que mas me gusta. Eso no significa que sea cierta, pero puesto que puede serlo, me complace creer que lo es. Despues de once anos, es la unica respuesta que todavia tiene sentido.
Una vez que Sachs volvio a Nueva York, pense evitar verle. No tenia ni idea de si Fanny iba a decirle lo que habiamos hecho, pero aunque guardase el secreto, la perspectiva de ocultarselo yo me resultaba intolerable. Nuestras relaciones habian sido siempre demasiado honestas y francas como para hacer eso, y yo no estaba de humor para empezar a contarle mentiras en aquel momento. Ademas, me figuraba que me calaria enseguida, y si Fanny le contaba a que nos habiamos dedicado, yo estaria exponiendome a toda clase de desastres. De una forma u otra, no estaba en condiciones de verle. Si lo sabia, actuar como si no lo supiera seria un insulto. Y si no lo sabia, cada minuto pasado en su compania seria una tortura.
Trabaje en mi novela, me ocupe de David, espere a que Maria regresase a la ciudad. En circunstancias normales, Sachs me habria llamado al cabo de dos o tres dias. Rara vez pasaba mas tiempo sin que nos llamasemos, y ahora que habia vuelto de su aventura en Hollywood esperaba saber de el. Pero pasaron tres dias, y luego otros tres, y poco a poco comprendi que Fanny le habia hecho participe del secreto. No habia ninguna otra explicacion posible. Supuse que eso significaba que nuestra amistad habia terminado y que nunca volveria a verle. Justo cuando estaba a punto de enfrentarme a esta idea (en el septimo u octavo dia), sono el telefono y alli estaba Sachs al otro extremo de la linea, al parecer en excelente forma, gastando bromas con el mismo entusiasmo de siempre. Trate de ponerme a la altura de su animacion, pero estaba demasiado desconcertado para hacerlo de un modo convincente. Me temblaba la voz y dije todo lo que no debia. Cuando me invito a cenar aquella noche, invente una excusa y le dije que le llamaria al dia siguiente para quedar en algo. No le llame. Pasaron dos dias mas y entonces Sachs volvio a llamarme, aun de excelente humor, como si nada hubiese cambiado entre nosotros. Hice todo lo que pude por rechazarle, pero esta vez el no acepto una negativa. Propuso invitarme a almorzar aquella misma tarde, y antes de que se me ocurriese un modo de escaparme, me oi aceptando su invitacion. Quedamos en encontrarnos en Costello’s, un pequeno restaurante de Court Street a pocas manzanas de mi casa, al cabo de dos horas. Si yo no aparecia, el sencillamente vendria a mi apartamento y llamaria a la puerta. No habia sido lo bastante rapido y ahora iba a tener que dar la cara.
El ya estaba alli cuando llegue, sentado en un compartimento al fondo del restaurante. Tenia extendido ante si sobre la mesa de formica el
– Tiene usted un estupendo bronceado, Mr. Hollywood -dije.
Mientras me sentaba en el banco frente a el, Sachs levanto la cabeza bruscamente, me miro sin expresion por un momento y luego sonrio. Era como si no me esperase, como si yo hubiese aparecido de repente en el compartimento por casualidad. Eso era llevar las cosas demasiado lejos, pense, y en el breve silencio que precedio a su respuesta, se me ocurrio que solo habia fingido estar distraido. En ese caso, el periodico no era mas que un punto de apoyo. Habia estado todo el tiempo esperando a que llegase, pasando las hojas simplemente, mirando ciegamente las palabras sin molestarse en leerlas.
– Tu tampoco tienes mal aspecto -dijo-. El frio debe sentarte bien.
– No me molesta. Despues de pasar el invierno pasado en el campo, esto me parece el tropico.
– ?Y que has estado haciendo desde que yo me fui a masacrar mi libro?
– Masacrando el mio -conteste-. Todos los dias anado unos cuantos parrafos a la catastrofe.
– Debes tener ya bastante.
– Once capitulos de los trece que tendra. Supongo que eso quiere decir que la meta esta a la vista.
– ?Tienes idea de cuando lo terminaras?
