tipos de angustia.
– De acuerdo, ?en que sentido?
– Estaba asustada por algo. Se nego a abrir la puerta al dia siguiente cuando el periodico mando a un fotografo. Si no me equivoco, diria que se escondia de alguien.
Grace asintio. Algunos pensamientos cruzaron por su mente.
– ?De que nacionalidad?
– Inglesa. Blanca, si me esta permitido decirlo. -Sonrio.
Haciendo caso omiso al comentario, Grace decidio que aquello descartaba que se tratara de una esclava sexual; la mayoria eran de Europa del Este y Africa. Habia todo tipo de posibilidades distintas. Un millon de cosas podian angustiar a una persona, pero estar angustiado no era razon suficiente para que la policia hiciera una visita a alguien.
– ?Nombre y direccion? -pregunto y anoto diligentemente en su libreta «Katherine Jennings» y el numero del piso y la direccion. Le pediria a alguien que introdujera el nombre en la base de datos de la policia para ver si aparecia alguna nota. Aparte de eso, lo unico que podia hacer era esperar a que el nombre volviera a salir.
Luego, mientras Roy acercaba su tarjeta al lector de seguridad para acceder al centro de investigaciones, Spinella lo volvio a llamar.
– Ah, comisario.
Grace se dio la vuelta, irritado ahora.
– ?Si?
– ?Felicidades por el ascenso!
44
11 de septiembre de 2001
De pie bajo el sol en el entarimado vacio, Ronnie volvio a comprobar una vez mas que su movil estuviera apagado; apagado del todo. Miro adelante, mas alla de los bancos y la barandilla del paseo, de la arena dorada de la playa desierta, mas alla del oceano ondulante, hacia la columna distante de humo negro y gris y naranja que tenia el cielo sin cesar pintandolo del color del oxido.
Apenas asimilaba nada. Acababa de darse cuenta de que se habia olvidado el pasaporte en la caja fuerte de la habitacion del hotel. Pero quiza aquello lo ayudara. Estaba pensando, pensando, pensando. Las ideas se agolpaban confusas en su cabeza. Tenia que despejarse. Tal vez un poco de ejercicio le haria bien, o un trago fuerte.
A su izquierda, el entarimado se extendia hasta donde alcanzaba la vista. A lo lejos, a su derecha, veia las siluetas de las atracciones de Coney Island. Mas cerca, habia un bloque de pisos destartalado, cubierto de andamios, de unos seis pisos de altura. Un tipo negro con una chaqueta de cuero estaba enzarzado en una discusion con un hombre de facciones orientales que llevaba una cazadora. No dejaban de girar la cabeza, como si comprobaran que nadie los observaba, y no dejaban de mirarle a el.
Quizas estuvieran cerrando un negocio de drogas y pensaran que era poli. Quizas hablaran de futbol, o beisbol, o del puto tiempo. Quiza fueran las unicas personas del puto planeta que no supieran que algo habia pasado en las Torres Gemelas esta manana.
A Ronnie le importaban una mierda. Mientras no le atracaran, podian quedarse alli charlando todo el dia. Podian quedarse alli hasta que el mundo se acabara, algo que ocurriria bastante pronto, a juzgar por los acontecimientos de hoy.
«Mierda. Joder. Menudo dia. Menuda mierda de dia para estar aqui.» Y ni siquiera tenia el numero de movil de Donald Hatcook.
Y. Y. Y. Intento apartar ese pensamiento de su mente, pero siguio llamando a su puerta hasta que tuvo que abrirla y dejarlo entrar.
Donald Hatcook podia estar muerto.
Un numero espantoso de personas podian estar muertas, joder.
A su derecha, flanqueando el entarimado, habia una hilera de tiendas, todas con carteles en ruso. Comenzo a caminar hacia alli, arrastrando el trolley, y se detuvo cuando llego a un cartel grande enmarcado en metal verde y arqueado por arriba que rodeaba uno de esos mapas que indican Usted esta aqui. El encabezamiento decia: Pasarela Riegelmann. Brighton Beach. Brighton calle 2.
