tras la mesa de la tribuna presidencial, que estaba cubierta por un mantel rojo. El percibio que detras de la puerta principal y de las puertas laterales del salon de la asamblea, hacian guardia unos soldados y representantes de la comision politica.

Alrededor de medianoche, los empleados y obreros se reagruparon segun su sector en el gran hall. Habia mas de mil personas, no habia faltado nadie al llamamiento, hasta los pasillos estaban llenos de gente sentada en un orden perfecto. Un comisario politico recien trasladado, vestido tambien con uniforme militar, animaba a la masa a entonar la cancion que los soldados cantaban todos los dias: La navegacion en alta mar depende del timonel; pero en aquella epoca, a los dirigentes y a los intelectuales de la institucion todavia les costaba cantar aquel himno con un tono tan agudo. En cambio, a todos les resultaba familiar la melodia, inspirada en un viejo tema folclorico que empezaba con estas palabras: «Oriente esta rojo, el sol se levanta, en China ha aparecido Mao Zedong». Sin embargo, siempre acababan cantando el tema de cualquier modo.

– ?He venido a apoyar a los camaradas que abren fuego contra la banda negra que se opone al Partido, al socialismo y a Mao Zedong!

Las consignas surgieron de repente entre la muchedumbre. No sabia quien habia empezado primero a gritar. No estaba preparado, pero instintivamente alzo el puno. Los esloganes prorrumpieron en desorden. La voz del dirigente se alzo en el megafono y cubrio rapidamente las dispersas consignas.

– ?Apoyo a los camaradas que abren fuego contra toda clase de malhechores y malvados! Atencion, hablo de todos los monstruos, los reaccionarios de cualquier estirpe que se ocultan en las sombras. Cuando la situacion les sea mas favorable, ?se lanzaran con toda su rabia! El Presidente Mao ha dicho con acierto: «?Los reaccionarios no sueltan su presa hasta que no se les mata!».

En aquel instante todos se levantaron, a su alrededor y por todas partes, y gritaron las consignas con el puno en alto:

– ?Abajo los malhechores!

– ?Viva el Presidente Mao!

– ?Viva diez mil anos!

– ?Cien mil anos!

Las palabras de orden se sucedian a partir de entonces sin interrupcion, aumentando cada vez mas el ritmo y subiendo el tono. Al principio las gritaban unos pocos, luego eran todos a pleno pulmon y al unisono, como las olas devastadoras, una impetuosa marea imposible de parar, que ponia la piel de gallina a todo el mundo. El ya no se atrevia a mirar a su alrededor. Por primera vez sentia la amenaza que suponian esas consignas aparentemente anodinas. El Presidente Mao no estaba en la otra punta del mundo, no era en absoluto un idolo que se pudiera despreciar, el poder que tenia era inmenso. Por eso, no podia hacer otra cosa que no fuera gritar con los demas, tenia que gritar alto y claro, no podia mostrar ninguna vacilacion.

– No creo que todos los que estan aqui sean revolucionarios. En un lugar como este, que reune a tantos intelectuales, seguro que hay alguno que no defiende la revolucion. ?No digo que este mal adquirir conocimientos, no, no digo eso, hablo de esos escritorzuelos que aceptan nuestros esloganes revolucionarios y se oponen a la bandera roja blandiendo la bandera roja de los contrarrevolucionarios de dos caras, que dicen una cosa y piensan otra! Supongo que nadie se atreve a decir abiertamente que es contrarrevolucionario. ?Hay alguno aqui, entre nosotros? ?Alguno de los que se encuentran aqui se atrevera a levantarse y decir que esta contra el Partido Comunista, contra Mao Zedong, contra el socialismo? ?Quien de vosotros? ?Que suba al estrado, si se atreve!

Silencio total entre los asistentes. Todos contenian el aliento en una atmosfera de tension; se habria podido oir una aguja que cayera al suelo.

– ?La dictadura del proletariado reina en nuestro pais! Los contrarrevolucionarios solo pueden avanzar con mascaras, aceptar nuestros esloganes y cambiar de chaqueta. No son trigo limpio, se aprovechan de que llevamos una gran revolucion cultural proletaria para atizar un viento siniestro y encender los fuegos diabolicos. Echan sus redes en todas las direcciones, quieren pasar por encima de las organizaciones de nuestro Partido a todos los niveles e imputarnos delitos como si fueramos la banda negra. ?Son terriblemente perfidos, camaradas, debeis tener los ojos bien abiertos! ?Debeis mirar a todos lados y encontrar a estos enemigos, a estos arribistas, esas serpientes que se esconden entre nosotros, tanto en el seno del Partido como fuera!

