— ?Actua la «atraccion terrestre»? ?Nostalgia?

— Puede ser — contesto.

— ?Sabe algo de Evgenev?

— Aun no he podido comunicar con el. El aparato esta siempre ocupado. ?Y como fue su conversacion con el director?

— Manana salgo hacia la Luna.

Ella levanto su mirada hacia mi.

— ?Para mucho tiempo?

— No lo se. El vuelo, dicen que tarda unos cinco o seis dias. Y no se sabe cuanto tiempo estaremos en la Luna.

— Es muy interesante — dijo Tonia mirandome fijamente—. Con gusto iria con ustedes. Pero me han enviado por algun tiempo al laboratorio, el cual se encuentra a tal distancia de la Tierra que alli no llega la radiacion terrestre. Alli, en la sombra, reina el frio del espacio universal. Vamos a montar un nuevo laboratorio para el estudio de la electroconductibilidad de los metales a bajas temperaturas…

Sus ojos se avivaron.

— ?Hay un problema interesantisimo! Usted sabe que con la disminucion de la temperatura, disminuye en los metales la resistencia a la corriente electrica. A temperaturas cercanas al cero absoluto, la resistencia es tambien casi igual a cero… En la solucion de estos problemas trabajo ya Kapitza. Pero en la Tierra se exigian esfuerzos colosales para conseguir bajas temperaturas. Y en el espacio interplanetario esto es sencillo. Imaginese un aro metalico colocado en el vacio a la temperatura de cero absoluto. En el se dirige corriente inducida. Esta corriente puede ser de una potencia enorme. Y circulara por el aro eternamente, mientras no aumente la temperatura. Al subir la temperatura se produce una descarga instantanea. Si utilizamos estos aros dandoles altas tensiones, podremos tener una especie de relampago en conserva, cuya actividad se manifestara en cuanto se eleve la temperatura. Aunque existe el problema del hecho que, al faltar la resistencia disminuye la tension, o sea la potencia… Es necesario hacer un calculo. ?Como me serviria Paley en este caso! — exclamo casi con apasionamiento.

Esto, claro, era la pasion del cientifico, pero yo no pude disimular mi disgusto.

No pudo salir la expedicion al dia siguiente: enfermo Tiurin.

— ?Que le pasa? — pregunte a Meller.

— Se ha agriado nuestro filosofo — contesto ella—, enfermo de la «alegria», todo es debido al movimiento. En realidad no es nada. Se queja de dolor en las piernas. Le duelen las pantorrillas. Es poca cosa. Pero, ?como enviarlo a la Luna en este estado? Les crearia muchos problemas. Con una decima parte de la gravedad terrestre esta asi. Y en la Luna hay una sexta parte. Alli a buen seguro no podra con sus huesos. He decidido darle unos cuantos dias para entrenarse. Aqui tenemos un almacen de los asteroides captados por nuestros hombres. Todas estas piedras, trozos de planetas, se han amontonado en forma de globo. Para que no volaran trozos de esta masa nuestros heliosoldadores han fundido y soldado la superficie de estos pedazos. A una de estas «bombas» hemos atado una esfera vacia con un cable de acero y luego le dimos movimiento circular. Resulto una fuerza centrifuga; la gravedad en el interior de la esfera hueca es igual a la de la Luna. En este globo se ejercita Tiurin. La presion y cantidad de oxigeno en la esfera son las mismas que en la escafandra del vestido interplanetario. Vuele hasta alli y hagale una visita. Pero no vaya solo. Que vaya Kramer con usted.

Halle a Kramer en la sala gimnasio. Estaba efectuando tales numeros que le hubieran envidiado los mejores artistas del trapecio si le hubieran podido ver.

— Voy a ir con usted, eso si, pero ya es hora de aprender a volar solo. Va a ir pronto a la Luna. ?Y no sabemos lo que puede suceder en un viaje asi!

