preocuparon de revivirla, en cambio ambos se dieron a la tarea de salvar a la madre, quien iba perdiendo sus escasas fuerzas a medida que la sangre se escurria entre sus piernas.
Lin escasamente lamento la muerte de la nina, como si adivinara que no le alcanzaria la vida para criarla. Se repuso con lentitud del mal parto y por un tiempo intento ser otra vez la companera alegre de los juegos nocturnos. Con la misma disciplina empleada en disimular el dolor de los pies, fingia entusiasmo por los apasionados abrazos de su marido. 'El sexo es un viaje, un viaje sagrado', le decia a menudo, pero ya no tenia animo para acompanarlo. Tanto deseaba Tao Chi?en ese amor, que se las arreglo para ignorar uno a uno los signos delatorios y seguir creyendo hasta el final que Lin era la misma de antes. Habia sonado por anos con hijos varones, pero ahora solo pretendia proteger a su esposa de otra prenez. Sus sentimientos por Lin se habian transformado en una veneracion que solo a ella podia confesar; pensaba que nadie podria entender ese agobiante amor por una mujer, nadie conocia a Lin como el, nadie sabia de la luz que ella traia a su vida. Soy feliz, soy feliz, repetia para apartar las premoniciones funestas, que lo asaltaban apenas se descuidaba. Pero no lo era. Ya no se reia con la liviandad de antes y cuando estaba con ella apenas podia gozarla, salvo en algunos momentos perfectos del placer carnal, porque vivia observandola preocupado, siempre pendiente de su salud, consciente de su fragilidad, midiendo el ritmo de su aliento. Llego a odiar sus 'lirios dorados', que al principio de su matrimonio besaba transportado por la exaltacion del deseo. Ebanizer Hobbs era partidario de que Lin diera largos paseos al aire libre para fortalecer los pulmones y abrir el apetito, pero ella apenas lograba dar diez pasos sin desfallecer. Tao no podia quedarse junto a su mujer todo el tiempo, como sugeria Hobbs, porque debia proveer para ambos. Cada instante separado de ella le parecia vida gastada en la infelicidad, tiempo robado al amor. Puso al servicio de su amada toda su farmacopea y los conocimientos adquiridos en muchos anos de practicar medicina, pero un ano despues del parto Lin estaba convertida en la sombra de la muchacha alegre que antes fuera. Su marido intentaba hacerla reir, pero la risa les salia falsa a los dos.
Un dia Lin ya no pudo salir de la cama. Se ahogaba, las fuerzas se le iban tosiendo sangre y tratando de aspirar aire. Se negaba a comer, salvo cucharaditas de sopa magra, porque el esfuerzo la agotaba. Dormia a sobresaltos en los escasos momentos en que la tos se calmaba. Tao Chi?en calculo que llevaba seis semanas respirando con un ronquido liquido, como si estuviera sumergida en agua. Al levantarla en brazos comprobaba como iba perdiendo peso y el alma se le encogia de terror. Tanto la vio sufrir, que su muerte debio llegar como un alivio, pero la madrugada fatidica en que amanecio abrazado junto al cuerpo helado de Lin, creyo morir tambien. Un grito largo y terrible, nacido del fondo mismo de la tierra, como un clamor de volcan, sacudio la casa y desperto al barrio. Llegaron los vecinos, abrieron a patadas la puerta y lo encontraron desnudo al centro de la habitacion con su mujer en los brazos, aullando. Debieron separarlo a viva fuerza del cuerpo y dominarlo, hasta que llego Ebanizer Hobbs y lo obligo a tragar una cantidad de laudano capaz de tumbar a un leon.
Tao Chi?en se sumio en la viudez con una desesperacion total. Hizo un altar con el retrato de Lin y algunas de sus pertenencias y pasaba horas contemplandolo desolado. Dejo de ver a sus pacientes y de compartir con Ebanizer Hobbs el estudio y la investigacion, bases de su amistad. Le repugnaban los consejos del ingles, quien sostenia que 'un clavo saca otro clavo' y lo mejor para reponerse del duelo era visitar los burdeles del puerto, donde podria escoger cuantas mujeres de pies deformes, como llamaba a los 'lirios dorados', se le antojaran. ?Como podia sugerirle semejante aberracion? No existia quien pudiera reemplazar a Lin, jamas amaria a otra, de eso Tao Chi?en estaba seguro. Solo aceptaba de Hobbs en ese tiempo sus generosas botellas de whisky. Durante semanas paso aletargado en el alcohol, hasta que se le acabo el dinero y poco a poco debio vender o empenar sus posesiones, hasta que un dia no pudo pagar la renta y tuvo que trasladarse a un hotel de baja estopa. Entonces recordo que era un 'zhong yi' y volvio a trabajar, aunque cumplia a duras penas, con la ropa sucia, la trenza despelucada, mal afeitado. Como gozaba de buena reputacion, los pacientes soportaron su aspecto de espantajo y sus errores de ebrio con la actitud resignada de los pobres, pero pronto dejaron de consultarlo. Tampoco Ebanizer Hobbs volvio a llamarlo para tratar los casos dificiles, porque perdio confianza en su criterio. Hasta entonces ambos se habian complementado con exito: el ingles podia por primera vez practicar cirugia con audacia, gracias a las poderosas drogas y a las agujas de oro capaces de mitigar el dolor, reducir las hemorragias y acortar el tiempo de cicatrizacion, y el chino aprendia el uso del escalpelo y otros metodos de la ciencia europea. Pero con las manos tembleques y los ojos nublados por la intoxicacion y las lagrimas, Tao Chi?en representaba un peligro, mas que una ayuda.
