rosa. Contemple esta invasion repentina de un resplandor rojo en el aire como indicio de una catastrofe. Pero nadie hizo el menor caso de este cambio, y ni yo mismo hubiera podido decir cuando ceso.

En los bordes de nuestro anden aparecieron circulos verdes de veloz rotacion, como anillos de neon suspendidos en el aire. Entonces una parte de la gente se dirigio hacia el desvio de otro anden o un plano inclinado; vi que podian cruzarse sin peligro las lineas verdes, como si no fueran materiales.

Durante un rato me deje llevar con apatia por el blanco anden, hasta que se me ocurrio la idea de que tal vez ya estaba fuera de la estacion y este paisaje inverosimil de cristal de diversas formas, que se elevaba constantemente como dispuesto a volar, era la propia ciudad, aunque la otra, la que habia abandonado, seguramente solo existia en mi memoria.

— Perdone — dije, dando una palmada al hombre de traje aterciopelado —, ?donde estamos?

Los dos me miraron. Sus rostros, levantados hacia mi, expresaban sorpresa. Abrigue la vaga esperanza de que la unica causa fuese mi estatura.

— En el poliducto — contesto el hombre —. ?Que contacto tiene usted?

No comprendi absolutamente nada. — ?Estamos…, estamos todavia en la estacion? — Claro… — me respondio, aunque algo vacilante. — Y… ?donde se encuentra el Circulo Interior? — Ya lo ha pasado. Tendra que repetir. — El mejor raster lo encontrara en Merid — intervino entonces la mujer. Todos los ojos de su vestido parecian contemplarme con desconfiada sorpresa. — ?Raster? — repeti, desconcertado. — Si, alli — dijo, indicando una elevacion vacia, visible a traves del circulo verde que se acercaba flotando; en los lados de la elevacion habia rayas plateadas y negras, como el fuselaje comicamente pintado de una nave ladeada. Le di las gracias y sali del anden, pero por un punto equivocado, ya que la velocidad casi me paralizo las piernas. Me recupere, recobre el equilibrio y di media vuelta de un modo que ya no sabia en que direccion debia moverme. Reflexione sobre lo que podia hacer. Entretanto, el lugar de mi trasbordo se habia alejado bastante de la elevacion plateada y negra que me indicara la mujer; ya no podia encontrarla. Como la mayoria de los transeuntes que me rodeaban se dirigian hacia un plano inclinado que conducia hacia arriba, yo les imite. Una vez alli, vi en el aire una inscripcion luminosa, inmovil y gigantesca: DUKT CENTR (las otras letras escapaban a la vista, eran demasiado gigantescas). Fui transportado sin ruido a un anden de un kilometro de longitud, del que en ese mismo momento despegaba una nave con forma de huso, que al elevarse mostro su casco agujereado por las luces. Tal vez este enorme lugar era tambien un anden, y yo me encontraba en el raster. A mi alrededor todo estaba desierto, asi que ni siquiera podia hacer preguntas. Me hallaba en el camino hacia la direccion contraria. Una parte de mi «anden» consistia en espacios planos sin paredes delanteras. Vi al acercarse una especie de boxes bajos y mal iluminados que contenian hileras de vehiculos. Los tome por coches. Pero cuando los dos que estaban mas cerca salieron y, antes de que yo tuviera tiempo de apartarme, pasaron por mi lado, vi mientras desaparecian en la perspectiva de curvas parabolicas, que no tenian ruedas, ventanillas ni puertas y eran aerodinamicos como enormes gotas negras. «Coches o no — pense —, esto parece ser un aparcamiento.» ?Quiza el de los rasters? Pense que lo mejor seria esperar hasta que llegara alguien; entonces podria irme con el o al menos me explicaria algo. Pero mi anden, un poco elevado como el ala de un avion imposible, permanecia desierto. Solo los vehiculos negros se iban deslizando por las guias de metal uno a uno o varios a la vez, alejandose siempre en la misma direccion. Fui hacia el borde del anden, hasta que volvio a entrar en accion la fuerza invisible y elastica que garantizaba la seguridad. El anden pendia realmente del aire, sin ningun apoyo. Cuando levante la cabeza, vi otros similares, flotando inmoviles en el espacio, con las luces apagadas; en otros, en cambio, se encendian las luces al aterrizar las naves. No eran cohetes, ni siquiera proyectiles como el primero que me trajo de la Luna.

No me movia hasta que contra el fondo de algun vestibulo — aunque ignoraba si era realidad o un reflejo — vi unas letras de fuego que se balanceaban ritmicamente en el aire:

SOAMO SOAMO SOAMO; una pausa, un resplandor azul y luego NEONAX NEONAX NEONAX. Tal vez nombres de estaciones, tal vez propaganda de productos. No me sugerian absolutamente nada.

«Ya es hora de encontrar a este hombre», pense, me volvi, halle un 'anden que fluia en la direccion contraria y fui por el hacia abajo. Resulto que no era el mismo plano, ni siquiera el vestibulo del que me habia elevado; lo supe porque carecia de grandes columnas. Quiza se habian trasladado a otra parte; todo me parecia posible.