Kramer me ato a un largo cordon y me dejo volar hasta el campo de entrenamiento de Tiurin. Ya no daba volteretas y «disparaba» con bastante acierto, aunque no supe amarrar a la esfera en movimiento. Kramer vino en seguida en mi ayuda. A los cuatro minutos de haber partido ya entrabamos en la esfera metalica.

Fuimos recibidos con ensordecedores chillidos y alaridos. Extranado mire hacia el interior del globo iluminado por una gran lampara electrica y vi a Tiurin sentado en el «suelo» golpeando con los punos una alfombra de goma. Cerca de el daba saltos gigantescos el negrito John. La mona «Mikki» con alegres chillidos, saltaba desde los hombros del negro hasta el «techo», alli se asia de las correas, cayendo otra vez a la cabeza de John. La gravedad «lunar» parecia gustarles, lo que no se podia decir de Tiurin.

— ?Levantese profesor! — grito John—. La doctora ha ordenado que ande unos quince minutos y usted no ha andado ni cinco.

— ?No me levanto! — chillo enojado Tiurin—. ?Yo no soy un caballo! ?Verdugos! ?No puedo mas!

En este momento llegamos nosotros. Primero nos vio John y se alegro:

— Mire, camarada Artiomov — dijo dirigiendose a mi—, el profesor no me hace caso, de nuevo quiere meterse en su telarana…

La mona, de pronto, se puso a chillar.

— ?Deten ya tu tocadiscos! — grito el profesor—. ?Buenos dias, camaradas! — se dirigio a nosotros y, poniendose de rodillas se levanto pesadamente.

«?Como puede ir a la Luna en este estado?», pense yo mirando a Kramer. Este solo meneo la cabeza.

— Pero si usted mismo, profesor, mas de una vez me lo ha dicho: cuanto mas movimiento, mas felicidad… — insistia el negro.

Este argumento «filosofico» por parte de John, fue inesperado. Sin querer nos sonreimos, y Tiurin se puso rojo de ira.

— ?Hace falta comprender! ?Al menos intentarlo! — chillo el con voz aguda—. Hay diversas clases de movimiento. Estos movimientos fisicos pesados estorban al movimiento superior de las celulas de mi cerebro, de mis ideas. Y ademas, cualquier movimiento es intermitente y tu quieres que marche sin descanso… ?Me vas a matar!

Y se puso a caminar con aspecto de martir, gimiendo y suspirando.

John me llevo a un lado y me dijo al oido:

— ?Camarada Artiomov! Tengo mucho miedo por mi profesor. Esta tan debil. Sera peligroso que vaya a la Luna sin mi. Si incluso se olvida de comer y beber… ?Quien va a cuidarlo en la Luna…?

A John la aparecian las lagrimas en los ojos. Queria a su profesor. Console a John como pude, y le prometi preocuparme de Tiurin durante la expedicion.

— ?Usted responde de el! — pronuncio el negrito solemnemente.

— ?Si, claro! — asenti.

De vuelta a la Estrella, se lo conte todo a Meller. Ella meneo la cabeza con desaprobacion.

— Tendre que ocuparme yo misma de Tiurin.

Y esta pequena y energica mujer se dirigio efectivamente a la «sala de entrenamiento».

Yo tampoco perdi el tiempo: aprendi a volar en el espacio interplanetario, y segun manifesto mi maestro Kramer, hice grandes progresos.

— Ahora ya estoy tranquilo porque durante la expedicion a la Luna usted no se perdera en los abismos del cielo — dijo.

Pasados unos dias Meller regreso de la «sala de entrenamiento» mas satisfecha y declaro:

— A la Tierra aun no dejaria ir al profesor, pero para ir a la Luna esta en «plena forma».

XIII — Hacia la orbita lunar

En visperas de nuestro viaje a la Luna acompane a Tonia al laboratorio del frio universal. La despedida fue

Вы читаете La estrella Ketz
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату