estragos, en cada viaje moria mas de uno y los cuerpos iban a parar al fondo del oceano sin que nadie volviera a acordarse de ellos. Ademas los capitanes solian ser unos despotas, que no debian rendir cuentas a nadie y cualquier falta castigaban con azotes. En Shanghai habia sido necesario llegar a un acuerdo de caballeros entre los capitanes para limitar los secuestros a hombres libres y no arrebatarse mutuamente a los marineros. Antes del acuerdo, cada vez que uno bajaba al puerto a echarse unos tragos al cuerpo, corria el riesgo de amanecer en otra nave. El piloto del 'Liberty' decidio reemplazar al cocinero muerto por Tao Chi?en -a sus ojos todos los 'amarillos' eran iguales y daba lo mismo uno u otro- y despues de embriagarlo lo hizo trasladar a bordo. Antes que despertara estampo la huella de su dedo pulgar en un contrato, amarrandolo a su servicio por dos anos. Lentamente la magnitud de lo ocurrido se perfilo en el cerebro embotado de Tao Chi?en. La idea de rebelarse no se le ocurrio, equivalia a un suicidio, pero se propuso desertar apenas tocaran tierra en cualquier punto del planeta. El joven lo ayudo a ponerse de pie y a lavarse, luego lo condujo a la cala del barco, donde se alineaban los camarotes y las hamacas. Le asigno su lugar y un cajon para guardar sus pertenencias. Tao Chi?en creia haber perdido todo, pero vio su maleta con los instrumentos medicos sobre el entarimado de madera que seria su cama. El piloto habia tenido la buena idea de salvarla. El dibujo de Lin, sin embargo, habia quedado en su altar. Comprendio horrorizado que tal vez el espiritu de su mujer no podria ubicarlo en medio del oceano. Los primeros dias navegando fueron un suplicio de malestar, a ratos lo tentaba la idea de lanzarse por la borda y acabar sus sufrimientos de una vez por todas. Apenas pudo sostenerse de pie fue asignado a la rudimentaria cocina, donde los trastos colgaban de unos ganchos, golpeandose en cada vaiven con un barullo ensordecedor. Las provisiones frescas obtenidas en Hong Kong se agotaron rapidamente y pronto no hubo mas que pescado y carne salada, frijoles, azucar, manteca, harina agusanada y galletas tan anejas que a menudo debian partirlas a golpes de martillo. Todo alimento se regaba con salsa de soya. Cada marinero disponia de una pinta de aguardiente al dia para pasar las penas y enjuagarse la boca, porque las encias inflamadas eran uno de los problemas de la vida de mar. Para la mesa del capitan Tao Chi?en contaba con huevos y mermelada inglesa, que debia proteger con su propia vida, como le indicaron. Las raciones estaban calculadas para durar la travesia si no surgian inconvenientes naturales, como tormentas que los desviaran de la ruta, o falta de viento que los paralizara, y se complementaban con pescado fresco atrapado en las redes por el camino. No se esperaba talento culinario de Tao Chi?en, su papel consistia en controlar los alimentos, el licor y el agua dulce asignados a cada hombre y luchar contra el deterioro y las ratas. Debia tambien cumplir con las tareas de limpieza y navegacion como cualquier marinero.
A la semana comenzo a disfrutar del aire libre, el trabajo rudo y la compania de aquellos hombres provenientes de los cuatro puntos cardinales, cada uno con sus historias, sus nostalgias y sus habilidades. En los momentos de descanso tocaban algun instrumento y contaban historias de fantasmas del mar y mujeres exoticas en puertos lejanos. Los tripulantes provenian de muchas partes, tenian diversas lenguas y costumbres, pero estaban unidos por algo parecido a la amistad. El aislamiento y la certeza de que se necesitaban unos a otros, convertia en camaradas a hombres que en tierra firme no se hubieran mirado. Tao Chi?en volvio a reirse, como no lo hacia desde antes de la enfermedad de Lin. Una manana el piloto lo llamo para presentarlo personalmente al capitan John Sommers, a quien solo habia visto de lejos en la escotilla de mando. Se encontro ante un hombre alto, curtido por los vientos de muchas latitudes, con una barba oscura y ojos de acero. Se dirigio a el a traves del piloto, quien hablaba algo de cantones, pero el respondio en su ingles de libro, con el afectado acento aristocratico aprendido de Ebanizer Hobbs.
– ?Me dice mister Oglesby que eres alguna clase de curandero?
– Soy un 'zhong yi', un medico.
– ?Medico? ?Como medico?
– La medicina china es varios siglos mas antigua que la inglesa, capitan -sonrio suavemente Tao Chi?en, con las palabras exactas de su amigo Ebanizer Hobbs.