Cuando el dirigente se fue, los participantes se retiraron en orden y con la mayor tranquilidad, nadie miraba a nadie, por miedo a que su mirada lo traicionara. Al llegar cada uno a su despacho bien iluminado, todos se encontraron cara a cara y empezaron a someterse a las pruebas; entonces no fueron mas que autocriticas, confesiones, peticiones de entrevistas individuales con su responsable, reconocimientos de faltas ante la organizacion del Partido, lloros y lagrimas. El hombre es tan versatil, mas manejable que una masa de pasta, puede resultar feroz a la hora de denunciar a los demas para demostrar su inocencia. Sabian aprovechar esos momentos de la noche, en los que las personas son mas vulnerables y normalmente buscan el reposo en la cama, para someterlos a las confesiones y los interrogatorios.

Unas horas antes, en la sesion de estudio politico que vino cuando acabo el trabajo, todos tenian ante ellos en su mesa las Obras escogidas de Mao, pero hojeaban el periodico, impacientandose durante las dos horas de espera, pero simulando un cierto interes. Luego se separaron entre risas para volver cada uno a su casa. La revolucion que tenia lugar en las altas esferas del comite central del Partido todavia no los habia aplastado. Cuando un comisario politico vino al despacho para advertirles de que se iba a celebrar una asamblea general de los empleados y trabajadores, ya eran las ocho, y el comisario no estaba seguro de que pudiera celebrarse antes de dos horas. El jefe de la oficina, Lao Liu, apretaba su pipa entre los dientes y la atiborraba de tabaco de vez en cuando. Le preguntaron cuantas pipas iba a llenar; rio sin responder, pero tenia aspecto de estar pasandolo mal. En tiempos normales Lao Liu no iba con aires de grandeza y, como tambien habia pegado un dazibao [5] para criticar al comite del Partido, todos se sentian muy cerca de el. Alguien dijo una vez «Si caminamos con el, no podemos equivocarnos», pero de inmediato se saco la pipa para rectificar: «?Es con el Presidente Mao con quien tenemos que caminar!». Todos se rieron. Hasta aquel momento, probablemente nadie deseaba que la lucha de clases se desencadenara entre los colegas de la misma oficina. Ademas, Lao Liu era un miembro del Partido de la epoca de la guerra de Resistencia contra Japon y, en vista de la antiguedad de cada uno, pocos habrian podido pretender sentarse en su sillon de cuero de jefe de oficina. El olor a cacao que emanaba de su pipa hacia que la atmosfera de la habitacion fuera menos tensa.

Durante la segunda parte de aquella noche, los dirigentes politicos y los secretarios de la celula del Partido, que habian demostrado ser prudentes y fieles al comite del Partido, se apoderaron de los despachos. Tuvieron que confesarse todos los empleados, de uno en uno, confesar sus faltas; los que tenian que llorar lo hicieron, luego llegaron las denuncias reciprocas. La senora Huang, encargada de la recepcion y del envio del correo, declaro que su marido habia ocupado una funcion en el seno del gobierno del Guomindang y que despues la abandono y se llevo a su amante a Taiwan. De inmediato anadio el reproche de que fue el Partido el que le ofrecio una nueva vida. Mientras pronunciaba estas palabras, no dejaba de gimotear y sacaba el panuelo para secarse las lagrimas y la nariz. En realidad, solo lloraba de miedo. El no lloraba, pero sentia que el sudor le corria por la columna vertebral, y, probablemente, solo el sabia por que.

Cuando entro en la universidad, acababa de cumplir diecisiete anos y todavia era casi un nino, asistio a una sesion de lucha contra los estudiantes «derechistas» de los cursos superiores. Los nuevos estudiantes estaban sentados en el suelo en la primera fila del gran anfiteatro, como si se tratara para ellos de un bautismo de entrada en educacion politica. Cuando llamaron a un estudiante derechista, este se levanto y fue al pie de la escalera. Se quedo alli con la cabeza gacha y el cuerpo inclinado ante los asistentes. Le goteaba el sudor en la frente y la nariz, mezclandosele con las lagrimas y los mocos, mojando el suelo delante de el, y dandole el aspecto de un pobre y aturdido perro que se hubiera caido al agua. Los que hablaban en la tribuna eran companeros de estudios que exponian con exaltacion los crimenes contra el Partido que cometian los derechistas. Luego no recordaba a partir de cuando, esos estudiantes acusados de ser derechistas, que, sin decir una palabra, buscaban las mesas vacias y comian rapidamente en el refectorio, desaparecieron y nadie mas hablo de ellos, como si nunca hubieran existido.

La palabra laogai, reeducacion por el trabajo, nunca la habia oido hasta que acabo sus estudios, como si se tratara alli de una palabra tabu que no se debia pronunciar. Ignoraba por que investigaron a su padre en aquella epoca y lo mandaron al campo a someterse a la reeducacion por el trabajo, tan solo habia oido a su madre pronunciar vagamente esos terminos. Cuando ocurrio, el ya se encontraba en una

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