– Eso es.

– ?Y quien te la chupa ahora?

– Una alemana.

– ?Una puta para pasar la noche?

– No.

Pronuncias su nombre: ?Margarita!

Ella rie, toma tu cabeza entre sus manos y te besa. Sentada a horcajadas sobre ti, ha dejado de apretarte con sus piernas alrededor de tu cuerpo y ha inclinado su rostro para separar el cabello que cae sobre sus ojos.

– ?No te has equivocado de nombre?

Su tono de voz es muy raro.

– ?No te llamas Margarita? -preguntas un poco indeciso.

– Si, te lo he dicho yo misma hace un rato.

– Me lo dijiste cuando me preguntaste si me acordaba de ti.

– De todos modos, yo te lo dije.

– Si querias que lo adivinara, podrias haber esperado un segundo mas.

– Estaba impaciente y tuve miedo, de que no te acordaras -reconoce ella-. A la salida del teatro habia algunos espectadores que querian hablar contigo. Yo me senti un poco incomoda.

– No tenias por que, eran amigos.

– ?Por que no han venido a beber una copa con nosotros? Se han ido enseguida, no han hablado casi nada contigo.

– Quiza porque habia una extranjera. No querian molestar.

– ?Desde ese momento pensaste en acostarte conmigo?

– No, pero se te notaba que estabas muy excitada.

– Yo he vivido varios anos en China, entiendo tu obra de teatro. ?Crees que los de Hong Kong tambien consiguen entenderla?

– No se.

– Hay que haber pagado un cierto precio para eso.

Adopta una postura grave al decir esas palabras.

– Una alemana llena de gravedad -dices riendo para relajar el ambiente.

– No, ya te lo he dicho, no soy alemana.

– De acuerdo, una judia.

– Una mujer -dice con lasitud.

– Todavia mejor.

– ?Por que mejor?

De nuevo vuelve a adoptar un tono extrano.

Tu dices que nunca has estado con una judia.

– ?Has estado con muchas mujeres? -pregunta mientras por sus ojos pasa un relampago.

– Debo reconocer que he estado con unas cuantas desde que sali de China.

Confiesas, inutil mentirle.

– ?Cada vez que vas a un hotel como este, te acompana una mujer? -pregunta de nuevo.

– No tengo esa suerte. Ademas, es el teatro en el que se representa mi obra el que paga esta habitacion -le explicas riendo.

Su mirada se enternece; se tumba a tu lado. Dice que le gusta tu franqueza, mas de lo que le gustas tu.

Dices que la quieres, a ella, no solo a su cuerpo.

– Entonces esta bien.

Es sincera, su cuerpo se aprieta contra el tuyo, sientes que se relaja. Dices que por supuesto que te acuerdas de ella, de aquella noche de invierno. Tambien vino a verte en otra ocasion. Ella dice que pasaba por alli, que al tomar el nuevo cruce de carreteras del paseo periferico vio tu edificio y se acerco sin saber muy bien por que. Quiza quisiera ver los cuadros de tu casa. Eran muy originales, parecian una especie de suenos negros; fuera el viento soplaba, en Alemania el viento no ruge de ese modo, en Alemania todo es tranquilo y aburrido. Aquella noche tu habias encendido unas velas, el ambiente le parecia un tanto misterioso, a ella le hubiera gustado ver tus cuadros a la luz del dia.

– ?Todos aquellos cuadros eran tuyos?

Tu dices que en tu casa solo colgabas cuadros tuyos.

– ?Por que?

– La habitacion era demasiado pequena.

– ?Tambien tenias el oficio de pintor? -pregunta otra vez.

– Sin autorizacion. Las cosas funcionaban asi en aquella epoca -dices tu.

– No entiendo.

Tu dices que es logico que no lo entienda. Eso ocurria en China. Una fundacion artistica alemana te habia contratado para pintar, pero las autoridades chinas negaron la autorizacion.

– ?Por que?

Dices que era imposible saber por que. En aquella epoca te informaste en todos los lugares; pediste a un amigo que fuera a preguntar a la administracion pertinente, y le respondieron que tu actividad era la de escritor y no la de pintor.

– Pero ?por que razon un escritor no puede tambien ser pintor?

Le dices que ella no lo puede entender, aunque hable chino; lo que ocurre en China nunca se explica solo con ayuda del idioma.

– Entonces no hablemos mas del asunto.

Ella dice que recuerda muy bien aquella tarde, en la que el sol brillaba en tu habitacion y estaba sentada en un sofa contemplando tus cuadros, incluso tenia muchas ganas de comprarte uno. Sin embargo, todavia era estudiante y no tenia suficiente dinero. Fuiste tu quien le ofreciste uno. Ella dijo que no podia aceptarlo, que era tu trabajo de creacion. Tu le explicaste que a menudo regalabas cuadros a los amigos, que los chinos no se compraban cuadros entre amigos. Ella dijo que os acababais de conocer, que todavia no erais amigos, que eso le molestaba, y que, sin embargo, si tenias un catalogo, podias darle un ejemplar, o podia comprartelo. Pero le dijiste que en China era imposible publicar un catalogo de cuadros, pero que, ya que le gustaban tanto, ?por que no podias regalarle uno? Ella te dice ahora que tu cuadro todavia esta colgado en su casa de Francfort, que para ella es un recuerdo muy especial, una especie de sueno, una imagen interior en la que uno se pierde.

– ?Por que insististe en que me quedara con uno? ?Te acuerdas de aquel cuadro? -pregunta.

Tu dices que no, pero recuerdas que querias pintarla a ella, querias que te hiciera de modelo, todavia no habias pintado a una extranjera.

– Era muy peligroso -dice.

– ?Por que?

– Por mi no habia ningun problema, pero para ti era peligroso. No me dijiste nada. Puede que fueras a hacerlo cuando llamaron a la puerta. Abriste y era un tipo que venia a anotar la lectura del contador de la luz. Le acercaste una silla para que se subiera encima. Anoto el numero y se marcho. ?Crees realmente que vino a mirar el contador? -pregunta.

Tu no respondes, ya no te acuerdas y dices que tu vida en China te aparece muchas veces en pesadillas, quieres olvidarla, pero acaba resurgiendo en tu subconsciente.

– ?Nunca avisan? ?Pueden entrar en casa de la gente en cualquier momento?

Dices que era en China, que alli todo era posible.

– Despues de aquella visita, no me acerque nunca mas a tu casa, tenia miedo de causarte problemas -dice con dulzura.

– No lo habia pensado… -dices tu.

De pronto quieres mostrarte carinoso con ella, agarras sus grandes senos con tus manos.

Con los dedos, te acaricia el dorso de la mano.

– Eres tierno -dice ella.

– Tu tambien, tierna Margarita.

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