El capitan Sommers levanto las cejas en un gesto de colera ante la insolencia de aquel hombrecillo, pero la verdad lo desarmo. Se echo a reir de buena gana.
– A ver, mister Oglesby, sirva tres vasos de brandy. Vamos a brindar con el doctor. Este es un lujo muy raro. ?Es la primera vez que llevamos nuestro propio medico a bordo!
Tao Chi?en no cumplio su proposito de desertar en el primer puerto que tocara el 'Liberty', porque no supo donde ir. Regresar a su desesperada existencia de viudo en Hong Kong tenia tan poco sentido como seguir navegando. Aqui o alla daba lo mismo y al menos como marinero podria viajar y aprender los metodos de curar usados en otras partes del mundo. Lo unico que realmente lo atormentaba era que en ese deambular de ola en ola, Lin tal vez no podria ubicarlo, por mucho que gritara su nombre a todos los vientos. En el primer puerto descendio como los demas con permiso para permanecer en tierra por seis horas, pero en vez de aprovecharlas en tabernas, se perdio en el mercado buscando especias y plantas medicinales por encargo del capitan. 'Ya que tenemos un doctor, tambien necesitamos remedios', habia dicho. Le dio una bolsa con monedas contadas y le advirtio que si pensaba escapar o enganarlo, lo buscaria hasta dar con el y le rebanaria el cuello con su propia mano, pues no habia nacido todavia el hombre capaz de burlarse impunemente de el.
– ?Esta claro, chino?
– Esta claro, ingles.
– ?A mi me tratas de senor!
– Si, senor -replico Tao Chi?en bajando la vista, pues estaba aprendiendo a no mirar a los blancos a la cara.
Su primera sorpresa fue descubrir que China no era el centro absoluto del universo. Habia otras culturas, mas barbaras, es cierto, pero mucho mas poderosas. No imaginaba que los britanicos controlaran buena parte del orbe, tal como no sospechaba que otros 'fan guey' fueran duenos de extensas colonias en tierras lejanas repartidas en cuatro continentes, como se dio el trabajo de explicarle el capitan John Sommers el dia en que le arranco una muela infectada frente a las costas de Africa. Realizo la operacion limpiamente y casi sin dolor gracias a una combinacion de sus agujas de oro en las sienes y una pasta de clavo de olor y eucalipto aplicada en la encia. Cuando termino y el paciente aliviado y agradecido pudo terminar su botella de licor, Tao Chi?en se atrevio a preguntarle adonde iban. Lo desconcertaba viajar a ciegas, con la linea difusa del horizonte entre un mar y un cielo infinitos como unica referencia.
– Vamos hacia Europa, pero para nosotros nada cambia. Somos gente de mar, siempre en el agua. ?Quieres volver a tu casa?
– No, senor.
– ?Tienes familia en alguna parte?
– No, senor.
– Entonces te da lo mismo si vamos para el norte o el sur, para el este o el oeste, ?no es asi?
– Si, pero me gusta saber donde estoy.
– ?Por que?
– Por si me caigo al agua o nos hundimos. Mi espiritu necesitara ubicarse para volver a China, sino andara vagando sin rumbo. La puerta al cielo esta en China.
– ?Las cosas que se te ocurren! -rio el capitan-. ?Asi es que para ir al Paraiso hay que morir en China? Mira el mapa, hombre. Tu pais es el mas grande, es cierto, pero hay mucho mundo fuera de China. Aqui esta Inglaterra, es apenas una pequena isla, pero si sumas nuestras colonias, veras que somos duenos de mas de la mitad del globo.
– ?Como asi?
– Igual como hicimos en Hong Kong: con guerra y con trampa. Digamos que es una mezcla de poderio naval, codicia y disciplina. No somos superiores, sino mas crueles y decididos. No estoy particularmente orgulloso de ser ingles y cuando tu hayas viajado tanto como yo, tampoco tendras orgullo de ser chino.
Durante los dos anos siguientes Tao Chi?en piso tierra firme tres veces, una de las cuales fue en Inglaterra. Se perdio entre la muchedumbre grosera del puerto y anduvo por las calles de Londres observando las novedades con los ojos de un nino maravillado. Los 'fan guey' estaban llenos de sorpresas, por una parte carecian del menor refinamiento y se comportaban como salvajes, pero por otra eran capaces de prodigiosa inventiva. Comprobo que los ingleses padecian en su pais de la misma arrogancia y mala educacion demostrada en Hong Kong: lo trataban sin respeto, nada sabian de cortesia o de etiqueta. Quiso tomar una cerveza, pero lo sacaron a empujones de la taberna: aqui no entran perros amarillos, le dijeron. Pronto se junto con otros marineros asiaticos y encontraron un lugar regentado por un chino viejo donde pudieron comer, beber y fumar en paz. Oyendo las historias de los
