Se quedo quieta junto a la pared, cubriendo parte de un rostro mofletudo que llegaba hasta el techo y que decia tras el cristal cosas inaudibles, abriendo exageradamente la boca y mostrando la carnosa lengua.
— Nais… — murmure. Deje caer los brazos.
— ?No te acerques!
— Tu misma has dicho…
Su mirada era demente.
Cruce la habitacion. Me siguio con los ojos, como si yo…, como si ella estuviera prisionera en una jaula…
— Ya me voy — dije. No hubo respuesta. Yo queria anadir algo, unas palabras de disculpa, de agradecimiento, para no marcharme de este modo, pero no pude hablar. Si solo hubiera tenido miedo de mi como una mujer teme a un desconocido, miedo de mi como hombre, pero esto era otra cosa. La mire y me senti dominado por una gran colera. Agarrar esos blancos y desnudos hombros y sacudirlos…
Di media vuelta y sali: la puerta exterior cedio bajo mi presion, el gran pasillo estaba casi oscuro. No pude encontrar la salida a la terraza, pero vi cilindros iluminados por una luz tenue y azulada: los cristales de los ascensores. Me acerque a uno que ya se movia hacia arriba: tal vez bastaba poner el pie en el umbral. El ascensor bajo durante mucho rato. Pase alternativamente por lugares oscuros y techos transversales: blancos con el centro rojo, como capas de grasa sobre musculos. Pronto deje de contarlos, el ascensor seguia bajando, era un viaje hasta el fondo de la tierra. Como si hubiese ido a parar al interior de una caneria esteril y el gigantesco edificio, transformado en sueno y seguridad, tuviese que librarse ahora de mi. Se abrio una parte del cilindro transparente y sali.
Las manos en los bolsillos, oscuridad, pasos largos y firmes. Inspire al aire fresco con avidez, senti aletear las ventanas de mi nariz y palpitar lentamente el corazon, bombeando sangre. Por los lisos carriles del arroyo pasaban luces, que eran absorbidas por vehiculos silenciosos; no habia un solo transeunte. Entre las siluetas negras vi un letrero luminoso. «Tal vez un hotel», pense. Pero se trataba de una acera iluminada. Me deje transportar hacia arriba.
Sobre mi cabeza pasaron las vigas blancuzcas de unas construcciones; en alguna parte de la lejania, sobre los perfiles negros de los edificios, ondeaban ritmicamente las letras luminosas de un periodico. De pronto la acera entro conmigo en una habitacion iluminada y desaparecio.
Unos anchos peldanos llevaban hacia abajo, plateados como una cascada silenciosa. La soledad me ponia nervioso; desde que dejara a Nais no habia visto una sola persona. La cinta rodante era muy larga. Abajo refulgia una calle muy ancha, a ambos lados se abrian pasajes entre las casas; bajo un arbol de follaje azul — quiza no era un arbol verdadero — vi una pareja, me acerque y la pase de largo. Se estaban besando. Me deslice hacia unos apagados sonidos musicales: algun restaurante nocturno o un bar, al que nada separaba de la calle. Habia en el unas cuantas personas. Decidi entrar y preguntar por el hotel. De improviso choque con todo el cuerpo contra un obstaculo invisible. Era un cristal totalmente transparente. La entrada estaba al lado. Dentro alguien se echo a reir, senalandome a su acompanante. Entre. Un hombre que vestia un jersey negro — parecido a mi chaqueta de punto, pero provisto de un cuello voluminoso — estaba sentado ante una mesa.
Tenia un vaso en las manos y me miraba. Me detuve ante el. La risa se desvanecio de sus labios aun entreabiertos. Me quede alli, en medio del silencio. Solo la musica seguia sonando, como detras de una pared. Una mujer emitio un debil y extrano sonido; mire a mi alrededor, a los rostros impasibles, y me marche. Hasta que estuve en la calle no me acorde de que queria preguntar por un hotel.
Entre en un pasaje. Estaba lleno de escaparates: agencias de viaje, tiendas de deportes, maniquies en diversas posiciones. En realidad no eran escaparates; todo se encontraba en la calle, a ambos lados de la acera elevada, que se deslizaba por el centro. Un par de veces tome por personas las sombras que se movian en el fondo. Una de ellas — una muneca casi tan alta como yo, de mejillas abultadas como en una caricatura — tocaba la flauta. La contemple largo rato. Tocaba con tanta naturalidad que senti deseos de dirigirle la palabra. Mas alla habia unas salas de juego donde giraban grandes circulos multicolores, y unos tubos plateados que pendian sueltos bajo el techo, chocaban entre si con el sonido de unas campanillas de trineo; espejos semejantes a prismas lanzaban destellos. Pero todo estaba vacio. Al final del pasaje brillaba la inscripcion AQUI HAHAHA. Se desvanecio. Al acercarme, las palabras AQUI HAHAHA llamearon de nuevo y volvieron a desaparecer, como disipadas por el viento.
