signifiquen otra cosa que un lamento, una metafora, una exageracion del lenguaje… Pero no es mi razon: es el sueno. El sueno es lo que me dice que esa frase fue un error, ?verdad?… Deseabas enganarme con tus falsos gritos de dolor, con tus imprecaciones contra los dioses, y cometiste un error. Y tu simple frase quedo guardada dentro de mi como una semilla, y germino despues en un sueno horrible… El sueno me decia la verdad, pero yo no lograba averiguar a quien pertenecia la mano que aferraba el corazon, esa mano que me hacia temblar y gemir todas las noches, esa mano tan delgada, Etis…
Por un instante su voz se quebro. Hizo una pausa. Volvio a bajar los ojos y dijo, con calma:
– Lo demas ha sido sencillo: tu afirmabas ser devota de los Sagrados Misterios, igual que tu hijo, y que Antiso, Eunio y Menecmo… igual que la esclava que intento asesinarme esta noche… Pero esos Sagrados Misterios no son los de Eleusis, ?no es cierto? -alzo rapidamente la mano, como si temiera una respuesta-. ?Oh, me da igual, te lo juro! No deseo inmiscuirme en tus creencias religiosas… Ya te he dicho que solo he venido a saber una cosa, y despues me marchare…
Contemplo fijamente el rostro de la mujer. Con suavidad, casi con ternura, anadio:
– Dime, Etis, pues mi alma se angustia con esta duda… Si es cierto, tal como creo, que eres de
Hubo un breve silencio.
– No participe, Heracles, te lo aseguro… -afirmo Etis, conmovida-. Hubiera sido incapaz de hacerle dano a mi propio hijo.
Heracles fue a replicar algo, pero le parecio extrano que las palabras, bien formadas en su mente, no afloraran a sus labios. Parpadeo, confuso y sorprendido por aquella inesperada… [128]
– Necesito otra frase tuya para aliviar la angustia que me provocaste con la primera. Te juro por Zeus que no me importara saber cual de las dos es la Verdad. Respondeme que no participaste, y tienes mi palabra de que saldre por esa puerta y no volvere a molestarte…
Hubo un breve silencio.
– Yo fui la primera que clavo las unas en su pecho -dijo Etis con voz atona.
Heracles fue a replicar algo, pero le parecio extrano que las palabras, bien formadas en su mente, no afloraran a sus labios. Parpadeo, confuso y sorprendido por aquella inesperada afonia. La voz de ella le llego tenue y terrible como un recuerdo doloroso.
– No me importa que no seas capaz de entenderlo. ?Que puedes entender tu, Heracles Pontor? Has obedecido las leyes desde que naciste. ?Que sabes de la libertad, de los instintos, de la… rabia? ?Como dijiste? ?«Tuviste que soportar mucha soledad»? ?Que sabes tu de mi soledad?… Para ti, «soledad» es una palabra mas. Para mi ha sido una opresion en el pecho, la huida del sueno y el descanso… ?Que sabes tu?
«No tiene derecho, ademas, a maltratarme», penso Heracles.
