ano a pasar un reconocimiento medico completo, y a las enfermeras que no estaban casadas les hacian una revision del himen. Antes de entrar en el ejercito, se someten a un riguroso examen politico y a otro fisico, ya que, ademas del servicio diario en el hospital, a veces tambien deben asumir tareas militares y salir en mision para ocuparse de la salud de sus comandantes. Habian fijado la edad de matrimonio de las enfermeras en los veintiseis anos, como minimo, y el ejercito debia aprobar la eleccion del consorte. Antes de que llegara ese momento, no tenian derecho a dimitir, pues se decia que podian estar al tanto de algun secreto de Estado.

Lo hizo todo con ella, pero respeto su promesa. Dicho de otro modo, hizo con ella todo lo que era posible hacer sin penetrarla. Poco despues la enviaron a una mision con un comandante a la frontera chino-vietnamita, y no volvio a tener noticias de ella.

Cerca de un ano mas tarde, tambien era invierno, de repente aparecio de nuevo ante el. Acababa de regresar de madrugada de casa de un amigo, donde habia pasado la noche bebiendo, y escucho que llamaban flojo a la puerta. Al abrir, la vio llorando. Le dijo que lo habia esperado seis horas en la calle, helada, pero que no se atrevio a entrar en el edificio por miedo a que le preguntaran que buscaba. Se refugio en un cobertizo y al final vio que la luz del piso se encendia. El cerro la puerta rapidamente y las cortinas. Antes de recuperar el aliento, la joven, todavia envuelta en su abrigo militar demasiado ancho, le dijo: «Hermano, follame».

La tumbo sobre la alfombra, dieron vueltas y mas vueltas; no, volcaron rios y el mar, desnudos, como peces, o mas bien como bestias salvajes, peleandose y mordiendose. Ella sollozaba. El le dijo: «No retengas tu llanto, nadie puede oirte fuera». Entonces ella se puso a llorar con todas sus fuerzas, luego a dar alaridos. El le dijo que era un lobo. Ella dijo que no, que era su hermano del alma. El dijo que queria convertirse en un lobo, en una verdadera fiera salvaje, cruel y avida de sangre. Ella dijo que lo comprendia, era su hermano, le pertenecia, no tenia ningun temor, a partir de ese momento seria toda de el; lamentaba tan solo no haberse entregado antes… «No digas eso…», respondio el.

Despues ella dijo que queria que sus padres le hicieran dejar el ejercito como fuera. El recibio poco antes una invitacion para ir al extranjero, pero no conseguia marcharse. Ella dijo que lo esperaria, era su pequena mujer. Y cuando finalmente obtuvo su pasaporte y su visado, fue ella la que le dijo que se marchara lo antes posible, antes de que no pudiera hacerlo. No pensaba que se separarian para siempre, o no lo queria, no se atrevia a pensarlo, para no ver el fondo de su corazon.

No le permitio que lo acompanara al aeropuerto. De hecho, ella dijo que no podria pedir permiso para ir a despedirlo. De todos modos, si tomaba el primer autobus de la manana desde el cuartel, debia cambiar todavia varias veces para ir al aeropuerto y probablemente le seria imposible llegar antes de que el avion despegara.

No se acababa de creer que estuviera marchandose de su pais. Solo cuando se pusieron en marcha los motores del avion y empezo a elevarse por la pista del aeropuerto de Beijing, se dio cuenta de que realmente estaba abandonando el pais. En ese momento penso que «quiza» no volveria nunca mas a aquella tierra que aparecia a traves de la ventanilla, aquella tierra amarilla que llamaban patria, donde nacio, crecio, estudio, se hizo adulto, sufrio, y que nunca habia pensado abandonar.

De hecho, ?tenia alguna patria? ?Ese inmenso espacio amarillo atravesado por rios helados, que se movia bajo las alas del avion, era su patria? Esa pregunta solo se derivo de las otras que vinieron mas tarde, y la respuesta la fue teniendo clara poco a poco.