En la primavera de 1847 el destino de Tao Chi?en nuevamente viro de subito, tal como habia ocurrido un par de veces en su vida. En la medida que perdia sus pacientes regulares y se extendia el rumor de su desprestigio como medico, debio concentrarse en los barrios mas desesperados del puerto, donde nadie pedia sus referencias. Los casos eran de rutina: contusiones, navajazos y perforaciones de bala. Una noche Tao Chi?en fue llamado de urgencia a una taberna para coser a un marinero despues de una monumental rina. Lo condujeron a la parte trasera del local, donde el hombre yacia inconsciente con la cabeza abierta como un melon. Su contrincante, un gigantesco noruego, habia levantado una pesada mesa de madera y la habia usado como garrote para defenderse de sus atacantes, un grupo de chinos dispuestos a darle una memorable golpiza. Se lanzaron en masa encima del noruego y lo hubieran hecho picadillo si no acuden en su ayuda varios marineros nordicos, que bebian en el mismo local, y lo que comenzo como una discusion de jugadores borrachos, se convirtio en una batalla racial. Cuando llego Tao Chi?en, quienes podian caminar habian desaparecido hacia mucho rato. El noruego se reintegro ileso a su nave escoltado por dos policias ingleses y los unicos a la vista eran el tabernero, la victima agonica y el piloto, quien se las habia arreglado para alejar a los policias. De haber sido un europeo, seguramente el herido habria terminado en el hospital britanico, pero como se trataba de un asiatico, las autoridades del puerto no se molestaron demasiado. A Tao Chi?en le basto una mirada para determinar que nada podia hacer por ese pobre diablo con el craneo destrozado y los sesos a la vista. Asi se lo explico al piloto, un ingles barbudo y grosero.
– ?Condenado chino! ?No puedes restregar la sangre y coserle la cabeza? -exigio.
– Tiene el craneo partido, ?para que coserlo? Tiene derecho a morir en paz.
– ?No puede morirse! ?Mi barco zarpa al amanecer y necesito a este hombre a bordo! ?Es el cocinero!
– Lo siento -replico Tao Chi?en con una respetuosa venia, procurando disimular el fastidio que aquel insensato 'fan guey' le producia.
El piloto pidio una botella de ginebra e invito a Tao Chi?en a beber con el. Si el cocinero estaba mas alla de cualquier consuelo, bien podian tomar una copa en su nombre, dijo, para que despues no viniera su jodido fantasma, maldito sea, a tironearles los pies por la noche. Se instalaron a pocos pasos del moribundo a emborracharse sin prisa. De vez en cuando Tao Chi?en se inclinaba para tomarle el pulso, calculando que no debian quedarle mas de unos minutos de vida, pero el hombre resulto mas resistente de lo esperado. Poca cuenta se daba el 'zhong yi' de como el ingles le suministraba un vaso tras otro, mientras el apenas bebia del suyo. Pronto estaba mareado y ya no podia recordar por que se encontraba en ese lugar. Una hora mas tarde, cuando su paciente sufrio un par de convulsiones finales y expiro, Tao Chi?en no lo supo, porque habia rodado por el suelo sin conocimiento.
Desperto a la luz de un mediodia refulgente, abrio los ojos con tremenda dificultad y apenas logro incorporarse un poco se vio rodeado de cielo y agua. Tardo un buen rato en darse cuenta que estaba de espaldas sobre un gran rollo de cuerdas en la cubierta de un barco. El golpe de las olas contra los costados de la nave repicaba en su cabeza como formidables campanazos. Creia escuchar voces y gritos, pero no estaba seguro de nada, igual podia encontrarse en el infierno. Logro ponerse de rodillas y avanzar a gatas un par de metros cuando lo invadio la nausea y cayo de bruces. Pocos minutos mas tarde sintio el garrotazo de un balde de agua fria en la cabeza y una voz dirigiendose a el en cantones. Levanto la vista y se encontro ante un rostro imberbe y simpatico que lo saludaba con una gran sonrisa a la cual le faltaba la mitad de los dientes. Un segundo balde de agua de mar termino de sacarlo del estupor. El joven chino que con tanto afan lo mojaba se agacho a su lado riendose a gritos y dandose palmadas en los muslos, como si su patetica condicion tuviera una gracia irresistible.
– ?Donde estoy? -logro balbucear Tao Chi?en.
– ?Bienvenido a bordo del 'Liberty'! Vamos en direccion al oeste, segun parece.
– ?Pero yo no quiero ir a ninguna parte! ?Debo bajar de inmediato!
Nuevas carcajadas acogieron sus intenciones. Cuando por fin logro controlar su hilaridad, el hombre le explico que habia sido 'contratado', tal como lo habia sido el mismo un par de meses antes. Tao Chi?en sintio que iba a desmayarse. Conocia el metodo. Si faltaban hombres para completar una tripulacion, se recurria a la practica expedita de emborrachar o aturdir de un trancazo en la cabeza a los incautos para engancharlos contra su voluntad. La vida de mar era ruda y mal pagada, los accidentes, la malnutricion y las enfermedades hacian