[87] Si!! ?Tengo hambre! ?Y sed!… (N. del T.)

[88] -jEspera, por favor, no te vayas!… -me angustie de repente. (N. del T.)

[89] -??NO TE VAYAS!!… (N. del T.)

[90] -??No!! -grite y comence a llorar.

Ahora que he recuperado la calma me pregunto: ?que ha pretendido conseguir mi secuestrador con esta pantomima absurda? ?Demostrarme que conoce perfectamente la obra? ?Darme a entender que sabe en todo momento por donde va mi traduccion?… ?De lo que si estoy seguro -?oh dioses de los griegos, protegedme!- es de que he caido en manos de un viejo loco! (N. del T.)

[91] Y el publico se lo comio. La descripcion del juicio de Menecmo adopta el revestimiento eidetico de un festin donde el escultor es el plato principal. No se aun a que Trabajo se alude, pero lo sospecho. Lo cierto es que la eidesis me ha hecho la boca agua. (N. del T.)

[92] Las frecuentes metaforas culinarias, asi como las relacionadas con «caballos», describen eideticamente el Trabajo de las Yeguas de Diomedes, que, como es sabido, comian carne humana y terminaron devorando a su propio amo. No se hasta que punto la «delegacion de esposas de los pritanos» que «quieren carne» son identificadas con las yeguas. Si es asi, se trataria de una burla irrespetuosa. (N. del T.)

[93] ? La Verdad? ?Y cual es la Verdad? ?Oh, Heracles Pontor, Descifrador de Enigmas, dimela! Me estoy quedando ciego de descifrar tus pensamientos, intentando encontrar alguna verdad, por pequena que sea, y nada encuentro salvo imagenes eideticas, caballos que devoran carne humana, bueyes de torcido paso, una pobre muchacha con un lirio que desaparecio paginas atras y un traductor que viene y se va, incomprensible y enigmatico como el loco que me ha encerrado aqui. Tu, al menos, Heracles, has descubierto algo, pero yo… ?Que he descubierto yo? ?Por que murio Montalo? ?Por que me han raptado? ?Que secreto oculta esta obra? ?No he averiguado nada! Lo unico que hago, ademas de traducir, es llorar, anorar mi libertad, pensar en la comida… y defecar. Desde luego, defecar ya defeco bien. Esto me mantiene optimista. (N. del T.)

[94] La eidesis se refuerza con esta imagen absurda: ?una yegua comiendo carne podrida, y en el jardin de la Academia! Me ha dado tal ataque de risa que he terminado asustandome, y el miedo me ha hecho reir otra vez. He arrojado los papeles al suelo, me he cogido el vientre con ambas manos y he empezado a soltar carcajadas cada vez mas fuertes, mientras mi espejo mental me devolvia la imagen de un hombre maduro con cabello negro y entradas en las sienes que se partia de risa en la soledad de una habitacion cerrada a cal y canto y casi completamente a oscuras. Aquella imagen no me ha hecho reir sino llorar: pero existe un curioso extremo final en el que ambas emociones se funden. ?Una yegua carnivora en la Academia de Platon! ?No es gracioso? ?Y, por supuesto, ni Platon ni Diagoras la ven! Hay cierta perversidad sacrilega en esta eidesis… Montalo dice: «La presencia de un animal asi nos desconcierta. Las fuentes historicas de la Academia no mencionan la existencia de yeguas carnivoras en los jardines. ?Un error, como los muchos que comete Herodoto?». ?Herodoto!… ?Por favor!… Pero debo dejar de reirme: dicen que la locura comienza con carcajadas. (N. del T.)

[95] ?Sin saber por que? ?Me dan ganas de reir otra vez! Es evidente que las imagenes eideticas se infiltran con frecuencia en la conciencia de Diagoras (curiosamente, nunca en la de Heracles, que no ve mas de lo que ven sus ojos). La «sonrisa de la yegua» se ha convertido en el recuerdo de la sonrisa de Menecmo. (N. del T.)

[96] La metamorfosis de la yegua eidetica en el mirlo real (esto es, en un mirlo que pertenece a la realidad de la ficcion) acentua el misterioso mensaje de esta escena: ?se burla el mal de los filosofos? Hay que recordar que el color del mirlo es negro… (N. del T.)

[97] Llego, embozado en otra mascara (esta vez, un rostro de hombre sonriente). Me levante del escritorio.

– ?Ya has descubierto la clave final? -su voz sonaba amortiguada por la burla de las facciones.

– ?Quien eres?

– Soy la pregunta -respondio mi carcelero. Y repitio-: ?Ya has descubierto la clave final?

– Dejame salir de aqui…

– Cuando la descubras. ?Ya has descubierto la clave final?

– ?No! -exclame, perdiendo los estribos, las riendas eideticas de mi serenidad-. ?La obra menciona en eidesis los Trabajos de Hercules… y una muchacha con un lirio, y un traductor… pero no se que puede significar todo esto! ?Yo…!

Me interrumpio con burlona seriedad.

– Quiza las imagenes eideticas sean solo parte de la clave. ?Cual es el tema?

– La investigacion de unos asesinatos… -tartamudee-. El protagonista parecia haber hallado al culpable, pero ahora… ahora han surgido nuevos problemas… no se cuales todavia.

Mi secuestrador parecio emitir una risita. Digo «parecio» porque su careta era un espejismo de sus emociones. Entonces dijo:

– Tambien es posible que no haya una clave final, ?no es cierto?

– No lo creo -replique enseguida.

– ?Por que?

– Porque si no hubiera una clave final, yo no estaria encerrado aqui.

– Oh, muy bien -parecia divertido-. ?Por tanto, yo soy para ti una prueba de la existencia de una clave final!… Mejor dicho: la prueba mas importante.

Golpee la mesa. Grite.

– ?Ya basta! ?Tu conoces la obra! ?Incluso la has modificado: has elaborado paginas falsas y las has mezclado con las originales! ?Dominas bien el idioma y el estilo! ?Para que me necesitas a mi?

Aunque la mascara seguia riendose, el parecio pensativo durante un instante. Entonces dijo:

– Yo no he modificado la obra en absoluto. No hay paginas falsas. Lo que ocurre es que has mordido un cebo eidetico.

– ?Que quieres decir?

– Cuando un texto posee una eidesis muy fuerte, como es el caso, las imagenes llegan a obsesionar de tal manera al lector que lo implican de algun modo en la obra. No podemos obsesionarnos con algo sin sentir, al mismo tiempo, que formamos parte de ese algo. En la mirada de tu amante crees atisbar su amor por ti, y en las palabras de un libro eidetico crees descubrir tu presencia…

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