natal, al cual no habia recurrido en quince anos: de haberlo sabido jamas la hubiera ayudado, como se le ocurria partir a California embarazada, estaba demente, lo que faltaba, un aborto, si se moria el estaba perdido, tamano lio en que lo habia metido, por tonto le pasa, como no adivino la causa de su apuro por escapar de Chile. Agrego juramentos y maldiciones en ingles, pero ella habia vuelto a desmayarse y se encontraba lejos de cualquier reproche. La sostuvo en sus brazos meciendola como a un nino, mientras la rabia se le iba convirtiendo en una incontenible compasion. Por un instante se le ocurrio la idea de acudir al capitan Katz y confesarle todo el asunto, pero no podia predecir su reaccion. Ese holandes luterano, que trataba a las mujeres de a bordo como si fueran apestadas, seguramente se pondria furioso al enterarse de que llevaba otra escondida y para colmo encinta y moribunda. ?Y que castigo reservaria para el? No, no podia decirselo a nadie. La unica alternativa seria esperar que Eliza se despachara, si tal era su karma, y luego echar el cuerpo al mar junto con las bolsas de basura de la cocina. Lo mas que podria hacer por ella, si la veia sufriendo demasiado, seria ayudarla a morir con dignidad.

Iba camino a la salida, cuando percibio en la piel una presencia extrana. Asustado, levanto el farol y vio con perfecta claridad en el circulo de tremula luz a su adorada Lin observandolo a poca distancia con esa expresion burlona en su rostro translucido que constituia su mayor encanto. Llevaba su vestido de seda verde bordado con hilos dorados, el mismo que usaba para las grandes ocasiones, el cabello recogido en un sencillo mono sujeto con palillos de marfil y dos peonias frescas sobre las orejas. Asi la habia visto por ultima vez, cuando las mujeres del vecindario la vistieron antes de la ceremonia funebre. Tan real fue la aparicion de su esposa en la bodega, que sintio panico: los espiritus, por buenos que hubieran sido en vida, solian portarse cruelmente con los mortales. Trato de escapar hacia la puerta, pero ella le bloqueo el paso. Tao Chi?en cayo de rodillas, temblando, sin soltar el farol, su unico asidero con la realidad. Intento una oracion para exorcizar a los diablos, en caso que hubieran tomado la forma de Lin para confundirlo, pero no pudo recordar las palabras y solo un largo quejido de amor por ella y nostalgia por el pasado salio de sus labios. Entonces Lin se inclino sobre el con su inolvidable suavidad, tan cerca que de haberse atrevido el hubiera podido besarla, y susurro que no habia venido de tan lejos para meterle miedo, sino para recordarle los deberes de un medico honorable. Tambien ella habia estado a punto de irse en sangre como esa muchacha despues de dar a luz a su hija y en esa ocasion el habia sido capaz de salvarla. ?Por que no hacia lo mismo por aquella joven? ?Que le pasaba a su amado Tao? ?Habia perdido acaso su buen corazon y estaba convertido en una cucaracha? Una muerte prematura no era el karma de Eliza, le aseguro. Si una mujer esta dispuesta a atravesar el mundo sepultada en un agujero de pesadilla para encontrar a su hombre, es porque tiene mucho 'qi'.

– Debes ayudarla, Tao, si se muere sin ver a su amado nunca tendra paz y su fantasma te perseguira para siempre -le advirtio Lin, antes de esfumarse.

– ?Espera! -suplico el hombre extendiendo una mano para sujetarla, pero sus dedos se cerraron en el vacio.

Tao Chi?en quedo postrado en el suelo por largo rato, procurando recuperar el entendimiento, hasta que su corazon demente dejo de galopar y el tenue aroma de Lin se hubo disipado en la bodega. No te vayas, no te vayas, repitio mil veces, vencido de amor. Por fin pudo ponerse de pie, abrir la puerta y salir al aire libre.

Era una noche tibia. El oceano Pacifico refulgia como plata con los reflejos de la luna y una brisa leve hinchaba las viejas velas del 'Emilia'. Muchos pasajeros ya se habian retirado o jugaban naipes en las cabinas, otros habian colgado sus hamacas para pasar la noche entre el desorden de maquinas, aperos de caballos y cajones que llenaban las cubiertas, y algunos se entretenian en la popa contemplando a los delfines juguetones en la estela de espuma de la nave. Tao Chi?en levanto los ojos hacia la inmensa boveda del cielo, agradecido. Por primera vez desde su muerte, Lin lo visitaba sin timidez. Antes de iniciar su vida de marinero la habia percibido cerca en varias ocasiones, sobre todo cuando se sumia en profunda meditacion, pero entonces era facil confundir la tenue presencia de su espiritu con su anoranza de viudo. Lin solia pasar por su lado rozandolo con sus dedos finos, pero el se quedaba con la duda de si seria ella realmente o solo una creacion de su alma atormentada. Momentos antes en la bodega, sin embargo, no tuvo dudas: el rostro de Lin se le habia aparecido tan radiante y preciso como esa luna sobre el mar. Se sintio acompanado y contento, como en las noches remotas en que ella dormia acurrucada en sus brazos despues de hacer el amor.

