– ?Y no le importo?

– No parece que le importara,?verdad?

– ?Te excito?

– Por supuesto que si. No soy de piedra, como sabes.

– ?Que sucedio luego? No os acostasteis, ?verdad?

– Oh, no, soy demasiado puritana para eso.

– No estoy tratando de arrancarte una confesion. Tu amiga me parece irresistible. Tanto para las mujeres como para los hombres, diria yo.

– Reconozco que estaba excitada. Si Lillian hubiese dado algun paso entonces, tal vez habria sucedido algo. Yo nunca me he acostado con otra mujer, pero aquel dia con ella podria haberlo hecho. Se me paso por la cabeza, por lo menos, y esa es la unica vez que he sentido eso. Pero Lillian estaba simplemente tonteando con la camara y la cosa nunca paso del striptease. Era todo en broma, las dos estuvimos riendonos todo el rato.

– ?Llegaste a ensenarle la libreta de direcciones?

– Creo que si. Creo que fue despues de que volviesemos del restaurante. Lillian paso mucho rato hojeandola, pero, realmente, no pudo decirme a quien pertenecia. Tenia que ser un cliente, por supuesto. Lilli era el nombre que ella utilizaba para su trabajo, pero aparte de eso no estaba segura de nada.

– Pero eso reducia la lista de posibilidades.

– Cierto, pero podia tratarse de alguien a quien ella no habia conocido. Un cliente potencial, por ejemplo. Quiza uno de los clientes satisfechos de Lillian le habia pasado su nombre a otra persona. Un amigo, un companero, quien sabe. Asi es como Lillian obtenia sus clientes nuevos, por recomendacion verbal. El hombre habia anotado su nombre en la libreta, pero eso no significaba que hubiese llegado a llamarla. Puede que el tipo que le habia dado su nombre tampoco la hubiese llamado. Asi es como circulan las putas, sus nombres se propagan en circulos concentricos, por extranas redes de informacion. Para algunos hombres es suficiente con llevar un nombre o dos en sus libretitas negras, para referencias futuras, por asi decirlo. Por si su mujer les deja, o para un repentino ataque de lujuria o frustracion.

– O cuando estan de paso por la ciudad.

– Exactamente.

– Sin embargo, ya tenias tu primera pista. Hasta que aparecio Lillian, el dueno de la libreta podia haber sido cualquiera. A partir de entonces, por lo menos, tenias un punto de partida.

– Supongo que si. Pero las cosas no salieron asi. Una vez que empece a hablar con Lillian, todo el proyecto cambio.

– ?Quieres decir que se nego a darte la lista de sus clientes?

– No, nada de eso. Me la habria dado si se la hubiese pedido.

– ?Que fue entonces?

– No estoy segura de como ocurrio, pero cuanto mas hablabamos, mas forma tomaba nuestro plan. No salio de ninguna de las dos, era algo que flotaba en el aire, algo que parecia existir de antemano. El habernos encontrado por casualidad tenia mucho que ver con ello, creo. Fue todo tan inesperado y maravilloso que estabamos fuera de nosotras. Tienes que entender lo unidas que habiamos estado. Habiamos sido amigas del alma, hermanas, companeras para toda la vida. Nos queriamos de verdad, y yo pensaba que conocia a Lillian tanto como a mi misma. Y luego, ?que sucede? Despues de cinco anos descubro que mi mejor amiga se ha convertido en una puta. Eso me dejo descolocada. Me senti fatal, casi como si me hubiese traicionado. Pero al mismo tiempo (y aqui es donde la cosa empieza a volverse turbia) me di cuenta de que la envidiaba. Lillian no habia cambiado. Era la misma chica estupenda que habia conocido siempre. Alocada, traviesa, excitante. No se consideraba a si misma una furcia o una mujer caida, su conciencia estaba limpia. Eso era lo que me impresionaba tanto: su absoluta libertad interior, su forma de vivir de acuerdo con sus propias normas sin importarle un comino lo que pensaran los demas. Por entonces yo ya habia hecho algunas cosas bastante excesivas. El proyecto de Nueva Orleans, el proyecto de “La dama desnuda”. Iba un poco mas lejos cada vez, poniendo a prueba los limites de lo que era capaz de hacer. Pero, comparada con Lillian, me sentia como una bibliotecaria solterona, una virgen patetica que no habia hecho mucho en ningun terreno. Pense para mis adentros: si ella puede hacerlo, ?por que yo no?

– Estas de broma.

– Espera, dejame terminar. Fue mas complicado de lo que parece. Cuando le conte a Lillian lo de la libreta de direcciones y la gente con la que iba a hablar, le parecio algo fantastico, la cosa mas sensacional que habia oido. Quiso ayudarme. Quiso ir entrevistando a la gente de la libreta, como iba a hacer yo. Recuerda que era actriz, y la idea de fingir que era yo le entusiasmo. Estaba positivamente inspirada.

