en el hospital y despues seis semanas con la mandibula sujeta con alambres. El pequeno Jerome me dejo hecha papilla. Me pateo hasta casi matarme.

Cuando conoci a Maria en el piso de Sachs en 1979 hacia casi tres anos que no se acostaba con un hombre. Tardo todo ese tiempo en recuperarse del trauma de la paliza, y la abstinencia no era tanto una eleccion como una necesidad, la unica cura posible. Aparte de la humillacion fisica que habia sufrido, el incidente con Jerome habia sido una derrota espiritual. Por primera vez en su vida, Maria habia sido castigada. Habia sobrepasado sus limites y la brutalidad de esa experiencia habia alterado su imagen de si misma. Hasta entonces se habia imaginado capaz de cualquier cosa, cualquier aventura, cualquier transgresion, cualquier audacia. Se habia sentido mas fuerte que otras personas, inmunizada contra los estragos y los fracasos que afligen al resto de la humanidad. Despues del intercambio con Lillian, comprendio hasta que punto se habia enganado a si misma. Descubrio que era debil, una persona confinada dentro de sus propios temores y represiones internas, tan mortal y tan confusa como cualquiera.

Fueron precisos tres anos para reparar el dano (en la medida en que llego a ser reparado), y cuando nuestros caminos se cruzaron en el piso de Sachs aquella noche, ella estaba mas o menos dispuesta para salir de su concha. Y fue a mi a quien ofrecio su cuerpo, fue solo porque apareci en el momento oportuno. Maria siempre se burlo de esa interpretacion e insinuo que yo era el unico hombre con el que podia haberse ido, pero estaria loco si creyera que fue porque poseia algun encanto sobrenatural. Yo era unicamente un hombre entre muchos hombres posibles, mercancia averiada a mi manera, y si respondia a lo que ella buscaba en ese momento, tanto mejor para mi. Fue ella quien establecio las reglas de nuestra amistad y yo las cumpli lo mejor que pude, complice gustoso de sus caprichos y urgentes demandas. A peticion de Maria acepte que nunca dormiriamos juntos dos noches seguidas. Acepte que nunca le hablaria de ninguna otra mujer. Acepte que nunca le pediria que me presentase a ninguno de sus amigos. Acepte actuar como si nuestra relacion fuese un secreto, un drama clandestino que habia que ocultarle al resto del mundo. Ninguna de estas restricciones me disgustaba. Me vestia con la ropa que Maria deseaba que llevase, satisfacia su apetito de lugares de encuentro raros (taquillas del metro, salas de apuestas, lavabos de restaurantes), comia las comidas coordinadas por el color que ella preparaba. Todo era juego para Maria, una llamada a la invencion constante, y ninguna idea era demasiado disparatada como para no probarla una vez. Hicimos el amor vestidos y desnudos, con luz y sin luz, en interiores y exteriores, sobre su cama y debajo de ella. Nos pusimos togas, trajes de cavernicolas y esmoquines alquilados. Fingimos ser desconocidos, fingimos ser un matrimonio. Hicimos el numero del medico y la enfermera, el numero de la camarera y el cliente, el numero del profesor y la alumna. Todo era bastante infantil, supongo, pero Maria se tomaba estas escenas muy en serio, no como diversiones sino como experimentos, como estudios acerca de la naturaleza cambiante del yo. Si no hubiese sido tan seria, dudo que yo hubiese podido continuar con ella como lo hice. Vi a otras mujeres durante ese tiempo, pero Maria era la unica que significaba algo para mi, la unica que todavia hoy forma parte de mi vida.

En septiembre de ese ano (1979), finalmente se vendio la casa de Dutchess County, y Delia y David se trasladaron a Nueva York v se instalaron en un piso de Brooklyn, en la zona de Cobble Hill. Esto hizo que las cosas mejorasen y a la vez empeorasen para mi. Podia ver a mi hijo mas a menudo, pero tambien significaba contactos mas frecuentes con la que pronto seria mi ex mujer. Los tramites de nuestro divorcio estaban por entonces muy avanzados, pero Delia estaba empezando a tener dudas, y en aquellos ultimos meses antes de que saliese el fallo hizo un oscuro y debil intento de reconquistarme. Si no hubiese habido un David en la escena, habria podido resistir esta campana sin ninguna dificultad. Pero el nino claramente sufria por mi ausencia, y yo me sentia responsable de sus pesadillas, sus ataques de asma y sus lagrimas. La culpa es un poderoso persuasor, y Delia instintivamente pulsaba los botones adecuados siempre que yo estaba cerca. Una vez, por ejemplo, despues de que un conocido suyo hubiese ido a cenar a su casa, me informo que David se habia subido a su regazo y le habia preguntado si iba a ser su nuevo papa. Delia no me estaba echando en cara este incidente, simplemente compartia su preocupacion conmigo, pero yo cada vez que oia una de estas historias me hundia un poco mas en las arenas movedizas del remordimiento. No era que desease vivir con Delia de nuevo, pero me preguntaba si no deberia resignarme a ello, si no estaba destinado a estar casado con ella despues de todo. Consideraba que el bienestar de David era mas importante que el mio propio, y sin embargo, durante un ano habia estado jugueteando con Maria Turner y las otras, rechazando cualquier pensamiento que se refiriese al futuro. Era dificil justificar aquella vida ante mi mismo. La felicidad no era lo unico que contaba. Una vez que te convertias en padre, habia obligaciones que no podias rehuir, obligaciones con las que tenias que cumplir, costara lo que costara.

