libre para cumplir los suenos de ambos, pero leyo en la cara de Jeremy Sommers que no iba a permitirselo. Jeremy tomo de un brazo a su hermana, quien parecia alelada, y se la llevo con firmeza al coche, sin darle oportunidad de despedirse del amante o recoger su breve equipaje. La condujo a casa de una tia en Escocia, donde debia permanecer hasta que se revelara su estado. Si ocurria la peor desgracia, como llamo Jeremy al embarazo, su vida y el honor de la familia estaban arruinados para siempre.
– Ni una palabra de esto a nadie, ni siquiera a mama o a John, ?has entendido? -fue lo unico que dijo durante el viaje.
Rose paso unas semanas de incertidumbre, hasta comprobar que no estaba encinta. La noticia le trajo un soplo de inmenso alivio, como si el cielo la hubiera absuelto. Paso tres meses mas de castigo tejiendo para los pobres, leyendo y escribiendo a escondidas, sin derramar una sola lagrima. Durante ese tiempo reflexiono sobre su destino y algo se le dio vuelta por dentro, porque cuando termino su clausura en casa de la tia era otra persona. Solo ella se dio cuenta del cambio. Reaparecio en Londres igual como se habia ido, risuena, tranquila, interesada por el canto y la lectura, sin una palabra de rencor contra Jeremy por haberla arrebatado de los brazos del amante o de nostalgia por el hombre que la habia enganado, olimpica en su actitud de ignorar la maledicencia ajena y las caras de duelo de su familia. En la superficie parecia la misma muchacha de antes, ni su madre pudo encontrar una grieta en su perfecta compostura que le permitiera un reproche o un consejo. Por otra parte, la viuda no estaba en condiciones de ayudar a su hija o protegerla; un cancer la estaba devorando rapidamente. La unica modificacion en la conducta de Rose fue ese capricho de pasar horas escribiendo encerrada en su pieza. Llenaba docenas de cuadernos con una letra minuscula, que guardaba bajo llave. Como nunca intento enviar una carta, Jeremy Sommers, quien nada temia tanto como el escarnio, dejo de preocuparse por el vicio de la escritura y supuso que su hermana habia tenido el buen juicio de olvidar al nefasto tenor vienes. Pero ella no solo no lo habia olvidado, sino que recordaba con claridad meridiana cada detalle de lo ocurrido y cada palabra dicha o susurrada. Lo unico que borro de su mente fue el desencanto de haber sido enganada. La mujer y los hijos de Karl Bretzner simplemente desaparecieron, porque nunca tuvieron lugar en el fresco inmenso de sus recuerdos de amor.
El retiro en casa de la tia en Escocia no logro evitar el escandalo, pero como los rumores no pudieron ser confirmados, nadie oso hacer un desaire abierto a la familia. Uno a uno retornaron los numerosos pretendientes que antes acosaban a Rose, pero los alejo con el pretexto de la enfermedad de su madre. Lo que se calla es como si no hubiera sucedido, sostenia Jeremy Sommers, dispuesto a matar con el silencio todo vestigio de ese episodio. La bochornosa escapada de Rose quedo suspendida en el limbo de las cosas sin nombrar, aunque a veces los hermanos hacian referencias tangenciales que mantenian fresco el rencor, pero tambien los unian en el secreto compartido. Anos mas tarde, cuando ya a nadie le importaba, Rose se atrevio a contarselo a su hermano John, ante quien siempre habia asumido el papel de nina mimada e inocente. Poco despues de la muerte de la madre, a Jeremy Sommers le ofrecieron hacerse cargo de la oficina de la 'Compania Britanica de Importacion y Exportacion' en Chile. Partio con su hermana Rose, llevandose el secreto intacto hasta el otro lado del mundo.
Llegaron a fines del invierno de 1830, cuando Valparaiso era todavia una aldea, pero ya existian companias y familias europeas. Rose considero a Chile como su penitencia y lo asumio estoica, resignada a pagar su falta con ese destierro irremediable, sin permitir que nadie, mucho menos su hermano Jeremy, sospechara su desesperacion. Su disciplina para no quejarse y no hablar ni en suenos del amante perdido la sostuvo cuando los inconvenientes la agobiaban. Se instalo en el hotel lo mejor posible, dispuesta a cuidarse de las ventoleras y la humedad, porque se habia desatado una epidemia de difteria, que los barberos locales combatian con crueles e inutiles operaciones quirurgicas practicadas a navajazos. La primavera y luego el verano aliviaron en algo su mala impresion del pais. Decidio olvidarse de Londres y sacar partido a su nueva situacion, a pesar del ambiente provinciano y el viento maritimo que le calaba los huesos incluso en los mediodias asoleados. Convencio a su hermano, y este a la oficina, de la necesidad de adquirir una casa decente a nombre de la firma y traer muebles de Inglaterra. Lo planteo como una cuestion de autoridad y prestigio: no era posible que el representante de tan importante oficina se albergara en un hotel de mala muerte. Dieciocho meses mas tarde, cuando la pequena Eliza entro en sus vidas, los hermanos vivian en una gran casa en el Cerro Alegre, Miss Rose habia relegado el antiguo amante a un compartimento sellado de la memoria y estaba dedicada enteramente a conquistar un lugar de privilegio en la sociedad donde vivia. En los anos siguientes Valparaiso crecio y se modernizo con la misma rapidez con que ella dejo atras el pasado y se convirtio en la mujer exuberante y de apariencia feliz, que once anos despues conquistaria a Jacob Todd. El falso misionero no fue el primero en ser rechazado, pero ella no tenia interes en casarse. Habia descubierto una formula extraordinaria para permanecer en un idilico romance con Karl Bretzner, reviviendo cada uno de los momentos de su incendiaria pasion y otros delirios inventados en el silencio de sus noches de soltera.
