cinco generaciones. El Cuarto Hijo no era particularmente util y tampoco habia como alimentarlo, de modo que su padre lo vendio en servidumbre por diez anos a unos comerciantes que pasaban en caravana por las cercanias de la aldea. El nino tenia once anos.

Gracias a uno de esos eventos fortuitos que a menudo habrian de hacerlo cambiar de rumbo, ese tiempo de esclavitud, que pudo ser un infierno para el muchacho, resulto en realidad mucho mejor que los anos transcurridos bajo el techo paterno. Dos mulas arrastraban una carreta donde iba la carga mas pesada de la caravana. Un enervante quejido acompanaba cada vuelta de las ruedas, que adrede no engrasaban con el fin de espantar a los demonios. Para evitar que escapara, ataron al Cuarto Hijo, que lloraba desconsolado desde que se separo de su padre y hermanos, con una cuerda a uno de los animales. Descalzo y sediento, con la bolsa de sus escasas pertenencias a la espalda, vio desaparecer los techos de su aldea y el paisaje familiar. La vida en esa choza era lo unico que conocia y no habia sido mala, sus padres lo trataban con dulzura, su madre le contaba historias y cualquier pretexto habia servido para reirse y celebrar, aun en los tiempos de mayor pobreza. Trotaba tras la mula convencido de que cada paso lo adentraba mas y mas en el territorio de los espiritus malignos y temia que el chirrido de las ruedas y las campanillas colgadas de la carreta no fueran suficientes para protegerlo. Apenas lograba entender el dialecto de los viajeros, pero las pocas palabras agarradas al vuelo le iban metiendo en los huesos un miedo pavoroso. Comentaban de los muchos genios descontentos que deambulaban por la region, almas perdidas de muertos sin recibir un funeral apropiado. La hambruna, el tifus y el colera habian sembrado la region de cadaveres y no quedaban vivos suficientes para honrar a tantos difuntos. Por suerte los espectros y demonios tenian reputacion de lerdos: no sabian voltear una esquina y se distraian facilmente con ofrecimientos de comida o regalos de papel. A veces, sin embargo, nada lograba apartarlos y podian materializarse dispuestos a ganar su libertad asesinando a los forasteros o introduciendose en sus cuerpos para obligarlos a realizar impensables fechorias. Habian pasado unas horas de marcha; el calor del verano y la sed eran intensos, el chiquillo tropezaba cada dos pasos y sus nuevos amos impacientes lo azuzaban sin verdadera maldad con varillazos por las piernas. Al ponerse el sol decidieron detenerse y acampar. Aliviaron a los animales de la carga, hicieron un fuego, prepararon te y se dividieron en pequenos grupos para jugar 'fan tan' y 'mah jong'. Por fin alguien se acordo del Cuarto Hijo y le paso una escudilla con arroz y un vaso de te, que el ataco con la voracidad acumulada en meses y meses de hambre. En eso los sorprendio un clamor de aullidos y se vieron rodeados por una polvareda. Al griterio de los asaltantes se sumo el de los viajeros y el chiquillo aterrorizado se arrastro bajo la carreta hasta donde dio la cuerda que llevaba atada. No se trataba de una legion infernal, como se supo de inmediato, sino una banda de salteadores de las muchas que, burlandose de los ineficientes soldados imperiales, azotaban los caminos en esos tiempos de tanta desesperanza. Apenas los mercaderes se recuperaron del primer impacto, cogieron sus armas y enfrentaron a los forajidos en una batahola de gritos, amenazas y disparos que duro tan solo unos minutos. Al asentarse el polvo uno de los bandidos habia escapado y los otros dos yacian por tierra mal heridos. Les quitaron los trapos de la cara y comprobaron que se trataba de adolescentes cubiertos de harapos y armados de garrotes y primitivas lanzas. Entonces procedieron a decapitarlos a toda prisa, para que sufrieran la humillacion de dejar este mundo en pedazos y no enteros como llegaron, y empalaron las cabezas en picotas a ambos lados del camino. Cuando se tranquilizaron los animos, se vio que un miembro de la caravana se revolcaba por tierra con una brutal herida de lanza en un muslo. El Cuarto Hijo, quien habia permanecido paralizado de terror bajo la carreta, salio reptando de su escondrijo y pidio respetuosamente permiso a los honorables comerciantes para atender al herido y, como no habia alternativa, lo autorizaron a proceder. Pidio te para lavar la sangre, luego abrio su bolso y produjo un pomo con 'bai yao'. Aplico esa pasta blanca en la herida, vendo la pierna apretadamente y anuncio sin la menor vacilacion que en menos de tres dias el corte habria cerrado. Asi fue. Ese incidente lo salvo de pasar los diez anos siguientes trabajando como esclavo y tratado peor que un perro, porque dada su habilidad, los comerciantes lo vendieron en Canton a un afamado medico tradicional y maestro de acupuntura -un 'zhong yi'- que necesitaba un aprendiz. Con ese sabio el Cuarto Hijo adquirio los conocimientos que jamas habria obtenido de su rustico padre.

El anciano maestro, era un hombre placido, con la cara lisa de la luna, voz lenta y manos huesudas y sensibles, sus mejores instrumentos. Lo primero que hizo con su sirviente fue darle un nombre. Consulto libros astrologicos y adivinos para averiguar el nombre correspondiente al muchacho: Tao. La palabra tenia varios significados, como via, direccion, sentido y armonia, pero sobre todo representaba el viaje de la vida. El maestro le dio su propio apellido.

