dioses sonrieron cuando arrancaron y devoraron el corazon de mi hijo». Ahora bien: a Tramaco, en efecto, le habian arrancado el corazon, Aschilos acababa de comprobarlo en el cadaver… Pero tu, Etis, ?como lo sabias?

Por primera vez, Heracles alzo la vista hacia el inexpresivo rostro de la mujer. Prosiguio, sin ninguna clase de emocion, como si estuviese a punto de morir:

– Una simple frase, sin mas… Solo palabras. Razonablemente, no hay ningun motivo para pensar que

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