– Tu y yo nos amabamos -prosiguio Etis-, pero te humillaste cuando tu padre te ordeno, o te aconsejo, si prefieres, casarte con Hagesikora. Ella era mas… ?como decirlo? ?Apropiada? Procedia de una noble familia de aristocratas. Y si esa era la voluntad de tu padre, ?acaso ibas a desobedecer? No hubiera sido virtuoso ni legal… Las Leyes, la Virtud… ?He aqui los nombres de las cabezas del perro que custodia este reino de los muertos que es Atenas: Ley, Virtud, Razon, Justicia…! ?Te sorprende saber que algunos no aceptemos seguir agonizando en esta hermosa tumba?… -su oscura mirada parecio perderse en algun punto de la habitacion mientras proseguia-: Mi esposo, tu amigo de juventud, queria transformar politicamente nuestra absurda forma de vida. Opinaba que los espartanos, al menos, no eran hipocritas: hacian la guerra y no les molestaba reconocerlo, incluso presumian de ella. Colaboro con la tirania de los Treinta, en efecto, pero ese no fue su gran error. Su error consistio en confiar mas en los demas que en si mismo… hasta que la mayoria de «los demas» lo condeno a muerte en la Asamblea… -apreto los labios en una rigida mueca-. Aunque quiza cometiera otro error mas grave: creer que todo esto, este reino de difuntos inteligentes, de cadaveres que piensan y dialogan, podia transformarse con un simple cambio politico -su risa sono hueca, vacia-. ?Lo mismo cree el ingenuo de Platon!… ?Pero muchos hemos aprendido que no se puede cambiar nada si primero no cambiamos nosotros!… ?Si, Heracles Pontor: me siento orgullosa de la fe que profeso! Para mentes como la tuya, una religion que rinde homenaje a los dioses mas antiguos mediante el despedazamiento ritual de los adeptos es absurda, ya lo se, y no voy a pretender convencerte de lo contrario… Pero ?hay alguna religion que no sea absurda?… ?Socrates, el gran racionalista, las denostaba todas, y por eso lo condenasteis!… ?Tiempos vendran, sin embargo, en que devorar a alguien a quien amas sea considerado un acto piadoso!…, ?Pues que!… ?Ni tu ni yo lo veremos, pero nuestros sacerdotes aseguran que, en el futuro, se fundaran religiones que adoraran a dioses torturados y destrozados!… ?Quien sabe?… ?Quiza, incluso, el acto mas sagrado de adoracion consista en
Heracles penso que aquella nueva actitud de ella lo ayudaba: su inexpresividad anterior, su aparente indiferencia, eran como plomo fundido para su animo; pero aquel despertar de su furia le permitia enfrentar el problema desde cierta distancia. Dijo, con calma:
– Quieres decir, Etis, devorar a los dioses
Ella no contesto.
De repente, de forma totalmente inesperada, el Descifrador sintio la abrupta llegada de un vomito a su boca. Y de manera igualmente brusca supo, un instante despues, que no eran sino palabras. Pero las expulso como un vomito, perdiendo por un instante su rigida compostura:
– ??Todo eso que me has dicho te hizo hurgar en su corazon mientras el te miraba, agonizante??… ??Que sentias cuando
– Placer -dijo ella.
Por alguna razon, aquella simple respuesta no incomodo a Heracles Pontor. «Lo ha reconocido», penso, mas tranquilo. «Ah, bien… ?Ha sido capaz de reconocerlo!» Incluso se permitio recobrar la calma, aunque su creciente inquietud lo obligo a levantarse del divan. Etis tambien lo hizo, pero con delicadeza, como si deseara indicarle que la visita habia terminado. En la habitacion se encontraban ahora -cuando habian entrado, Heracles no podia decirlo- Elea y varias esclavas. Todo aquello parecia una especie de conclave familiar. Elea se acerco a su madre y la abrazo carinosamente, como si quisiera demostrar con aquel gesto que la apoyaba hasta el final. Dirigiendose siempre a Heracles, Etis dijo:
– Lo que hemos hecho es dificil de comprender, ya lo se. Pero quiza pueda explicartelo de esta forma: Elea y yo amabamos a Tramaco mas que a nuestra propia vida, pues el era el unico hombre que nos quedaba. Y precisamente por ese motivo, debido al amor que le profesabamos, nos alegramos tanto cuando resulto elegido para el sacrificio ritual, pues constituia el mayor deseo de Tramaco… y ?que otra alegria podia esperar una pobre viuda como yo, sino complacer el mayor deseo de su unico hijo varon? -hizo una pausa y sus ojos destellaron de jubilo. Cuando prosiguio, lo hizo en voz muy baja, tierna, casi musical, como si pretendiera acunar a un recien nacido-: Al llegar el momento, lo amamos mas que nunca… Te juro, Heracles, que jamas me he sentido mas madre que entonces, cuando… cuando hundi mis dedos en el… Fue, para mi, un misterio tan hermoso como dar a luz -y anadio, como si acabara de contar un secreto muy intimo y decidiera continuar con la conversacion normal-: Se que no eres capaz de entenderlo, porque no es algo que la razon pueda comprender… Debes sentirlo, Heracles. Sentirlo como lo sentimos nosotras… Tienes que hacer un esfuerzo por sentirlo… -de repente, su tono se hizo implorante-: ?Deja de pensar por un momento y entregate a la
– ?A cual? -replico Heracles-. ?A la que os procura el bebedizo que tomais?
Etis sonrio.
– Si, el