«-Esta algo mas lejos. Vamos, dejame ponerte el cinturon.

«-Espera — dijo, apartandome —. Hablas de un modo extrano. ?Tu no eres. Tom!

«-Claro que no. Soy Hal.

«-?Tu tambien has muerto? ?Cuando?

«Ahora yo ya sabia mas o menos de que iba, asi que empece a darle la razon.

«-Pues, mira — conteste —, hace algunos dias, Ven, dejame ponerte el cinturon.

«Pero el no se dejaba, y empezamos a pelear, al principio como en broma y despues en serio; trate de agarrarle, pero no lo conseguia por culpa del traje espacial. ?Que hacer? No podia dejarle solo ni un momento, pues ya no le encontraria por segunda vez; un mismo milagro no se produce dos veces. Y el queria quedarse alli como si hubiera muerto. Y entonces, durante nuestra disputa, cuando ya me parecia que le habia convencido y estaba de acuerdo, permiti que me cogiera la pistola… Acerco mucho su rostro al mio, de modo que yo casi vi por el doble cristal y grito:

«-?Cerdo, me has enganado! ?Estas vivo! — y me disparo.

Hacia mucho rato que sentia el rostro de Eri apretado contra mi hombro. Al oir mi ultima palabra se estremecio como si hubiese recibido un golpe, y cubrio mi cicatriz con la mano.

Callamos durante argo rato.

— Era un buen traje espacial — dije —. No se rompio, ?sabes? Cedio hasta el fondo, me rompio algunas costillas, las metio dentro, me aplasto algunos musculos, pero no se rompio. Ni siquiera perdi el conocimiento, solo tuve inutilizado el brazo derecho durante un rato y senti el calor de la hemorragia bajo el traje.

«Estuve aturdido algun tiempo, y cuando me levante, Thomas ya no estaba alli y yo no tenia ni idea de cuando habia desaparecido o hacia donde. Le busque a tientas, y en vez de encontrarle a el, di con la pistola. Debio de tirarla en seguida despues de disparar. Y fue con su ayuda que pude salir de alli.

«Ellos me vieron inmediatamente cuando salte sobre la nube. Olaf acerco mas la nave y me recogieron. Dije que no le habia encontrado, solo descubierto el cohete vacio, y mi pistola se me cayo de la mano y se disparo cuando tropece con algo. El traje espacial tiene doble grosor. Se desprendio un trozo de chapa de la parte interior, y lo tengo aqui, bajo las costillas.

De nuevo el silencio y el creciente y prolongado rumor de las olas, que volvian a banar todas las playas sin dejarse amilanar por la derrota de las infinitas olas que las habian precedido. Al aplanarse, se arqueaban, rompian; se oia su chasquido suave, cada vez mas tenue y cercano, hasta que se rendia en el nuevo silencio.

— ?Os alejasteis?

— No. Esperamos. Al cabo de dos dias la nube se poso, y yo vole de nuevo hacia alli, solo.

?Comprendes por que, aparte de todos los demas motivos?

— Si, lo comprendo.

— Le encontre en seguida porque su traje brillaba en la oscuridad. Yacia bajo una pared de rocas. No se le veia el rostro, ya que el visor estaba cubierto de escarcha por dentro. Cuando le levante, tuve la impresion de sostener una escafandra vacia… casi no pesaba nada. Pero era el, sin duda alguna. Le deje alli y volvi en su cohete. Mas tarde lo examine con atencion y comprendi por que habia pasado aquello. Su reloj, un reloj corriente, se paro, y perdio la nocion del tiempo. Aquel reloj indicaba los dias ademas de las horas. Lo repare y coloque de nuevo, para que nadie pudiera descubrir el secreto.

Abrace a Eri. Senti que mi aliento movia ligeramente sus cabellos. Ella toco mi cicatriz, y de pronto esta caricia se convirtio en una observacion:

— Tiene una forma tan singular…

— Si, ?verdad? Es porque hubo de coserla dos veces; la primera no cicatrizaron los puntos…

Thurber me curo. Entonces Venturi, nuestro medico, ya no vivia.

— ?El que te dio un libro rojo?

— Si. ?Como lo sabes, Eri? ?Te lo he contado yo? No, es imposible.

— Se lo dijiste a Olaf… aquel dia… ?sabes?

— Es verdad. ?Pero que te hayas acordado! Es una bagatela. Ah, soy realmente un cerdo.

Este libro se quedo en el Prometeo junto con todas las otras cosas.

— ?Es alli donde tienes tus cosas? ?En la Luna?

— Si, pero no vale la pena ir a recogerlas.

— Claro que si, Hal.

— Amor mio, todo ello formaria un museo de recuerdos, y esto me parece horrible. Si las recojo, sera solo para quemarlas. Solo me guardare un par de tonterias que he heredado de otros. Esta piedrecita…

— ?Que piedrecita?

