Rebusque entre mis papeles, irritado.

– ?Tambien aqui? -le senale una hoja-. ?Tambien cuando Heracles Pontor habla con un supuesto traductor secuestrado, en el falso capitulo octavo? ?Aqui tambien mordi un «cebo eidetico»?

– Asi es -contesto con calma-. A lo largo de la obra se menciona a un Traductor al que Crantor, a veces, se dirige en segunda persona, y con el que Heracles habla en ese «falso» capitulo… ?Pero ello no significa que seas tu!…

No supe que contestar: su logica era aplastante. De repente escuche su risita a traves de la mascara.

– ?Ah, la literatura!… -dijo-. ?Leer no es pensar a solas, amigo mio: leer es dialogar! Pero el dialogo de la lectura es un dialogo platonico: tu interlocutor es una idea. Sin embargo, no es una idea inmutable: al dialogar con ella, la modificas, la haces tuya, llegas a creer en su existencia independiente… Los libros eideticos aprovechan esta caracteristica para tender habiles trampas… que pueden… enloquecerte -y anadio, tras un silencio-: Lo mismo le ocurrio a Montalo, tu predecesor…

– ?Montalo? -senti frio en las entranas-. ?Montalo estuvo aqui?

Hubo una pausa. Entonces la mascara estallo en una risotada estrepitosa y dijo:

– Claro que estuvo… ?Mas tiempo del que crees! En realidad, yo conoci esta obra gracias a su edicion, igual que tu. Pero yo sabia que La caverna ocultaba una clave, asi que lo encerre y lo obligue a encontrarla. Fracaso.

Esto ultimo lo habia dicho como si «fracasar» fuera exactamente lo que esperaba de sus victimas. Hizo una pausa y la sonrisa de su mascara parecio extenderse. Prosiguio:

– Me harte, y mis perros saciaron su apetito con el… Despues arroje su cadaver al bosque. Las autoridades pensaron que lo habian devorado los lobos.

Y, tras una nueva pausa, agrego:

– Pero no te inquietes: aun me falta mucho tiempo para hartarme de ti.

El miedo se me deshizo en rabia.

– ?Eres… eres un horrible y despiadado… -hice una pausa, intentando hallar la palabra adecuada: ?«Asesino»? ?«Criminal»? ?«Verdugo»? Al fin, desesperado, comprendiendo que mi aversion era intraducible, exclame-: ?… galimatias! -y prosegui, desafiandolo-: ?Crees que me atemorizas?… ?Eres tu quien tiene miedo, y por eso te cubres la cara!

– ?Quieres quitarme la mascara? -me interrumpio.

Hubo un hondo silencio. Dije:

– No.

– ?Por que?

– Porque, si veo tu rostro, se que nunca saldre vivo de aqui…

Escuche su odiosa risita de nuevo.

– ?De modo que tu necesitas de mi mascara para tu seguridad, y yo de tu presencia para la mia! ?Eso significa que no podemos separarnos! -se dirigio hacia la puerta y la cerro antes de que yo pudiera alcanzarlo. Su voz me llego a traves de las hendiduras de la madera-: Sigue traduciendo. Y piensa esto: si hay una clave, y tu la descubres, saldras de aqui. Pero si no la hay, no saldras nunca. Asi que tu eres el principal interesado en que haya una, ?no? (N. del T.)

[98] «Un penetrante aroma de mujer. Y al tacto… ?oh, tersa firmeza! Algo asi como la suavidad de un seno de muchacha y la reciedumbre de un brazo de atleta.» Esta es la absurda descripcion que hace Montalo de la textura del papiro en el decimo capitulo. (N. del T.)

[99] Esta contrasena (inmediatamente sabremos que se trata de una contrasena) reproduce con extrana exactitud un momento de la conversacion que he mantenido con mi secuestrador hace escasas horas. ?Otro «cebo eidetico»? (N. del T.)

[100] «Muchachas» y «petalos blancos» me hacen pensar otra vez en la imagen de mi muchacha del lirio: la veo corriendo bajo el sol fuerte de Grecia, con un lirio en la mano, alegre, confiada… ?Y todo, en este horrendo parrafo! ?Oh, maldito libro eidetico! (N. del T.)

[101] Rogaria al lector que no tuviese en cuenta este repentino hermafroditismo de Diagoras, ya que es eidetico. La ambiguedad sexual que preside la descripcion de los personajes secundarios en este capitulo contamina ahora a uno de los protagonistas. Parece senalar la presencia del noveno Trabajo: el Cinturon de Hipolita, donde el heroe debe enfrentarse a las amazonas (las doncellas guerreras, o sea, las mujeres-hombres) para robar el cinturon de la reina Hipolita. No obstante, creo que el autor se permite cierta venenosa burla a costa de uno de los caracteres mas «serios» de toda la obra (imaginar a Diagoras de tal guisa me ha hecho reir de nuevo). Este grotesco sentido del humor no se diferencia mucho, en mi opinion, del que gasta mi enmascarado carcelero… (N. del T.)

[102] ?Desde que distancia? ?Desde aqui abajo? (N. del T.)

[103] Llevo demasiado tiempo encerrado. Por un momento me ha parecido que estas dos frases podian traducirse de forma menos grosera; quiza: «La luna era un seno rozado por el dedo de una nube. La luna era una cavidad donde queria encerrarse la nube de afilados contornos», o algo asi. En cualquier caso, algo mucho mas poetico que la version por la que he optado. Pero es que… ?Oh, Helena, cuanto te recuerdo y te necesito! Siempre he creido que los deseos fisicos eran meros servidores de la noble actividad mental… y ahora… ?Cuanto daria por un buen revolcon! (Lo digo asi, sin ambages, porque, seamos sinceros: ?quien va a leer todo esto?) ?Oh, traducir, traducir: un necio Trabajo de Hercules ordenado por un Euristeo absurdo! ?Sea, pues! ?No soy, en este reducto oscuro, dueno de lo que escribo? ?Pues esta es mi traduccion, por chocante que resulte! (N. del T.)

[104] ?Que es esto? ?Es obvio que se trata de una repentina floracion eidetica de la palabra «vigilar»! Pero… ?que significa? ?Acaso alguien «vigila» a Heracles? (N. del T.)

[105] ?Cuchillos! ?La eidesis, de repente, crece como hiedra venenosa! ?Cual es la imagen? «Vigilancia»… «Cuchillo»… ?Oh, Heracles, Heracles, cuidado: estas en peligro! (N. del T.)

[106] ?Y ahora, «espalda»! ?Es una advertencia! Quiza: «Vigila tu espalda, porque… hay un cuchillo». ?Oh, Heracles, Heracles! ?Como puedo avisarte? ?Como? ?No te acerques a ella! (N. del T.)

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