– ?Ni pensarlo, Cassian! Tengo que estar en el despacho a las siete menos cuarto de la manana.
– Si, bueno, solo era una idea -contesto el.
Estaba cruzando el puente de Newhaven. Delante de el aparecio un aluvion de senales: una para el ferry del Canal, otra para Lewes. Luego, aliviado, vio un cartel que senalaba Seaford, su destino.
«Gire la segunda a la izquierda», dicto el navegador.
Pewe fruncio el ceno. Estaba seguro de que la senal de Seaford indicaba seguir recto.
– ?Quien era esa? -pregunto Lucy.
– El GPS otra vez -contesto el-. ?No vas a preguntarme como me ha ido el primer dia en el departamento de investigacion criminal de Sussex?
– ?Que tal te ha ido? -pregunto ella de mala gana.
– En realidad, ?me han concedido una especie de ascenso! -contesto.
– ?Ya? Creia que dejar la Met ya era un ascenso. Pasar de inspector jefe a comisario.
– Ahora es mejor. Me han puesto a cargo de todos los casos sin resolver, y eso incluye todos los casos no resueltos de personas desaparecidas.
Lucy no dijo nada.
Cassian giro a la izquierda.
El mapa de la carretera desaparecio de la pantalla del GPS. Entonces, la voz le ordeno:
«Realice un cambio de sentido.»
– Mierda -dijo Cassian.
– ?Que pasa?-pregunto Lucy.
– Mi navegador no sabe donde estoy.
– Estoy de acuerdo con ella -dijo Lucy.
– Tendre que llamarte luego, angel mio.
– ?Quien habla, tu o tu navegador?
– Oh, ?muy graciosa!
– Te sugiero que la invites a una bonita cena romantica. -Lucy colgo.
Diez minutos despues, el navegador se habia orientado otra vez y lo llevo a la direccion que estaba buscando en Seaford, una ciudad costera tranquila y residencial a unos kilometros de Newhaven. Escudrinando la oscuridad para ver los numeros de las puertas, se detuvo delante de una casa pareada pequena, de paredes rugosas sin nada destacable. En la entrada habia aparcado un Nissan Micra.
Encendio la luz interior, comprobo el nudo de la corbata, se arreglo el pelo, bajo del coche y lo cerro. Una rafaga de viento le alboroto el pelo al instante mientras corria por el sendero del jardin bien cuidado que llevaba a la puerta. Encontro el timbre y lo pulso, maldiciendo que no hubiera porche. Se oyo una sola campanada bastante funebre.
Al cabo de unos momentos la puerta se abrio unos centimetros y una mujer -de unos sesenta y pocos anos, calculo- lo miro con recelo desde detras de unas gafas bastante austeras. Veinte anos atras, con un peinado mejor y sin las arrugas gruesas producto de la preocupacion que surcaban su rostro, pudo ser bastante atractiva, penso. Ahora, con el pelo entrecano, un jersey ancho naranja que la envolvia toda, pantalones marrones de poliester y playeras, miro a Pewe como una de esas senoras aguerridas, britanicas hasta la medula, que atienden los puestos de los mercados beneficos de la parroquia.
– ?La senora Margot Balkwill? -pregunto Pewe.
– ?Si? -dijo la mujer sin conviccion y algo recelosa.
El le enseno su placa.
– Soy el comisario Pewe del Departamento de Investigacion Criminal. Siento molestarla, pero me preguntaba si podria hablar un momento con usted y su marido sobre su hija Sandy.
La mujer abrio la boca pequena y redonda y revelo unos buenos dientes amarillentos por la edad.
– ?Sandy? -repitio, asombrada.
– ?Esta su marido?
Margot Balkwill penso en la pregunta unos momentos, como una maestra a quien un alumno ha cogido por sorpresa.
– Bueno, si, si esta. -Dudo un instante, luego le indico que pasara.
Pewe piso un felpudo que decia BIENVENIDOS y accedio a un recibidor pequeno y sin muebles que olia ligeramente a asado y mas intensamente a gato. Oyo las voces de un culebron televisivo.