Pese a todas las cosas que pasaban por su mente, paro y sonrio. Una segunda casa. ?Mas o menos! Habria sido divertido que alguien le sacara una fotografia junto al mapa; a Lorraine le haria gracia. Otro dia, en otras circunstancias.
Se sento en el banco al lado del cartel y se recosto en el asiento. Se desato la corbata, la enrollo y se la guardo en el bolsillo. Luego se desabrocho el boton superior de la camisa. Agradecio el aire en el cuello, lo necesitaba. Estaba temblando. El corazon le palpitaba deprisa, con fuerza. Miro el reloj. Era casi mediodia. Empezo a sacudirse el polvo del pelo y la ropa y sintio que necesitaba una copa. Normalmente nunca bebia durante el dia, bueno, no hasta la comida en cualquier caso; la mayoria de los dias. Pero un whisky fuerte pasaria bien. O un brandy. O incluso, penso, viendo todos esos carteles en ruso, un vodka.
Se levanto, cogio el asa del trolley y siguio tirando de el mientras escuchaba el bum-bum-bum constante de las ruedecitas sobre los tablones. Vio un rotulo en un local mas adelante, el primero de la calle. En letras azules, rojas y blancas figuraban las palabras: Moscu y Bar. Mas alla habia un toldo verde en el que habia escrito un nombre con letras amarillas: Tatiana.
Entro en el bar Moscu. Estaba casi vacio y era lugubre. Habia una barra larga de madera a su derecha, con taburetes redondos de piel rojos sobre pies de cromo y, a la izquierda, bancos de piel rojos y mesas metalicas. Un par de hombres que parecian matones salidos de una pelicula de James Bond estaban sentados en los taburetes de la barra. Llevaban la cabeza rapada, camisetas negras de manga corta y estaban pegados en silencio a una pantalla grande de television colgada en la pared, hipnotizados.
Delante de ellos, en la barra, tenian unos vasos de chupito junto a una botella de vodka en un cubo lleno de hielo. Los dos estaban fumando y al lado del cubo de hielo habia un cenicero repleto de colillas. Los otros clientes, dos jovenes cachas que llevaban chaquetas de piel caras y lucian anillos grandes, estaban sentados en un banco. Los dos bebian cafe y uno fumaba.
«Huele bien», penso Ronnie. Cafe y cigarrillos. Cigarrillos rusos, fuertes. Por todo el bar habia carteles en cirilico, estandartes y banderas de clubes de futbol, la mayoria ingleses. Reconocio el Newcastle, el Manchester United y el Chelsea.
En el televisor estaba la imagen del infierno en la Tierra. Nadie en el bar hablaba. Ronnie tambien se puso a mirar, era imposible no hacerlo. Dos aviones, uno tras otro, impactando en las Torres Gemelas. Luego las dos torres cayendo. No importaba cuantas veces lo viera, cada vez era distinto. Peor.
– ?Si, senor?
El ingles del barman era chapucero. Era un renacuajo de pelo negro muy corto peinado hacia delante y llevaba un delantal muy sucio encima de una camisa vaquera que necesitaba un planchado.
– ?Tiene vodka Kalashnikov?
El hombre parecia perplejo.
– ?Krashakov?
– Olvidelo -dijo Ronnie-. Cualquier vodka, solo, y un espresso. ?Tiene espresso?
– Cafe ruso.
– Bien.
El renacuajo asintio.
– Un cafe ruso. Un vodka. -Caminaba encorvado como si le doliera la espalda.
En la pantalla aparecio un hombre herido. Era un tipo negro calvo, cubierto de polvo gris, con una mascarilla transparente sobre la cara, sujeta a una bolsa hinchada. Un hombre que llevaba un casco rojo con una visera, una mascarilla roja y una camiseta negra le instaba a avanzar a traves de la nieve gris.
– ?Vaya mierda! -dijo el renacuajo en su ingles chapucero-. Manhattan. Increible. ?Sabia? ?Sabe lo que ha pasado?