Nunca hablaron explicitamente de emparejarme, pero aquellas noches se presentaron en su casa suficientes mujeres libres como para hacerme comprender que se preocupaban de verdad por mis intereses.

A principios de 1979, unos tres o cuatro meses despues de mi regreso a Nueva York, conoci a alguien que desempenaria un papel fundamental en la muerte de Sachs. Maria Turner tenia entonces veintisiete o veintiocho anos y era una mujer alta, duena de si misma, con el pelo rubio muy corto y una cara huesuda y angulosa. Estaba lejos de ser bella, pero habia una intensidad en sus ojos grises que me atraia, y me gustaba la forma en que se movia dentro de su ropa, con una especie de gracia sensual decorosa, una reserva que se desenmascaraba en pequenos destellos de descuido erotico: dejar que su falda resbalara hacia arriba sobre sus muslos cuando cruzaba o descruzaba las piernas, por ejemplo, o la forma en que me tocaba la mano siempre que le encendia un cigarrillo. No es que fuese una provocadora o intentase explicitamente excitar. Me parecio una buena chica burguesa que dominaba las reglas del comportamiento social, pero al mismo tiempo era como si ya no creyese en ellas, como si fuese por la vida con un secreto que tal vez estaria dispuesta a compartir o tal vez no, dependiendo de como se sintiera en ese momento.

Vivia en una buhardilla en Duane Street, no lejos de mi habitacion de Varick, y cuando la fiesta termino aquella noche compartimos un taxi hasta Manhattan. Ese fue el principio de lo que llego a ser una alianza sexual que duro cerca de dos anos. Utilizo esa frase como una descripcion clinica precisa, pero eso no significa que nuestras relaciones fuesen unicamente fisicas, que no tuviesemos ningun interes por el otro mas alla de los placeres que encontrabamos en la cama. Sin embargo, lo que ocurria entre nosotros carecia de aderezos romanticos o ilusiones sentimentales, y la naturaleza de nuestro entendimiento no cambio significativamente despues de aquella primera noche. Maria no estaba avida del tipo de vinculos que la mayoria de la gente parece desear, y el amor en el sentido tradicional era algo ajeno a ella, una pasion que quedaba fuera de la esfera de sus capacidades. Dado mi propio estado interior en aquella epoca, yo estaba perfectamente dispuesto a aceptar las condiciones que ella me impuso. No nos exigiamos nada, nos veiamos solo intermitentemente, llevabamos vidas estrictamente independientes. Y, sin embargo, habia un solido afecto entre nosotros, una intimidad que nunca he podido conseguir con nadie mas. Me costo algun tiempo adaptarme, no obstante. Al principio la encontraba un poco aterradora, quiza incluso perversa (lo cual anadia cierta excitacion a nuestros contactos iniciales), pero con el paso del tiempo comprendi que era solamente una excentrica, una persona heterodoxa que vivia su vida de acuerdo con una complicada serie de extranos rituales privados. Para ella cada experiencia estaba sistematizada, era una aventura autonoma que generaba sus propios riesgos y limitaciones, y cada uno de sus proyectos correspondia a una categoria diferente, separada de todas las otras. En mi caso, pertenecia a la categoria del sexo. Ella me nombro su companero de cama aquella primera noche y esa fue la funcion que segui cumpliendo hasta el final. En el universo de las compulsiones de Maria, yo era unicamente un ritual entre muchos, pero me gustaba el papel que habia elegido para mi y nunca encontre ningun motivo de queja.

Maria era artista, pero el trabajo que hacia no tenia nada que ver con la creacion de objetos comunmente definidos como arte. Algunas personas decian que era fotografa, otros se referian a ella llamandola conceptualista, otros la consideraban escritora, pero ninguna de estas descripciones era exacta, y en ultima instancia creo que no se la podia clasificar de ninguna manera. Su trabajo era demasiado disparatado, demasiado idiosincrasico, demasiado personal para ser considerado perteneciente a ningun medio o disciplina especifica. Las ideas se apoderaban de ella, trabajaba en proyectos, habia resultados concretos que podia exhibir en galerias, pero esta actividad no nacia tanto de un deseo de hacer arte como de la necesidad de entregarse a sus obsesiones, de vivir su vida exactamente corno deseaba vivirla. Vivir era siempre lo primero, y buen numero de los proyectos a los que dedicaba mas tiempo los hacia exclusivamente para si misma y nunca los mostraba a nadie.