La mujer cerro la puerta y luego grito, con cierta timidez:
– ?Derek! Tenemos visita. Un policia. Un inspector.
Arreglandose el pelo otra vez, Pewe la siguio a un salon pequeno y limpisimo. Habia un sofa y dos sillones de velveton marron con una mesita de cafe de cristal delante, alrededor de un televisor antiguo de pantalla cuadrada en el que dos actores que le resultaban vagamente familiares discutian en un pub. Encima del aparato habia una fotografia enmarcada de una chica rubia y atractiva de unos diecisiete anos, que sin lugar a dudas era Sandy, por las fotos que Pewe habia examinado esta tarde en los expedientes.
Al fondo de la pequena sala, junto a una vitrina victoriana horrible llena de platos azules y blancos con motivos chinos, un hombre estaba sentado a una mesa pequena cubierta de paginas de periodico cuidadosamente dobladas, montando la maqueta de un avion. Tablas de madera de balsa, ruedas y trozos del tren de aterrizaje, una torreta y otros objetos pequenos que Pewe no pudo identificar de inmediato descansaban a cada lado del avion, que estaba inclinado hacia arriba sobre una pequena base, como si ascendiera despues de despegar. La habitacion olia a pegamento y pintura.
Los ojos de lince de Pewe exploraron rapidamente el resto de la sala: una chimenea electrica encendida, un equipo de musica que parecia funcionar con vinilos en lugar de CD y fotografias por todas partes de Sandy a distintas edades, desde sus primeros anos hasta los veinte. Una, ocupando un lugar de honor sobre la repisa de la chimenea, era una fotografia de la boda de Roy Grace y Sandy. Ella llevaba un vestido blanco largo y un ramo en la mano. Grace, mas joven y con el pelo mas largo que ahora, vestia un traje gris oscuro y una corbata plateada.
El senor Balkwill era un hombre corpulento de hombros anchos que parecia haber tenido un fisico poderoso en su dia, antes de ajarse. Tenia el pelo ralo y gris peinado hacia atras a cada lado de la calva y una papada fofa que desaparecia en los pliegues de un jersey de cuello alto multicolor parecido al de su mujer, como si los hubiera tejido ella. El hombre se levanto con los hombros redondos y caidos, como vencido por la vida, y se acerco sin prisa hacia el principio de la mesa. Debajo del sueter, que le llegaba casi hasta las rodillas, llevaba unos pantalones grises anchos y sandalias negras.
Un gato atigrado gordo, que parecia tan viejo como ellos, salio de debajo de la mesa, miro a Pewe, arqueo la espalda y se marcho de la sala.
– Derek Balkwill -dijo en voz baja, casi con timidez. Tenia una voz que parecia mucho mas debil que su cuerpo. Extendio su mano grande y le dio un apreton fuerte a Pewe que le sorprendio y dolio.
– Soy el comisario Pewe -contesto con una mueca-. Me preguntaba si podria hablar un momento con usted y su mujer sobre Sandy.
El hombre se quedo paralizado. El poco color que tenia desaparecio de su rostro ya palido de por si y Pewe vio que las manos le temblaban ligeramente. Durante un instante horrible, se pregunto si el hombre estaba sufriendo un ataque al corazon.
– Voy a apagar el horno -dijo Margot Balkwill-. ?Le apetece una taza de te?
– Seria perfecto -dijo Pewe-. Con limon, si tiene.
– ?Trabaja usted con Roy? -le pregunto la mujer.
– Si, asi es. -Pewe siguio mirando a su marido, preocupado.
– ?Como esta?
– Bien. Ocupado en una investigacion de asesinato.
– Siempre esta ocupado -dijo Derek Balkwill, que parecia un poco mas tranquilo-. Trabaja mucho.
Margot Balkwill salio de la sala.
Derek senalo el avion.
– Es un Lancaster.
– ?De la Segunda Guerra Mundial? -respondio Pewe, intentando parecer informado.
– Tengo mas arriba.
– ?Si?