lagrimas. En esas ocasiones Sachs la protegia, tratandola con una ternura y discrecion que podia ser conmovedora, y creo que Fanny aprendio a depender de el por eso, a darse cuenta de que nadie era capaz de entenderla tan profundamente como el. Con mucha frecuencia, esta compasion se expresaba indirectamente, en un lenguaje impenetrable para los extranos. La primera vez que fui a su apartamento, por ejemplo, la conversacion durante la cena nos llevo al tema de los ninos: tenerlos o no tenerlos, cual era el mejor momento si los querias, cuantos cambios significaban, etc. Recuerdo haber hablado rotundamente a favor de tenerlos. Sachs, en cambio, se enfrasco en una larga perorata acerca de por que estaba en desacuerdo conmigo. Los argumentos que utilizo eran bastante convencionales (el mundo es un lugar demasiado terrible, la poblacion es demasiado numerosa, perderian demasiada libertad), pero los expuso con tanta vehemencia y conviccion que supuse que hablaba tambien en nombre de Fanny y que ambos eran totalmente opuestos a convertirse en padres. Anos mas tarde descubri que la verdad era justamente la contraria. Habian deseado desesperadamente tener hijos, pero Fanny no podia concebir. Tras numerosos intentos de conseguir que se quedase embarazada, habian consultado con los medicos, habian probado tratamientos de fertilidad, habian utilizado diversos remedios de herbolario, pero nada habia servido. Solo unos dias antes de aquella cena en 1975 les habian dado la confirmacion definitiva de que nada serviria nunca. Fue un golpe tremendo para Fanny. Segun me confeso mas adelante, fue su pena mas grande, una perdida que continuaria llorando el resto de su vida. Para evitar que ella tuviese que hablar del asunto delante de mi aquella tarde, Sachs habia confeccionado una mezcolanza de mentiras espontaneas, una olla de vapor y chachara para oscurecer el tema en la mesa. Yo solo oi un fragmento de lo que realmente dijo, pero eso fue porque pense que me estaba dirigiendo sus comentarios a mi. Segun comprendi mas tarde, le habia hablado a Fanny todo el rato. Le estaba diciendo que no tenia que darle un hijo para que el siguiera queriendola.

Yo veia a Ben mas a menudo que a Fanny. Cuando la veia a ella Ben estaba siempre presente, pero poco a poco conseguimos formar una amistad propia. En cierto sentido, mi antiguo enamoramiento hacia que esta proximidad pareciese inevitable, pero tambien se interponia como una barrera entre nosotros, y pasaron varios meses hasta que pude mirarla sin sentirme azorado. Fanny era un viejo sueno, un fantasma de secreto deseo enterrado en mi pasado, y ahora que se habia materializado en un nuevo papel -como mujer de carne y hueso, como esposa de mi amigo- reconozco que estaba desconcertado. Esto me llevo a decir algunas estupideces cuando la conoci, y estas meteduras de pata aumentaron mi sensacion de culpa y confusion. Durante una de las primeras tardes que pase en su apartamento incluso le dije que no habia escuchado una sola palabra en las clases a las que habiamos asistido juntos.

– Todas las semanas me pasaba la hora entera mirandote -le dije-. La practica es mas importante que la teoria, despues de todo, y pense que para que iba a perder el tiempo escuchando conferencias sobre estetica cuando la belleza estaba sentada alli, justo delante de mi.

Creo que era un intento por mi parte de disculparme por mi comportamiento anterior, pero sono fatal. Esas cosas no deberian decirse nunca, en ninguna circunstancia, y menos aun en un tono de voz desenfadado. Ponen una carga terrible sobre la persona a quien van dirigidas y no puede salir nada bueno de ello. En cuanto pronuncie esas palabras, vi que a Fanny le sobresaltaba mi brusquedad.

– Si -dijo, forzando una sonrisita-, recuerdo aquella clase. Era bastante arida.

– Los hombres son monstruos -dije, incapaz de contenerme-. Tienen hormigas en los pantalones y la cabeza llena de porquerias. Sobre todo cuando son jovenes.

– No son porquerias -dijo Fanny-. Simplemente hormonas.

– Tambien. Pero a veces es dificil advertir la diferencia.

– Siempre tenias una expresion grave en la cara -dijo-. Recuerdo haber pensado que debias ser una persona muy seria. Uno de esos jovenes que van a suicidarse o a cambiar el mundo.

– Hasta ahora no he hecho ninguna de las dos cosas. Supongo que eso quiere decir que he renunciado a mis viejas ambiciones.

– Lo cual es bueno. No conviene quedarse anclado en el pasado. La vida es demasiado interesante para eso.