Por aquel entonces solo pensaba en liberarse, en salir del pais para respirar tranquilamente, dejando atras la sombra que lo cubria. Antes de conseguir el pasaporte, espero casi un ano, durante el cual se dirigio a todos los departamentos competentes. Era un ciudadano de ese pais, no un criminal. No habia ningun motivo para que le negaran el derecho a salir. Pero las personas recibian un trato diferente segun quienes fueran, y siempre podian encontrar una buena razon para no dejarle marchar.

Una vez en la aduana, le preguntaron que llevaba en la maleta. El respondio que no habia nada prohibido, solo sus efectos personales. Le mandaron que la abriera. Tuvo que obedecer.

– ?Que hay ahi dentro?

– Una laja para preparar tinta. Es nueva.

Con eso queria decir que no era una antiguedad, un articulo prohibido, pero de todos modos, si realmente querian que no viajara, encontrarian cualquier pretexto. Cada vez estaba mas tenso. Un pensamiento atraveso su mente como un relampago: ese pais no era el suyo.

En ese preciso instante, le parecio escuchar un grito:

– Hermano…

Tomo aire e intento calmarse.

Finalmente lo dejaron pasar. Cerro su maleta, la dejo sobre la cinta, cerro la cremallera de su bolsa de viaje y se dirigio hacia la puerta de embarque. Entonces escucho otra vez una voz que parecia gritar su nombre. Continuo caminando como si no la hubiera oido, pero, aun asi, unos pasos despues se volvio. El hombre que acababa de revisar su maleta observaba a unos extranjeros que avanzaban por el pasillo de pequenos tabiques y dejaba pasar a todo el mundo.

En aquel instante volvio a escuchar un grito largo; era una voz femenina que gritaba su nombre, el sonido venia de muy lejos, flotaba sobre el barullo que se elevaba de la gente de la sala de espera. Su mirada busco de donde provenia esa llamada, mas alla de la barrera de madera que marcaba el paso de la aduana, y vio una silueta, que llevaba un abrigo militar y un quepis, apoyada contra la barandilla de marmol blanco del primer piso, aunque no podia distinguir la cara.

La noche en que se separaron, ella le murmuro al oido, acurrucada contra el: «Hermano, no vuelvas, no vuelvas». ?Era un presentimiento, o ella pensaba por el? ?Habia sido mas clarividente que el? ?Adivino sus pensamientos? El no dijo nada. Todavia no tenia el valor de decidirse. Pero ella le metio esa idea en la cabeza, aunque no se atreviera a afrontarla. Todavia no estaba preparado para cortar los hilos de sus sentimientos y su deseo, y no podia abandonarla.

Esperaba que no fuera ella la que estaba inclinada en la barandilla. Se volvio para caminar hacia la puerta de embarque. La senal roja parpadeaba en el panel de salidas. Oyo de nuevo un grito estridente y desesperado, un largo «Hermano…». Seguro que era ella; pero no se volvio y cruzo la puerta.

4

Sus recuerdos vuelven con el contacto de su piel humeda y tibia, que se contorsiona sin cesar. Sabes que no es ella; no es aquel cuerpo delgado y agil que estaba totalmente a tu merced, sino una carne solida y robusta, que se pega estrechamente a ti; es tan avida, tan desenfrenada, que hace que tu tambien agotes por completo tus fuerzas.

– ?Sigue contando! Hablame de esa joven china, de como te aprovechaste de ella antes de abandonarla.

Tu dices que ella es una mujer hecha y derecha, mientras que aquella chica solo era una nina que queria ser mujer, y estaba lejos de ser tan desvergonzada y avida como ella. -?No te gusta? -pregunta ella.

Tu dices que si, por supuesto, es justamente con lo que siempre has sonado, esa falta de limites, ese placer de ir hasta el final.

– ?Tambien querias transformarla para que fuera asi?

– ?Si!

– ?Para que se corriera tambien como una fuente?

– Si, exactamente.

Jadeas removiendote.

– ?Para ti todas las mujeres son iguales?

– Claro que no.

– ?Que diferencia hay?

– Es otro tipo de excitacion.

– ?En que era diferente?

– Habia una mezcla de afecto y de compasion.

– ?No has gozado con ella?

– Si, pero de otra manera.

– Y ahora ?solo sientes deseo carnal?

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