Cuando se encendieron otra vez, vi la entrada. La cruce bajo una cortina de aire caliente.
Dentro habia dos de los coches sin ruedas, lucian algunas lamparas, y entre ellas gesticulaban muy animadamente tres hombres, como si se pelearan. Me acerque a ellos.
— Hola.
Ni siquiera me miraron. Continuaron hablando, tan de prisa que no entendi casi nada.
«Pues bien, resuella, pues bien, resuella», piaba el mas bajo, que era barrigudo. En la cabeza llevaba una gorra alta.
— Senores, estoy buscando un hotel. ?Hay por aqui…?
No me hicieron el menor caso, como si no existiera. Me encolerice. Sin anadir nada mas, me plante entre ellos. El siguiente — vi un brillo mortecino en el blanco de sus ojos y sus labios en movimiento — ceceo: «?Que? ?Que resuelle? ?Resuella tu!» Exactamente como si me hablase a mi.
— ?Por que se hacen los sordos? — pregunte. De pronto sono donde yo estaba, como si saliera de mi, de mi pecho, un grito estridente. «?Me las pagaras! ? Y en seguida!» Retrocedi de un salto, y el dueno de aquella voz, el gordo de la gorra, se adelanto. Quise agarrarle por el hombro, pero mis dedos le atravesaron y se cerraron en el aire. Me quede como alelado, y ellos continuaron hablando. De pronto me parecio que alguien me contemplaba desde la oscuridad que reinaba mas arriba de los coches; me acerque al limite de la luz y vi manchas palidas, rostros; por lo visto arriba habia una especie de terraza.
Deslumbrado, no veia muy bien, pero lo suficiente para comprender el espantoso ridiculo en que me habia puesto.
Eche a correr como si me persiguieran. La calle siguiente ascendia hacia arriba y terminaba en la cinta rodante. Esperaba que tal vez hubiera alli un infor, y subi por la dorada escalera automatica. Llegue a una plaza en cuyo centro habia una columna alta y transparente, como de cristal, y algo bailaba en su interior: formas de color purpura, marron y lila, que no me recordaban nada; abstracciones vivientes y al mismo tiempo extraordinarias esculturas.
Los colores cambiaban alternativamente, se concentraban, se convertian en una forma comica; estas transformaciones, aunque carentes de rostros, cabezas, brazos o piernas, tenian una expresion completamente humana. Al poco rato comprendi que el lila se parecia a un fanfarron — presumido, orgulloso y cobarde a la vez-; cuando se desintegro en un millon de burbujas danzantes, el color paso al azul. El azul era angelical, modesto, recogido, pero con hipocresia, como si alardeara de si mismo. No $e el rato que pase contemplando aquel espectaculo. Jamas habia visto nada semejante. Yo era el unico espectador; el trafico de los vehiculos negros se intensifico. Ni siquiera sabia si estaban ocupados o vacios, porque no tenian ventanas. De la plaza redonda se bifurcaban seis calles, unas hacia arriba, otras hacia abajo, y sus perspectivas, con un mosaico de luces de colores, se extendian a lo largo de varios kilometros. No se veia un infor por ninguna parte. Me sentia ya bastante cansado, y no solo fisicamente; me parecia que no me quedaban fuerzas para mas impresiones. Perdi varias veces el sentido de la orientacion, aunque no llegue a notar somnolencia; e ignoro cuando o como fui a parar a la gran avenida. En la esquina espacie mis pasos, levante la cabeza y vi en las nubes el reflejo de la ciudad. Titubee, porque tenia la sensacion de encontrarme bajo tierra. Despues segui andando en un mar de luces inquietas y escaparates carentes de cristales, entre maniquies que gesticulaban, giraban como peonzas, realizaban energicos ejercicios gimnasticos, tendian la mano hacia relucientes objetos e hinchaban algo; no les dirigi una sola mirada. A lo lejos paseaban dos personas; no estaba seguro de que no fueran munecos, por lo que no quise correr tras ellos. Las casas se separaban y vi una gran inscripcion: PARK TERMINAL, y una flecha luminosa de color verde.
La escalera automatica empezaba en un pasaje entre las casas y se introducia repentinamente en un tunel plateado. Una especie de pulso dorado palpitaba en las paredes del tunel, como si bajo su mascara de mercurio fluyese realmente un metal precioso; senti un aliento calido, todo se extinguio; me encontraba en un pabellon acristalado. Tenia forma de concha, el techo arrugado emitia un verde apenas perceptible, que era la luz de venas muy finas, como la luminiscencia de una unica hoja tremula y ampliada. Detras de ellas habia oscuridad y letras diminutas que se deslizaban por el suelo: PARK TERMINAL…, PARK TERMINAL.