– En realidad, no. Tres o cuatro meses, tal vez. Pero tambien podrian ser doce. O dos. Cada vez me resulta mas dificil hacer predicciones.
– Espero que me dejes leerlo cuando lo hayas terminado.
– Por supuesto, seras la primera persona a quien se lo de.
En ese momento llego la camarera a tomar nota de nuestro pedido. Por lo menos eso es lo que recuerdo: una interrupcion temprana, una breve pausa en el flujo de nuestra conversacion. Desde que me habia trasladado a aquel barrio, habia ido a almorzar a Costello’s unas dos veces por semana y la camarera me conocia. Era una mujer inmensamente gorda y simpatica que andaba como un pato por entre las mesas vestida de uniforme verde palido y siempre con un lapiz amarillo metido en su pelo gris muy rizado. Nunca escribia con aquel lapiz, usaba otro que llevaba en el bolsillo del delantal, pero le gustaba tenerlo a mano para casos de emergencia. No recuerdo el nombre de esa mujer, pero ella solia llamarme “chati” y se quedaba charlando conmigo siempre que entraba; nunca acerca de nada concreto, pero siempre de un modo que me hacia sentir bienvenido. Incluso con Sachs alli aquella tarde, nos entregamos a uno de nuestros largos intercambios de palabras. Da igual de que hablasemos, solo lo menciono para senalar de que humor estaba Sachs aquel dia. No solo no hablo con la camarera (lo cual era sumamente insolito en el), sino que en el mismo momento en que ella se marcho con nuestro pedido, el reanudo la conversacion exactamente donde la habiamos dejado, como si no hubiesemos sido interrumpidos. Solo entonces empece a comprender lo agitado que estaba. Mas tarde, cuando nos sirvieron la comida, creo que no comio mas de uno o dos bocados. Fumo y bebio cafe, ahogando sus cigarrillos en los platillos inundados.
– El trabajo es lo que cuenta -dijo, cerrando el periodico y echandolo sobre el banco a su lado-. Quiero que lo sepas.
– Creo que no te sigo -dije, dandome cuenta de que lo seguia bastante bien.
– Te estoy diciendo que no te preocupes, nada mas.
– ?Preocuparme? ?Por que habria de preocuparme?
– No, no debes preocuparte -dijo Sachs, dedicandome una sonrisa cordial y asombrosamente radiante. Por un momento, su expresion fue casi beatifica-. Pero te conozco lo suficiente como para estar bastante seguro de que te preocuparas.
– ?Me he perdido algo o es que hoy hemos decidido hablar dando rodeos?
– No pasa nada, Peter. Eso es lo unico que quiero decirte. Fanny me lo ha contado y no tienes por que sentirte culpable por ello.
– ?Que es lo que te ha contado?
Era una pregunta ridicula, pero yo estaba demasiado aturdido por su serenidad como para decir cualquier otra cosa.
– Lo que ha sucedido mientras estaba fuera. Los rayos y las centellas. Los polvos y los lodos. Toda la maldita historia.
– Ya entiendo. No ha dejado mucho espacio para la imaginacion.
– No, no demasiado.
– Bueno, ?y ahora que pasa? ?Es este el momento en que me das tu tarjeta y me dices que hable con mis padrinos? Tendremos que encontrarnos al amanecer, por supuesto. En un buen sitio, un sitio con el adecuado valor escenico. La acera del puente de Brooklyn, por ejemplo, o tal vez el monumento a la guerra civil de Grand Army Plaza. Algo majestuoso. Un lugar donde el cielo pueda empequenecernos, donde la luz del sol pueda arrancar destellos a nuestras pistolas levantadas. ?Que me dices, Ben? ?Quieres hacerlo asi? ?O preferirias resolverlo ahora? Al estilo americano. Te inclinas sobre la mesa, me das un punetazo en la nariz y te vas. A mi me vale cualquiera de las dos cosas. Lo dejo a tu eleccion.
– Tambien hay una tercera posibilidad.
– Ah, la tercera via -dije, iracundo y chistoso-. No me habia dado cuenta de que tuviesemos tantas opciones.
– Por supuesto que si. Mas de las que podemos contar. En la que yo estaba pensando es muy simple.