embriaguez de amor se le hubiera evaporado de subito, pero como pasaron varias semanas y Eliza no daba senales de perturbacion, fueron aflojando poco a poco la vigilancia. Tal vez las velas a San Antonio sirvieron de algo, especulo la india; tal vez no era amor, despues de todo, penso Miss Rose sin mucha conviccion.
La noticia del oro descubierto en California llego a Chile en agosto. Primero fue un rumor alucinado en boca de navegantes borrachos en los burdeles de El Almendral, pero unos dias mas tarde el capitan de la goleta 'Adelaida' anuncio que la mitad de sus marineros habia desertado en San Francisco.
– ?Hay oro por todas partes, se puede recoger a paladas, se han visto pepas del tamano de naranjas! ?Cualquiera con algo de mana se hara millonario! -conto ahogado de entusiasmo.
En enero de ese ano, en las proximidades del molino de un granjero suizo a orillas del Rio Americano, un individuo de apellido Marshall habia encontrado en el agua una escama de oro. Esa particula amarilla, que desato la locura, fue descubierta nueve dias despues que termino la guerra entre Mexico y los Estados Unidos con la firma de Tratado de Guadalupe Hidalgo. Cuando se rego la noticia, California ya no pertenecia a Mexico. Antes que se supiera que ese territorio estaba sentado sobre un tesoro de nunca acabar, a nadie le importaba demasiado; para los americanos era region de indios y los pioneros preferian conquistar Oregon, donde creian que se daba mejor la agricultura. Mexico lo consideraba un peladero de ladrones y no se digno enviar sus tropas para defenderlo durante la guerra. Poco despues Sam Brannan, editor de un periodico y predicador mormon enviado a propagar su fe, recorria las calles de San Francisco anunciando la nueva. Tal vez no le habrian creido, pues su fama era algo turbia -se rumoreaba que habia dado mal uso al dinero de Dios y cuando la iglesia mormona le exigio devolverlo, replico que lo haria… contra un recibo firmado por Diospero respaldaba sus palabras con un frasco lleno de polvo de oro, que paso de mano en mano enardeciendo a la gente. Al grito de ?oro! ?oro! tres de cada cuatro hombres abandonaron todo y partieron a los placeres. Hubo que cerrar la unica escuela, porque no quedaron ni los ninos. En Chile la noticia tuvo el mismo impacto. El sueldo promedio era de veinte centavos al dia y los periodicos hablaban de que por fin se habia descubierto El Dorado, la ciudad sonada por los Conquistadores, donde las calles estaban pavimentadas del metal precioso: 'La riqueza de las minas es como las de los cuentos de Simbad o de la lampara de Aladino; se fija sin temor a exageracion que el lucro por dia es de una onza de oro puro', publicaban los diarios y anadian que habia suficiente para enriquecer a miles de hombres durante decadas. El incendio de la codicia prendio de inmediato entre los chilenos, que tenian alma de mineros, y la estampida rumbo a California comenzo al mes siguiente. Ademas estaban a mitad de camino con respecto a cualquier aventurero que navegara desde el Atlantico. El viaje de Europa a Valparaiso demoraba tres meses y luego dos mas para llegar a California. La distancia entre Valparaiso y San Francisco no alcanzaba a las siete mil millas, mientras que entre la costa este de Norteamerica, pasando por el Cabo de Hornos, era casi veinte mil. Eso, como calculo Joaquin Andieta, representaba una considerable delantera para los chilenos, puesto que los primeros en llegar reclamarian los mejores filones.
Feliciano Rodriguez de Santa Cruz saco la misma cuenta y decidio embarcarse de inmediato con cinco de sus mejores y mas leales mineros, prometiendoles una recompensa como incentivo para que dejaran a sus familias y se lanzaran en esa empresa llena de riesgos. Demoro tres semanas en preparar el equipaje para una permanencia de varios meses en aquella tierra al norte del continente, que imaginaba desolada y salvaje. Aventajaba con creces a la mayoria de los incautos que partian a ciegas con una mano por delante y otra por detras, azuzados por la tentacion de una fortuna facil, pero sin tener idea de los peligros y esfuerzos de la empresa. No iba dispuesto a partirse la espalda trabajando como un ganan, para eso viajaba bien abastecido y llevaba servidores de confianza, explico a su mujer, quien esperaba el segundo nino, pero insistia en acompanarlo. Paulina pensaba viajar con dos nineras, su cocinero, una vaca y gallinas vivas para proveer leche y huevos a las criaturas durante la travesia, pero por una vez su marido se planto firme en su negativa. La idea de partir en semejante odisea con la familia a cuestas correspondia definitivamente al plano de la locura. Su mujer habia perdido el seso.
– ?Como se llamaba ese capitan amigo de Mr. Todd? -lo interrumpio Paulina en la mitad de su perorata, equilibrando una taza de chocolate sobre su enorme vientre, mientras mordisqueaba un pastelito de hojaldre con dulce de leche, receta de las monjas Clarisas.
– ?John Sommers, tal vez?
– Me refiero a ese que estaba harto de navegar a vela y hablaba de los barcos a vapor.
– El mismo.
Paulina se quedo pensando un rato, echandose pastelillos a la boca y sin prestar ni la menor atencion a la lista de peligros que invocaba su marido. Habia engordado y poco quedaba de la gracil muchacha escapada de un convento con la cabeza pelada.
– ?Cuanto tengo en mi cuenta en Londres? -pregunto al fin.
– Cincuenta mil libras. Eres una senora muy rica.
– No es suficiente. ?Puedes prestarme el doble a un interes de diez por ciento pagadero en tres anos?
– ?Las cosas que se te ocurren, mujer por Dios! ?Para que diablos quieres tanto?
– Para un barco a vapor. El gran negocio no es el oro, Feliciano, que en el fondo es solo caca amarilla. El gran negocio son los mineros. Necesitan de todo en California y pagaran al contado. Dicen que los vapores navegan derecho, no tienen que someterse a los caprichos del viento, son mas grandes y rapidos. Los veleros son cosa del pasado.
Feliciano siguio adelante con sus planes, pero la experiencia le habia ensenado a no desdenar las premoniciones financieras de su mujer. Durante varias noches no pudo dormir. Se paseaba insomne por los ostentosos salones de su mansion, entre sacos de provisiones, cajas de herramientas, barriles de polvora y pilas de armas para el viaje, midiendo y pesando las palabras de Paulina. Mientras mas lo penso, mas acertada le parecio la idea de invertir en transporte, pero antes de tomar ninguna decision consulto con su hermano, con quien estaba asociado en todos sus negocios. El otro escucho boquiabierto y cuando Feliciano termino de explicar el asunto, se dio una palmada en la frente.
– ?Caramba, hermano! ?Como no se nos ocurrio antes?
Entretanto Joaquin Andieta sonaba, como miles de otros chilenos de su edad y de cualquier condicion, con bolsas de oro en polvo y pepas tiradas por el suelo. Varios conocidos suyos ya habian partido, incluso uno de sus compinches de la Libreria Santos Tornero, un joven liberal que despotricaba contra los ricos y era el primero en denunciar la corrupcion del dinero, pero no pudo resistir el llamado y se fue sin despedirse de nadie. California representaba para Joaquin la unica oportunidad de salir de la miseria, sacar a su madre del conventillo y buscar cura para sus pulmones enfermos; de plantarse ante Jeremy Sommers con la cabeza en alto y los bolsillos repletos a pedir la mano de Eliza. Oro… oro a su alcance… Podia ver los sacos del metal en polvo, los canastos de pepas enormes, los billetes en sus bolsillos, el palacio que se haria construir, mas firme y con mas marmoles que el 'Club de la Union', para tapar la boca a los parientes que habian humillado a su madre. Se veia tambien saliendo de la Iglesia de la Matriz del brazo de Eliza Sommers, los novios mas dichosos del planeta. Solo era cuestion de atreverse. ?Que futuro le ofrecia Chile? En el mejor de los casos envejeceria contando los productos que pasaban por el escritorio de la 'Compania Britanica de Importacion y Exportacion'. Nada podia perder, puesto que en todo caso, nada poseia. La fiebre del oro lo trastorno, se le fue el apetito y no podia dormir, andaba en ascuas y con ojos de loco oteando el mar. Su amigo librero le presto mapas y libros sobre California y un folleto sobre la forma de lavar el metal, que leyo avido mientras sacaba cuentas desesperadas tratando de financiar el viaje. Las noticias en los periodicos no podian ser mas tentadoras: 'En una parte de las minas llamada el 'dry diggins' no se necesitan otros utensilios que un cuchillo ordinario para desprender el metal de las rocas. En otras esta ya separado y solo se usa una maquinaria muy sencilla, que consiste en una batea ordinaria de tablas, de fondo redondo de unos diez pies de largo y dos de ancho en la parte superior. No siendo necesario capital, la competencia en el trabajo es grande, y hombres que apenas eran capaces de procurarse lo muy preciso para un mes, tienen ahora miles de pesos del metal precioso.'
Cuando Andieta menciono la posibilidad de embarcarse rumbo al norte, su madre reacciono tan mal como Eliza. Sin haberse visto nunca, las dos mujeres dijeron exactamente lo mismo: si te vas, Joaquin, yo me muero. Ambas intentaron hacerle ver los innumerables peligros de semejante empresa y le juraron que preferian mil veces la pobreza irremediable a su lado, que una fortuna ilusoria con el riesgo de perderlo para siempre. La madre le aseguro que ella no saldria del conventillo aunque fuera millonaria, porque alli estaban sus amistades y no tenia adonde ir en este mundo. Y en cuanto a sus pulmones no habia nada que hacer, dijo, solo esperar que terminaran de reventar. Por su parte Eliza ofrecio fugarse, en caso que no los dejaran casarse; pero el no las escuchaba, perdido en sus desvarios, seguro de que no tendria otra oportunidad como esa y dejarla pasar era una