– Asi que cambiasteis los papeles. ?Es eso lo que estas tratando de decirme? Lillian te convencio para que hicierais un intercambio de personalidad.

– Nadie convencio a nadie de nada. Lo decidimos juntas.

– Pero…

– Pero nada. Fuimos socias a partes iguales desde el principio hasta el final. Y el hecho es que la vida de Lillian cambio a causa de eso. Se enamoro de uno de los hombres que aparecia en la libreta y acabo casandose con el.

– La historia se vuelve cada vez mas extrana.

– Fue extrano, ciertamente. Lillian salio con una de mis camaras y la libreta de direcciones, y la quinta o sexta persona a la que vio era el hombre que llegaria a ser su marido. Yo sabia que habia una historia oculta en esa libreta. Pero era la historia de Lillian, no la mia.

– ?Y tu conociste a ese hombre? ?No se lo estaba inventando?

– Fui testigo de su boda en el ayuntamiento. Que yo sepa, Lillian nunca le conto como se ganaba la vida, pero ?por que tenia que saberlo? Ahora viven en Berkeley, California. El es catedratico, un tipo estupendo.

– ?Y a ti como te fueron las cosas?

– No tan bien. Ni mucho menos. El mismo dia que Lillian salio con mi camara de repuesto, ella tenia una cita por la tarde con uno de sus clientes habituales, Cuando llamo aquella manana para confirmarlo, Lillian le explico que su madre estaba enferma y ella tenia que marcharse de la ciudad. Le habia pedido a una amiga que la sustituyese, y si a el no le importaba ver a otra por aquella vez, le garantizaba que no lo lamentaria. No recuerdo las palabras exactas, pero ese era mas o menos el mensaje. Me puso por las nubes, y despues de un poco de persuasion el hombre acepto. Asi que alli estaba yo, sola en el piso de Lillian aquella tarde, esperando a que sonara el timbre, preparandome para echar un polvo con un hombre al que no habia visto nunca. Se llamaba Jerome, un hombrecito cuadrado de cuarenta y tantos anos con vello en los nudillos y los dientes amarillos. Era vendedor de no se que. Bebidas alcoholicas al por mayor, pero lo mismo podian haber sido lapices u ordenadores. Da igual. Llamo al timbre a las tres en punto, y en el mismo momento en que entro en el piso, comprendi que no podria llegar hasta el final. Si hubiese sido medianamente atractivo tal vez habria podido reunir el valor suficiente, pero, con un tipo como Jerome, sencillamente no era posible. El tenia prisa y no paraba de mirar el reloj, deseoso de empezar, acabar de una vez y marcharse. Le segui la corriente, sin saber que hacer, tratando de pensar en algo mientras entrabamos en el dormitorio y nos quitabamos la ropa. Bailar desnuda en un bar topless era una cosa, pero estar alli de pie con aquel vendedor gordo y peludo era algo tan intimo que ni siquiera podia mirarle a los ojos. Yo habia escondido mi camara en el cuarto de bano y pense que si queria sacar alguna foto de aquel fiasco tendria que actuar inmediatamente. Asi que me disculpe y me fui al bano, dejando la puerta entreabierta una rendija. Abri los dos grifos del lavabo, cogi mi camara y empece a hacer fotos del dormitorio. Tenia un angulo perfecto. Podia ver a Jerome despatarrado sobre la cama, miraba al techo y se la meneaba con la mano, tratando de ponersela dura. Era repugnante, pero tambien comico, y me alegre de estar registrandolo en pelicula. Supuse que tendria tiempo para diez o doce fotos, pero cuando habia tomado seis o siete, Jerome se levanto de la cama de un salto, cruzo hasta el cuarto de bano y abrio la puerta de golpe, antes de que yo tuviese la oportunidad de cerrarla. Cuando me vio alli de pie con la camara en las manos, se volvio loco. Quiero decir realmente loco, perdio el juicio. Empezo a gritar acusandome de hacerle fotos para poder chantajearle y arruinar su matrimonio, y antes de que yo pudiese reaccionar me habia arrebatado la camara y la machacaba contra la banera. Trate de huir, pero el me agarro por un brazo y luego empezo a darme punetazos. Era una pesadilla. Dos extranos desnudos pegandose en un cuarto de bano alicatado en rosa. No paraba de grunir y gritar mientras me pegaba, chillando a pleno pulmon, y luego me dio un golpe que me dejo sin sentido. Me rompio la mandibula, aunque te cueste creerlo. Pero eso fue solo parte del dano. Tambien tenia una muneca rota, fisuras en un par de costillas y cardenales por todo el cuerpo. Pase diez dias

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