los perros, ni la rubeola, ni los otros colores en ola, ni las otras enfermedades hacia las cuales mostraba una parcialidad bastante repulsiva.

En particular, tenia horror al mackintosh del Mayor.

Lo encontro al doblar la avenida y se separo con asco.

Ultrajado, el mackintosh hizo ?'Psssh'! y se fue.

Ademas las chicas se pusieron de acuerdo en reconocer que Corneille hubiera sido un muchacho encantador si se hubiera cortado regularmente su barba, avisando ocho dias antes, si hubiera disminuido el volumen de su lujuriante vellon, y si no tuviera el aspecto de haberse revolcado en estiercol toda vez que llevaba un traje mas de dos dias.

Ese sagrado Corneille verdaderamente se preocupaba tan poco por su vestimenta.

Corneille entro pues y estrecho la mano del Mayor segun el rito especial: pulgar contra pulgar, indice sobre el otro indice, cada uno de esos dos apendices curvados como ganchos en un plano perpendicular al pulgar, y las dos manos levantandose al mismo tiempo con un movimiento regular.

Estrecho tambien la mano de Antioche y este le dijo:

– ?Hola, Corneille, usted aqui! ?Y su barba?

– ?La corte esta manana! -dijo Corneille-. Y fue una impresion horrible.

– ?Por Janine? -pregunto Antioche.

– Por supuesto, vamos -dijo Corneille, apretando los dientes. Era una de sus maneras de sonreir.

Despues, sin otra formalidad, Corneille se dirigio hacia Janine que, justamente, acababa de apoderarse de Palookas in the milk uno de los ultimos discos de Bob Grosse-Bi que Antioche recien habia comprado. Ella no lo vio llegar y Corneille, aguzando su indice hacia adelante, se lo hundio en el hombro derecho, salvajemente. Se sobresalto y se puso a bailar con el sin decir nada, con aire envenenado. Lamentaba lo del disco.

De tanto en tanto se dejaba caer hacia atras, girando y enroscada, si puede decirse, sobre los talones, el cuerpo inclinado a setentaicinco grados sobre la horizontal. Se agarraba en el momento de caer, por una especie de milagro, cambiando bruscamente de direccion, con la punta de sus zapatos inmutablemente dirigida hacia el cielo y su caballera a raya mantenida a una distancia respetuosa. Casi nunca avanzaba pero atraia a su bailarina como la luz de una senal de auxilio a la cual aferrarse. No pasaba un segundo sin que extendiera en el suelo, knock-out, a alguna pareja imprudente y al cabo de diez minutos, el centro del salon le pertenecia sin discusion.

Cuando no bailaba, Leprince imitaba el grito del chonchon, se dedicaba a tomar alrededor de la undecima fraccion de un vaso lleno de alcohol diluido, para no marearse demasiado rapido.

El Mayor seguia bailando con la amiga de Zizanie y Antioche acababa de desaparecer en el reservado contiguo a la sala de baile y en el que se amontonaban los abrigos.

Acompanado, como correspondia, por Zizanie.

Capitulo IX

Como le parecio que disminuia el entusiasmo de los asistentes un individuo pelirrojo de alta estatura, y que ceceaba aunque llevaba el nombre eminentemente americano de Willy o Billy segun los momentos, decidio alegrar a la concurrencia. Detuvo el pick-up con una habilidad diabolica, retirando el brazo, recurso secreto que Antioche no habia previsto y se planto en medio de la sala.

– Veamos -dijo-, les propongo, para cambiar un poco, que cada uno cuente algunas historias… o cante una cancion. Como no quiero disminuirme voy a empezar.

Ceceaba de tal manera que escuchandolo uno estaba obligado a modificar su ortografia.

– Ez la hiztoria -dijo-, de un tipo que tenia un defecto de pronunziazion.

– ?Fanfarron! -dijo Antioche que habia entreabierto la puerta del cuartito, y que hablo lo suficientemente alto como para que lo escucharan.

Se produjo un ligero frio.

– Por otra parte -dijo el pelirrojo-, sho no la recuerdo muy bien. Voy a contarlez otra. Ez un tipo que entra en un negocio donde enzima han ezcrito 'Pompas Shunebres'.

– ?Que es shunebres? -pregunto una voz anonima.

– Entonces -prosiguio Willy, ignorando la interrupcion-, dice: Buenos diaz, zenor shunebre, sho quisiera una pompa. [4] ?Ah! -responde el otro (tambien cecea)- zolo tengo cervezas. ?Entonces, media! -dice el primero.

Y Willy eztayo.

Como todo el mundo conocia la historia solo hubo algunas risas molestas.

– Sha que ze mantienen -continuo Willy-, voy a contarlez otra. Pero despues, le toca a otro. Veorves, por ejemplo.

Mientras Veorves protestaba, Antioche tanteando a sus espaldas, logro volver a bajar el brazo del pick-up al que se habia aproximado, y los bailarines volvieron a partir mientras Willy, con aire descorazonado, alzaba los hombros murmurando:

– Dezpues de todo, ez cuestion de ellos… Sho queria animar un poco.

El Mayor volvio a tomar a su bailarina, y Antioche volvio al cuarto donde Zizanie, doliente, se empolvaba.

Capitulo X

En plena mitad de la selva de Marly, Fromental de Vercoquin, sentado al pie de una hevea, juraba a media voz desde hacia media hora. A media voz porque la primera media hora, habia jurado en voz alta y su cuerda vocal izquierda se contraia.

Capitulo XI

Penetrando directamente en el cuartito Antioche percibio, en lo alto de una pila de abrigos amontonados en un rincon, cuatro piernas que al principio no habia visto. Eran dos que estaban alli arriba para verificar sus diferencias especificas por el metodo de los calibres 'entra' y 'no entra' como lo recomienda la Oficina de Normalizacion de la Mecanica.

La chica tenia lindas rodillas, pero tambien pelo rojo, como lo constato Antioche levantando la cabeza. Este color crudo le choco y aparto los ojos, pudico.

Como el abrigo de arriba era un impermeable Antioche no molesto a los dos aficionados a la fisiologia. Por otra parte, no hacian nada de malo. A esa edad, es bueno informarse uno mismo sobre los problemas naturales.

Antioche ayudo a Zizanie a reajustarse el vestido; que parecia dispuesto a irse por su lado, y reaparecieron en la sala de baile como si nada hubiera pasado.

Habia pasado tan poca cosa…

El Mayor estaba de pie cerca del pick-up, con aire sombrio. Antioche se aproximo.

– Puedes ir -le dijo.

– ?No es cierto que es una chica bien educada? -dijo el Mayor.

– Si, y mas que eso -dijo Antioche-. Es una chica que tiene tacto.

– ?Apostaria que es virgen! -afirmo el Mayor.

– Hace veinte minutos -dijo Antioche-, hubieras ganado.

– No comprendo -dijo el Mayor-, pero eso no me incumbe. En fin, ?te parece una chica bien?

– Perfectamente bien, viejo -aseguro Antioche.

– ?Crees que tengo chance? -agrego el Mayor, lleno de esperanza.

Вы читаете Vercoquin y el plancton
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×