Desde los catorce anos habia guardado todos los regalos de cumpleanos que le habian hecho: aun envueltos, pulcramente ordenados cronologicamente en estantes. De adulta, celebraba cada ano una cena de cumpleanos en su honor, a la cual invitaba siempre a tantas personas como anos cumplia. Algunas semanas se permitia hacer lo que ella llamaba “la dieta cromatica”, limitandose a alimentos de un solo color cada dia. Lunes, naranja: zanahorias, melones cantalupo, camarones cocidos. Martes, rojo: tomates, caquis, steak tartare. Miercoles, blanco: lenguado, patatas, requeson. Jueves, verde: pepinos, brecol, espinacas. Y asi sucesivamente hasta llegar a la ultima comida del domingo. Otras veces hacia divisiones semejantes basadas en las letras del alfabeto. Pasaba dias enteros bajo el hechizo de la b o la c o la w, y luego, tan repentinamente como habia empezado, abandonaba el juego y pasaba a otra cosa. Estos no eran mas que caprichos, supongo, minimos experimentos con la idea de la clasificacion y el habito, pero otros juegos similares podian durar muchos anos. Estaba el proyecto a largo plazo de vestir a Mr. L., por ejemplo, un desconocido al que habia visto una vez en una fiesta. A Maria le parecio uno de los hombres mas guapos que habia visto, pero su ropa era una desgracia, penso, y, sin comunicarle sus intenciones a nadie, se empeno en mejorar su guardarropa. Todos los anos por Navidad le mandaba un regalo anonimo -una corbata, un jersey, una camisa elegante-, y como Mr. L. se movia mas o menos en los mismos circulos sociales que ella, se lo encontraba de vez en cuando y se fijaba con placer en los espectaculares cambios producidos en su vestuario. Porque el hecho era que Mr. L. siempre se ponia la ropa que Maria le enviaba. Incluso se acercaba a el en estas reuniones y le alababa lo que llevaba, pero eso era lo mas lejos que iba, y el nunca llego a enterarse de que Maria era la responsable de aquellos paquetes de Navidad.

Se habia criado en Holyoke, Massachusetts, hija unica de unos padres que se divorciaron cuando ella tenia seis anos. Despues de terminar sus estudios en el instituto en 1970, se fue a Nueva York con la idea de asistir a una escuela de bellas artes y llegar a ser pintora, pero perdio interes despues del primer trimestre y lo dejo. Se compro un camion Dodge de segunda mano y se marcho a hacer un recorrido por el pais; se quedaba exactamente dos semanas en cada estado y hacia trabajos temporales por el camino siempre que era posible -de camarera, en granjas, en fabricas-, ganando justo lo suficiente para continuar viajando de un sitio al siguiente. Fue el primero de sus locos y compulsivos proyectos, y en cierto sentido destaca como lo mas extraordinario que hizo nunca: un acto totalmente arbitrario y sin sentido al cual dedico casi dos anos de su vida. Su unica meta era pasar catorce dias en cada estado, aparte de eso era libre de hacer lo que quisiera. Terca y desapasionadamente, sin plantearse nunca lo absurdo de su mision, Maria aguanto hasta el final. Tenia solamente diecinueve anos cuando empezo, una chica joven absolutamente sola, y sin embargo consiguio valerse por si misma y evitar los peores peligros, viviendo el tipo de aventuras con que los chicos de su edad se limitan a sonar. En algun punto de sus viajes una companera de trabajo le regalo una pequena camara de treinta y cinco milimetros y, sin ninguna experiencia ni preparacion previa, empezo a tomar fotografias. Cuando vio a su padre en Chicago unos meses despues, le dijo que finalmente habia encontrado algo que le gustaba hacer. Le enseno algunas de sus fotos y, sobre la base de aquellos primeros intentos, el le ofrecio un trato. Si continuaba haciendo fotografias, le dijo, el correria con sus gastos hasta que estuviera en situacion de mantenerse. No importaba cuanto tardase, pero no se le permitia dejarlo. Por lo menos esa fue la historia que me conto, y nunca tuve motivos para ponerla en duda. Durante los anos de nuestra relacion, en la cuenta de Maria aparecia un ingreso de mil dolares el primero de cada mes, transferido directamente desde un banco de Chicago.

Regreso a Nueva York, vendio su camion y alquilo un loft en Duane Street, una gran habitacion vacia situada en el piso de encima de un negocio al por mayor de huevos y mantequilla. Los primeros meses se sintio sola y desorientada. No tenia amigos, practicamente no tenia vida propia y la ciudad le parecia amenazadora y desconocida, como si nunca hubiera estado en ella. Sin ningun motivo consciente, empezo a seguir a los desconocidos por la calle, eligiendo a alguien al azar cuando salia de casa por la manana y dejando que esa eleccion determinase su destino durante el resto del dia. Se convirtio en un metodo para adquirir nuevos pensamientos, para llenar el vacio que parecia haberla absorbido. Finalmente empezo a salir con su camara y a tomar fotos de las personas a quienes seguia. Cuando regresaba a casa por la noche, se sentaba y escribia sobre los lugares donde habia estado y lo que habia hecho, utilizando los itinerarios de los desconocidos para especular acerca de sus vidas y, en algunos casos, para redactar breves biografias imaginarias. Asi fue mas o menos como Maria encontro accidentalmente su carrera como artista. Siguieron otras obras, todas ellas impulsadas por el mismo espiritu de investigacion, la misma pasion por correr riesgos. Su tema era el ojo, el drama de mirar y ser mirado, y sus piezas exhibian las mismas cualidades que uno encontraba en la propia Maria: una meticulosa atencion al detalle, una confianza en las estructuras arbitrarias, una paciencia que rayaba en lo insoportable. Para una de sus obras contrato a un detective privado con objeto de que la siguiese por la ciudad. Durante varios dias, este hombre le tomo fotos mientras ella hacia sus recorridos y registro sus movimientos en un cuadernito sin omitir nada, ni siquiera los sucesos mas banales y momentaneos: cruzar la calle, comprar un periodico, detenerse a tomar un cafe. Era un ejercicio completamente artificial, pero Maria encontraba excitante que alguien se tomase un interes tan

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