Me encontraba en una selva de surtidores; mas alla habia una sala blanca y rosa, llena de mujeres. Al pasar alargue la mano como por casualidad hacia el chorro del surtidor iluminado, quiza porque era agradable ver algo que me resultara un poco conocido. Pero no tuve ninguna sensacion, porque de ese surtidor no manaba agua. Al poco rato me parecio oler una fragancia de flores. Me lleve la mano a la nariz. La mano olia a mil jabones de tocador.

Involuntariamente, me la frote contra el pantalon. Ya estaba ante la sala donde solo habia mujeres. No tenia el aspecto de ser la antesala de un lavabo de senoras, pero tampoco lo sabia seguro y, como no queria preguntar, di media vuelta. Un joven, disfrazado con algo que parecia mercurio liquido sobre los hombros, que terminaba en unas mangas anchas y le cenia las caderas, hablaba con una muchacha rubia que se apoyaba contra el surtidor. Llevaba un vestido claro muy corriente, lo cual me presto algo de valor. Sostenia un ramo de flores de color rosa palido, oculto en el la cara y sonrio al joven con los ojos. En el ultimo momento, cuando me hallaba junto a ellos y ya habia abierto la boca, vi que la muchacha se comia las flores. Esto me hizo enmudecer unos instantes. Ella masticaba tranquilamente las hojas tiernas. Levanto la vista y me miro. Su mirada era impasible. Pero yo ya me habia acostumbrado a esto y pregunte donde se encontraba el Circulo Interior.

El joven parecio desagradablemente sorprendido, incluso enfadado de que alguien osara interrumpir su dialogo. Por lo visto yo habia hecho algo inaudito.

Me miraron de arriba abajo, como para cerciorarse de si mi altura se debia a alguna clase de zancos. El no dijo una sola palabra.

— ? Oh, alli! — grito la muchacha —. ? El raster de Wuka, su raster; aun puede cogerlo, de prisa!

Corri en la direccion indicada, sin saber hacia donde; todavia no tenia ni idea del aspecto de ese maldito raster. Diez pasos mas alla observe un embudo plateado que bajaba de las alturas; podia ser el pedestal de una de las gigantescas columnas que antes me habian asombrado tanto; ?serian columnas voladoras?

La gente se apresuraba hacia alli desde todas direcciones. Y de improviso choque contra alguien. No me tambalee, solo me quede como petrificado; el otro, un hombre grueso, vestido de luminoso color naranja, se cayo. Entonces ocurrio en el algo increible: su piel o su traje parecio marchitarse, ?y se arrugo como un globo agujereado! Permaneci junto a el, desconcertado; tan perplejo que ni siquiera fui capaz de murmurar una disculpa. Se levanto, me miro de soslayo, pero no dijo nada. Dio media vuelta y se alejo a grandes zancadas.

Mientras caminaba se toco algo en el pecho; y su traje volvio a hincharse y adquirio un color naranja vivo…

El lugar que me indicara la muchacha estaba vacio. No habia ni embudo ni raster. Tras esta aventura renuncie a la busqueda del Circulo Interior y de cualquier otro contacto. Decidi buscar la salida de la extrana estacion. Asi pues, elegi al azar la direccion indicada por una oblicua flecha azul, que senalaba hacia arriba. Sin gran excitacion atravese con el cuerpo dos inscripciones luminosas sucesivas: DISTRITOS LOCALES. Me encontre en una escalera automatica bastante repleta de gente. El piso siguiente tenia la tonalidad del bronce oscuro, rayado por signos de exclamacion en oro. Sobre el techo fluian pasillos y las paredes eran abatibles. Pasillos sin techumbre, que desde abajo parecian pulgares luminosos. Daba la impresion de que uno se acercaba a espacios habitados; el ambiente tenia una lejana similitud con un sistema de gigantescos vestibulos de hotel. Ventanas pequenas, tubos de niquel a lo largo de las paredes, nichos para funcionarios — tal vez eran agencias de cambio, tal vez oficinas de correos —. Segui caminando.

Ya estaba casi convencido de que asi no llegaria nunca a una salida. Contando con la duracion aproximada del viaje hacia arriba, tenia que encontrarme todavia en la parte flotante de la estacion. En cualquier caso, continue por el mismo camino.

De pronto me quede solo. Placas de color frambuesa con estrellas centelleantes, hileras de puertas. La siguiente estaba solo entornada. Mire hacia dentro: un hombre alto y ancho de hombros hacia en ese momento lo mismo que yo, pero en el lado opuesto. Era yo mismo en el espejo. Abri un poco mas la puerta; porcelana, tubos plateados, niquel: los lavabos.

Estuve a punto de reir, pero en el fondo estaba aturdido. Me volvi rapidamente: otro pasillo, franjas verticales, blancas como la leche. La barandilla de la escalera automatica era blanda y calida; no conte los pisos que pasaba de largo. Cada vez habia mas gente subiendo por la escalera. Se detenian junto a cajas esmaltadas que a cada paso emergian de la pared: una presion con el dedo, y en la mano les caia algo que se metian en el

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