cada prenda que se ponia iba conquistando sus dudas y afirmando su deseo de volver a ser mujer. Mama Fresia la habia prevenido contra el albur de la feminidad, 'te cambiara el cuerpo, se te nublaran las ideas y cualquier hombre podra hacer contigo lo que le venga gana', decia, pero ya no la asustaban esos riesgos.

Tao Chi?en habia terminado de atender al ultimo enfermo del dia. Estaba en mangas de camisa, se habia quitado la chaqueta y la corbata, que siempre usaba por respeto a sus pacientes, de acuerdo al consejo de su maestro de acupuntura. Transpiraba, porque todavia no se ponia el sol y ese habia sido uno de los pocos dias calientes del mes de julio. Penso que nunca se acostumbraria a los caprichos del clima en San Francisco, donde el verano tenia cara de invierno. Solia amanecer un sol radiante y a la pocas horas entraba una espesa neblina por el Golden Gate o se dejaba caer el viento del mar. Estaba colocando las agujas en alcohol y ordenando sus frascos de medicinas, cuando entro Eliza. El ayudante habia partido y en esos dias no tenian ninguna 'sing song girl' a su cargo, estaban solos en la casa.

– Tengo algo para ti, Tao -dijo ella.

Entonces el levanto la vista y de la sorpresa se le cayo el frasco de las manos. Eliza llevaba un elegante vestido oscuro con cuello de encaje blanco. La habia visto solo dos veces con ropa femenina cuando la conocio en Valparaiso, pero no habia olvidado su aspecto de entonces.

– ?Te gusta?

– Siempre me gustas -sonrio el, quitandose los lentes para admirarla de lejos.

– Este es mi vestido de domingo. Me lo puse porque quiero hacerme un retrato. Toma, esto es para ti -y le paso una bolsa.

– ?Que es?

– Son mis ahorros… para que compres otra nina, Tao. Pensaba ir a buscar a Joaquin este verano, pero no lo hare. Ya se que jamas lo encontrare.

– Parece que todos vinimos buscando algo y encontramos otra cosa.

– ?Que buscabas tu?

– Conocimiento, sabiduria, ya no me acuerdo. En cambio encontre a las 'sing song girls' y mira el descalabro en que estoy metido.

– ?Que poco romantico eres, hombre por Dios? Por galanteria debes decir que tambien me encontraste a mi.

– Te habria encontrado de todos modos, eso estaba predestinado.

– No me vengas con el cuento de la reencarnacion…

– Exacto. En cada encarnacion volveremos a encontrarnos hasta resolver nuestro karma.

– Suena espantoso. En todo caso, no volvere a Chile, pero tampoco seguire ocultandome, Tao. Ahora quiero ser yo.

– Siempre has sido tu.

– Mi vida esta aqui. Es decir, si tu quieres que te ayude…

– ?Y Joaquin Andieta?

– Tal vez la estrella en la frente significa que esta muerto. ?Imaginate? Hice este tremendo viaje en balde.

– Nada es en balde. En la vida no se llega a ninguna parte, Eliza, se camina no mas.

– Lo que hemos caminado juntos no ha estado mal. Acompaname, voy a hacerme un retrato para enviar a Miss Rose.

– ?Puedes hacerte otro para mi?

Se fueron a pie y de la mano a la plaza de la Union, donde se habian instalado varias tiendas de fotografia, y escogieron la mas vistosa. En la ventana se exhibia una coleccion de imagenes de los aventureros del 49: un joven de barba rubia y expresion determinada, con el pico y la pala en los brazos; un grupo de mineros en mangas de camisa, la vista fija en la camara, muy serios; chinos a la orilla de un rio; indios lavando oro con cestas de fino tejido; familias de pioneros posando junto a sus vagones. Los daguerrotipos se habian puesto de moda, eran el vinculo con los seres lejanos, la prueba de que vivieron la aventura del oro. Decian que en las ciudades del Este muchos hombres que jamas estuvieron en California, se retrataban con herramientas de minero. Eliza estaba convencida de que el extraordinario invento de la fotografia habia destronado definitivamente a los pintores, que rara vez daban con el parecido.

– Miss Rose tiene un retrato suyo con tres manos, Tao. Lo pinto un artista famoso, pero no me acuerdo el nombre.

– ?Con tres manos?

– Bueno, el pintor le puso dos, pero ella le agrego otra. Su hermano Jeremy casi se muere al verlo.

