Bueno, en realidad en el lugar equivocado, porque Donny Winters estaba en la carcel por usurpacion de identidad y fraude, pero se trataba de la prision Ford Open, que tenia un horario de visitas razonable y se encontraba a menos de una hora en coche de alli. Habia sido arriesgado ir a verle y le habia salido caro, por los sobornos que Donny dijo que debia pagar.
Su presentimiento fue cierto, por supuesto: todas las mujeres llamaban a sus madres. Y la madre de Abby estaba enferma. Ella creyo que estaria a salvo por llamar desde un movil de tarjeta con el numero oculto. Zorra estupida.
Zorra estupida y codiciosa.
Sonrio al mirar el Intercept GSM 3060 que descansaba en una caja de madera delante de el. Si te hallabas en el area de alcance del movil que realizaba la llamada o del movil que la recibia, podias escuchar la conversacion y, lo que resultaba muy util, ver el numero de la persona que telefoneaba, aunque estuviera oculto, y del receptor, independientemente de si era una linea de movil o de fijo. Pero ella no lo sabia, por supuesto.
Habia acampado en un coche de alquiler cerca del piso de su madre en Eastbourne y esperado a que Abby la llamara. No tuvo que esperar demasiado. Despues, Donny solo necesito hacer una llamada a un tipo corrupto que trabajaba en un equipo de instalacion de repetidores de telefonia movil. En dos dias logro establecer la ubicacion de la antena que habia recogido las senales del telefono de Abby.
Averiguo que los repetidores de telefonia movil en ciudades densamente pobladas rara vez estaban separados por mas de unos cientos de metros de distancia y a menudo incluso menos. Y Donny le habia explicado que, ademas de recibir y transmitir llamadas, las antenas actuaban de radiofaros. Incluso en espera, un movil esta en contacto con el repetidor mas cercano, transmitiendo constantemente una senal y recibiendo otra.
La pauta de senales del telefono de Abby mostraba que apenas salia del ambito de un radiofaro en concreto, una macrocelula de Vodafone colocada en el cruce de Eastern Road y Boundary Road en Kemp Town.
Se encontraba a poca distancia de Marine Parade, que se extendia del Palace Pier hasta el club nautico, adornada en un lado por algunas de las fachadas de la Regencia mas elegantes de la ciudad y por el otro por un paseo maritimo con una barandilla y vistas de toda la playa y del Canal de la Mancha. Justo detras de Marine Parade habia un laberinto de calles, la mayoria residenciales, casi todas con una mezcla de pisos, hoteles baratos y hostales.
Recordo lo mucho que le gustaba a Abby mirar el oceano desde el piso de el y se imagino que ahora viviria cerca del mar. Y casi sin ningun genero de dudas, tendria vistas en el, lo que facilito mucho el trabajo de identificar el grupo de calles en que debia de residir. Lo unico que tenia que hacer era patrullar por alli, disfrazado, con la esperanza de que apareciera, algo que ocurrio tres dias despues. La vio entrar en un kiosco de Eastern Road y luego la siguio hasta la puerta de su casa.
Tuvo la tentacion de agarrarla alli mismo, pero era demasiado arriesgado; habia gente alrededor. Lo unico que Abby tenia que hacer era gritar y el juego habria terminado. Ese era el problema. Ese era el poder que tenia sobre el, y ella lo sabia.
Ahora la lluvia todavia caia con mas intensidad, repiqueteando ruidosamente, resonando a su alrededor. Seria agradable tener servicio de habitaciones en un dia como este, penso. Pero, bueno, ?no se podia tener todo! En todo caso, no sin tener un poco de paciencia.
De nino solia ir a pescar con su padre. Como a el, siempre le habian gustado los cacharros, asi que compro uno de los primeros senuelos electronicos que hubo. Con el primer golpe de un pez, al tirar del senuelo, se activaba un pitido corto y agudo en el pequeno transmisor situado en el suelo junto a sus sillas plegables.
Se parecia al pitido que oyo ahora en su sistema de intercepcion, mientras pasaba los paginas del Daily Mail: un pitido claro, penetrante, agudo, seguido de otro.
La zorra estaba llamando a alguien.
40
Octubre de 2007
– Gracias por llamar a Global Express -dijo la voz pregrabada-. Por favor, pulse cualquier tecla para continuar. Gracias. Para comprobar el estado de su entrega, por favor, pulse 1. Para solicitar la recogida de un paquete, pulse 2. Si es usted un cliente con cuenta y quiere solicitar la recogida de un paquete, pulse 3. Si es usted un cliente nuevo y quiere solicitar la recogida de un paquete, pulse 4. Para cualquier otra consulta, pulse 5.
Abby pulso el 4.
– Para entregas dentro del Reino Unido, por favor, pulse 1. Para entregas al extranjero, pulse 2.
Pulso el 1.
Hubo un silencio breve. Detestaba estos sistemas automaticos. Entonces oyo un par de clics seguidos de una voz de hombre joven.
– Global Express, le atiende Jonathan. ?En que puedo ayudarle?
Por la voz, Jonathan parecia mas apto para trabajar ayudando a jovencitos a probarse pantalones en una sastreria.
– Hola, Jonathan -dijo Abby-. Tengo un envio.
– Ningun problema. ?Tamano carta? ?Tamano paquete? ?Mayor?
– Un sobre tamano DIN-A4 de un par de centimetros de grosor -contesto.
– Ningun problema -le aseguro Jonathan-. ?Y adonde quiere mandarlo?
– A una direccion a las afueras de Brighton -dijo.
– Ningun problema. ?Adonde iriamos a recogerlo?
– A Brighton -dijo Abby-. Bueno, a Kemp Town, en realidad.
– Ningun problema.
– ?Cuando pueden pasar a recogerlo? -pregunto.
– En su zona… un momento… Lo recogeriamos de cuatro a siete.
– ?No puede ser antes?
– Ningun problema, pero hay un recargo.
Abby penso deprisa. Si continuaba el mal tiempo, a las cinco ya habria oscurecido bastante. ?Seria una ventaja o un inconveniente?
– ?Enviaran una moto o una furgoneta? -pregunto.
– Si es de noche sera una furgoneta -contesto Jonathan.
Su mente estaba corrigiendo el plan.
– ?Es posible pedirles que no pasen antes de las cinco y media?
– ?Que no pasen antes de las cinco y media? Dejeme ver.
Hubo unos momentos de silencio. Abby se esforzaba mucho en pensar con claridad. Habia muchas variables. Se oyo un clic y Jonathan volvio con ella.
– Ningun problema.
41
Septiembre de 2007
«Oh, si, que maravilloso seria no estar aqui un lunes por la manana», penso el sargento jefe George Fletcher. Ya era suficientemente malo tener una resaca atroz un lunes por la manana. Pero estar aqui, en el Departamento de Patologia Forense del Instituto de Medicina Forense de Victoria, la agravaba sobremanera. Y odiaba toda esa gilipollez de la jerga moderna. Era el deposito de cadaveres, por el amor de Dios, el lugar donde los cadaveres morian todavia mas. Era el ultimo sitio antes del cementerio donde tu nombre apareceria escrito en el registro de entrada.
Y en estos momentos estaba agrediendole un sonido chirriante, quejumbroso, que sacudia todos los atomos de