Pero eso fue en otro pais.

Y, ademas, la muchacha esta muerta.

Y la calle seguia estando muerta mas adelante. Cruzaron una interseccion, donde el elegante ladrillo rojo daba paso a edificios de hormigon prefundido mas modernos. Luego, de repente, aparecieron debajo del paso elevado de acero verde oscuro del metro elevado.

– Rusia. Toda esta zona de mierda de aqui es Rusia.

– ?Rusia? -pregunto Ronnie, que no sabia a que se referia.

El conductor senalo una hilera de fachadas estridentes. Un salon de unas, la Escuela de musica, arte y deporte Shostakovich. Habia letras rusas por todas partes. Vio el cartel de una farmacia en cirilico. A menos que supieras ruso, no sabias de que eran la mitad de todas estas tiendas. Y el no hablaba ni una palabra.

Rusia. Ronnie lo comprendio.

– Little Odessa -dijo el conductor-. Una colonia enorme, joder. Cuando yo era pequeno no lo era. La perestroika, la glasnost, ?sabes? Les dejaron viajar y ?vinieron todos aqui! El mundo esta cambiando… ?Sabes que quiero decir?

Ronnie tuvo la tentacion de cerrarle la boca al hombre y decirle que en su dia el mundo tambien habia cambiado para los nativos americanos, pero no queria que lo echara de la camioneta.

– Si -dijo simplemente.

Giraron a la derecha en una calle residencial sin salida. Al final habia una hilera de bolardos negros con un paseo maritimo entarimado detras y, mas alla, la playa. Y luego el oceano.

– Brighton Beach. Un buen sitio. Aqui estaremos a salvo de los aviones -dijo el conductor, indicando a Ronnie que aqui terminaba el viaje.

El hombre se giro hacia los fantasmas de detras.

– Coney Island, Brighton Beach. Tengo que volver a por mis escaleras, mis arneses, todas mis cosas. Es un material caro, ya sabeis.

Ronnie se desabrocho el cinturon, dio las gracias al hombre efusivamente y estrecho su mano grande y callosa.

– Cuidate, colega.

– Igualmente.

– Seguro.

Ronnie abrio la puerta y salto al asfalto. El aire olia a sal marina, y muy ligeramente a fuego y carburante. Era un olor lo bastante suave como para sentirse seguro en este lugar, pero no tanto como para sentirse libre de lo que acababa de vivir.

Sin mirar atras a los fantasmas, siguio caminando hasta el paseo entarimado, casi a saltos, y saco su movil del bolsillo para comprobar que estuviera apagado.

Entonces se detuvo y miro la inmensidad llana del oceano azul verdoso y ondulado que se extendia mas alla de la arena y la mancha neblinosa de tierra a kilometros de distancia. Respiro hondo. Luego otra vez. Su plan aun era muy vago y tenia que trabajarlo.

Pero estaba emocionado.

Euforico.

La manana del 11 de septiembre no hubo mucha gente en Nueva York que saltara de jubilo. Pero Ronnie si lo hizo.

36

Octubre de 2007

Abby se sento con una taza de te entre las manos temblorosas, mirando la calle de abajo a traves de una rendija entre las persianas. Le dolian los ojos despues de tres noches seguidas de insomnio. El miedo se arremolinaba en su interior.

«Se donde estas.»

Su maleta estaba junto a la puerta, llena y con la cremallera cerrada. Miro la hora: las 8.55. Dentro de cinco minutos realizaria la llamada que llevaba planeando hacer todo el dia de ayer, en cuanto abrieran las tiendas. Era ironico, penso, que durante la mayor parte de su vida hubiera detestado los lunes por la manana. Pero se habia pasado todo el dia de ayer deseando que llegara.

Nunca en su vida habia tenido tanto miedo.

A menos que estuviera totalmente equivocada, y presa de un panico innecesario, el estaba ahi fuera en algun lugar, esperando y observando. La carta de Abby estaba marcada. El la esperaba, la observaba, y estaba muy enfadado.

?Le habia hecho algo al ascensor? ?Y a la alarma? ?Habria sabido como hacerlo? Se repetia las preguntas a si misma una y otra vez.

Habia trabajado de mecanico, si. Sabia arreglar aparatos mecanicos y electricos. Pero ?por que querria estropear el ascensor?

Intento comprenderlo. Si realmente sabia donde estaba Abby, ?por que no la habia acechado? ?Que ganaba con dejarla atrapada en el ascensor? Si queria tiempo para intentar colarse en su piso, ?por que no habia esperado a que saliera de casa simplemente?

?Acaso, debido a su estado de panico, estaba sumando dos mas dos y le daba cinco?

Quiza si o quiza no, no lo sabia. Asi que la mayor parte del dia de ayer, en lugar de salir, comprar los periodicos del domingo y holgazanear delante del televisor, como habria hecho normalmente, se quedo sentada, en el mismo lugar donde estaba ahora, observando la calle de abajo, pasando el tiempo escuchando una leccion de espanol tras otra, con los auriculares puestos, pronunciando y repitiendo palabras y frases en voz alta.

Habia hecho un domingo de perros, con un viento del suroeste procedente del Canal de la Mancha que mandaba rafagas de lluvia hacia la acera, los charcos, los coches aparcados, los peatones.

Y eran los coches y los peatones lo que estaba observando, como un halcon, a traves de la lluvia que seguia cayendo a cantaros. A primera hora, cuando se levanto, estudio todos los coches y furgonetas aparcados. Solo habian cambiado un par desde la noche anterior. En este barrio no habia mucho sitio para aparcar, asi que cuando la gente encontraba un lugar, solia dejar el coche alli hasta que realmente necesitara ir a otra parte. De lo contrario, en cuanto salian, otro vehiculo ocupaba su lugar y cuando volvian quiza tuvieran que aparcar a varias calles de distancia.

Ayer habia recibido dos visitas: un fotografo del Argus, a quien le dijo por el interfono que se marchara, y el conserje, Tomasz, que fue a disculparse, preocupado tal vez por conservar su empleo y con la esperanza de que no se quejara de el si se mostraba amable. Le explico que los obreros debian de haber sobrecargado el ascensor y danado el sistema de poleas. Pero no fue capaz de explicarle, de manera convincente, por que habia fallado la alarma, que tendria que haber sonado en su piso. Le aseguro que la empresa de ascensores estaba trabajando en ello, pero que tardarian varios dias en arreglar los danos que los bomberos habian causado.

Abby se deshizo de el tan deprisa como pudo para velar la calle otra vez.

Llamo a su madre, pero ella no le comento que hubiera recibido una llamada de nadie. Abby continuo con la mentira de que seguia en Australia y lo estaba pasando genial.

A veces los mensajes de texto se extraviaban y acababan en el numero equivocado por error. ?Era posible que esa fuera la: explicacion?

«Se donde estas.»

Era posible.

Que hubiera saltado encima del ascensor parado. ?Estaba sacando conclusiones precipitadas debido a su estado paranoico? Era reconfortante pensar eso, pero la autocomplacencia era un lujo que no podia permitirse. Se habia embarcado en todo esto sabiendo los riesgos que entranaba, sabiendo que solo lograria salirse con la suya si recurria a su ingenio, veinticuatro horas al dia, siete dias a la semana, durante el tiempo que hiciera falta.

Lo unico que le arranco una sonrisa ayer fue otro de sus mensajes encantadores. Este decia: «No quieres a una mujer porque sea hermosa. Es hermosa porque la quieres».

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