Deseaba poner su daguerrotipo en un fino marco de metal dorado y terciopelo rojo, para el escritorio de Miss Rose. Llevaba las cartas de Joaquin Andieta para perpetuarlas en la fotografia antes de destruirlas. Por dentro la tienda parecia las bambalinas de un pequeno teatro, habia telones de glorietas floridas y lagos con garzas, columnas griegas de carton, guirnaldas de rosas y hasta un oso embalsamado. El fotografo resulto ser un hombrecillo apurado que hablaba a tropezones y caminaba a saltos de rana sorteando los trastos de su estudio. Una vez acordados los detalles, instalo a Eliza ante una mesa con las cartas de amor en la mano y le coloco una barra metalica en la espalda con un soporte para el cuello, bastante parecida a la que le ponia Miss Rose durante las lecciones de piano.

– Es para que no se mueva. Mire la camara y no respire.

El hombrecillo desaparecio detras de un trapo negro, un instante despues un fogonazo blanco la cego y un olor a chamusquina la hizo estornudar. Para el segundo retrato dejo de lado las cartas y pidio a Tao Chi?en que la ayudara a ponerse el collar de perlas.

Al dia siguiente Tao Chi?en salio muy temprano a comprar el periodico, como siempre hacia antes de abrir la oficina, y vio los titulares a seis columnas: habian matado a Joaquin Murieta. Regreso a la casa con el diario apretado contra el pecho, pensando como se lo diria a Eliza y como lo recibiria ella.

Al amanecer del 24 de julio, despues de tres meses de cabalgar por California dando palos de ciego, el capitan Harry Love y sus veinte mercenarios llegaron al valle de Tulare. Para entonces ya estaban hartos de perseguir fantasmas y correr tras pistas falsas, el calor y los mosquitos los tenian de pesimo talante y empezaban a odiarse unos a otros. Tres meses de verano cabalgando al garete por esos cerros secos con un sol hirviente sobre la cabeza era mucho sacrificio para la paga recibida. Habian visto en los pueblos los avisos ofreciendo mil dolares de recompensa por la captura del bandido. En varios habian garabateado debajo: 'yo pago cinco mil', firmado por Joaquin Murieta. Estaban haciendo el ridiculo y solo quedaban tres dias para que se cumpliera el plazo estipulado; si regresaban con las manos vacias, no verian un centimo de los mil dolares del gobernador. Pero ese debio ser su dia de buena suerte, porque justamente cuando ya perdian la esperanza, tropezaron con un grupo de siete desprevenidos mexicanos acampando bajo unos arboles.

Mas tarde el capitan diria que llevaban trajes y aperos de gran lujo y tenian los mas finos corceles, razon de mas para despertar su recelo, por eso se acerco a exigirles que se identificaran. En vez de obedecer, los sospechosos corrieron intempestivamente a sus caballos, pero antes de que lograran montar fueron rodeados por los guardias de Love. El unico que ignoro olimpico a los atacantes y avanzo hacia su caballo como si no hubiera oido la advertencia fue quien parecia el jefe. Solo llevaba un cuchillo de monte en el cinto, sus armas colgaban de la montura, pero no las alcanzo porque el capitan le puso su pistola en la frente. A pocos pasos los otros mexicanos observaban atentos, listos para acudir en ayuda de su jefe al primer descuido de los guardias, diria Love en su informe. De pronto hicieron un desesperado intento de fuga, tal vez con la intencion de distraer a los guardias, mientras su jefe montaba de un salto formidable en su brioso alazan y huia rompiendo filas. No llego muy lejos, sin embargo, porque un tiro de fusil hirio al animal, que rodo por tierra vomitando sangre. Entonces el jinete, que no era otro que el celebre Joaquin Murieta, sostuvo el capitan Love, echo a correr como un gamo y no les quedo otra alternativa que vaciar sus pistolas sobre el pecho del bandido.

– No disparen mas, ya han hecho su trabajo -dijo antes de caer lentamente, vencido por la muerte.

Esa era la version dramatizada de la prensa y no habia quedado ningun mexicano vivo para contar su version de los hechos. El valiente capitan Harry Love procedio a cortar de un sablazo la cabeza del supuesto Murieta. Alguien se fijo que otra de las victimas tenia una mano deforme y asumieron de inmediato que se trataba de Jack Tres-Dedos, de modo que tambien lo decapitaron y de paso le rebanaron la mano mala. Partieron los veinte guardias al galope rumbo al proximo pueblo, que quedaba a varias millas de distancia, pero hacia un calor de

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