– Te llamaras Tao Chi?en. Ese nombre te inicia en el camino de la medicina. Tu destino sera aliviar el dolor ajeno y alcanzar la sabiduria. Seras un 'zhong yi', como yo.

Tao Chi?en… El joven aprendiz recibio su nombre agradecido. Beso las manos a su amo y sonrio por primera vez desde que saliera de su hogar. El impulso de alegria, que antes lo hacia bailar de contento sin motivo ninguno, volvio a palpitar en su pecho y la sonrisa no se le borro en semanas. Andaba por la casa a saltos, saboreando su nombre con fruicion, como un caramelo en la boca, repitiendolo en voz alta y sonandolo, hasta que se identifico plenamente con el. Su maestro, seguidor de Confucio en los aspectos practicos y de Buda en materia ideologica, le enseno con mano firme, pero con gran suavidad, la disciplina conducente a hacer de el un buen medico.

– Si logro ensenarte todo lo que pretendo, algun dia seras un hombre ilustrado -le dijo.

Sostenia que los ritos y ceremonias son tan necesarios como las normas de buena educacion y el respeto por las jerarquias. Decia que de poco sirve el conocimiento sin sabiduria, no hay sabiduria sin espiritualidad y la verdadera espiritualidad incluye siempre el servicio a los demas. Tal como le explico muchas veces, la esencia de un buen medico consiste en la capacidad de compasion y el sentido de la etica, sin los cuales el arte sagrado de la sanacion degenera en simple charlataneria. Le gustaba la sonrisa facil de su aprendiz.

– Tienes un buen trecho ganado en el camino de la sabiduria, Tao. El sabio es siempre alegre -sostenia.

El ano entero Tao Chi?en se levantaba al amanecer, como cualquier estudiante, para cumplir con una hora de meditacion, canticos y oraciones. Contaba con un solo dia de descanso para la celebracion del Ano Nuevo, trabajar y estudiar eran sus unicas ocupaciones. Antes que nada, debio dominar a la perfeccion el chino escrito, medio oficial de comunicacion en ese inmenso territorio de centenares de pueblos y lenguas. Su maestro era inflexible respecto a la belleza y precision de la caligrafia, que distinguia al hombre refinado del truhan. Tambien insistia en desarrollar en Tao Chi?en la sensibilidad artistica que, segun el, caracterizaba al ser superior. Como todo chino civilizado, sentia un desprecio irreprimible por la guerra y se inclinaba, en cambio, hacia las artes de la musica, pintura y literatura. A su lado Tao Chi?en aprendio a apreciar el encaje delicado de una telarana perlada de gotas de rocio a la luz de la aurora y expresar su deleite en inspirados poemas escritos en elegante caligrafia. En opinion del maestro, lo unico peor que no componer poesia, era componerla mal. En esa casa el muchacho asistio a frecuentes reuniones donde los invitados creaban versos en la inspiracion del instante y admiraban el jardin, mientras el servia te y escuchaba, maravillado. Se podia obtener la inmortalidad escribiendo un libro, sobre todo de poesia, decia el maestro, quien habia escrito varios. A los rusticos conocimientos practicos que Tao Chi?en habia adquirido viendo trabajar, a su padre, anadio el impresionante volumen teorico de la ancestral medicina china. El joven aprendio que el cuerpo humano se compone de cinco elementos, madera, fuego, tierra, metal y agua, que estan asociados a cinco planetas, cinco condiciones atmosfericas, cinco colores y cinco notas. Mediante el uso adecuado de las plantas medicinales, acupuntura y ventosas, un buen medico podia prevenir y curar diversos males, y controlar la energia masculina, activa y ligera, y la energia femenina, pasiva y oscura -'yin' y 'yang' Sin embargo, el proposito de ese arte no era tanto eliminar enfermedades como mantener la armonia. 'Debes escoger tus alimentos, orientar tu cama y conducir tu meditacion segun la estacion del ano y la direccion del viento. Asi estaras siempre en resonancia con el universo', le aconsejaba el maestro.

El 'zhong yi' estaba contento de su suerte, aunque la falta de descendientes pesaba como una sombra en la serenidad de su espiritu. No habia tenido hijos, a pesar de las yerbas milagrosas ingeridas regularmente durante una vida entera para limpiar la sangre y fortalecer el miembro, y de los remedios y encantamientos aplicados a sus dos esposas, muertas en la juventud, asi como a las numerosas concubinas que las siguieron. Debia aceptar con humildad que no habia sido culpa de esas abnegadas mujeres, sino de la apatia de su licor viril. Ninguno de los remedios para la fertilidad que le habian servido para ayudar a otros dio resultado en el y por fin se resigno al hecho innegable de que sus rinones estaban secos. Dejo de castigar a sus mujeres con exigencias inutiles y las gozo a plenitud, de acuerdo con los preceptos de los hermosos 'libros de almohada' de su coleccion. Sin embargo, el anciano se habia alejado de esos placeres hacia mucho tiempo, mas interesado en adquirir nuevos conocimientos y explorar el angosto sendero de la sabiduria, y se habia deshecho una a una de las concubinas, cuya presencia lo distraia en sus afanes intelectuales. No necesitaba tener ante sus ojos a una muchacha para

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