— Tengo mas como ella. Una es de Kerenea, otra del planetoide de Thomas…, ?pero no pienses que he hecho una coleccion! Estas piedrecitas se metieron simplemente en las ranuras de mis suelas. Olaf las extrajo, les puso el letrero correspondiente y las conservo. No pude quitarle la idea de la cabeza. Es una tonteria, pero… tengo que contarte esto. Si, he de hacerlo para que no pienses que alli todo era horrible y no ocurria nada mas que accidentes mortales.

Veras…, imaginate una reunion de mundos. Primero rosa, un espacio infinito del rosa mas fino y palido, y en el, penetrando en el, un segundo espacio ya mas oscuro, y despues, de un rojo ya casi azulado, pero muy lejos, y rodeandolo todo, la fosforescencia, sin gravedad, no como una nube ni como la niebla…, diferente. No encuentro palabras para explicarlo. Salimos los dos del cohete y lo contemplamos. Eri, no lo comprendo. Veras, incluso ahora siento un nudo en la garganta, de tan hermoso que era. Piensa esto: alli no hay vida. No hay plantas, ni animales, ni pajaros, nada, ningunos ojos que puedan contemplarlo. Estoy completamente seguro que desde la creacion del mundo nadie lo habia visto, y Arder y yo fuimos los primeros. Y si nuestro gravi metro no se hubiera estropeado, por lo que tuvimos que aterrizar alli; para arreglarlo, pues el cuarzo estaba roto y se habia escapado el mercurio. Nadie habria estado alli hasta el fin del mundo, nadie lo habria visto. ? Es realmente misterioso! Se tienen unos deseos directos… Oh, no se… No podiamos irnos, sencillamente. Olvidamos por que habiamos aterrizado y permanecimos quietos, mirando. — ?Que era, Hal?

— No lo se. Cuando volvimos y lo explicamos, Biel queria volar hacia alli inmediatamente, pero no pudimos: no teniamos demasiada energia de reserva. Tomamos muchas fotografias, pero no salio nada. En las imagenes todo era leche rosada con estacas lilas, y Biel disparo sobre la fosforescencia de las exhalaciones silihidrogenas, aunque me parece que ni el mismo lo creia; pero la desesperacion de no poder investigarlo le inducia a buscar alguna explicacion. Era como… como nada en el mundo. No conocemos nada semejante. No se parecia a ninguna cosa conocida. Tenia una profundidad gigantesca, pero no era un paisaje.

Ya te he mencionado esos matices que se alejaban y oscurecian hasta que la vista se nos iba.

Un movimiento…, no, no lo era. Fluia y al mismo tiempo estaba inmovil. Cambiaba, como si respirase, pero continuaba siendo igual. Quien sabe si lo mas importante de todo ello era tal vez aquella gigantesca magnitud. Como si detras de la pavorosa negrura existiera una segunda eternidad, un segundo infinito, tan concentrado y grande, tan claro, que cuando el hombre cerraba los ojos dejaba de creer en el. Cuando nos miramos el uno al otro… Tendrias que haber conocido a Arder. Te ensenare una foto suya. Era un muchacho mas alto que yo, daba la impresion de poder atravesar cualquier muro y, ademas, sin darse cuenta de hacerlo.

Hablaba siempre con lentitud. ?Has oido hablar del agujero… de Kerenea? — Si.

— Estaba atrapado entre dos rocas; debajo de el borbotaba un pantano hirviente que en cualquier momento podia llenar el sifon donde el se encontraba. Y me hablaba: «Hal, espera.

Quiero observar un poco mas lo que me rodea. Tal vez podria quitarme la botella… no. No me la quito, las correas se han enredado. Pero espera un poco.» Cosas asi, como si hablara por telefono en una habitacion de hotel. No estaba fingiendo, es que era asi. El mas sensato de todos nosotros. Siempre lo calculaba todo. Por eso mas tarde volo conmigo y no con Olaf, que era amigo suyo…, pero de esto ya nos has oido hablar…

— Si.

— Pues bien… Arder. Cuando le mire alli… tenia lagrimas en los ojos. Tom Arder. Pero nunca se avergonzo de ellas, ni entonces, ni despues. Cuando hablabamos de todo mas adelante, y lo haciamos con frecuencia, los otros se enfadaban. Porque entonces nos poniamos tan… tan serios. Comico, ?verdad? Bueno, continuo. Nos miramos y a los dos se nos ocurrio la misma idea, aunque no sabiamos si podriamos arreglar bien la escala del gravimetro. Y era preciso, pues de otro modo no volveriamos a encontrar el Prometeo. Pero pensamos que habia valido la pena. Solo estar alli y contemplar aquella sublimidad en colores.

— ?Estabais sobre una montana?

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