Fanny fue quien me salvo de lo que hubiese sido una decision terrible. Ahora puedo decir eso, a la luz de lo que sucedio despues, pero entonces nada estaba claro para mi. Cuando termino el contrato de subarriendo de mi habitacion de Varick Street, alquile un apartamento a seis o siete manzanas de la casa de Delia en Brooklyn. No tenia intencion de irme a vivir tan cerca de ella, pero los precios en Manhattan eran demasiado altos para mi, y una vez que empece a buscar al otro lado del rio, todos los pisos que me ensenaban parecian estar en su barrio. Acabe cogiendo un apartamento bastante deteriorado en Carroll Gardens, pero el alquiler era asequible y el dormitorio era lo bastante grande como para poner dos camas, una para mi y otra para David. El empezo a pasar dos o tres noches a la semana conmigo, lo cual era un buen cambio en si mismo, pero me ponia en una situacion precaria con Delia. Me habia dejado resbalar de nuevo hasta su orbita, y notaba que mi resolucion empezaba a tambalearse. Por una desafortunada coincidencia, Maria estaba pasando dos meses fuera de la ciudad en la epoca de mi traslado, y tambien Sachs se habia ido a California para trabajar en un guion de El nuevo coloso. Un productor independiente habia comprado los derechos cinematograficos de su novela y Sachs habia sido contratado para escribir el guion con un guionista profesional que vivia en Hollywood. Volvere a esa historia mas tarde, pero ahora la cuestion es que yo estaba solo, desamparado en Nueva York sin mis habituales companeros. Todo mi futuro estaba en juego otra vez y yo necesitaba a alguien para hablar, para oirme a mi mismo pensar en voz alta.

Fanny me llamo una noche a mi nuevo apartamento y me invito a cenar. Supuse que se trataba de una de sus acostumbradas cenas con cinco o seis invitados mas, pero cuando me presente en su casa la noche siguiente descubri que el unico invitado era yo. Esto fue una sorpresa para mi. En todos los anos que hacia que nos conociamos, Fanny y yo no habiamos pasado nunca unas horas solos. Ben siempre habia estado presente y, salvo los raros momentos en que salia de la habitacion o le llamaban por telefono, apenas habiamos hablado sin que otra persona escuchase lo que deciamos. Yo estaba tan acostumbrado a esta situacion que ya ni me molestaba en cuestionaria. Fanny siempre habia sido para mi una figura remota e idealizada, y me parecia adecuado que nuestras relaciones fueran indirectas, perpetuamente mediatizadas por otros. A pesar del afecto que habia ido creciendo entre nosotros, aun me ponia un poco nervioso estar con ella. Mi timidez tendia a hacerme extravagante y a menudo me esforzaba desesperadamente por hacerla reir, contando chistes malos y haciendo horribles juegos de palabras, traduciendo mi incomodidad en bromas alegres y pueriles. Todo esto me turbaba, ya que nunca actuaba de ese modo con nadie. No soy una persona jocosa y sabia que le estaba dando una impresion falsa de como era, pero hasta aquella noche no comprendi por que me habia ocultado siempre de ella. Algunos pensamientos son demasiado peligrosos y uno no debe permitirse acercarse a ellos.

Recuerdo la blusa de seda blanca que llevaba aquella noche y las perlas blancas alrededor de su cuello moreno. Creo que ella se dio cuenta de lo desconcertado que estaba por su invitacion, pero no comento nada, y actuo como si fuese absolutamente normal que unos amigos cenasen de aquella manera. Probablemente lo era, pero no desde mi punto de vista, no con la historia de elusiones que habia entre nosotros. Le pregunte si habia algo especial de lo que quisiese hablarme. Me dijo que no, simplemente le apetecia verme. Habia estado trabajando mucho desde que Ben se fue y al despertarse el dia anterior se le ocurrio de repente que me echaba de menos. Eso era todo. Me echaba de menos y queria saber como estaba.

Empezamos con unas copas en el cuarto de estar, hablando principalmente de Ben durante los primeros minutos. Mencione una carta que me habia escrito la semana anterior y entonces Fanny me conto una conversacion telefonica que habia tenido con el aquel mismo dia. Ella no creia que la pelicula llegara a hacerse, pero Ben estaba ganando mucho dinero con el guion y eso les vendria bien. La casa de Vermont necesitaba un tejado nuevo y quiza podrian ponerlo antes de que el viejo se hundiera. Puede que despues de eso hablasemos de Vermont, o de su trabajo en el museo. No lo recuerdo. Cuando nos sentamos a la mesa habiamos pasado a hablar de mi libro. Le dije a Fanny que continuaba escribiendo, pero menos que antes, ya que ahora varios dias de la semana estaban dedicados por completo a David. Le dije que viviamos como un par de solterones, chancleteando por el apartamento en zapatillas, fumando una pipa por la noche, hablando de filosofia mientras tomabamos una copa de conac y contemplabamos las brasas de la chimenea.

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