El amor
Nadie mejor que Miss Rose podia saber lo que ocurria en el alma enferma de amor de Eliza. Adivino de inmediato la identidad del hombre, porque solo un ciego podia dejar de ver la relacion entre los desvarios de la muchacha y la visita del empleado de su hermano con las cajas del tesoro para Feliciano Rodriguez de Santa Cruz. Su primer impulso fue descartar al joven de un plumazo por insignificante y pobreton, pero pronto comprendio que ella tambien habia sentido su peligroso atractivo y no lograba sacarselo de la cabeza. Cierto, se fijo primero en su ropa remendada y su palidez lugubre, pero una segunda mirada le basto para apreciar su aura tragica de poeta maldito. Mientras bordaba furiosamente en su salita de costura, daba mil vueltas a este reves de la suerte que alteraba sus planes de conseguir para Eliza un marido complaciente y adinerado. Sus pensamientos eran una urdimbre de trampas para derrotar ese amor antes que comenzara, desde enviar a Eliza interna a Inglaterra a una escuela para senoritas o a Escocia donde su anciana tia, hasta zamparle la verdad a su hermano para que se deshiciera de su empleado. Sin embargo, en el fondo de su corazon germinaba, muy a su pesar, el deseo secreto de que Eliza viviera su pasion hasta extenuarla, para compensar el tremendo vacio que el tenor habia dejado dieciocho anos antes en su propia existencia.
Entretanto para Eliza las horas transcurrian con aterradora lentitud en un remolino de sentimientos confusos. No sabia si era de dia o de noche, si era martes o viernes, si habian pasado unas horas o varios anos desde que conociera a ese joven. De repente sentia que la sangre se le volvia espumosa y se le llenaba la piel de ronchas, que se esfumaban tan subita e inexplicablemente como habian aparecido. Veia al amado por todas partes: en las sombras de los rincones, en las formas de las nubes, en la taza del te y sobre todo en suenos. No sabia como se llamaba y no se atrevia a preguntar a Jeremy Sommers porque temia desencadenar una ola de sospechas, pero se entretenia por horas imaginando un nombre apropiado para el. Necesitaba desesperadamente hablar con alguien de su amor, analizar cada detalle de la breve visita del joven, especular sobre lo que callaron, lo que debieron decirse y lo que se transmitieron con las miradas, los sonrojos y las intenciones, pero no habia nadie en quien confiar. Anoraba una visita del capitan John Sommers, ese tio con vocacion de filibustero que habia sido el personaje mas fascinante de su infancia, el unico capaz de entender y ayudarla en semejante trance. No le cabia duda de que Jeremy Sommers, si llegaba a enterarse, declararia una guerra sin tregua contra el modesto empleado de su firma, y no podia predecir la actitud de Miss Rose. Decidio que mientras menos se supiera en su casa, mas libertad de accion tendrian ella y su futuro novio. Nunca se puso en el caso de no ser correspondida con la misma intensidad de sentimientos, pues le resultaba simplemente imposible que un amor de tal magnitud la hubiera aturdido solo a ella. La logica y la justicia mas elementales indicaban que en algun lugar de la ciudad el estaba sufriendo el mismo delicioso tormento.
Eliza se escondia para tocarse el cuerpo en sitios secretos nunca antes explorados. Cerraba los ojos y entonces era la mano de el que la acariciaba con delicadeza de pajaro, eran sus labios los que ella besaba en el espejo, su cintura la que abrazaba en la almohada, sus murmullos de amor los que traia el viento. Ni sus suenos escaparon al poder de Joaquin Andieta. Lo veia aparecer como una sombra inmensa que se abalanzaba sobre ella a devorarla de mil maneras disparatadas y turbadoras. Enamorado, demonio, arcangel, no lo sabia. No deseaba despertar y practicaba con fanatica determinacion la habilidad aprendida de Mama Fresia para entrar y salir de los suenos a voluntad. Llego a tener tanto dominio en ese arte, que su amante ilusorio aparecia de cuerpo presente, podia tocarlo, olerlo y oir su voz perfectamente nitida y cercana. Si pudiera estar siempre dormida, no necesitaria nada mas: podria seguir amandolo desde su cama para siempre, pensaba. Habria perecido en el desvario de esa