A su manera criptica, Fanny me estaba liberando… y tambien haciendome una advertencia. Mientras me comportara bien, no me reprocharia mis antiguos pecados. Me hizo sentir como si estuviese sometido a juicio, pero lo cierto es que tenia muchas razones para desconfiar del nuevo amigo de su marido, y no la culpo por mantenerme a distancia. A medida que ibamos conociendonos mejor, la incomodidad empezo a desvanecerse. Entre otras cosas, descubrimos que el dia de nuestro cumpleanos coincidia, y aunque ninguno de los dos creia en la astrologia, la coincidencia contribuyo a formar un vinculo entre nosotros. El hecho de que Fanny fuese un ano mayor que yo me permitia tratarla con burlona deferencia siempre que surgia el tema, una broma que nunca dejo de arrancarle una risa. Dado que no era persona que se riese facilmente, lo tome como senal de progreso por mi parte. Y, mas importante, estaba su trabajo. Mis conversaciones con ella sobre pintura norteamericana primitiva condujeron a una duradera pasion por artistas tales como Ryder, Church, Blakelock y Cole, a los cuales apenas habia oido nombrar antes de conocer a Fanny. Ella defendio su tesis en la Columbia en el otono de 1975 (una de las primeras monografias publicadas sobre Albert Pinkham Ryder) y luego fue contratada como conservadora ayudante de arte norteamericano en el Museo de Brooklyn, donde ha continuado trabajando desde entonces. Mientras escribo estas palabras (11 de julio), ella aun no tiene ni idea de lo que le ha sucedido a Ben. Se marcho de viaje por Europa el mes pasado y su regreso no esta previsto hasta el Dia del Trabajo. Supongo que podria ponerme en contacto con ella, pero no veo de que serviria. A estas alturas ella no puede hacer nada por el y, a menos que el FBI de con alguna respuesta antes de que vuelva, probablemente lo mejor es que me calle. Al principio pense que tal vez era mi deber llamarla, pero ahora que he tenido tiempo de rumiarlo he decidido no estropearle las vacaciones. Ya ha sufrido suficiente, y el telefono no es la forma mas apropiada de darle una noticia como esta. Me mantendre alejado hasta que vuelva, y entonces la sentare delante de mi y le contare en persona lo que se.

Recordando ahora los primeros dias de nuestra amistad, lo que mas me llama la atencion es cuanto les admiraba a los dos, separadamente y como pareja. El libro de Sachs me habia producido una profunda impresion y ademas de agradarme por su personalidad, me sentia halagado por el interes que mostraba en mi trabajo. Solo tenia dos anos mas que yo y, sin embargo, comparado con lo que el habia conseguido hasta entonces, yo me sentia un principiante. Me habia perdido las resenas de El nuevo coloso, pero la opinion general era que el libro habia generado mucha controversia. Algunos criticos le dieron un palo -fundamentalmente por razones politicas, condenando a Sachs por lo que consideraban su patente “antiamericanismo”-, pero hubo otros que se entusiasmaron y lo aclamaron como uno de los jovenes novelistas mas prometedores aparecidos en varios anos. En el aspecto comercial no sucedio gran cosa (las ventas fueron modestas y pasaron dos anos hasta que se publico una edicion de bolsillo), pero el nombre de Sachs habia quedado colocado en el mapa literario. Lo logico es que uno pensara que el se sentiria gratificado por todo esto, pero enseguida aprendi que Sachs podia ser irritantemente insensible respecto a estas cosas. Raras veces hablaba de si mismo como hacen otros escritores, y mi impresion era que tenia poco o ningun interes por seguir lo que la gente llama “una carrera literaria”. No le gustaba la competitividad, no le preocupaba su reputacion, no estaba orgulloso de su talento. Esa era una de las cosas que mas me atraian de el: la pureza de sus ambiciones, la absoluta simplicidad con que se planteaba su trabajo. Esto hacia que a veces resultase terco e irritable, pero tambien le daba valor para hacer exactamente lo que queria. Despues del exito de su primera novela, por ejemplo, empezo inmediatamente a escribir otra, pero cuando tenia aproximadamente cien paginas rompio el manuscrito y lo quemo. Inventar historias era un engano, dijo, y sin mas decidio dejar la literatura. Esto fue a finales de 1973 o principios de 1974, mas o menos un ano antes de conocernos. Despues de eso empezo a escribir ensayos, toda clase de ensayos y articulos sobre una gran variedad de temas: politica, literatura, deportes, historia, cultura popular, gastronomia, cualquier cosa en la que le apeteciese pensar esa semana o ese dia. Su trabajo estaba muy solicitado, asi que nunca tenia dificultades para encontrar revistas donde publicarlo, pero habia algo indiscriminado en la forma en que se dedicaba a ello. Escribia con igual fervor para revistas nacionales que para oscuras revistas literarias, casi sin advertir que algunas publicaciones pagaban grandes sumas de dinero por un articulo y otras no pagaban nada. Se negaba a trabajar con un agente porque pensaba que eso corromperia el proceso, y por lo tanto ganaba considerablemente menos de lo que debia ganar. Discuti con el esta cuestion durante anos, pero no cedio hasta principios de los anos ochenta, cuando contrato a alguien para que negociase en su nombre.

Siempre me asombraba la rapidez con que trabajaba, su habilidad para pergenar articulos bajo la presion de las fechas fijas, de producir tanto sin agotarse. Para Sachs no era nada escribir diez o doce paginas de una sentada, empezar y terminar todo un articulo sin levantarse ni una sola vez de la maquina. El trabajo era para el como una competicion atletica, una carrera de resistencia entre su cuerpo y su mente, pero puesto que podia abatirse sobre

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