Tao Chi?en se dirigio al dormitorio de la tripulacion, donde disponia de una angosta litera de madera, lejos de la unica ventilacion que se colaba por la puerta. Era imposible dormir en el aire enrarecido y la pestilencia de los hombres, pero no habia tenido que hacerlo desde la salida de Valparaiso, porque el verano permitia echarse por el suelo en cubierta. Busco su baul, clavado al piso para protegerlo del vapuleo de las olas, se quito la llave del cuello, abrio el candado y saco su maletin y un frasco de laudano. Luego sustrajo sigilosamente una doble racion de agua dulce y busco unos trapos de la cocina, que le servirian a falta de algo mejor.

Se encaminaba de vuelta a la bodega cuando lo atajo una mano sobre su brazo. Se volvio sorprendido y vio a una de las chilenas quien, desafiando la orden perentoria del capitan de recluirse despues de la puesta del sol, habia salido a seducir clientes. La reconocio al punto. De todas las mujeres a bordo, Azucena Placeres era la mas simpatica y la mas atrevida. En los primeros dias fue la unica dispuesta a ayudar a los pasajeros mareados y tambien cuido con esmero a un joven marinero que se cayo del mastil y se partio un brazo. Se gano asi el respeto incluso del severo capitan Katz, quien a partir de entonces hizo la vista gorda ante su indisciplina. Azucena prestaba gratis sus servicios de enfermera, pero quien se atreviera a poner una mano encima de sus firmes carnes debia pagar en dinero contante y sonante, porque no habia que confundir el buen corazon con la estupidez, como decia. Este es mi unico capital y si no lo cuido estoy jodida, explicaba, dandose alegres palmadas en las nalgas. Azucena Placeres se dirigio a el con cuatro palabras comprensibles en cualquier lengua: chocolate, cafe, tabaco, brandy. Como siempre hacia al cruzarse con el, le explico con gestos atrevidos su deseo de canjear cualquiera de aquellos lujos por sus favores, pero el 'zhong yi' se desprendio de ella con un empujon y siguio su camino.

Buena parte de la noche estuvo Tao Chi?en junto a la afiebrada Eliza. Trabajo sobre ese cuerpo exhausto con los limitados recursos de su maletin, su larga experiencia y una vacilante ternura, hasta que ella expulso un molusco sanguinolento. Tao Chi?en lo examino a la luz del farol y pudo determinar sin lugar a dudas que se trataba de un feto de varias semanas y estaba completo. Para limpiar el vientre a fondo coloco sus agujas en los brazos y piernas de la joven, provocando fuertes contracciones. Cuando estuvo seguro de los resultados suspiro aliviado: solo quedaba pedir a Lin que interviniera para evitar una infeccion. Hasta esa noche Eliza representaba para el un pacto comercial y al fondo de su baul estaba el collar de perlas para probarlo. Era solo una muchacha desconocida por la cual creia no sentir interes personal, una 'fan guey' de pies grandes y temperamento aguerrido a quien le habria costado mucho conseguir un marido, pues no mostraba disposicion alguna para agradar o para servir a un hombre, eso se podia ver. Ahora, malograda por un aborto, no podria casarse jamas. Ni siquiera el amante, quien por lo demas ya la habia abandonado una vez, la desearia por esposa, en el caso improbable de encontrarlo algun dia. Admitia que para ser extranjera Eliza no era del todo fea, al menos habia un leve aire oriental en sus ojos alargados y tenia el pelo largo, negro y lustroso, como la orgullosa cola de un caballo imperial. Si hubiera tenido una diabolica cabellera amarilla o roja, como tantas que habia visto desde su salida de China, tal vez no se hubiera acercado a ella; pero ni su buen aspecto ni la firmeza de su caracter la ayudarian, su mala suerte estaba echada, no habia esperanza para ella: terminaria de prostituta en California. Habia frecuentado a muchas de esas mujeres en Canton y en Hong Kong. Debia gran parte de sus conocimientos medicos a los anos practicando sobre los cuerpos de aquellas desventuradas maltratados por golpes, enfermedades y drogas. Varias veces durante esa larga noche penso si no seria mas noble dejarla morir, a pesar de las instrucciones de Lin, y salvarla asi de un destino horrible, pero le habia pagado por adelantado y debia cumplir su parte del trato, se dijo. No, no era esa la unica razon, concluyo, puesto que desde el comienzo habia cuestionado sus propios motivos para embarcar a esa chica de polizon en el barco. El riesgo era inmenso, no estaba seguro de haber cometido tamana imprudencia solo por el valor de las perlas. Algo en la valiente determinacion de Eliza lo habia conmovido, algo en la fragilidad de su cuerpo y en el bravo amor que profesaba por su amante le recordaba a Lin…

Finalmente al amanecer Eliza dejo de sangrar. Se volaba de fiebre y tiritaba a pesar del calor insoportable de la bodega, pero tenia mejor pulso y respiraba tranquila en su sueno. Sin embargo, no estaba fuera de peligro. Tao Chi?en deseaba quedarse alli para vigilarla, pero calculo que faltaba poco para el amanecer y pronto repicaria la campana llamando a su turno para el trabajo. Se arrastro extenuado hasta la cubierta, se dejo caer de bruces sobre las tablas del piso y se durmio como una criatura, hasta que una amistosa patada de otro marinero lo

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